MAMMA MÍA!

DIVERTIDO DISTANCIAMIENTO IRÓNICO Y RITMO

Título: Mamma Mía!
Libreto: Catherine Jonson.
Traducción: Juan Martínez.
Traducción de las canciones: Albert Mas Griera.
Traducción “Dancing Queen”: Daniel Anglès.
Música: Benny Andersson y Björn Ulvaeus. Colaboración Stig Anderson.
Supervisor musical, material adicional y arreglos: Martin Koch.
Diseñadores de sonido: Andrew Bruce & Bobby Aitken.
Coreografía: Anthony Van Laast.
Coreógrafa asociada: Nichola Treherne.
Diseñador de Producción, Escenografía y Vestuario: Mark Thompson.
Diseñador de escenografía asociado: Jonathan Allen.
Diseñador de vestuario asociado: Lucy Gaiger.
Iluminación: Howard Harrison.
Diseñador de iluminación asociado: David Homes.
Producción española: Cie Stage Holding (por acuerdo con Judy Craymer, Richard East & Björn Ulvaeus para Littlestar en Asociación con Universal).
Intérpretes: (Orden de aparición) Mariona Castilla (Sofi), Mónica Vives (Ali), Mamen Márquez (Lisa), Marta Valverde (Tania), Paula Sebastián (Rosy), Nina (Donna), Angels Jiménez (Alternante Donna), leandro Rivera (Sky), David Àvila (Chili), Jaime Zatarain (Edu), Nando González (Javi), Bruno Squarcia (Bruno), Alberto Vàzquez (Sam), José Miguel García Linaje (padre Alejandro).
Coro y bailarinas: Beatriz Àlvarez Ros, Miguel Antelo S., Nacho Bergareche, Sandra Borrego, Marcel Bosch, Marta Capel, Carles Carrasco, Miguel Cazorla, Sonia Dorado, Noemí Gallego Valverde, Frank García, José Miguel García L., Ángels Jiménez, Gonzalo Larrazábal, Carlos Lázaro Alonso-Cortés, Lucy Lummis, Sylvia Oliver Navarro, Itxaso Quintana Torres, Zenon Recalde, Amparo Sainar.
Orquesta: James May (1º teclado), Alfonso Casado T. (2º teclado), Mauro Pugliese (3º teclado), Fermín Villaescusa (4º teclado), Arnau Vila G. (Swing teclados), Javier Barral (1ª guitarra), Juan Garrandes (2ª guitarra), Miguel Lozano (Bajo), Raúl Rodríguez (Batería), Jesús Fernández (Percusión), paco Cuenda (Gerente de orquesta), Tom Jenkins (Programador de sintetizadote).
Director musical: James May.
Dirección: Phyllida Lloyd.
Estreno en Madrid: Teatro Lope de Vega, 11 – XI - de 2004.



 




Marta Valverde (Tania)

Nina (Donna)

Paula Sebastián (Rosy)

Da título a este musical la archiconocida canción del grupo ABBA, y ese Mamma Mía! lo mismo funciona como exclamación a la italiana ante una sorpresa o desastre o como resumen exclamativo del perfil de una madre de armas tomar.

Desde que comencé a oir las primeras noticias de la historia, me recordó mucho a aquella comedia cinematográfica Buona sera señora Campbell, en la que una madre de muy buen ver – Gina Lollobrigida – se encuentra en una situación delicada, pues van a venir, con sus mujeres y demás prole, tres antiguos soldados americanos de la segunda guerra mundial que hicieron algo más que hospedarse en su casa. Gracias a los envíos de dinero de los tres, el fruto de aquella guerra – una linda jovencita – pudo educarse en los mejores colegios. Cada uno de ellos siente que es el padre y desconoce, al principio, la intervención de sus compañeros en la fabricación de la niña y por supuesto en el envío del dinero.

