ASCENSO Y CAÍDA DE LA CIUDAD DE MAHAGONNY Oportuna recuperación
Título: Ascen$ión y caída de la ciudad de Mahagonny. (Ópera) Autores: Kart Weill y Bertold Brecha Música: Kurt Weill Traducción: Feliu Formosa Espacio sonoro: Roc Mateu Diseño cartel: Entreascuas Fotografía cartel: Ros Ribas Audiovisuales: Álvaro Luna Iluminación: Javier Aguirresarobe y José Miguel López Sáez Vestuario: Antonio Belart Escenografía: Jean-Guy Lecat Coordinádor de dirección musical: Pep Pladelloreps Colaborador de dirección escénica: José Antonio Gutiérrez
Intérpretes: Personajes: Teresa Vallicrosa (Leokadja Begbick) Pedro Pomares (Fatty, "el apoderado"), Constantino Romero (Moisés de la Trinidad), Mónica López (Jenny Hill), Antoni Comas (Jim Mahoney), Ricardo Pérez (Jacob Schmidt), Xavier Fernández hill ("Bill, el de la hucha"), Abe1 García (Joe, "El lobo de Alaska"), Enrique R. del Portal * (Tobby Higgins) Voz en Off: Santiago Ramos Las chicas de Mahagonny: Mª Jesús Comerón*, Silvia Luchetti*, MaríaCirici, Gorane Markinez, Silvia Martí, Lucía Martín, Roma Portolés, Susana Rodríguez, Meritxell Coma, Ángels ,Jiménez *Covers: Silvia Luchetti i (Jenny), María Jesús Comerón (Leokadja Begbick) Los hombres de Mahagonny: Eliel Carvalho *,Francesco Pio Galaso * ,Antonio Queimadelos * , Paul Michel Tissierre *, Miguel Ángel Álamo, Sergi Albert, Vladimir Albert , Alberto Aliaga, Paco Arrojo, Nacho Bergarache, Toni Cruz, Francesc Esteve, José Gamo, Ricardo Gilfilhin, Alejandro Guillén, Bertrán lraburu, ÁlvaroMayo, Alberto Perdiguero, Pedro Rodrígpez de Los Ríos , Héctor Rodríguez, Nelson Toledo, Antonio Villa *Covers: Eliel Carvalho (Joe, "El lobo de Alaska"), Francesco Pio Galazo (Jacob Schmiidt, Tobby Higgins), Antonio Queimadelos (Fatty,el apoderado"), Paul Michel Tissierre (Moisés de la Trinidad, Bill, "Bill, el de la hucha"), Enrique R. del Portal (Jim Mahoney), La orquesta: Juan Luis Jordá Violín (concertino), Melania Roig Puig (Violín), Anna Gureva (Violín), Lorena Ubis Ceniceros (Violín), Mercedes Olmeda Rodríguez (Violín), Francisco Javier Aguado Amigó (Violín), Ping Chiu Lo (Violín), Luminita Nenita (Violín), Miguel Iniesta López (Guitarra), Mª Isabel Carpintero Checa (Viola), Ma 'Belén Villanueva Martínez (Viola), Jeorgui Fournadjiev Dimitrov (Cello), Sacha Louise Crisan (Cello), Miguel Ángel Gonz4lez Corredera (Contrabajo), Juan Manuel Cano Cano (Contrabajo), Anna Fernández Torres (Flauta), Roberto García-Almonacid Fuentes (Trompa), Luis Aldir Conde (Trompa), José Luis Medrano Olea (Trompeta), Erlantz Fernández Barandiaran (Trompeta), Antonio Pallarés Palasi (Trombón), José Luis Ricart Pérez (Tuba), José Fernández Franch (Saxo), Ricardo Ruiz Muñoz (Saxo), José Ricardo Grau Martí (Oboe), Miguel Alcocer Cosin (Fagot), Rafael Piqueras Yago (Fagot), Fernando Piqué Torres (Clarinete), Joaquín Anaya Peña (Timbales), Francisco García Martínez (Percusión), Gustavo Piqué Torres (Teclados), José María Augusto Mazquiaran (Teclados), Ariel Hernández (Bandoneón), Pep Pladellorens Puig (Piano), José Oliver Bisbal (Flauta y Jefe de Orquesta) Dirección musical: Manuel Gas Dirección escénica: Mario Gas Estreno en Madrid: Naves del Matadero, 29 de junio de 2007
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FOTOS: ROS RIBAS |
FOTO: ROS RIBAS |
Pocas creaciones muestran mejor la dramaturgia de Brecht que Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny. Escrita a finales de la década de los veinte, inmediatamente después de la lectura de la obra de Marx, Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny constituye una diatriba amarga y feroz, pero también acremente humorística, de la sociedad capitalista. Sin embargo, la pieza se revela como una creación ambiciosa y compleja. La utilización de la parábola, ingeniosa, didáctica y amena, será recurrente en la producción brechtiana y se advierte en su uso la fascinación del dramaturgo por la lectura de la Biblia, en la que aprendió el uso de este género literario y de la que extrajo motivos, referencias y usos estilísticos que resultarían notablemente fecundos en su teatro. La elección de la ópera como formato escénico y musical resalta su concepción del espectáculo como una conjunción de materiales de cuidada elaboración, destinado a proporcionar el placer estético del espectador, al tiempo que se pretende que a éste le sirva la parábola como materia de reflexión crítica sobre una realidad representada mediante unas técnicas de estilización deliberada, a la que no faltan trazos propios de la farsa, y que permiten reconocer fácilmente el referente que las inspira. La utilización de la narración – aquí verificada mediante la voz en off y el uso de carteles - contribuye al extrañamiento del material escénico relatado, según los principios del teatro épico, que refuerzan la música o la coreografía.
