.:: Teatro Músical ::.

LA CELESTINA
BRILLANTE MINIATURA EXTRAÍDA DE UN CÓDICE

Título: La Celestina
Música y Libreto (a partir de la obra de Fernando de Rojas Zorrilla y Textos de Juan del Encina): Joaquín María Nin-Culmells
Ecenografía:
Domenico Franchi
Vestuario: Lluis Juste de Nin
Iluminación:
Vinicio Cheli
Ayudantes Iluminación/Musical:
Kristina Rastrilla y Raúl Barrio
Prensa: Galán Comunicación (con la colaboración especial de Matías Rodríguez)
Ayudante de dirección: Zulima Memba
Ayudante de escenografía: Stefano Abastanotti
Ayudante de vestuario:
Michela Andreis          
Ayudante a la producción:
Jesús Briones/ Kristina Rastrilla
Productor ejecutivo: Robert Muro
Realización de escenografía: D ex M Laboratori SNC di Cattano Paolo e Scuto
Realización de vestuario:
Farani Sartoria Teatrale
Utilería: E. Rancati S.R.L.
Pelucas: Rochetti e Rochetti S.R.L.
Calzado: Pompei 2000 S.R.L.
Coproducen: Fundación Ana María Iriarte, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y Teatro de la Zarzuela (INAEM)
Orquesta de la Comunidad de Madrid
. Titular del Teatro de la Zarzuela
Coro del Teatro de la Zarzuela
Figuración: Begoña Frutos, Sergio Castelar, Violetta Brázhnikova, Catherine Barranco, Xavi Montesinos,  Teresa Donaire, Verónica Moreno, Andrés Bernal, Miguel Ángel Bustamante y Rafa Molina.
Intérpretes:
Alicia Berri  (Mezzo-soprano) (Celestina), Alain Damas  (Tenor) (Calisto), Gloria Londoño  (Soprano) (Melibea), José García-Quijada  (Barítono) (Sempronio), Andrés del Pino  (Barítono) (Pármeno), Carolina Barca  (Soprano) (Preusa), Soledad Cardoso  (Soprano) (Elicia), Belén Elvira (Mezzo-soprano) (Lucrecia)
Director del coro: Antonio Fauró
Dirección artística: Ana María Iriarte
Director Musical:
Miguel Ortega
Director de escena: Ignacio García
Estreno en Madrid: Teatro de la Zarzuela, 19 – IX - 2008

ALICIA BERRI/GLORIA LONDOÑO

ALAIN DAMAS/GLORIA LONDOÑO
FOTOS: JESÚS ALCÁNTARA

Llega al Teatro de la Zarzuela La Celestina de Joaquín María Nin-Culmell y abre la  temporada 2008/2009. Un título operístico que ha intentado estrenarse por parte de sus promotores – fundamentalmente Ana María Iriarte – a lo largo de varios años y por fin lo ha conseguido, gracias al beneplácito de la dirección del Teatro de la Zarzuela – Luis Olmos - y del anterior director del INAEM José Antonio Campos.

Joaquín María Nin-Culmell, era hijo Joaquín Nin Castellanos y hermano de la célebre escritora Anaïs Nin, cuya vida, si todo lo que escribe en su diario es cierto, puesto que algunos estudiosos lo ponen en duda, no deja de ser espectacular y controvertida.


SEMPRONIO
A excepción de la ópera de Felipe Pedrell, no se tienen noticias de que exista otra Celestina operística. El compositor Nin-Culmell firma, también, la autoría del libreto, que es adaptación de la obra original de Fernando de Rojas, a la que añade textos de Juan del Encina. A Nin-Culmell le sedujo musicar La Celestina, una vez que es un personaje que no se había tocado musicalmente. No es extraño, ya que la obra original, aunque dialogada – muchos prefieren denominarla novela dialogada más que obra de teatro como tal – al llevarla sobre la escena siempre ha tenido complicaciones por la extensión de la obra, la multitud de personajes y un excesivo diálogo, a veces perdido en descripciones y minucias. En prosa son muchas las adaptaciones a lo largo de los años y siempre tropiezan con “algún pero”. De ahí que tales adaptaciones se centren en la relación Calisto/Melibea y sus entornos familiares.

Nin-Culmell también reduce su libreto a la relación amorosa de Calisto/Melibea, pero lo esquematiza más: suprime el entorno familiar, respetando solamente el lumpen que Celestina arrastra tras de sí. Es más, encomienda la historia a la parte expositiva más que a la acción. Se ha hablado en las informaciones previas del impacto de Nin-Culmell al volver a España en el 1956 y sentir el oscurantismo de la época comparada con la España más abierta que dejó cuando se marchó durante la República. Se insinúa que pudo ser esto lo que le llevó a componer La Celestina y escribir el libreto, habida cuenta que la obra de Fernando de Rojas presenta dos mundos enfrentados: el medieval de Melibea, fiel a la tradición y a cierto oscurantismo, y el renacentista de Calisto, más liberal y pletórico de vida.

