.:: Crítica Teatro ::.

RESEÑA 1989
NUM. 193 , pp.12

PARES Y NINES
Recuperar el buen humor

 


Título: Pares y Nines.
Autor: José Luis Alonso de Santos.
Escenografía: Mario Bemedo.
Música: Ramón Farrán.
Producción teatral de Pentación.
Intérpretes: Raíael Alvarez «El brujo»,
Gerardo Malla, Eufemia Román.
Dirección: Gerardo Malla.
Estreno en Madrid: Teatro Infanta Isabel,
20 – I - 1989.

GERARDO MALLA/RAFAEL ÁLVAREZ

El Teatro español hace tiempo que juega a la baja; se cotiza muy por debajo de sus verdaderos valores históricos. Importa recuperar lo mucho perdido o, en el peor de los casos, mantener lo que todavía queda en esta confusa batalla en la que los autores ocupan, lo quieran o no, la primera línea de fuego (no son pocos los que van desapareciendo por disparos certeros o balas perdidas que nadie sabe a quién adjudicar), no sólo se necesita un cierto buen humor para resistir la contienda, sino un gran poder de reflexión para desentrañar las múltiples y engañosas paradojas que enturbian la situación. Sea ésta primera ejemplo de las restantes: la escena española remontará el vuelo con más facilidad desde el drama, la tragedia y todos sus contemporáneos mestizajes, que partiendo de la comedia. Y ello, porque nuestro teatro de «humor», hasta Poncela (y salvando algunas aportaciones de Arniches), ha carecido de auténtica dignidad. Encontramos más profundidad en Aristófanes que en Muñoz Seca; más verdad en Plauto que en Paso; mejor tino sentimental en Terencio que en los Quintero. El género cómico cristalizó aquí de forma peculiar y roma, relegando los elementos más sustantivos y cegándose con los adjetivos, es decir, en la carcajada que se desprende del “todo está bien, señores” que para unos significó amable sosiego y para otros degradación del género.

Así, cuando Alonso de Santos confiesa públicamente su empeño en investigar sobre el humor para devolverle el rango que le pertenece, se compromete a escalar el ruinoso edificio teatral por su fachada más engañosa por carecer de mínimos cimientos


PARES Y NINES
(Oleo, archivo T. Infanta, Isabel)

Pares y Nines se asienta en el enredo amoroso que siempre fue seguro motor para la comedia universal. Investigar en el humor, desde aquí, significa admitir y demostrar que tras la sonrisa arrancada al desamor, la pasión y la soledad del amante burlado, se esconden sentimientos auténticos, eternos. Pares y Nines plantea este primer regocijo por medio de los ingredientes propios del género. Dos amigos cuarentones, de tanto compartir, han compartido el amor por la misma mujer y comparten ahora el abandono de ella; de tanto compartir comparten la misma casa para dolerse de su soledad; de tanto compartir comparten la ilusión de haben encontrado el “último tren” de la juventud: esta Nines saltarina, jovial, que les ofrece el espejismo de un renacimiento vital encarnado en su cuerpo joven y el símbolo de un Egipto idealizado, sugeridor de aventuras y tan propicio para eso, para los espejismos de quienes están en la necesidad urgente de refrescar su gris cotidianeidad. Finalmente los dos personajes comparten también el nuevo fracaso y la vuelta a la realidad: Nines abandona su compañía y vuela hacia la lógica querencia de su naturaleza, el amor apasionado por un muchacho de su edad. Trueca alguna letra de su nombre y se convierte en castiza negativa: “Nones”. A ellos no les quedan más que las añoranzas, las lesiones de cine, las copas nocturnas... El casi milagroso encadenamiento de situaciones jocosas se dosifica con prudencia y el divertimento no oculta las raíces que lo provocan: soledad, desengaño, amistad, ilusiones rotas, pérdida de la juventud y entrada en esa década en que el hombre se resiste inútilmente al comienzo de su declive.

De cómo este planteamiento debe ser llevado a la escena con total efectividad da buena cuenta la dirección de Gerardo Malla. De cómo una labor actoral logra ajustarse a las necesidades de un texto, da buena cuenta también el mismo Malla, Rafael Álvarez “El Brujo” y, en la medida de su prometedora juventud, Eufemia Román. Gerardo Malla y Rafael Álvarez realizan un verdadero ejercicio de interpretación desde la cualidad más apreciada: la sencillez. El embrujo personal del segundo y la sólida profesionalidad del primero van combinando los momentos jocosos y las situaciones disparatadas con los silencios reflexivos que descubren la autenticidad de sus personajes. El engranaje de la puesta en escena logra todos y cada uno de los objetivos que se persiguen. Estamos, pues, gracias a este Pares y Nines, frente a un humor joven, propio, capaz de competir con las mejores piezas de importación. Un humor que recupera el interés del espectador y, lo que es más importante, restaura la imagen degradada de un género.


MIGUEL MEDINA VICARIO
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