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ROMEO Y JULIETA
PIZZERIA DE AMOR Y MUERTE
UN SHAKESPEARE VIVO

 

El teatro, en el Festival de Otoño, el 12 de octubre se abría con un Romeo y Julieta – Lituano - en el Teatro de la Abadía y un Lluvia en el Raval -Argentino -, en la Sala Cuarta Pared. Comenzaba fuerte.


Título: Romeo y Julieta
Autor: William Shakespeare
Escenografía: Jurate Paulekaite
Música original: Antanas Jasenkar
Coreografía: Vesta Grabstaite, Oskaras Korsunovas
Vestuario: Jolanta Rimkuté
Iluminación: Eugenijus Sabaliauskas
Ay. Dirección: Leonidas Donskis
Intérpretes: Gytis Ivanauskas o Giedrius Savickas (Romeo), Rasa Samuolyte, Rasa Samiolyte o Rasa Marazaite (Julieta), Dainius Kazlauskas (Mercurio), Saulius Mykolaitis o Tomas Zaibus (Benvoli), Remigijus Bilinskas o Dainius Kazlauskas (Montesc), Vaidotas Martinaitis (Capuleto), Dalia Micheleviciute (Lady Capuleto), Egle Mikulionyte (Nodriza), Vesta Grabstaite (Lady Montesco), Remigijus Vilkaitis, Darius Gumauskas (Teobaldo), Arunas Sakalauskas o Audrius Nakas (Princep Escalo, apotecari), Darius Gavenonis (Paris), Pytis Saladzius (Pere), Remigijus Vilkaitis (Fray Lorenzo).
Dirección: Oskaras Korsunovas
Idioma: lituano con sobretítulos
Duración aproximada: 3 horas y 10 minutos (con intermedio)
Estreno en Madrid: Teatro de la Abadía,
12 – X - 2006.



FOTOS: D. MATVEJEV

Oskaras Korsunovas (Vilnius, 1969), desde sus comienzos su poética como director de teatro fue clara: no seguir los dictámenes del teatro al uso en Lituania. A partir de ahí sus dramaturgias fueron novedosas y su interés especial consistió en encontrar su modo particular de relacionarse con el público. A lo largo de los años consiguió una compañía estable que actualmente suma 15 actores y un estilo propio. Este Romeo y Julieta de Shakespeare es fiel a los principios del grupo.
 

FOTO: D. MATVEJEJ
La contienda de Montescos y Capuletos la ha trasportado al siglo XX – por la moda hacia los años cincuenta – y, en vez de pasarnos a una burguesía o nobleza de la época nos centra la vida de las dos familias en una pizzería de Verona. Las dos cocinas, la masa y la harina serán elemento fundamental a lo largo de toda la representación. Después, está la construcción de los tipos, muy italianos ellos y con un apunte mafioso, en algunos. El Duque de Verona es también un personaje, por encima del bien y del mal, que recuerda “il capo” de otra estructura más amplia. En el tratamiento de los personajes hay guiños a los de las comedias de Eduardo de Fillipo, al los del cine de comedia italiana y a los del cine cómico en el que las peleas – grotescas – y el lanzamiento de tartas eran la delicia del espectador.

Parten de un ingenioso arranque. Las cocinas metálicas como retablo – concebidas figurativamente, pero de trazos sustanciales – y las dos familias alineadas y enfrentadas (una a la derecha y otra a la izquierda), mantienen estoicamente sus miradas silenciosas y desafiantes, un buen rato, hacia el espectador. Son miradas prepotentes que crean un clima de expectación hasta que el silencio de los espectadores se convierta en una cierta risita nerviosa. Tras este impas efectista los personajes, con agilidad, ocupan sus territorios laborales.