Dejando de lado los múltiples y sesudos análisis de la obra original, lo que nos ofrece Nin-Culmell, a nivel de texto, es el encuentro – no inocentemente define al prólogo como El Encuentro -, y un encuentro desconcertante que solivianta y desasosiega el alma de los dos personajes. Por parte de Melibea, no veremos cómo lucha con su entorno familiar, pues no existe en esta versión, sino contra su propia mentalidad: la lucha entre el deseo desenfrenado que le ha engendrado Calisto y la fidelidad a su propio ordenado mundo y sus convicciones ético-religiosas. Por parte de Calisto su pasión es tal, a la que acompaña una falta de escrúpulos, que acepta cualquier medio para conseguir a Melibea. Ese cualquier medio es Celestina y pide que se le traigan, desoyendo los consejos del otro criado Pármeno para que no meta en su vida a tal deshecho. En este querer y no querer de Melibea y la carnalidad de Calisto que intenta sublimar, se centra la ópera, cuya emoción no está tanto en la dramaturgia como en la música.
PÁRMENO

Nin-Culmell opta por un final diverso. Todos sabemos que los dos amantes se despeñan. Calisto, accidentalmente: se cae de la escala de mano. Melibea conscientemente: se suicida al asistir a la muerte de su amado.

El libreto de Nin termina con estos versos y esta acción:

MELIBEA
Me acortaron mi esperanza,
me acortaron mi gloria,
me acortaron mi vida.
¡O, Calisto, mi vida!, ¡o, Calisto, mi muerte!
Espera, espera, espera, espérame, ya voy.
(Cae arrodillada ante el parapeto.)
Telón

En esta versión Ignacio García hace subir  lentamente a Melibea a lo lato del muro y contempla el horizonte, mientras cae el telón.

Nin-Culmell parece querer dejar el final abierto. Le importa poco si Melibea se suicida o no. Suprime esa decisión, propia del romanticismo, y más bien parece querer indicarnos que a Melibea se le abren nuevos horizontes: esa mayor liberalidad y amplitud de de miras que había compartido con Calisto. Es un final abierto a discutir hasta el infinito, pero que en Nin y García parece tener matices distintos. Nin la deja arrodillada ante el parapeto. Ese muro ¿indica la imposibilidad de seguir en esa apertura? Ignacio la sube a lo alto del muro, ¿quiere indicar la posibilidad, aunque aún lejano, de un mundo más amplio de horizontes?


CORO

Si ahora rizamos el rizo y tenemos en cuenta las afirmaciones de que Nin en el 1956 se encuentra con una triste España y leemos a Melibea y Calisto en una clave más simbólica, cabe la posibilidad de intuir un cierto mensaje: la desgraciada muerte de un Calisto pletórico de la nueva savia abre las puertas hacia una nueva vida en los demás, como es el caso de Melibea. Parece decir algo más: el amor de Celestina cuya traducción es sexo y más sexo interesado, sólo conduce a la muerte – de ahí la escena báquica en casa de Celestina y su muerte -, mientras que el amor platónico/carnal conduce a la vida.

No estoy seguro de que Nin tuviera en cuenta todas estas reflexiones, pero de todos modos a lo que asistimos en el Teatro de la Zarzuela es a un recorrido por las sendas de una nueva concepción del amor, algo que ya está en Rojas.

 

Al leer el libreto de Nin, éste queda dividido en un prólogo y tres actos – dos escenas el primero y tres escenas el segundo -  con bajada de telón entre los actos y transiciones a oscuro entre las escenas. Lo que se nota en la construcción de la dramaturgia es una gran capacidad de síntesis y de elipsis, proporcionando continuidad a toda la historia. El acierto de Ignacio García – director de escena - es reforzar tal continuidad y ha llegado incluso, con sabia inteligencia, a no dejar caer el telón entre los actos, hasta el punto de que la música proporciona unidad a toda la obra. Para ello, en colaboración con el escenógrafo Domenico Franchi ha creado unas buenas soluciones de cambio escenográfico. Desde el punto de vista plástico están bien conseguidos los ambientes: tétricos y sombríos para el entorno de Calisto y Celestina y paradisíaco para el primer jardín de Melibea, con muro recubierto de refrescante verdor salpicado de líricas rosas, y sólo amenazado por el enorme ciprés, preanuncio de cementerio. Jardín que, en el último acto, anuncia la desgracia al presentar el protagónico muro totalmente yermo, justificando la presencia del añejo ciprés, símbolo de paz, pero mortal: la de los cementerios. Toda esta plástica se ve potenciada por la acertada iluminación de Vinicio Cheli.

