VUELVE

EL ZOO DE CRISTAL

DE
TENNESSEE WILLIAMS


 

EL ZOO DE CRISTAL
NOS ADENTRA EN LA DOLOROSA EXPERIENCIA DEL VIVIR
Y LO HACE CON SERES QUE SE AMAN.

El Zoo de Cristal dio a conocer el nombre de Tenessee Williams (26 de marzo de 1911 en Columbus, Mis., U.S.A.) como dramaturgo. Después vinieron muchos más textos y, prácticamente, todos en sus versiones teatrales, televisivas y cinematográficas.

Periódicamente, a pesar de los años, siempre se vuelve a él. Hay varios secretos para que Williams no se olvide: la poesía que rezuma su obra dentro del mundo del drama, la construcción de unos personajes muy apetitosos para los actores que o desvelan su mal hacer o los encumbran, las alusiones a mundos soterrados, tabú para una sociedad bien pensante, que sabe transmitir a medias entre el dolor y la poesía. Y sobre todo que sabe llevar al mundo de la épica y de la lírica el acontecer diario.

Por ello la pregunta de por qué resucitar una obra que tanto se ha representado espléndidamente y que lleva muchos años a la espalda, es tópica pero es no deja de ser siempre un interrogante:
 

CRISTINA ROTA (AMANDA)
  • No me fijo si se ha representado mucho o poco – es Cristina Rota (Amanda, la madre, en El Zoo) quien arremete con la respuesta – me fijo en la vigencia, si se revela algo para una sociedad y tengo muy presente lo que entiendo por función social: revelar conflictos humanos y El Zoo los presenta. Williams recoge todo lo que ha supuesto la unión del Norte y del Sur. Todavía resuenan los ecos de las secuelas de la guerra. La liberación de la esclavitud por parte de los Yankis, termina por ser una trampa ya que al liberarlos, hace que se conviertan en consumidores de los Yankis. Después está la figura de la madre, una mujer desconcertada ante el nuevo mundo que se avecina. Sólo se habla de dinero y quedan alienados por el dolor de la ausencia de un padre que los ha abandonado y ella se encuentra desesperada porque todo su afán es que sus hijos tengan un futuro para vivir. Es una situación muy parecida a la de ahora. También está Laura, la hija, que siente la claustrofobia ante un mundo agresivo. Esa claustrofobia existe hoy, la tiene la gente. Willimas hace una denuncia social a través de un realismo simbólico.

A Cristina Rota, los profanos, es posible que la relacionen con la enseñanza dramática: Escuela de Arte Dramático Cristina Rota o bien, los cinéfilos, a través de los aledaños: sus hijos como son Juan Diego Botto y Laura Botto.

DE LA MANO DE AGUSTIN ALEZZO

Desde hace muchos años no se ha subido, en España, a un escenario, costumbre que allá por las Argentinas era su razón de existir. Subirse a un escenario y dirigir. De 1973 a 1975 sacó adelante como directora la Sala planeta de Buenos Aires. Aterrizó en España, dejaba atrás una Argentina atormentada y amenazante, y su nombre se ubicó por Lavapiés. La enseñanza y la dirección la absorbió. Por eso hay curiosidad por la vuelta a las tablas.

  • “Decidí que ya era tiempo – el kairos, que dirían los griegos (el tiempo oportuno) – Al llegar a España tenía que estudiar la historia de este país, y por formación, sentía la necesidad de sentirme útil para algo concreto y actrices aquí las había y muy buenas. Lo que yo aportase, en esa faceta, interesaba menos. Por otro lado, venía sacudida al estar en el exilio con tres hijos y tenerlos que sacar adelante. Todo esto me llevó tiempo, así como construir el Centro. Por eso postergué mi carrera de actriz, pues no iba a hacer feliz a mi familia ni a mí misma y el mundo de la interpretación en España ya estaba cubierto. Es cierto tuve ofertas como actriz, pero tenía decidido no aceptar cosas que no me satisficiesen y ahora ha llegado el momento”.

El momento, el tiempo o el Kairos, no solamente ha llegado con Williams y su Zoo, sino con Agustín Alezzo.

  • “Quería tener a alguien de confianza cuando llegase ese momento y al mismo tiempo poder lanzar un puente entre Argentina y España. Y esto se cumple en Agustín, al que considero un maestro. Es, además, un hombre que ha luchado antes de la dictadura y durante la dictadura”.