No sé si Catherine Johnson, autora del libreto, bebió de esas aguas. La madre, los tres engendradores y la niña es el punto de contacto de Mama Mía! con aquella señora Campbell, así como la imposibilidad de saber quién es el padre. Después el argumento cambia. Aquí es la hija que, a través de un diario de su madre – el inconveniente de escribir diarios – descubre la promiscuidad de su madre – “¡eres una zorra!” le dirá cómicamente a la madre una de sus amigas de juventud y de canto -, promiscuidad que en los años mozos de su progenitora se veía como liberación de una normativa. Ahora madre e hija son opuestas. Tal vez influyeran los genes de ese interrogante padre. Esta hija, afincada cronológicamente en nuestra época – en principio más liberal y nada amiga de instituciones- , ha dado marcha atrás con respecto a su madre que no quiso casarse, no quiso saber nada del hombre que colaboró para que naciese su hija, y que no necesitó a ningún hombre para sacar adelante su negocio (un bar) en una paradisíaca isla griega. Donna, que así se llama la “mamma”, representaba un tipo de mujer que nacía por aquellos años. Harta de tener que hacer lo que le decía un trío de machos: el padre, el marido o su confesor (si es que lo tenía). La hija, Sofi, no asimilado las enseñanzas maternas: quiere casarse y que su padre la lleve al altar. En principio busca a su padre por eso. Imaginamos que también en su interior busca la necesidad de tener el cariño paterno. No voy a contar más. Sólo añadir que todo se desarrolla en un prólogo (seis meses antes de la boda), un primer acto (el día anterior y un segundo acto (el día de la boda). Los invitados llegan: los tres supuestos padres y dos amigas más (Tania y Rosy), ya carrocillas, que en su juventud formaron un trío con la tal Mamma: Las Dynamo.

Nunca exigimos mucho a los libretos de las comedias musicales, como no exigíamos mucho a los libretos de las zarzuelas. En los últimos musicales, dentro de esa modestia argumental e ideológica, parecía que el listón había subido. En esta ocasión más bien baja, a pesar de que el final – si lo quieren saber vayan a ver la obra – propone una aparente línea progresista. Pero si tomamos el espectáculo en sí mismo, se da una de cal y otra de arena. A nivel ideológico parece estar construido para que los públicos de una u otra tendencia no se sientan defraudados. ¿O sí?. De todos modos creo, que tanto la autora como los productores nunca han pretendido un libreto comprometido sino construir una línea argumental de cierta dignidad para poder hilvanar las populares y conocidas canciones del grupo ABBA.
 


Dancing Queen
Juzgar la música, en este caso, tiene poco sentido. Ya se conocieron a lo largo de toda la trayectoria musical del grupo – 6 de abril de 1974 hasta el 1982 – y como es lógico tuvieron sus admiradores y sus detractores. Más de los primeros que de los segundos. Lo que sí en cambio cabe alabar es el acertado encaje de las diversas partituras en la trama argumental y la adaptación de las letras. Hay un aliciente más: se trata de unas melodías tan conocidas que, para el espectador, el aspecto musical le es muy familiar, no como sucede en otros musicales, cuando son de estreno, que salvo alguna canción todo es nuevo y el profano oído se siente distanciado un poco. Aquí, por el contrario, se da ese fenómeno ya tan cacareado por la publicidad y el “boca a boca”, de que la gente tatarea, se mueve a ritmo en la butaca y al final, en pie, los “bodys” se cimbrean y los brazos se alzan, habitual en los conciertos juveniles. Da un poco de rubor – al menos a mí – el contemplar a aquellos que los jóvenes de hoy llaman “carrozones”, comportarse como cuando vivieron esos ritmos en sus años jóvenes. Pero, bueno, también los maduritos barrigones tienen derecho a menear el esqueleto.

Y siguiendo con el aspecto musical, hay que reconocer que las voces en conjunto suenan bien y con una armonización que no desmerece al grupo ABBA. Quitando algunos dúos, la mayoría de las canciones vienen arropadas por el coro, lo cual es un inteligente acierto, porque así recordamos al grupo ABBA – una polifonía – y porque tamiza y ayuda a voces de menor calidad. Este no es el caso de Nina (Donna, la mamma, personaje que asusta el casarse con ella por lo mandona que es) cuya voz es un torrente de potencia y armonía. Ya conocíamos sus facultades y, en esta ocasión, vuelve a demostrarlas. También en la misma línea y con una melodiosa voz está Mariona Castillo (Sofi, la hija). Soprano con una voz muy en la línea de la comedia musical, posee una gran seguridad con los agudos limpios.

Las dos amigas de la mamma son Marta Valverde (Tania) y Paula Sebastián (Rosy). La partitura escrita para ellas es más discreta y humilde. Representan dos carrozonas amigas, diseñadas con muchos rasgos de humor y que, como personajes, si fueron cantantes, lo fueron. Ahora son un pálido reflejo, sin que ello les produzca trauma sino diversión, hasta no tener reparos en parodiarse a sí mismas, como sucede con el gracioso terceto musical Super Trouper (remembranza del pasado cuando eran Las Dynamo). De todos modos, incluso dentro de una parodia, el musical es el musical y las voces no pueden ser cualquiera. Marta Valverde – genial en su anterior trabajo de “Cabaret” – domina el mundo de la canción y su texitura, tendente al mundo de la lírica, se adecua a otros estilos más cercanos al de la comedia anglosajona.
 

