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WYMAZYWANIE
(EXTINCIÓN)
CAUTERIZAR EL PASADO
UN BUEN REGALO DE 6 HORAS |
Título :
Auslöschung/Wymazywanie
Autor:
Thomas Bernhard (Novela)
Dramaturgia:
Krystian Lupa
Escenografía:
Krystian Lupa
Iluinación:
Krzystof Solczyñski
Música: Jacek Osaszewski
Vestuario: Iwona Pietras-Malinowska
Maniquíes: Jan Zborowski
Ayudante de escenografía: Piotr Skiba
Ayudante de dirección y coordinación:
Jaga Doliñska
Academia de teatro de Varsovia:
Ma³gorzata
Bogajewska, Dominio Cziao,
Gabriel W±siñski
Producción: Teatr Dramatyczny de Varsovia
Colaboración: Ayuntamiento de
Varsovia
Intérpretes:
Piotr Skiba (Franz Josef Murau),
Jadwiga
Jankowska-Cie¶lak (Madre),
Adam Ferency (Padre), Jolanta Fraszyñska (Cecylia,
hermana de Franz),
Agnieszka Roszkowska (Amalia, hermana de Franz), Wojciech
Wysocki (Johannes, hermano de Franz),
Andrzej Szeremeta (Gambetti, alumno de Franz), W³adys³aw Kowalski (Cardenal
Spadolini), Waldemar Barwiñski (Alexander), Mi³ogost Reczek (Tío Georg), Marcin Troñski (Fabricante de chapas), Ma³gorzata Niemirska (Tía de Titisee), Marta Król (Cocinera), S³awomir Grzymkowski (Jardinero), Agnieszka
Wosiñska (Prima de París), Krzysztof Dracz (Pariente lejano), Marcin Dorociñski (Camarero italiano), Krzysztof Szekalski (Fotografo),
Jerzy Jaroszyñski (Genera³ retirado),
Marcin
Dorociñski/ Dominik Cziao (hijos del
general),
Jaga Doliñska (Desconocido),
Pawe³ Adamko (Joven Franz)
Actriz invitada: Maja Komorowska
(María, poetisa)
Dirección: Krystian Lupa
Idioma: Polaco (sobretítulos en español)
Duración aproximada:
6 horas (tres intermedios, un intermedio de
50 m. si se ve continuada)-
1ª parte: 2 h.
45 m.
(1 h.
25 m.- pausa
15 m. – 1h 5m) – 2ª parte: 2 h.
25 m. (1h y 5m. – pausa
15 m. – 1h. 5m)
Estreno en Varsovia: Teatr Dramtyczny,
8 y 9 – III – 2001
Estreno en Barcelona: Festival Barcelona
D'Estiu Grec, julio 2002
Estreno en Madrid: Teatro Valle Inclán
(Centro Dramático Nacional),
18 y 19 – X – 2006/ 20 y 21
(función completa) |
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Krystian
Lupa y Tomas Berhnard han
vuelto al Festival de Otoño de Madrid. La temporada anterior eran Ritter, Dene y Voss con la
compañía del Teatr Stary de
Cracovia (Teatro Antiguo) y ahora con la del Teatr
Dramatyczny de Varsovia en un montaje de 6 horas de duración a partir de la
novela de Bernhard, Auslöschung que Krystian titula Wymazywanie (Extinción). A estas alturas casi se
puede decir que Bernhard es el autor
fetiche de Krystian, al que, según
opinión propia, le debe el poder haber seguido caminando artística y
humanamente a partir de los 40 años. En la actualidad Krystian Lupa (1943) tiene 64
años.
