.:: Crítica Teatro ::.

RESEÑA, 1967
NUM 17, PP.135-137

LA BUENA PERSONA DE SEZUAN
BERTOLD BRECHT

Aún en la época franquista entra este título. El año anterior lo había hecho Madre Coraje. El crítico acusa a la versión castellana de La persona buena de Sezuan de olvidar la parte poética que Brecht vierte en su obra.



NURIA ESPERT
(SHUL TA)
FOTO: SANZ BERMEJO

Título: La Buena persona de Sezuan
Autor: Bertold Brecht
Versión: José Monleón y Armando Moreno
Producción: Compañía Nuria Espert, Armando Moreno
Intérpretes: Nuria Espert Y Compañía Nuria Espert
Director: Ricard Salvat
Estreno en Madrid: Teatro Reina Victoria, 1 – II -1967


Pues sí, señores. Estamos ante una representación más de este discutido autor alemán. En el mes de junio de 1966, José María de Quinto escribió muy duras frases en la revista lnsula. Hablando de que los empresarios, directores y actores, y también la crítica y el público no acababan de entender la dramaturgia de Valle Inclán - el tiempo ha venido a darle un rotundo y alertador mentís -, se preguntaba: «¿Entenderían, si fuera permitida, la de Brecht Al hablar aquí de Madre Coraje ya hicimos recuento de las representaciones experimentales y comerciales de las obras del autor en cuestión. Advirtamos que en el estreno de Madre Coraje - únicamente a título informativo -, Quinto no se mostró muy entusiasmado con el tratamiento dado a la obra. No sabemos qué dictamen tendrá ahora reservado para La buena persona de Sezuan. Ni nos interesa, de momento, polemizar más allá de lo justo.

Pero he hecho tal entradilla para poder responder que el público - aparte algunos directores y críticos - ha entendido perfectamente a Bertold Brecht, sin excesivo miedo y sin reticencias de ninguna especie. Hay también una advertencia que hacer desde el principio: y es la desmesurada libertad que los traductores y adaptadores se toman con los textos brechtianos. Ejemplar fue en ese sentido la versión de Buero Vallejo de Madre Coraje y desafortunada la que José Monleón y Armando Moreno acaban de ofrecer en La buena persona de Sezuan, ya que «bajan» al lenguaje objetivo y frío, desflecado y exento de la mera emotividad de la palabra. Como por otra parte el director Ricardo Salvat tampoco ha sido un modelo de fidelidad a la manera «distanciadora» del autor, el espectáculo, aunque interesantísimo, no deja de responder a una puesta en escena discutible e híbrida. Está comprobado que Brecht es un arsenal o una cantera para los más peregrinos experimentos y sus piezas dramáticas auténticos «cobayas» en las retortas de estos nuevos directores de laboratorio.

De todos modos, La buena persona de Sezuan ha llegado a las tablas del Reina Victoria y es motivo para congratularse. Por encima de las adulteraciones de bulto y de las intenciones «actualizadoras» - ¿cuándo se van a dar cuenta nuestros ideólogos teatrales que los problemas del hombre se repiten en cada momento histórico y resulta vano cualquier intento de «dirigismo»? - existe una realidad sobre el escenario: la presencia de Nuria Espert, la gran actriz catalana, que hace de su interpretación un prodigio de sensibilidad, gracia y hondura. Pasando por alto los momentos «distanciados» y narrativos del primer acto que chocan con el expresionismo y la cálida viveza del segundo, La buena persona de Sezuan llega al público por su encanto de parábola dramática. No sé quién ha escrito que Nuria Espert es «un junco sacudido por la brisa». Y la imagen es perfecta. Y nos encanta. Sólo ella, acercándose a las heroínas bíblicas o a las dulces gheisas consigue levantar el lenguaje pedrestre, no siempre agudo y claro de la versión española. Indudablemente a la «buena persona» ha correspondido «una buena actriz».
 


