.:: Entrevista ::.

RESEÑA, 1987
NUM. 172, pp. 34- 35

ADOLFO MARSILLACH

La siguiente entrevista con Adolfo Marsillach representa el testimonio de uno de los profesionales más sólidos de nuestro panorama teatral. Como antes lo hiciera en el Centro Dramático Nacional, Marsillach se entrega hoya la compleja y polémica tarea de construir un nuevo armazón donde pueda asentarse el futuro de la dramática española.

¿Cómo nació la Compañía Nacional de Teatro Clásico y con qué propósitos concretos?
 
  • Parte de una idea de José Manuel Garrido, que en el año 1983 me llamó para crear una compañía de estas características. En aquel momento elaboré un proyecto en el que especificaba que este nacimiento requería, antes que nada, un marco no habitual. Tenía entonces la impresión (y creo que la sigo teniendo) que hacer un teatro clásico dentro de un marco también clásico se convertía en una redundancia peligrosa; y ello porque nunca pretendí formar una compañía "museo". Me parecía que si los espectadores, además de ver la representación, podían asistir a exposiciones, seminarios, incluso comerse un bocadillo o cenar algo, esta compañía significaría una especie de célula teatral. El proyecto fue aprobado, pero seguramente era demasiado ambicioso. La idea, en definitiva, quedó aletargada. Pasaron dos años y en el Festival de Almagro de 1985 volví a encontrarme con Garrido, quien retomó el viejo propósito: "Mira, o hacemos el proyecto de otra manera o quizá no se hará nunca. ¿Por qué no arrancamos y luego ya veremos...?" Me tomé unas horas de meditación y entendí que lo que me proponía era muy sensato. De modo que esta Compañía nació sin ninguna sede, con una voluntad viajera, itinerante, cosa que me pareció muy bien porque yo estoy a favor de la itinerancia teatral. Al contrario de lo que ha declarado alguna colega mía, yo nunca pedí el teatro de la Comedia. La verdad es que, por una serie de circunstancias ajenas a mi voluntad, el teatro quedó libre y el Ministerio me lo propuso. Así tuvimos' una sede que se complementa con este pequeño piso situado en el mismo inmueble del teatro, y un viejo cine que empleamos como local de ensayos.

FOTO: JOSÉ RAMÓN DÍAZ SANDE (1987)

TRATAMOS A LOS CLÁSICOS CON RESPETO,
PERO NO CON REVERENCIA

¿Qué te propusiste personalmente al aceptar este difícil reto?

  • Efectivamente, es un reto profesional. No te oculto que aumentado por el hecho de que yo soy una persona polémica, creo en la polémica e incluso la provoco. Toda mi vida he sido así.

¿Desde tu actual responsabilidad, ¿qué criterio te merece la situación de nuestro teatro clásico? ¿De qué modo es posible su recuperación, su acercamiento a la sociedad actual?


FOTO: J. R. DÍAZ SANDE
(1987)
  • Quiero comenzar por algo que pocas veces se comenta: en este país nunca ha existido una escuela de teatro clásico. Hemos tenido, eso sí, grandes individualidades con las que yo mismo comencé. Paso por la desagradable circunstancia de que estoy comenzando a ser demasiado viejo. Empecé en esta profesión a los 17 años y estoy a punto de cumplir 59. Mis primeras intervenciones fueron, precisamente, en teatro clásico junto con Borrás, R. Calvo, Muñoz, Dicenta, Guillermo Marin... Pero de cómo recitaba Calvo a cómo lo hacía Dicenta había una gran diferencia. Entonces, claro, el problema es, que ahora, cuando se inicia esta Compañía especializada en teatro clásico y más concretamente en verso, lo primero es pensar en qué hacer, de dónde arrancar, cuál es el modelo a imitar, cosa que los ingleses o franceses tienen resuelto desde hace siglos. Mira, a mí me dicen, me observan, leo, que el teatro clásico es "así", que debe hacerse de talo cual forma. Me pregunto, y eso, ¿dónde y quién lo ha experimentado?
  • Lo que debemos plantearnos es qué se le puede ofrecer a un espectador de hoy que no está acostumbrado a la recitación. Para mí, lo primero es la claridad. Tenemos la obligación de que la gente sepa lo que está pasando en escena, y note que los actores también lo saben y que desean comunicado. Después de eso, si los actores recitan mejor o peor me parece secundario. Evidentemente tendremos que llegar a un estadio superior de perfección; sí, seguramente será posible, pero lo primero, lo que más me preocupa en este momento, es que se comprenda a los personajes.