Piotr Skiba
ANDRZEJ
SZEREMETA
FOTO: STEFAN OKOLOWICZ |
Si analizamos el currículo de Krystian, se puede observar que, en él,
hay una inclinación hacia las adaptaciones de novelas, y éste montaje es una de
ellos. En esto de las adaptaciones, no siempre es un camino fácil, ya que a
tenor de la novela, unas ofrecen posibilidades de adaptación teatral más
fáciles que otras. La profusión de personajes, diálogos, trama y acción facilita el trasvase. La novela Auslöschung no era nada condescendiente en
este aspecto. En realidad se trata de un largísimo monólogo del protagonista Franz
Josef Murau – profesor de filosofía autoexiliado en Roma -, con ribetes
autobiográficos
del propio Bernhard. |
Franz Josef Murau es un personaje que guarda una cierta similitud con Gert Voss, el protagonista de Ritter, Dene y Voss, inspirado en el
filósofo Ludwig Wittgenstein. En
esta ocasión Franz J. Murau, como sucedía con G. Voss – inspirado en el
filósofo Ludwig Wittgenstein y su
familia a la cual Bernhard admiraba,
e incluso desearía haber pertenecido - ,
tiene mucho más que ver con Bernhard, hasta el punto de que Auslöschung se ha considerado su autobiografía
su testamento. Pero todavía se puede elucubrar una coincidencia más. Dada la
admiración del propio Krystian por
este tipo de personajes y por su autor Bernhard, Wymazywanie termina por ser, al menos
como postura de vida, el propio testamento de Krystian.
La
noticia, por telegrama, de la muerte, en un accidente de tráfico, de los padres
y hermano de Franz Josef Murau, instalado
en Roma, da pie a un largísimo monólogo a
través del cual pasa revista a toda su vida en relación con familiares y
amigos. Descubre que las contradicciones abundan: una madre colaboradora con
las hipocresías de la alta sociedad – incluido su romance con el cardenal Spadolini -; un padre nazi y las consecuencias de ese gobierno – el holocausto
judío - en un país, Austria, contaminado por el fascismo latente; su casa de la
infancia convertida en refugio de nazis y, en general, una sociedad
que vive de apariencias colaborando a construir vidas montadas sobre grandes mentiras.
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PIOTR SKIBA/MA£GORZATA NIEMIRSKA
FOTO: STEFAN OKOLOWICZ |
El monólogo queda dividido en dos espacios: el apartamento
en Roma, donde
Franz recibe el telegrama, y su ciudad, Wolfsegg (Austria), donde tiene que enfrentarse a las
responsabilidades de una herencia material y espiritual que le repugna.
Representan como dos grandes estaciones del camino interior del protagonista.
La primera la huída y la segunda el reencuentro para poder inmolar en un fuego
purificador todo lo que le ha atormentado. Su residencia de infancia, refugio
nazi, se convertirá en mausoleo del holocausto judío.
PIOTR
SKIBA |
No
era fácil buscar la traslación a la escena. En el teatro abundan los monólogos,
a pelo, y funcionan dramáticamente, pero son más breves. En esta ocasión la
larga duración (6 horas), hace, en principio, impensable un tratamiento de este tipo. Si
leemos los diarios de trabajo de Krystian descubrimos que su trabajo de adaptación está lleno de dudas con idas y
venidas y tentación por abandonarlo. Tales anotaciones son interesantes para
conocer su génesis, pero el resultado final, que es el que vemos sobre la
escena, es francamente admirable. Si no supiéramos que procede de una novela,
jamás lo hubiéramos sospechado. Comenzando
con un monólogo en el que expresa sus
inquietudes existenciales a su alumno Gambetti, no
tarda mucho en que el monólogo se puebla e personajes
que acuden a su mente.
Incluso ese principio monologuista de Franz que se salva por la
interpretación de Piotr Skiba, no
parece ser tanto una confesión a su alumno si tenemos en cuenta la ausencia de Gambetti,
sino más bien un fluir verbal de su interior. En cuanto los personajes irrumpen
oníricamente en escena Krystian consigue un texto auténticamente teatral en el que ese original monólogo se ve plagado
de personajes, en la primera parte oníricos y en la segunda presentes, aunque, en
realidad, todos proceden de la visión subjetiva del autor con un apoyo en una
dramática realidad. Magistral, pues, la dramaturgia, puesto que se podría decir
que el trasvase de géneros, en esta ocasión, crea un nuevo tipo de literatura
con personalidad propia desprendiéndose de su cordón umbilical novelístico.
Tal
división, onírica y real, lleva a una inteligente puesta en escena a nivel
interpretativo. En la primera parte los diálogos entre los personajes no se
interrelacionan con la mirada y por lo tanto no se acude al trillado “Flasch – Back”.
Los personajes inundan la escena o se vislumbran a través de la ventana de
fondo y quedan distanciados de Franz (Piotr Skiba). En
la segunda parte sí existe esa relación. Dos métodos
diversos, pues, para dos situaciones diversas. |
FOTO:
KRYSZTOF BIELINSKI |
JOLANTA FRASZYÑSKA
MARCIN
TROÑSKI
JADWIGA JANKOWSKA-C.