Paula Sebastián
Paula Sebastián – actriz dramática de largo recorrido - , imagino que no pretende consagrarse al mundo de la lírica y secuelas en un papel protagónico musical. Aquí está en su justa medida y arropada por un inteligente artilugio armónico-coral. Por ejemplo cuando ataca el Chiquitita, sentimos cierto miedo a que la canción se destroce, a pesar de que muestra oído musical, pero su voz va por otro camino. Lo que sucede que enseguida entra el coro y su voz queda muy bien integrada. Lo mismo sucede en la interpretación del mencionado terceto Super Trouper, donde la presencia de la voz de Nina conjunta bien con la de Marta y Paula.

Hay, por lo tanto, un buen uso de lo musical consiguiendo que las posibles debilidades queden bien integradas. Y en cuanto al conjunto la armonización de los coros suena bien, así como la orquesta en directo.

Siguiendo con el tema musical, hay que alabar la interpretación de los conjuntos coreográficos. Abundan las coreografías de corte actual, no diría de danza contemporánea, en cuanto que ésta es mucho más sesuda, pero sí en lo que últimamente nos tienen habituados los conciertos juveniles con unas líneas sugeridoras de las coreografías del grupo ABBA. Ello le da el atractivo, para que el respetable se anime a mover su esqueleto.

Llama la atención la línea interpretativa de todos en general que alcanza un buen nivel y sobre todo el ágil ritmo con que está construido en el desplazamiento de los personajes. Merece especial mención Paula Sebastián, porque desvela una faceta no habitual en ella, como es la de la comicidad. Su carrera interpretativa ha abundado en la línea dramática con algunas incursiones en lo cómico como fue aquel divertido vodevil Por delante y por detrás. Aquí despliega un abanico de recursos cómicos que la hacen irreconocible, así como un dominio del movimiento en los números coreográficos. El que la destaque es más bien por una sorpresa que me he llevado. El que Loreto y Nina, así como la mayoría del reparto, cumplan bien con su cometido bailable, se esperaba ya que llevan años moviéndose en el género.

El aspecto musical con los tres supuestos padres es algo más ingrato en cuanto que el libreto musicalmente les ha dedicado menos tiempo y son tratados musicalmente como integrantes, más que como protagonistas, en los dúos o formando conjunto de voces, que en realidad es lo que caracterizaba al grupo ABBA. Esa estructura musical es el tratamiento que, prácticamente, se le ha dado a todos los números. De este examen salen bien parados.

Otro de los aspectos que hacen que el espectáculo funcione como tal es el mundo escenográfico. Con una escenografía, que podríamos llamar minimalista muy alejada del despliegue tramoyístico de La Bella y la Bestia o de El Fantasma de la Ópera o la suntuosidad de Kats, consigue crear el clima mediterráneo (la isla griega) y marino a través de los colores del ciclorama, estilizadas arboledas que suben y bajan y el módulo central que se abre y se cierra para crear los diversos ambientes, así como también las balnearias rampas de acceso al mar. Se acierta no solamente con recrear los ambientes con un cierto tono poético sino en cuanto que reproducen la estética del grupo ABBA, que ellos divulgaron a través de las formas y colores de un caprichoso vestuario. Un aspecto fascinante – fábrica ya de la casa tras los anteriores musicales - es la agilidad de las mutaciones escenográficas sin que se pierda el ritmo de la narración. Este sentido del ritmo de conjunto del espectáculo a todos los niveles es la virtud que más sobresale y fascina.

La historia, la estética con que es tratada y la misma interpretación pueden resultar, en un principio, un tanto relamidas y “démodé”, pero yo, al menos, he querido ver que todo está tratado con un cierto distanciamiento y humor, al reproducir una época que ya pasó y que tuvo bastante de ingenua. Tal distanciamiento e incluso tono irónico es lo que permite que Mamma mía! pueda ser digerida como argumento. Pero la digestión es más fácil por el elemento espectacular que conlleva todo el montaje.

Se trata de un espectáculo de corte familiar y cuyas canciones, por nostalgia o por el conocimiento que se tiene de ellas, pueden enganchar con un amplio espectro de público.

El saludo final con propina incluida es un homenaje al grupo ABBA y es un acierto como colofón.

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José Ramón Díaz Sande
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