Si se hubiera preparado, no habría salido mejor. Aún a medias el panegírico de Cristina sobre Agustín, éste hace su entrada. Al inicio se habían pedido disculpas por la ausencia del director. “Se retrasará un poco”.

Bastón en mano, tiene algo de patriarca bondadoso, aparece y mientras se acomoda Cristina prosigue con el perfil de su director, maestro y amigo:

  • Quería volver de la mano de alguien con concordancia ética y nunca pensé en otra persona. A partir de ahora creo que actuar como actriz será algo continuado.

AGUSTÍN ALEZZO, UN DIRECTOR QUE ABRE PUERTAS AL ACTOR
Y VALORA TODO LO QUE HACES

La llegada de Agustín ocurre cuando ya el elenco de actores había refrendado las excelencias de este versado director y gran conocedor de Tenessee Williams.
 

LUIS TOSAR (TOM)
  • El trabajo con Agustín – es Luis Tosar (Tom en El Zoo, el protagonista y autobiografía de Williams) quien habla, en esta ocasión, nada que ver con aquel maléfico torturador y violador de género en la película Te doy mis ojos es de una gran comodidad, porque nos ha dejado mucha libertad para ir buscando por nuestra cuenta e ir encontrando cosas. Seguir nuestros procesos naturales. Hemos encontrado nuestro sitio. Después Agustín nos ha ido llevando a varios sitios formando la unión de todo. La sensación que tengo es que él posee un control muy personal. Hay un tema recurrente en él: insistir en que estemos en el espacio que estemos, tenemos que sentirnos cómodos, más allá de las distancias, los muebles etc. De hecho al llegar al escenario del Centro Cultural, un espacio más amplio que el de nuestros ensayos hemos seguido el criterio de dicha comodidad y buscar el espacio nuevo. El modo de trabajar con Agustín es maravilloso. Tiene una gran virtud: valora todo lo que haces, aunque luego parezca conveniente corregirlo. Y lo que llama más la atención es que, un hombre que conoce mucho el teatro de Williams y ha trabajado mucho este texto, siempre es como partir de cero, sin esquemas previos.

Laura Botto, hija de Cristina y hermana de Juan Diego Botto, abunda en las mismas excelencias: “Luis ha dicho todo lo que pienso”. Ella es en la obra la acomplejada Laura, hija de Amanda. Ella nos descubre ser la causante, en última instancia, de El Zoo.
 

MARTA BOTTO (LAURA)
  • Es una de mis obras favoritas y surgió en el transcurrir de una comida. Iban a hacer otra obra y yo quería trabajar con mi madre. Le planteé si había posibilidad de hacer El Zoo y salió. A partir de ahí todo el proceso que hemos recorrido ha sido estupendo y de gran profundidad, tiempos y mucha entrega y nada más.

En la obra, ajeno al trío familiar, está el Caballero o Jim, un símbolo: “el demorado pero siempre esperado por el cual vivimos”. Tal personaje, esperanza para salir del enclaustramiento de aquella casa de Amanda, lo encarna Juan Carlos Vellido con larga trayectoria en el mundo del cine, televisión y teatro – y vuelve a refrendar las palabras de Luis Tosar:
 

JUAN CARLOS VELLIDO (JIM)
  • La sensación de trabajar con Agustín es maravillosa. Te hace muy fácil el sentir de que vas haciendo un trabajo conjuntamente con él. Es como si te presentara una serie de puertas y te invita a que las vayas abriendo. Al final tienes la sensación de llegar al sitio que él quería. Es importante que el director confíe en el proceso que has hecho y el que hacemos los cuatro. Su muletilla es la que antes ha mencionado Luis:

“Encontrar vuestra propia comodidad sobre el escenario”.

PARA MÍ ES LA MÁS PERFECTA DE LAS OBRAS DE WILLIAMS

Agustín Alezzo es hombre de teatro de amplio y fructífero currículo. Actor desde 1955, a partir de 1968 compaginará la interpretación con la dirección, insistiendo cada vez más en esta última faceta. John Herbert, Valle Inclán, Arthur Millar, Thornton Wilder, De Cecco, Oscar Wilde, E. Pavlosky, T. Williams, peter Shaffer, Terence McNally, Antón Chéjov etc. son algunos de los autores que han pasado por sus manos de director.

