.:: Crítica Teatro ::.

LA PIETRA DEL PARAGONE
PIZZI Y ZEDDA  CONSTRUYEN
UNA VISTOSA COMEDIA ROSSINIANA

Título: La pietra del paragone (La piedra de toque)
Libreto: Luigi Romanelli
Versión: Pier Luigi Pizzi
Música: Gioachino Rossini
Revisión de la partitura original: Brauner and Wiklund, BMG RICORDI MUSIC PUBLISHING εt SPA, Milán, Editores y Propietarios.
Escenografía y vestuario: P. Luigi Pizzi
Iluminación: Sergio Rossi
Realización de escenografía: Rossini Ópera Festival
Realización de vestuario: Tirelli Costuni Roma, Sartoria Cine-Teatrale Nori s.n.n. Braciano-Roma, Rossini Ópera Festival, Teatro Real.
Utilería: Rossini Ópera Festival, Teatro Real.
Calzado: Calzature Pompei, Teatro Real.
Ayudante del director musical: Philippe Bach
Ayudante del director de escena: Paolo Panizza.
Ayudante del figurinista: Lorena Marín.
Maestros repetidores: Patricia Barton, Riccardo Bini, Mack Sawyer.
Producción: Rossini Ópera Festival
Intérpretes: Patrizia Biccirè (soprano) (Doña Fulvia), Laura Brioli (mezzosoprano) (La barones Aspasia), Marie-Ange Todorovitch (contralto) (La marquesa Clarice), Raúl Giménez (tenor) (el caballero Giocondo), Marco Vinco (bajo) (El conde Asdrubale), Paolo Bordogna (barítono/bajo) (Pacuvio), Pietro Spagnoli (barítono/bajo) (Macrobio), Tomeu Bibiloni (barítono/bajo) (Fabrizio).
Coro y orquesta: Titular del Teatro Real (Coro y orquesta sinfónica de Madrid).
Figurantes: Aldo Bember, Alejandro Casaseca, Salomé Jiménez, José Luis, Isabel Mena, Daniel Román, Juan Carlos Rueda, Alexis Santana, Rafael Segarra, Gregorio Such.
Director del Coro: Jordi Casas Bayer
Director de escena: Pier Luigi Pizzi
Director musical: Alberto Zedda.
Duración aproximada: Acto 1: 1 h. Y 30 m./ Pausa: 25m. / Acto II: 1h. Y 5m.
Estreno en Madrid: Teatro Real, 25 de Marzo de 2007







El Teatro Real ha programado para este abril La pietra del paragone (La piedra de toque). Se trata de una ópera (1812) de Rossini que ha estado un tanto abandonada y que en el Festival de Pésaro sobre Rossini se ha recuperado. De aquella obtuvo un éxito, en parte, por lo que puede llamarse extramusical. Vamos, porque Pier Luigi Pizzi – el director de escena - supo dar con una original y atractiva adaptación plástica. Algo similar sucede en este 2007, en el Real. Nada más levantarse el telón y ver aquella villa de campo de los años 70 entre los pinos de Roma, el espectador concede su benevolencia. Uno da unas brazadas en la piscina, otro chorrea con la manguera a una bañista, hay quien en las tumbonas saborea algún zumo y una pléyade de empleados limpian por aquí y por allí. En las galerías del segundo piso las cristaleras corren las cortinas y sus inquilinos se asoman, se desperezan. Todo es brillante y atractivo, mientras la música de Rossini acompaña pequeños dúos – casi diálogos cortos - , tercetos y voces aquí y allá.

El libreto de Luigi Romanelli – autor prestigiado en su época -, cuenta una historia que hoy resuena simple y conocida. La casa de un Conde está llena de invitados y de extraños que se cuelan entre toda la baraunda de gente. De los invitados tres mujeres aspiran al amor del conde. Dos de ellas interesadas y otra con verdadero amor. Tres galanes, amigos del Conde, también se deslizan por las mismas vías: dos viven del cuento y su amistad con el Conde es puro interés y el tercero se guía por sentimientos más nobles. El conde pondrá a prueba a todos y cada uno responderá según sus intenciones más profundas. En la segunda parte las tornas se cambiarán. Es ahora la enamorada la que pondrá a prueba al conde.

El argumento, pues, no tiene un especial interés en cuanto a la intriga. Se reduce a un gran fresco social que sirve al autor para lanzar una crítica de la sociedad marcada por el puro interés, algo que ya hemos visto muchas veces, pero que, por desgracia, sigue existiendo en nuestros días y existirá per omnia secula saeculorum”.

