DIÀFAN

LAS CAPRICHOSAS PERO FASCINANTES BURBUJAS


FOTOS: ROBERT RAMOS


Título: Diàfan.
Creación: Pepe Bou.
Con la participación de: Luis Bevià.
Iluminación: PepeBou y Jep Vergés.
Escenografía y vestuario: Lluc Castells.
Música: René Aubry.
Repertorio: Marta Carrasco.
Técnico de iluminación: Jep Vergés.
Tecnico de Sonorización: Marc Romagosa.
Regiduría y producción técnica: Judit Vidal.
Administración: Pepa Arnal.
Asesoramiento: Lau Delgado.
Producción ejecutiva, prensa y promoción: Bet Barceló.
Fotografía: Robert Ramos.

Producción: Companya Pepe Bou y Teatre Nacional de Catalunya.
Músicos:
Saxo tenor / flauta travesera: Francisco J.Pascual.
Clarinete / clarinete bajo: Miguel Á. Alonso.
Contrabajo: Javier Muñoz.
Guitarra: Francisco J. Crespo.
Percusión: Rubén B
erenjena.
Director musical y piano: Xavier Torras.
Intérpretes: Pep Bou y Luis Bevià.
Dirección teatral: Fernando Bernués y Marta Carrasco.
Estreno en Madrid: Teatro Español, 9 – II - 05.


Diáfan es el quinto espectáculo de Pep Bou, desde que se dedicó al mundo de las burbujas, en el 1982. Ese año dejó el mimo – su género teatral - y se dedico a investigar y subir sobre el escenario las mencionadas y caprichosas burbujas. Entre 1985 y este 2005 han pasado 20 años. Se cumple pues con Diàfan el vigésimo aniversario, que le toca celebrarlo en el Teatro Español de Madrid.

Desde fuera se piensa que las pompas de jabón – Pep también las llama burbujas - no dan mucho más de sí, que iluminar el rostro de un bebé con la fantasía colorista del nacimiento de la pompa, dejarla en libertad y ver cómo se desvanece en las alturas o cómo explota cuando el tal lactante le aplica su dedito.

Pep Bou demuestra que las burbujas tienen marcha para rato a juzgar por estos veinte años en los que cada espectáculo progresa con nuevos añadidos escénicos: poesía, música, dramatización de las situaciones, en las que Luis Bevià – su actor/compañero en la escena - y Pep entablan una relación con las rebeldes burbujas. Ellas, a veces, por cerrazón, timidez, o, simplemente, por gastarles una broma (¡vaya usted a saber!) – los técnicos dirían que es por el ambiente seco de la meseta (la Castellana) – se niegan a actuar.

Diàfan (Diáfano) – no me es posible juzgar los anteriores espectáculos puesto que no los conozco, sino a través de fragmentadas grabaciones televisivas - es un alegre, regocijante y mágico espectáculo que, en varios momentos, va hacia “lo más difícil todavía”. Las burbujas y sus cambiantes, coloristas e inimaginables formas son las protagonistas. El agua jabonosa es la base de todo el espectáculo y en el programa de mano se nos comunica que “El agua tiene piel”.

La tal piel posee la capacidad de adquirir las más insospechadas formas: semiesferas, esferas, alargados gusanos de anillos y sin anillos, túneles (por los que se adentra un trencito), láminas verticales que se transforman en espejos deformantes o sirven para reflejar graciosos y móviles reflejos de colores, grandes semiesferas (a partir del suelo) que pueden llegar a cubrir a Pep o a Luis como si se metieran bajo una colorista tienda de campaña, choza o iglú. Un sin fin de formas controladas por sus dueños, que en algunas ocasiones se desmadran y hacen lo que les da la gana, dejando en mal lugar a sus amos. Pero ellos, erre que erre, vuelven a repetir el ejercicio, como los domadores hacen con sus animales cuando no se muestran díscolos. La burbuja termina obedeciéndoles.

Un guión “in crescendo”, en lo de más difícil todavía y espectacular, rige el espectáculo, así como una cierta dramatización, cercana al mundo del mimo y del payaso circense. Luis Bevià - actor – y Pep – también actor – además de soplar las pompas y entablar relaciones con ellas, se relacionan mímicamente entre sí con ciertas complicidades que recuerdan a los payasos circenses, aunque con mayor discreción. El humor de gestos – expresión del fracaso, entusiasmo del éxito -recorre todo el espectáculo.

Hay también una línea pedagógica, a través de proyecciones sobre la gran pantalla. Sobre una especie de diario, Pep anota la parte técnico-científico del existir de las pompas y también los sucesivos pasos que ha ido dando en la investigación de su matrimonio con las tales.

Un elemento importante es la música. Una Orquesta de cámara, construye una agradable banda sonora que refuerza la tensión de tal o cual escena, acompaña los bailes de las pompas, aireadas por Luis y Pep o las despide cuando – ingratas ellas – se pierden en las alturas del teatro, para después burlarse, explotando fuera de la vista del espectador y soltando el agua sobre sus dos creadores. Es música en directo – siempre la música en directo es un lujo y se agradece - y no puede ser de otra forma, porque las burbujas, hoy por hoy, se resisten al Play-Back y son ellas las que marcan el ritmo musical y no tanto la orquesta.

La escenografía es simple. Tres rígidas paredes de gasa rodean el escenario. Tras la del fondo adivinamos la orquesta con mayor o menor nitidez, según el grado de intensidad de la luz. Una última pared del mismo material será el telón y servirá para difuminar más o menos la escena, al comienzo. El espacio recuerda a una especie de laboratorio de investigación. Y es que, en el fondo, el espectáculo tiene bastante de investigación, una vez que las “burbujas” son caprichosas por esencia. Poseen la misma psicología que la delicada flor de El principito, muy sensible a las corrientes de aire.

Esta misma incertidumbre de la burbuja, crea en el espectador un interés por ver si sale o no. Y a veces son varios intentos los que Luis y Pep tienen que hacer para que al burbuja actúe. Lo más curioso es que los fracasos de los dos actores, son mirados con gran benevolencia por el público, que les animan a un nuevo intento. Nace una extraña relación entre creadores y espectadores. Unos y otros se conchaban para obligar a que la burbuja obedezca. Y cuando esto sucede los aplausos, los bravos y los “¡Halaaa!!!!”, de los niños, estallan.

Hay también algo de mágico y fantasía, así como de poesía, no solamente por los fragmentos que, a veces, se recitan, sino por la misma belleza de formas, colores y movimientos que adquieren las pompas irisadas de jabón.

Asistí un domingo. El público, lo formaban familias con niños de todas las edades. Niños de grandes extasiados ojos. Niños de “¡Halaaaa!”. Niños de batir palmas con entusiasmo. Niños que, gracias a este brillante espectáculo, pueden sentarse en los sesudos sillones del Teatro Español, como lo hacen también con el Romeo y Julieta de Olga Margallo. Gracias a dios, este coliseo ha dejado de ser patrimonio exclusivo de las personas adultas.

Los aplausos muchos, y un último mensaje, esta vez verbal, en boca de Pep Bou. Es algo que, por lo visto, siempre dice y sobre todo cuando, en la sala, hay políticos y demás gente encaramada a la estructura de poder:

 

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José Ramón Díaz Sande
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