Ha desarrollado también una labor en el mundo televisivo como creador de programas y como realizador de obras teatrales. Ciclos de Teatro leído, dedicación a la docencia teatral (1966, Escuela de Arte Dramático), cursos de actuación en la Escuela de Bellas Artes de Azul, y la creación de Grupo de Repertorio (1974 – 1979) son algunas de sus actividades en el panorama teatral.

Reconocimiento a tan pletórica carrera son una serie de distinciones y premios.

Es hombre de tranquila palabra y mirada de experimentados años.

  • “Lo más difícil no lo sé - respondía a la obligada pregunta : “¿Qué es lo más difícil de este montaje?” No fue un trabajo difícil, porque he contado con actores y un equipo técnico estupendos. Tuve tiempo para abordar tranquilamente el montaje. Empezamos el 14 de enero y llevamos dos meses en ello. Tampoco podría decir si había alguna dificultad particular. No, no podría decirlo. Fue un placer muy grande encontrarme con Cristina con quien ya había trabajado en varia ocasiones y con el equipo español que es estupendo ya lo verán. Y esto no lo digo como “obligado”, lo pienso”.

El decidirse a dirigir de nuevo El Zoo es porque

  • “Los grandes autores siempre son vigentes. Los temas que tratan nos hablan del presente. Ahí tienen a un Quijote o un Hamlet. Es más, se enriquecen con el paso del tiempo y nos descubren nuevos aspectos que se relacionan con el presente. Para mí esta es la más perfecta de las obras de Williams. La concepción de las relaciones humanas que aborda se presentan hoy día”.

Agustín no solamente conoce mucho el teatro de Williams, sino que en concreto El Zoo, ha terminado por ser parte de su propia naturaleza como director. Cuando un texto ha formado parte de uno parece que termina por ser un impedimento para una nueva visión.

  • “Nada de eso. Resulta más fácil pues se conoce la obra internamente y ello te permite ir al asunto desde el principio. Por el contrario ante un nuevo material hay una larga búsqueda que resta tiempo y fuerzas. Ayuda mucho el conocer una obra”.

El Zoo, Williams la define como una “comedia de recuerdos” y con ellos intenta llegar más al fondo de la verdad, dejando de ser inútil nostalgia.

  • “Por eso la puesta en escena no debe ser realista, sino que debe captar lo intangible del recuerdo, llevando a primer plano algunos hechos y personas, ciertos momentos, quedando otros entre la sombra, que son simple entorno necesario para darle auténtica realidad y relieve a aquellos.

Para Agustín cuando aborda cualquier puesta en escena se encuentra

  • Con un caudal de emociones y sensaciones que despiertan ciertas primeras imágenes provenientes del estudio de la obra y de una sutil comprensión de las ideas que el autor ha plasmado en ella.

NO CREO EN LOS “ESTILOS” A PRIORI.

Con frecuencia se habla de “estilo” en el mundo de las dramaturgias: clásico, realista, naturalista, expresionista etc… o bien el tal estilo se personifica en un autor: Brecht, ChéjovAgustín es lo más contrario a estas concepciones. No cree que exista previamente un “estilo determinado” para una obra.

  • “No existe un concepto “a priori”. Es junto a los actores, escenógrafo, vestuario, iluminador, músico y técnicos cuando se inicia la aventura de la concreta puesta en escena. Al final aparece un estilo, el propio estilo de ese montaje que es único, irreproducible y producto de la conjunción de esos talentos y de su búsqueda. Por eso nunca llego al primer ensayo con todo resuelto e imponiendo a los actores movimientos, actitudes y formas de expresar sus textos. No tengo resuelto cómo interpretar o resolver definitivamente cada escena. Trabajar así me impediría muchos descubrimientos que ofrece la búsqueda conjunta”.

El concepto de “comodidad” que los actores han manifestado en sus declaraciones es corroborado y matizado por Agustín.