WOJCIECH WYSOCKI
MA£GORZATA NIEMIRSKA
KRZYSZTOF SZEKALSKI
FOTO: KRYSZTOF BIELINSKI |
Sobresale,
y viene siendo marca de fábrica de los actores polacos, una soberbia
interpretación. Piotr Skiba (Franz)
nos fascinó, ya, en Ritter, Dene y Voss,
aquí también. Los dos personajes tienen bastante en común y el que los haya
interpretado el mismo actor, todavía los une más. En esta ocasión la
complejidad del personaje obligaba a una variabilidad de registros mucho mayor,
lo cual es un gran aliciente para el espectador e, imagino, también para el
actor. El resto de actores se mantienen en
el mismo nivel, de modo que hasta en el más pequeño papel se nota buena
dosis de calidad. Hay una gran labor interpretativa de conjunto en el que cabe
valorar la sutileza de la interpretación de situaciones que tienen que
enfrentarse al humor y a la ironía crítica y amarga.
Personajes como el de la madre (Jadwiga
Jankowska-Cie¶lak) y el cardenal Spadolini (W³adys³aw Kowalski),
que se prestarían a lo
grotesco e incluso a la venganza por parte del autor,
son tratados con una gran sutileza doble dimensión
irónica y fina crítica envueltas en el humor. Esta
pátina barniza al resto de los personajes. |
Destacar uno más que otro no sería de
justicia. En medio de un recuerdo destructor, higieniza la ironía humorística
de la fotografía de familia en la boda, llena de evocadoras sugerencias.
Como actriz invitada está Maja Komorowska en el papel de María,
la poetisa, el buen ángel que guía la catarsis del protagonista. Maja transmite fluidamente el amor y
madurez de su personaje.
La estructura dramática avanza a
través de escenas relativamente cortas que obligan a un cambiante espacio
escenográfico que se resuelve bien, mediante breves oscuros arropados por una
música estridente y efectista de Jacek
Ostaszewski, que cobra un gran protagonismo.
El
propio Krystian Lupa crea una
acertada escenografía y tiene como ayudante al propio Piotr Skipa, el cual, en Ritter,
Dene, Voss, diseñaba el vestuario. La base son los dos espacios mencionados
impregnados de una cierta decadencia, que recuerda también el salón de Ritter, Dene y Voss. Hay un buen uso del
mobiliario a nivel dramático, muy de relieve en la larga mesa de comedor –
evocadora de la mesa de la última cena - en la que las marcadas distancias entre unos
personajes y otros resultan altamente expresivas.
Otro de los aspectos admirablemente
utilizados son las pausas y los
silencios. Ambos siempre son de temer en cualquier representación ya que producen
vacíos y caídas de ritmo. Krystian consigue
utilizarlos con gran
expresividad y lograr que sigan hablando al espectador.
Wymazywanie es
un gran espectáculo, cuyas 6 horas – me tragué, y con gusto, las 6 horas – no
se sienten, gracias a un buen ritmo y a una magistral combinación de tragedia,
drama y humor. El camino hacia el pasado que Franz-Bernhard-Krystian se siente obligado a recorrer, llena de
sugerencias y meditación la mente del espectador, consiguiendo también en él
una cierta catarsis. Con tales montajes se vuelve a creer en la eficacia del
teatro y ese otro concepto, hoy olvidado, que cuando uno va al teatro le ofrece,
generosamente, su tiempo.
Hubo una época en que Polonia estaba
presente en el Festival de Otoño. En general el teatro, que llamábamos,
eslavo y que calificábamos de Teatro del Este – Polonia se resiste a esta calificación pues se siente
centroeuropea y lo de estar pisados por el Este fue sólo un penoso accidente
- acudía con montajes ejemplares que fascinaban por su calidad y duración. Hace
bastantes años – no sabemos por qué –
la Polonia teatral se ignoró.
En estos dos últimos años ha vuelto y este último montaje ha sido un
gran regalo, que ha financiado, en parte, el Ayuntamiento de Varsovia.
Los aplausos se prolongaron casi unos
diez minutos creando esa feliz comunión entre platea y escenario. Y algo que
llama la atención: la sencillez y agradecimiento con que saluda una
compañía, con muchos méritos en su haber. Tal fervor es una invitación a nuevas experiencias
teatrales
polacas.
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