SOY UNA PERSONA POLÉMICA,
CREO EN LA POLÉMICA
E INCLUSO LA PROVOCO

  • En cuanto al espectáculo en sí, la gran pregunta es ¿qué significan los clásicos hoy? ¿Debemos reproducidos como quien reproduce un cuadro de una determinada época? Yo renuncio a ello porque no sé cómo eran en realidad. Deberíamos contar con los mismos actores, con el mismo público, con la misma circunstancia social de entonces. Si lo que se pretendía de mí es que hiciera arqueología, se equivocaron. Yo puedo hacer antropología, pero nunca arqueología. Tengo la seguridad, por otra parte, que mi criterio es compartido por quienes me ofrecieron esta dirección.

FOTO: J. R. DÍAZ SANDE (1987)

Vamos, inevitablemente, a lo más tópico. A eso de que en España carecemos de actores preparados para enfrentarse a los clásicos.

  • Hay algo de verdad en ello. Pero creo que se ha exagerado por pura conveniencia. La cultura tiene una tendencia a lo oscuro, a lo secreto, a lo elitista. Yo creo que a ciertas personas les conviene decir que esto del verso es una cosa muy difícil, casi imposible, y que los clásicos son muy complicados y delicados. Son gentes que cotizan bien sus conferencias sobre el tema. Pero detrás de eso pienso que es más sencillo de lo que se supone. Hay un problema de sentido común y de oído. Lo cierto es que aprenderse bien un libro de métrica no resuelve el problema de los actores, porque no sólo deben recitar sino, sobre todo, representar un personaje. Es claro que un actor debe saber lo que es una sinalefa, pero a mí, como actor y director de actores, me da absolutamente lo mismo romper una sinalefa cuando la situación dramática lo requiere. No hay ningún espectador (salvo cuatro estudiosos mal intencionados) que esté contando con los dedos durante la representación. Lo único que el espectador desea es comprender lo que se le ofrece con un mínimo de ritmo. Nosotros hemos explicado las reglas de métrica y luego las hemos olvidado intencionadamente. Esto puede ser un motivo de permanente discusión, claro.

FOTO: J. R. DÍAZ SANDE (1987)

Después de estos meses, ¿qué balance podrías hacer?


FOTO: J. R. DÍAZ SANDE (1987)
  • Me gustaría confesar que en el término de un año hemos hecho muchísimas cosas. Mi balance, por tanto, tiene que ser positivo. A pesar de lo que algunos puedan pensar, no soy un pedante ni tengo tendencia al triunfalismo por mi carácter escéptico. No creo que hayamos hecho espectáculos inolvidables, dignos de ocupar un lugar en la historia de nuestro teatro. Me parece, eso sí, que estamos sentando algunas bases firmes. Por ejemplo: que los clásicos son tratados con respeto pero no con reverencia; que no apostamos, insisto, por la arqueología; que estamos jugando intencionadamente con los anacronismos, como lo hicieron los clásicos; que a pesar de que algunos actores de la Compañía es la primera vez que se enfrentan con los textos clásicos, vamos logrando una cierta unidad de interpretación. Todo esto promueve polémicas, y también de ello estamos satisfechos porque por primera vez los clásicos han roto la discusión teórica, académica, de libro. En este tiempo hemos realizado dos espectáculos propios: El médico de su honra y Los locos de Valencia. Además, un tercero en colaboración con el Festival de Almagro, No puede ser, de Moreto, dirigido por Josefina Molina.

¿Qué expansión nacional e internacional tendrá la compañía nacional de teatro clásico?

  • Tenemos, ya quedó dicho, vocación itinerante. Ahora vamos a Méjico y es posible que toquemos algún país más de Centroamérica. Luego volvemos a España: Sevilla, Valencia y de nuevo al Festival de Almagro. Daremos unas representaciones en la ciudad alemana de Mamberg, donde todos los años se realiza un festival dedicado a Calderón. Como lo oyes; este tipo de cosas parece que sólo puedan ocurrir en Alemania. Resulta que el famoso Hoffman, el de los cuentos, que además era director de teatro y nacido en esta ciudad, llevó en su tiempo tres obras de Calderón. Desde entonces, Mamberg se especializó en el autor español, pero será la primera vez que lo contemplen realizado por una compañía española. Tenemos, además, un proyecto de coproducción con el Teatro San Martín de Buenos Aires. Más adelante intentaremos el montaje de algún clásico extranjero, y españoles que no pertenezcan al Barroco. Hemos comenzado por ahí por ser justamente lo menos conocido y lo de mayor dificultad.     

FOTO: J. R. DÍAZ SANDE (1987)


MIGUEL MEDINA VICARIO
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