  • “Nunca impongo a los actores una forma de trabajo, siempre lo primero que les pregunto es cómo están acostumbrados a comenzar su tarea y me adapto a ello; afirmo que en este aspecto, mi labor es facilitarles el acercamiento al personaje y a las situaciones. He dirigido a actores de muy distintas generaciones y por lo tanto con formas muy diferentes, y creo haber aprendido, adaptándome a sus necesidades, infinitos nuevos caminos para acercarme a lo que persigo”

Esta filosofía de “la colectividad” procede de una convicción del teatro como “arte colectivo”

  • Creo en el trabajo de los demás y junto a los demás. Creo firmemente que el teatro es por excelencia un arte colectivo, y su producto final nace de la pluralidad y la suma de diferencias de sus creadores, conjugándose bajo la mirada de un director atento y perceptivo, que no deba hablar de más, sino intentar decir lo justo en el momento adecuado, y que debe saber exactamente qué quiere expresar.

EL ZOO, LA TENTACIÓN DEL REALISMO

El Zoo es comedia de recuerdos. De ahí el que, pautadamente, Tom, el protagonista, desgrane unos monólogos de valor altamente literario. Tales monólogos no siempre se resuelven bien y menos en versiones cinematográficas o televisivas. Están ahí y siempre surge la sospecha de su necesidad de existir. Tal duda se la planteó el mismo Williams:
 
  • La noche en que se estrenó El zoo en Broadway, los actores tuvieron que salir una y otra vez a saludar, y finalmente quisieron hacerme subir a escena (…) Me sentí violento; no creo que me embargara una gran sensación de triunfo. Considero que el escribir es acosar continuamente una presa escurridiza por demás, y que nunca llega uno a atraparla del todo.
    (…) Cuando consigo (atraparla) logro algo; pero creo que ese algo lo he conseguido muy pocas veces si recompara con las muchas que lo he intentado. No tengo la menor sensación de ser un artista realizado. Cuando escribía El zoo de cristal no tenía conciencia de estar capturando lo que he descrito, y convengo con Brooks Atkinson en que los recitados del narrador desdicen de la obra. En su momento, yo tampoco los creí a su altura. Doy gracias a Dios de que en la versión televisiva de 1973, los recortaran. Eran excesivos. Y la obra se entiende sin necesidad de recurrir a ellos. (Memorias)

TENESSEE WILLIAMS

  • “Sí, en efecto, los llama excesivos. – confirma Agustín - Pero Williams no los quitó. Yo tampoco los he quitado en esta versión. Me gustan mucho y habría sido un crimen el cortarlos. Le da un cierto cariz a la pieza y si se quitan desembocaríamos en una obra realista y estaría fuera del contexto”.

Cristina con el gesto, no con la palabra, parece escandalizarse ante la afirmación de Williams e interviene sin que se lo pidan

  • El monólogo nos lleva al recuerdo. Suprimirlos obligaría a una reestructuración total de la pieza. Sería demasiado realista y dañaría la poética de la pieza.

La tensión entre realismo y poesía que subyace en la obra y que ha llevado en varias ocasiones a huir de un escenario realista, como en este montaje, se pone en tela de juicio al oír decir a Williams que suprimidos los monólogos
 

La obra se entiende sin necesidad de recurrir a ellos.

¿Tal vez pensaba en El Zoo como una historia autobiográfica con bastante toque de realismo? No obstante el propio Williams cuando años más tarde, en 1987, asistió a la proyección de la versión cinematográfica de El Zoo, interpretada por Kirk Douglas (el caballero visitante), Arthur Kennedy (Tom), Gertrude Lawrence (la madre) Y Jane Wyman (Laura), no pudo menos de exclamar:
 
  • La espantosa versión cinematográfica de El Zoo de cristal es la peor película que se ha hecho de alguna de mis obras, por culpa, principalmente, de las alteraciones realizadas para darle un “final feliz”. (Memorias)
EL ZOODE CRISTAL (VERSIÓN CINEMATOGRÁFICA)
KIRK DOUGLAS, GERTRUDE LAWRENCE, ARTHUR KENEDY

Me temo que no sólo era el “final feliz”, la versión había topado con el amenazante realismo ante el cual siempre se enfrenta.

TENNESSE, ES TOM Y BLANCHE

El Tom de El Zoo, tiene, parece ser, bastante de autobiográfico. Un ser obsesionado por evadirse del yugo familiar y comenzar la aventura del vivir, así como su gran amor y compasión por su hermana Rose (Laura), aquejada mentalmente e incapaz de enfrentarse al mundo exterior.