Pronto comienza la disputa. Los Montescos y Capuletos de Shakespeare luchaban a estoque en la plaza. Aquí la batalla se ayuda con los elementos que tienen al alcance: cazos y de más artilugios de cocina, así como la propia masa que se yergue desafiante para ver quién es más macho. Para ello la masa toma gigantescas formas de los atributos masculinos que ostentan orgullosos, hasta que se castran mutuamente con el cuchillo. Se trata de un divertido e ingenioso prólogo, émulo del más divertido cine cómico de tartas y mamporrazos. El espectador lo vive con humor y diversión, pero en los personajes comienza el odio, gestor de la futura tragedia.
 
La adaptación al siglo XX no es gratuita. Todos los personajes se nos hacen más creíbles y cercanos. Alejado de cánones románticos y declamatorios, Romeo y Julieta no son dos pazguatos obnubilados por el amor, sino dos seres muy vitales. El amor lírico se hace más carnal y las pasiones de todos, también. Odio, amor y tragedia están endulzados – no suavizados – por el humor, que se encarga de que el amor no llegue a empalagar o el drama no degenere en el melodrama.

Esta traslación visual a la modernidad no incluye la transformación de la palabra original de Shakespeare. Ella sigue existiendo con las metáforas y ritmos sonoros. Es en Lituano, por lo tanto incomprensible en cuanto al idioma, pero los sobretítulos – imagino fieles a lo que los actores recitan – traducen el exquisito lenguaje de Shakespeare en vocablos y términos originales. Descubrimos que la palabra de Shakespeare es exquisita. Se puede intuir, por la entonación, que los actores no llevan su recitación por el lado romántico, como muchas veces se ha concebido. Da la sensación de que la llevan a un terreno más coloquial. No obstante, la poesía de Shakespeare no padece.

FOTO: D. MATVEJEJ


FOTO: D. MATVEJEJ
Del teatro de Shakespeare se ha dicho que es un teatro de la palabra, en la que importa la voz del actor y a lo más su sugerente vestuario. En esta versión, respetando devocionalmente la palabra, el aspecto visual es muy importante y permite que lo sublime nos llegue a través de los sentidos. Y volvemos a la masa y la harina. Lo que podría parecer, en un principio, un arranque ingenioso y ambiental – la masa es la protagonista en las pizzerías – es retomado posteriormente como elemento más de la narración. Quiere decir que Oskaras – el director - no deja nada al azar y todo encaja con la precisión de un relojero. La blanca harina que, al principio, al espolvorearla sobre la cara crea máscaras de payaso, después será utilizada para crear las máscaras de muerte. Los agredidos por el estoque se precipitan en las artesas donde la harina reposa y su rostro es la de un cadáver.

En Romeo y Julieta, el tema de la sublimación de los odios solo es posible a través de un sentimiento superior, y en concreto el amor de dos jóvenes, en los que los intereses egoístas y partidistas no han prendido todavía. Esta dimensión la subraya especialmente Oskaras, visualmente. Los muertos – enemigos en este mundo – tras un abrazo en el otro, deambulan entre los vivos y observan sus conductas.
 
El Oskaras Korsunovas Theatre (OKT) (1998), es compañía estable y se comporta como tal. Hay una labor de conjunto que muestra una gran unidad expresiva y la composición magistral de tipos y personajes. Sin irreverencia o menosprecio a la palabra escrita, consigue que el aspecto visual complete, potencie y llene de vida a un texto que a veces se recita cansinamente. Emplea con sentido dramático y narrativo el mundo de los objetos y el espacio escénico. Nada es gratuito. Sabe combinar el humor con la tragedia, el realismo con el lirismo.

Volviendo a la masa y la harina, estos son un feliz hallazgo como metáfora de vida y muerte. En muchas culturas el elemento vital es la harina – sea de trigo o maíz. En la cultura cristiana el cuerpo de Cristo se presenta bajo las especies de pan y es alimento de vida eterna (la Eucaristía). No es casual el que Oskaras recurre metafóricamente a este alimento, para indicar el motor de la vida.

FOTO: D. MATVEJEJ

El Romeo y Julieta de OKT, un Shakespeare vivo.


José Ramón Díaz Sande
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