Título: En la Toscana
Autor: Sergi Belbel
Escenografía: Max Glaenzel, con la colaboración de Estel Cristià
Vestuario: Montse Amenós
Iluminación: Kiko Planas (AAI)
Música: Albert Guinovart
Sonido: José Antonio Gutiérrez
Caracterización: Toni Santos
Ayudanta de dirección: Cristina Clemente
Ayudanta de vestuario: Georgina Viñolo
Alumna del Institut del Teatre de la Diputación de Barcelona en prácticas: Marta Buchaca
Realización de escenografía:
ARTS-Scenics / Pascualín, SL
Realización de vestuario: Goretti Satrería Teatral
Montaje, ensayos y representaciones: Equipos técnicos y de gestión del Teatre
Nacional de Catalunya
Producción: Teatre Nacional de Catalunya
Intérpretes: Jordi Boixaderas (Marc), Cristina Plazas (Joana), Lluís Soler (Santi), Lluïsa Castell (Marta)
Dirección: Sergi Belbel
Duración aproximada: 1h. 45 minutos
(sin intermedio)
Estreno en Madrid: Teatro de La Abadía,
6 – III - 2008 |
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CRISTINA PLAZAS / JORDI BOIXADERAS |
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LLUISA CASTELL / LLUIS SOLER |
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JORDI BOIXADERAS / CRISTINA PLAZAS
LLUIS SOLER / LLUISA CASTELL
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Belbel aprendió de su maestro Sanchis Sinisterra las estrategias para la reducción y la descomposición de la historia tradicional. La supresión de nexos, el uso drástico de la elipsis o la posibilidad de descolocar las piezas que componen la trama alterando su orden temporal o la convención del principio causa-efecto son procedimientos frecuentes en su dramaturgia. A esta influencia se suma en la escritura belbeliana la del grupo Oulipo, con su gusto por el juego, el empleo de la recurrencia y las variaciones sobre el mismo tema o el humor ingenioso y dislocado.
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No han faltado otras relaciones fecundas, como la que ha mantenido con el teatro de Benet i Jornet, por ejemplo, o con ciertas tradiciones literarias francesas. Apoyándose sobre estos pilares ha ido construyendo Belbel su mundo dramático, dotado de perfiles muy singulares que configuran un universo teatral propio, de originalidad indudable, y dotado de una fuerza inusitada y de una no menos considerable capacidad de seducción. Belbel construye um tipo de comedia que osicla entre una hábil e inquietante deconstrucción de dos viejos modelos de la comedia burguesa y una suerte de comedia perversa, caracterizada por una elegante acidez discursiva que se adentra con desparpajo y sin prejuicios en territorios escabrosos o velados por el tabú o por el empleo de un humor negro violento, pero formalmente exquisito.
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CRISTINA PLAZAS |
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JORDI BOIXADERAS |
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El resultado de su escritura suele ser brillante y precisa, casi siempre, pero, a estas alturas, gana terreno la sensación de que el Belbel de textos que en su momento deslumbraron, como Elsa Schneider, Caricias, Tálamo y algunas otras, ha dejado paso a un escritor con habilidad y oficio, con un indiscutible conocimiento de los mecanismos teatrales, pero falto de la irreverente potencia de aquellas novedosas comedias.
Son muchos los que señalaron que Móvil constituía el punto más bajo de su trayectoria como dramaturgo, con un texto truculento, pero vacío de ideas y de posibilidades.
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Ahora ha presentado en Madrid, tras su paso por Barcelona, En la Toscana, un espectáculo dirigido por el propio Belbel, mucho más limpio, ambicioso y elaborado que el anterior, aunque siga quizás en esa estela de lo pulcro, de la moderna comedia bien hecha, que a nadie puede incomodar. El tema es la crisis de la madurez y del éxito profesional y personal, o, dicho en términos morales, la reflexión sobre lo perentorio de la felicidad. No están muy lejos estas consideraciones de las que han inspirado tantas comedias burguesas tradicionales y la del Belbel lo es en lo que a motivos, ambientes y personajes se refiere, aunque su construcción muestre una saludable libertad formal y su lenguaje busque por momentos un mayor grado de incisividad. Y, naturalmente, su tratamiento esté dominado por una lúcida ironía y un escéptico e inteligente distanciamiento. |
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JORDI BOIXADERAS |
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MARÍA BARRANCO - MÓBIL
TEATRO MARÍA GUERRERO (CDN)
MADRID, 2007
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Ha de valorarse además el esfuerzo por utilizar el punto de vista de la percepción distorsionada del protagonista, con su mezcla de realidades, sueños y temores, con su alteración del orden lógico y cronológico de las secuencias y con su proclividad a la recurrencia.
Sin embargo, y a pesar de algunas escenas dramáticamente vibrantes, como algunas en las que la pareja protagonista trata de conjurar inútilmente sus problemas, o de algunas otras ingeniosas e incluso ácidas, la comedia llega a cansar, cuando advertimos que el dramaturgo no tiene ya nada más que contarnos y que, esta suerte de melancolía contemporánea, con ser preocupante y ofrecer motivos sobrados de reflexión, no se nos muestra aquí enriquecida ni moral ni psicológicamente y su original estética real es muy reducida.
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La escenificación, pulcra y bien resuelta plásticamente, se muestra lenta en algunos momentos, con transiciones no siempre fluidas. Relativamente sencilla en lo que al empleo de accesorios se refiere, se sustenta sobre un exigente trabajo de actores, que se enfrentan, sin demasiados apoyos, a unos papeles que exigen una amplitud de registros y una notable delicadeza de matices en los que la sugerencia debe sustituir a la obviedad. La respuesta del elenco actoral es satisfactoria y destaca la siempre brillante Cristina Plazas, quien encarna Joana, la mujer del protagonista, posiblemente el personaje más complejo desde el punto de vista actoral y también el más interesante.
Eduardo Pérez – Rasilla
Copyright©pérezrasilla
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