No obstante, este argumento y sobre todo tal cual lo ha modernizado Pizzi, se aparta un tanto de los cánones operísticos de la época que tendían a historias – ricas o pobres, heroicas o rastreras – en las cuales difícilmente se reconoce el respetable. Aquí sí, el respetable puede verse retratado en alguno de los personajes o de las situaciones. Se le ha encasillado en la llamada ópera bufa (cómica), pero podemos decir que se encuentra entre dos aguas, ya que se decanta más por el  género de la comedia que por el de la astracanada.


MARCO VINCO
CARMEN OPRISANU

Se aparta también de la ópera al uso - muy estructurada a base de arias y dúos y algunos recitativos – en la estructura musical. El Coro es parco en su intervención como canto y las arias también. Se resuelve la partitura a base de pequeños dúos, tercetos, cuartetos y quintetos, algunos muy de la firma de Rossini. Resultan excelentes musicalmente, sobre todo el final del primer acto. A destacar el aria de tenor de Giocondo – el amigo bueno y amante fiel, aunque no correspondido -  de un gran lirismo.

En cuanto a las voces arremete con toda la tesitura posible: bajo, tenor, barítono, soprano, mezzosoprano y contralto para la marquesa Clarice (la protagonista). Voz esta última usada – en la ópera –     para con los personajes cómicos y los antiguos  castrati. Esta diversificación de voces, que se alternan continuamente a lo largo de la historia, proporcionan una gran variabilidad y esta ópera preludia lo que mucho más tarde hemos conocido como comedia musical, salvando las distancias. De hecho, a veces, ha sido tratada como opereta en ciertas versiones alemanas. 

La actualización a las últimas décadas del siglo XX, en este caso, funciona muy bien y Pizzi sabe sacar muy buen partido a cada una de las situaciones. Desde el punto de vista escénico la casa y sus habitantes no descansan en ningún momento, hasta convertirse la partitura de Rossini – en los momentos orquestales – en una especie de banda sonora cinematográfica. Ha llenado de acciones las diversas intervenciones cantadas – por ejemplo, un dúo se convierte en un partido de tenis – y no se permite ninguna concesión al estatismo o al puro canto. El espectáculo, a pesar de su longitud – 2h y 35 minutos – no pierde ritmo y se ve con agrado.


RAÚL GIMÉNEZ/ CAMEN OPRISANU

Todo este tratamiento queda muy bien acoplado a la música de Rossini que en el conjunto aparece con un punto de modernidad, sobre todo en sus, ya, cómicos tercetos. Las mismas chispeantes y variadas melodías se prestan a ello. Es un alarde de la versatilidad del propio Rossini.

El reparto es el mismo de Pésaro salvo la protagonista Clarice que interpreta Marie-Ange Todorovitch, Paolo Bordogna en el papel de Pacuvio y Tomeu Bibiloni en el papel          de Fabrizio. En todos se detectan una calidad de voces notable y sobre todo una gran soltura interpretativa aunando canto y movimiento. Es cierto que ello lo proporciona, en parte, el que se haya recurrido a un reparto que ya lo había interpretado. Pero los tres cantantes incorporados no les van a la zaga. Cabe destacar el aria de Giocondo interpretada por Raúl Jiménez. Musicalmente es una delicia como composición y la interpretación de Raúl es de gran delicadeza. El personaje, a lo largo de toda la obra, pasa casi desapercibido y aquí logra su culmen.


Marie-Ange Todorovitch
(FOTO: VERSIÓN DEL TEATRO REAL)

Marie-Ange Todorovitch es nueva en el Real y en este papel. Sustituye a Carmen Oprisanu – la estrenó en Pésaro -, y se integra a la perfección en la puesta en escena de Pizzi. De voz muy limpia nos ofrece una Clarice de corte lírico con su toque de humor.  Marco Vinco – sobrino de Ivo Vinco, que interpretó el mismo papel en la grabación de 1959 en la Piccola Scala junto a Fiorenza Cossotto -, en el papel del conde junto al resto de sus amigos interpretados por Bordogna, Spagnoli y Bibiloni forman un conjunto de voces graves de gran musicalidad. Patrizia Biccirè y Laura Brioli, las dos amigas del Conde, no tienen, en la partitura, ningún momento amplio en el que puedan lucirse. Son voces que funcionan bien en el conjunto. Obra coral, en cuanto a las voces, funcionan como tal. Un bello divertimento musical en el que la música de Rossini no desentona de la actualización que Pizzi le ha otorgado.

Alberto Zedda dirige con entusiasmo y precisión la orquesta. Su batuta es fresca y y vaporosa.

Buen espectáculo a todos los niveles, no obstante el libreto posee mayor interés en el primer acto. El segundo acto en el que hay un giro de tuerca y se cuenta la prueba en que Clarice pone al Conde, resulta menos interesante. En el fondo parece como si fueran dos óperas.

* LAS FOTOS CORRESPONDEN AL ESTRENO DE PÉSARO


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande


FOTO:
BOGUS£AW TRZECIAK

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