Su larga carrera como dramaturgo con éxitos, miedos y necesidades imperiosas de amor desembocó en un titular de prensa del New York Times, el 25 de Febrero de 1983:

“HA MUERTO TENNESSE WILLIAMS”

Se había estrangulado con el tapón de plástico de un frasco, al tomar barbitúricos. El tapón se le metió en la garganta y lo axfisió. Truman Capote, amigo y compañero de emociones, califica su muerte de

  • “Final extraño para un hombre obsesionado por un concepto más bien poético de la muerte. Ya desde joven (Williams) había estado siempre convencido de que el día siguiente sería el último”

Aunque Williams se retrata en esta obra, retazos de su vida y su psicología se esparcen por el resto de sus obras. Vuelve a aparecer otra vez en el personaje de la sensible Blanche en Un tranvía llamado deseo. Según testimonio de Capote:
 


TENNESSEE WILLIAMS
  • “Aunque sonriera más que nadie – hay pocas fotografías en que aparezca serio – y su risa fuera la más contagiosa, Tennessee era un hombre triste. Y al menos para mí, lo cierto es que Blanche y su creador eran intercambiables; compartían la misma, la misma inseguridad y la misma sabia lujuria”.
Tal identificación Blanche-Tennessee no era ajena al mismo escritor. Cuando Visconti montaba la versión italiana de Un tranvía, el propio Tennessee recuerda.

“Visconti me llamaba Blanche”


VISCONTI Y WILLIAMS

La excesiva vida de Williams hubiera terminado mucho antes. Truman Capote está convencido de ello:

  • “Teniendo en cuenta su tendencia al sexo a contramano, a la ginebra y a las juergas en general, Tennessee no habría llegado mucho más allá de los cuarenta años, de no haber sido por Frank Merlo. Frank era un marinero que yo había descubierto en los años de la guerra (…) cuando en 1962 Frank murió de cáncer, también Tennessee murió un poco (…) Después de aquello Tennessee nunca volvió a ser el mismo (…) las dos últimas décadas de su vida las vivió solo, acompañado por el fantasma de Frank”.

Tennessee Williams terminó por escribir unas impresionantes, desgarradoras, desmitificadoras y sinceras Memorias, aunque con muchos trazos de humor. Pero mucho de lo que nos cuenta ya estaba repartido en los personajes de sus obras. También curiosamente se encontraba mucho de él en una novela – género al que no le dedicó mucho tiempo – Moisa y El mundo de la razón.

Este aparecer y desaparecer entre los personajes o en las anécdotas es frecuente en los autores, máxime cuando ciertos temas emocionales no pueden expresarse con entera libertad.

Ese fue también el caso de Christopher Isherwood, autor al que admiraba Tennessee y que se convirtió en amigo:
 

CHRISTOPHER ISHERWOOD
  • Había conocido a Chris, poco después de mi legada a Hollywood, a raiz de la carta de presentación que me diera para él Lincoln Kirstein. Uno de mis primeros entusiastas (…) Nos hicimos grandes amigos (…) Nació entre nosotros una relación casi sentimental que no llegó, sin embargo, al idilio, pero que en cambio se convirtió en una gran amistad que se ha prolongado a través de los años y ha sido una de las más importantes de mi vida. (Memorias, 1975)

Christopher vertió gran parte de su biografía juvenil en Adiós Berlín, novela que se convertiría en la obra teatral y cinematográfica Yo soy una cámara y posteriormente en el musical Cabaret. Con el tiempo, necesitando una mayor sinceridad consigo mismo y viviendo en una sociedad más tolerante, escribió sus diarios. El primero de ellos Christopher y su gente, no es sino Adiós Berlín con los auténticos hombres y mujeres que poblaban su novela. Y entre ellos él mismo.

Tanto Tennessee como Christopher fueron guionistas en Holliwood y seducidos por la literatura. Ella fue algo más que un entretenimiento, un modo de ganar dinero o una profesión. Tennessee lo expresó de esta manera:
 

Siempre he escrito por razones más profundas que las que entraña el término “profesional”, y estimo que en ocasiones ello ha sido en perjuicio de mi carrera, aunque con más frecuencia la ha beneficiado. ¿Carrera? No es la palabra adecuada. Debí decir… no, nada tan pomposo como “vocación”. Pero, de veras, jamás se me ofreció otra alternativa que la de ser escritor.

 

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José Ramón Díaz Sande
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