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La imaginaria Mahagonny, construida en unos Estados Unidos en expansión y vistos como el marco de proyectos y utopías de la sociedad contemporánea y como el referente del nuevo modelo de ciudad, muestra las contradicciones de un sistema capitalista prometedor y deslumbrante en apariencia, pero inevitablemente destructor y degradante. No puede pasar inadvertida la circunstancia de que la ciudad sea fundada por tres delincuentes a los que una avería en el automóvil impide continuar su huida. El sarcasmo inequívoco de este comienzo pone en marcha un mecanismo por el que los personajes quedarán atrapados en las consecuencias de su propia rapacidad y de su ansioso egoísmo. El resultado, lúcidamente desvelado por la farsesca parábola brechtiana, es desolador: el dinero todo lo gobierna y cualquier aspecto inherente a la condición humana queda supeditado absolutamente a él. La degradación de los habitantes de Mahagonny se verbaliza en las ignominiosas pancartas exhibidas en la última escena, en el marco de una ciudad consumida por las llamas, la ruina y la violencia. La constatación de la insolidaridad, de la imposibilidad de un amor no venal y la cínica proclamación del derecho al expolio muestran la consecuencia última de los principios aplicados a la convivencia de la ejemplar Mahagonny. Todo afán de lucro, pensaba Brecht, lleva en sí mismo el germen de aniquilación y de la guerra.
Sin embargo, en esta Mahagonny puede conquistarse también un espacio para la rebeldía. El personaje de Jim Mahoney – Paul Ackermann en las primeras versiones - encuentra que a esa ciudad que supuestamente satisface todos los caprichos, le falta algo, y así, expresa su deseo de regresar al duro trabajo de Alaska. Pero esta rebeldía le conducirá a la muerte, tras un fraudulento juicio que pone de manifiesto la falacia de la justicia en una sociedad semejante, usurpada precisamente por quienes encarnan el deseo de enriquecimiento sin límites y que se apoderan también de un Dios en quien tampoco se podrá confiar. Como en tantas obras brechtianas, tendrán que ser los hombres quienes trasformen la corrupta sociedad que crearon otros hombres.
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Mario Gas ha elegido esta propuesta para inaugurar la recuperación del matadero de Legazpi, parcialmente convertido en las Naves del Español, un nuevo espacio para el primer teatro madrileño. Y no puede dudarse de la oportunidad de un texto semejante, en un momento de especulación desaforada en el que se proclama la necesidad de enriquecerse como único criterio de conducta y se escarnece cualquier referencia a la solidaridad. Es difícil no ver en Mahagonny a la ciudad en la que vivimos. Sin embargo, la propuesta ha puesto el énfasis en los aspectos formales y estéticos que, si no diluyen el contenido crítico del texto brechtiano, sí liman las aristas que pudieran resultar más incómodas. No carece Mario Gas de buen gusto, ni tampoco de oficio y de profesionalidad, cualidades de las que hace gala en este espectáculo, limpio, elegante, bello y preciso. No es fácil mover a tantos actores en un escenario de esta amplitud, ni conjugar las exigencias de la música, el canto, la coreografía, la interpretación dramática, los elementos relativos a la escenografía, la iluminación y el vestuario y el conglomerado de signos diversos que componen la propuesta. Gas resuelve todo ello de manera impecable, sin fisuras o imperfecciones, con verdadera maestría. Sin embargo, también a esta Mahagonny le falta algo, algo que acaso tenga que ver con la convicción o el compromiso con lo que se está mostrando, por incómodo o provocativo que sea, o con la disposición a asumir riesgos. Al trabajo le sobra estatismo – algo extraño en un espectáculo de Mario Gas - y el espectáculo parece lento en muchas ocasiones.
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A esta Mahogonny le falta un punto de agresividad, adolece de un exceso de corrección y hasta de buenas maneras, muy ajenas al mundo acanallado y cínico que imaginaba Brecht. No ayudan a conseguir estos efectos algunos de los actores, en los que me pareció evidente esa falta de compromiso a la que me refería, como ocurre, por ejemplo, con Constantino Romero, demasiado acomodado, o con Pedro Pomares, un tanto errático. Más interesante me pareció la interpretación del grupo de Alaska, singularmente Antoni Comas y Xavier Fernández, o el coro de chicas en su conjunto, con momentos especialmente sugestivos. Pero, a pesar de las objeciones que pudieran hacerse al trabajo, es un espectáculo que merece verse. No es frecuente asistir a la presentación de una ópera de Brecht y Weill realizada con tanto esmero, ilusión y buen gusto. Ni con tanta generosidad en lo que a los medios, materiales, pero, sobre todo, humanos, respecta.
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