NURIA ESPERT (SHENT TE)
FOTO: SANZ BERMEJO
Pero eso no es todo. Brecht obliga a verificar por ser quien es una serie de explicaciones y condiciones. Sobre todo ahora que presenciamos una obra de su período de madurez y plenitud. El sedicente aislacionismo de este autor lo presenta al público medio como un autor hermético, con clave, sin sangre en las venas, esquematizado a unos niveles ideológicos fuera de todo entendimiento. No se quiere pensar que la dialéctica brechtiana aparte de comportar un sentimiento instintivo, de ofrecernos la pasión como un «puro pensar» o de aportar un rutinario doctrinarismo didáctico, también incide en su mejor momento en la solidaridad con unos valores de coincidencia - no me atrevo a decir raíz cristiana, al menos en su sentido concomitante. El Brecht de La buena persona de Sezuan, aunque al final de su parábola no quiera responderse ni responder al público sobre la posibilidad de la bondad, es absolutamente integrador y queda muy lejos de sus anteriores intentos disolventes de La ópera de los tres peniques, por ejemplo. Naturalmente el instinto de conservación de Madre Coraje deja paso a la cuestionabilidad del amor al prójimo. Es lógico, entonces, pensar que el famoso autor achica al hombre y lo amarra a unas preguntas y a unas respuestas. Nada más y nada menos se plantea - y en esto coinciden todos los críticos y comentaristas - el problema de la moral absoluta. Por lo mismo La buena persona de Sezuan es su obra más directa en que trata la conducta del hombre, su actitud ética dentro del contexto social y humano que le ha tocado vivir. Junto a este valor profundo y maduro el cauce, un tanto exótico y metafórico, con que nos sirve su obra - se trata de una historia al hilo de las mejores narraciones bíblicas, de un largo salmo escénico, de un hermoso apólogo oriental - la intemporaliza y le otorga caracteres de perennidad. Cualquier intento de acercar, mediante el lenguaje o mediante la técnica, el asunto al espectador, habrá fracasado, teniendo en cuenta que La buena persona de Sezuan posee una virtualdiad moral y una inserción humana claramente perdurables. Así dicho esto, podría uno escaparse a mayor comentario, sin pensar que hay detrás una bonita historia desdoblada en dos, y unos lienzos dramáticos de tan encantadora poesía y de tan tierna expresividad,

NURIA ESPERT (SHENT TE)
FOTO: SANZ BERMEJO
que merecen apuntarse. En la fabulosa China - el autor nos sitúa en la capital de provincia de Sezuan -, la pobreza de sus habitantes llega al cielo en forma de quejas e imploraciones. Bajan tres dioses para ver la realidad de aquellas gentes que forman una gama pintoresca, desde el terrateniente al mísero aguador, y para comprobar si existen unos «justos» - es decir, unas personas buenas - capaces de vivir con dignidad. Los dioses bajados de lo alto no encuentran la bondad que buscan por ninguna parte. Por fin se topan a «un alma buena» en Shen Te, explotada por todos. La muchacha que atiende una tabaquería «para seguir adelante» se da cuenta de que la bondad es un inconveniente para vivir. Y en vez de desanimarse se vale de sus inocentes industrias y se crea su defensa. Un primo - pura invención dramática - llamado Shui Ta vendrá a ayudarle con su autoridad y «con sus pantalones» según ha forjado su fantasía y entonces ella asume también en desdoblamiento el papel del personaje. De manera que cuando actúa de Shen Te será la dulce mujer de siempre, corazón y delicadeza; pero cuando incorpora a Shui Ta su comportamiento está regido por el interés y el egoísmo. El conflicto, que se engalana con otras derivaciones y matices no menos sugestivas, no puede ser más incitante. Brecht prescinde de cualquier integración contemporizadora en el sentido de unir las posturas antagónicas. Más bien, se sostiene en sus «trece» y quiere que el espectador responda sobre el juego de posibilidades. La dialéctica, por lo tanto, es clara, en su tensión y en contraposición entre la bondad y la realidad. Ha contado su cuento y espera que el espectador extraiga la clave.

Confieso que me ha gustado sobremanera este título brechtiano por su concreta suavidad y lejanía casi melancólica. Una parábola con «alienación» o sin ella, debe representarse con la capacidad de imaginación necesaria que reclama el género. Por eso quedan muy en su punto las escenas «dobles» o llenas de «fantasía» - la aparición de la muchacha vestida de Shui Ta, el momento en que se da cuenta de su maternidad y eleva todo un canto al niño que va a nacer, su típica forma de desgranar decires y sentencias del más puro sabor oriental, etcétera - y, desde luego, toda la pureza interpretativa de Nuria Espert. Lo demás, una vez ofrecido buen teatro lo puede poner el más despistado espectador, sin corromper en demasía sus convicciones. Con salvedades, todos sabemos que el bien puro, ideal, absoluto es moralmente imposible dentro de una sociedad tan heterogénea y complicada. Queda, además del encanto poético y de la emoción final de la obra, una honda tristeza por la condición del hombre, que demuestra, tantas veces, su incapacidad para luchar contra los elementos.


Florencio Martínez Ruiz
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Teatro Reina Victoria
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Bus: líneas Puerta del Sol
Parking: Sevilla, Las Cortes, Santa Ana.