Hay que destacar, gratamente, el encorsetado y original vestuario de Lluis Juste de Nin. La textura, un tanto acartonada de los tejidos le proporciona un aire de grabado medieval, como podemos ver en los dibujos de los manuscritos. Los caprichosos dibujos, de toque vanguardista, eliminan todo realismo y los emparentan con los vestuarios de las miniaturas de los códices antiguos.

Escenografía y vestuario nos transportan a un lejano mundo, propio de dichos códices, que quedan reforzados por las tonadas que Nin compone para los textos de Juan del Encina, y pone en boca del coro.

La dirección de Ignacio es muy buena, limpia y con la convicción de que está trabajando con una dramaturgia musical que mantiene el equilibrio entre la música y la acción narrativa. Hay ciertos momentos orquestales, sin voz, que sabe rellenar con el desarrollo de la acción, adquiriendo la música la función de banda sonora. En el ambiente de Celestina muestra la pasión de los criados y las dos prostitutas, sin eufemismos, como lo pide la situación. No obstante, no sabemos por qué, se muestra mucho más pacato en la relación amorosa última de Calisto y Melibea, cuando dicha relación en el original es más carnal que lírica y también en Nin:

Calisto
¡O, mi señora, mi gloria!
¡O, más que angélica imagen!
¡O, Melibea, mi vida!,
soy tu cautivo y esclavo.
Ven a mis brazos, mi amor.

Melibea
No pidas otro placer
,
¡o, mi Calisto, mi vida!,
soy tu cautiva y esclava.
Tenme en tus brazos,
mi bien, mi amor.

(Se abrazan apasionadamente.)

FOTO BASE: JESÚS ALCÁNTARA

(MELIBEA sentada en un banco, CALISTO a sus pies. Se ilumina lentamente en escenario).

Tras el dúo viene una parte orquestal, donde supuestamente se da la relación apasionada de ambos, que aquí queda un tanto sosa mediante unas discretas caricias. Se hace larga y repetitiva.

Según se desprende del libreto, tras el abrazo apasionado hay una elipsis a oscuro y la luz se abre sobre ellos sentados en el banco. El tal abrazo apasionado en esta versión resulta débil y con unos códigos más románticos que realistas, desmintiendo tanto el original como al propio Nin.

Nos encontramos ante una partitura que entusiasma, no solamente por su calidad cromática sino por estar al servicio de la narración sin gratuidades virtuosistas, algo que tuvieron muy en cuenta los compositores de la llamada ópera de vanguardia de principios del siglo XX. Nin está totalmente en esa línea. Según sus testimonios, comenzó por componer las arias, algunas de ellas muy bellas, que tienen la cualidad de convertirse en temas de la obra. La sonoridad, en general, recuerda las composiciones orquestales y operísticas de la década de los 20, y aquí o allá hay un reflejo Falla y sus seguidores. Un acierto es haber engarzado, como un experimentado joyero, los villancicos – el texto - de Juan del Encina, componiendo una partitura que no desentona del conjunto y sin embargo nos trae reminiscencias musicales de la época en que se escribió La Celestina original. Esta coloratura musical unida a la ambientación plástica de esta versión, nos traslada a las miniaturas de los códices medievales.

Es obra fundamentalmente de solistas – mezzosopranos, sopranos, tenores y barítonos -, cobrando mayor importancia Celestina, Melibea y Calisto. Alicia Berri, que defendió bien el papel de Celestina en general, le faltó garra y profundidad en los bajos – al menos el martes 23 de septiembre – en el difícil momento de la conjura a Plutón. Gloria Londoño como Melibea, proporcionó un gran lirismo como voz y como figura, en general y en especial en el aria con la que comienza el tercer acto. Alain Damas como Calisto, sobresale especialmente en su primera aria y en el dúo final. El resto del reparto, de bastante menor intervención, resulta seguro y matizado. Cabe destacar José Antonio García Quijada con su Sempronio.

Miquel Ortega ha cuidado de modo especial la dirección en la orquesta, que nos atrae de modo especial, tal vez por descubrir una nueva partitura, con la que no contábamos.

Hay que alabar la interpretación dramática de todos los cantantes.

Esta Celestina parece haber sido arrancada de un antiguo códice, porque rezuma los acordes de aquella grafía y de aquellas tonadas.


José Ramón Díaz Sande
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TEATRO DE LA ZARZUELA
Dirección: Luis Olmos
Aforo:1.250 (1.140, visibilidad total,
108: Visibilidad media o nula)
C/ Jovellanos, 4
28024 – Madrid
Tf.: 91 480 03 00.
Metro: Banco de España y Sevilla.
Autobuses: 5-9-10-14-15-20-27-34-37-45-51-52-53-150
Parking: Las Cortes, Sevilla, Villa y Plaza del Rey
TF. 34 91 525 54 00
Fax.: 34 91 429 71 57/ 34 91 523 30 59
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