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La meua filla sóc jo (mi hija soy yo). Crítica. PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo.   
Martes, 06 de Abril de 2010 10:32

 

LA MEUA FILLA SÓC JO
MI HIJA SOY YO
(O VAYA USTED A SABER)

[2005-07-01]

Carles Santos es un creador inquieto. Su trayectoria, iniciada a finales de la década de los setenta, así lo acredita.


LA MEUA FILLA SÓC JO
MI HIJA SOY YO
(O VAYA USTED A SABER)

Título: La meua filla sóc jo.
Música, libreto y dirección: Carles Santos.
Traducción del libreto: Jesús Royo.
Vestuario, caracterización y elementos escenográficos: Marianela Roqué.
Iluminación: Luis Martí.
Sonido: Damien Bazin.
Coreografía: Toni Jodar.
Intérpretes: Antoni Comas (tenor), Xavier Galán (barítono), Iván García (bajo), Monserrat Melero (soprano), Leticia Rodríguez (soprano), Oriol Roses (contra tenor), Claudia Scheneider (mezzo) y Alina Zaplàtina (soprano).
Voz en off: Alicia Pérez.
Músicos: Inés Musso (flauta-flautín), Iker Rey (oboe), Ona Cardona (clarinete), Pepa Fusté (fagot), Cati Mariano (trompeta), Josu Alcalde( trompa), Cassiel Antón (trombón), Joan B. Doménech (tuba), Marcel Pascual (percusión) y Paco Montañés (percusión).
Bailarín: Xavier Estrada.
Música grabada: Sergi Alpiste y Vassil Lambrinov (violín).
Coros grabados: Bernat Catalá, Neus Franch, Clara Tarruell, Judit Urgelés y el coro Lieder Cámara.
Producción: Teatro Español y Teatre Lliure.
Estreno en Madrid: Teatro Español 2 – VI - 2005.


Carles Santos es un creador inquieto. Su trayectoria, iniciada a finales de la década de los setenta, así lo acredita. Es, por otra parte, un artista de éxito. Su presencia es reclamada en importantes festivales nacionales e internacionales y sus trabajos han obtenido numerosos galardones. Su punto fuerte es la música, pero también, sobre todo en los últimos años, los espectáculos de tipo multidisciplinar, en los que, a la música, se suman la voz y la danza. El trabajo que aquí se presenta, La meua filla sóc jo, ha sido definida como ópera de pequeño formato.

Estructurada en una serie de escenas breves, la obra carece de argumento, aunque el propio título y algunas referencias nos remiten al ámbito de una extraña familia en la que el padre es la hija de sí mismo. Si aceptamos como posible tan insólita circunstancia, cuanto sigue resulta admisible. Que la hija, que en realidad es él, sea la hija de cuatro sopranos y de un clarinete, pero también de una madre fetichista. La hija, o el padre que es ella, mantiene relaciones con varios amantes, de los cuales uno tiene un naranjo lleno de partituras y un olivo con libros de los que se suspenden para consumar sus prácticas amorosas, aunque finalmente decidirá casarse con la primera persona que se cruce en su camino. Es hora de advertir que la hija cambia de nombre varias veces, de modo que se desdobla en otras tantas personalidades, las cuales deciden matar al padre, para lo que proponen recurrir a cuatro métodos diferentes: obligarle a comer hostias en mal estado, ahogarle en orina, limpiarle el corazón con lejía o extirparle del cerebro la palabra yo. En la obra se abordan otras cuestiones de distinta trascendencia. Al debate sobre la diferencia entre el alioli hecho con mortero o con batidora, se suman los discursos de un feto y de un recién nacido, aunque su lenguaje fonético nos impide conocer su alcance. Diversos orgasmos de los personajes y otros curiosos acontecimientos van consumiendo el tiempo del espectáculo, que culmina con un bello y colorista canto de gallos.

Carles Santos ha dotado a la acción de un gran dinamismo. Los músicos prescinden de los atriles y van de un lado al otro del escenario y de la sala con sus instrumentos a cuestas. Libres de la batuta del director y de las partituras, se diría que persiguen a los cantantes no tanto para acompañar sus voces, sino, sobre todo, para subrayar su frenética actividad escénica. Y es que, amén de ejercer su oficio de belcantistas con brillantez, demuestran ser, además, buenos acróbatas. Dar cuenta de un aria suspendido de un cable o reptando por el escenario e ir vestido con cutres y aparatosos trajes de papel, plástico y otros materiales de difícil identificación es, sin duda, cosa de mérito. Ante un fondo escenográfico minimalista, esta tropa entre chabacana y obscena brinda una orgía escénica en la que lo acústico y lo visual andan de la mano.

Espectáculo a la medida de los admiradores del artista y para quienes gustan de este tipo de espectáculos provocadores a los que suele ponérsele la etiqueta de vanguardistas. Tengo serias dudas de que éste lo sea. Lo que se nos ofrece repite mucho de lo que se hizo antes, en la primera mitad del siglo pasado, y ya sabemos que estos movimientos artísticos son, por su propia naturaleza, efímeros o acaban siendo asimilados. Lo que sucede en este caso, como en otros muchos, es que la incorporación de técnicas modernas da apariencia de nuevas a las viejas vanguardias. Si no obstante alguien insistiera en calificar a esta propuesta escénica de vanguardista, habrá de reconocer que, al margen del tratamiento desinhibido que se da a las escenas eróticas, se trataría de una vanguardia laight, en la que el creador ha puesto límites a su propósito trasgresor. No se entiende, por ejemplo, el intento de poner cierto orden en el caos argumental del espectáculo mediante la introducción de una voz en off que explica el contenido de determinadas escenas. Santos afirma que, con ese recurso, pretende facilitar las cosas al espectador, que entienda lo que quiere decir, pero no cabe duda de que, al clarificar parte su discurso, da al traste con una de las principales señas de identidad del espectáculo. Más curioso y contradictorio resulta lo sucedido con la pieza 4’33’’, del John Gage, que ha sido incorporada a La meua filla sóc jo. Estrenada en 1952, los intérpretes permanecían en silencio ante sus instrumentos durante el tiempo señalado en el título, de modo que lo único que se escuchaba eran los ruidos procedentes de la sala. El propósito del compositor norteamericano era borrar las fronteras entre la música, el sonido y otros fenómenos no musicales. A la vista del desconcierto que ese inesperado silencio provocó en el publicó cuando la obra se representó en Barcelona, Santos ha decidido advertir a los espectadores madrileños de su existencia. ¿Por qué?

 

Más información

           LA MEUA FILLA SÓC JO - Información General

           LA MEUA FILLA SÓC JO - Entrevista
 
 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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