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OTELO
VIAJE AL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS




FOTO: ROS RIBAS

Título: Otelo.
Autor: William Shakespeare.
Traducción: Miquel Desclot.
Adaptación y dirección: Carlota Subirós.
Escenografía: Max Glaenzel y Estel Cristiá.
Vestuario: M. Rafa Serra.
Caracterización: Esther Osuna.
Iluminación: Mingo Albir.
Música: Eugeni Roig.
Sonido: Ramón Ciércoles.
Coreografía: Iva Horvat y Carlota Subirós.
Intérpretes: Chantal Aimée, Pere Arquillué, Joan Carreras, Pere Eugeni Font, Ángela Jové, Nathalie Labiano, Norbert Martínez, Sandra Monclús, Alicia Pérez, Joan Raja, Eugeni Roig y Ernest Villegas.
Producción: Teatre Lliure.
Estreno en Madrid: Teatro Español,  20 - XII - 2006.

Cuando Carlota Subirós ha definido su Otelo como un viaje al corazón de las tinieblas del corazón, como una revelación del miedo de los hombres y de cuan fácil es manipularlo, no ha descubierto nada que no estuviera ya en el texto de Shakespeare. Su mérito, no pequeño, es otro: olvidarse de las lecturas que durante años se han venido haciendo de esta tragedia, que la reducían a un drama sobre los celos y, en otros casos, a un alegato contra el racismo. Ella ha recuperado la primitiva hondura y ha subrayado su actualidad trayendo la acción a nuestro tiempo.

La ha situado en un espacio único diseñado por Max Glaenzel y Estel Cristiá que tanto puede ser un gigantesco hangar, como un almacén portuario o un estancia cuartelera. En él se concentran los escenarios de la tragedia, esto es: las calles y la Cámara del Consejo de Venecia del primer acto y el castillo chipriota en el que transcurre el resto de la acción, incluido el dormitorio de Otelo y Desdémona. El inhóspito lugar, de paredes desnudas y oscuras, al que se accede por estrechas puertas y al que la única luz exterior llega a través de un par de ventanales situados a gran altura, viene a ser una especie de cárcel en la que Subirós cocina a fuego lento la tragedia shakespeariana.


FOTO: ROS RIBAS
Una escenografía de gran fuerza expresiva que se ajusta bien a las exigencias de buena parte de las escenas, pero que resulta poco adecuada para acoger las que se desarrollan en la alcoba. La instalación de una pantalla en la que se proyectan, unas veces, el mar veneciano y, otras, los cuerpos entrelazados de Desdémona y Cassio sumergidos en el agua, visualización de las pesadillas de Otelo, que podría servir de marco a lo que acontece junto al lecho, no logra, sin embargo, recrear el ambiente íntimo deseable. No lo es, desde luego, para la escena en la que Desdémona muestra su cuerpo desnudo. La acción está sugerida en el texto: después de que Otelo la ordene que le espere en el lecho, pide a Emilia que antes de traer su camisa de noche, la desabroche el vestido y se lo quite. No es, pues, una acción gratuita, pero sí resulta desangelada y chocante en medio del inmenso y poco acogedor escenario. Puede decirse que, en general, la escenografía propicia la frialdad del espectáculo. Frialdad que impregna el trabajo de los actores.

Domina en él la monotonía, que priva de emoción a cuanto hacen y dicen. A pesar de que la versión del texto, a un tiempo respetuosa y adecuada al lenguaje actual, facilita su declamación, pocos lo hacen con acierto. Entre las excepciones, Ángela Jové, en el papel de Dux de Venecia. Las voces son, a veces, poco claras y suenan planas, sin fuerza, lo que reduce la tensión que late en la tremenda historia que se cuenta y contribuye a que el tedio vaya apoderándose de los espectadores. No es ajeno a él la morosidad de los movimientos, acentuada por la innecesaria presencia en el escenario de una bailarina que, pretendiendo subrayar lo que se encierra en la mente de los protagonistas, distrae de lo esencial, que en Shakespeare es la palabra. Los mejores momentos del espectáculo los brindan Pere Arquillué y Joan Carreras, La voz potente de aquél y el dominio de su corpulento cuerpo convierten a Otelo en una conmovedora y aterradora bestia herida. Carreras, en el papel de Yago, es el personaje sibilino y sin escrúpulos que vierte tenaz y lentamente en los oídos de Otelo el letal veneno de los celos.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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