.:: Crítica Danza ::.

CARMEN TV
UN BALLET LLENO DE
FUERZA, VITALIDAD Y JUVENTUD

Título: Carmen TV
Música: Selección de la ópera Carmen
de George Bizet
Coreografía: Radu Poklitaru
Escenografía: Andrey Zlobin
Técnico de luces: Olena Antokhina
Vestuario: Ana Ipatieva
Manager: Volodymyr Melenchukov
Maestro repetidor: Anatolii Kozlov
Sastra: Iryna Savchenko
Maquillaje: Iryna Lovushkina
Técnico de Luces: Olena Antokhina
Técnico: Volodymyr Chumachenko
Técnico: Liybomyr Feschak
Técnico: Igor Dobromil
Chófer: Viktor Kulikovskyy
Chófer: Oleksandr Yefremenyuk
Compañía: Kiev Modern Ballet
Intérpretes: Olga Kondakova (Carmen),
Oleksii
Busko (José), Dmytro Kondratiuk (Zúñiga), 
Ruslan
Baranov (Toreador), Olena Dolgikh (Micaela)
Bailarines: Iuliia Tymoshenko, Oleksandr Turchun,
Yuliya
Yakymova, Sergii Klymenko, Sergiy Kon,
Elina
Vinnikova, Olena
Simonova,
Oleksandr
Manchilin, Aleksandrs Kalividos,
Olga Shevchenko.
Director: Radu Poklitaru
Duración: 90 minutos
Estreno en Madrid: Teatro de Madrid,
24 - IX - 2008

OLGA KONDAKOVA
OLEKSII BUSKO


OLGA KONDAKOVA
A Carmen como relato, como música en versión de suite u operística se vuelve siempre. Carmen ha sido interpretada en teatro de texto, ha sido cantada en ópera y ha sido bailada en todos los estilos posibles de danza que hasta ahora conocemos. Llega al Teatro Madrid Carmen TV y uno se encuentra con una de esas agradables sorpresas que, siendo sincero, este uno no esperaba, tal vez por ignorancia. Como espectador, al entrar en el patio de butacas, me temo lo peor al ver un público reducido. Levantado el telón, transcurrida la velada y bajado le telón tras los fervorosos aplausos de los no muchos que estábamos, surge un lamento: “qué pena que no lo hubiera podido presenciar mayor número de público”. Incluso ese que le cuesta entrar en eso de la danza moderna. Posiblemente este ausente público ha tenido sus reticencias por aquello de Kiev Modern Ballet (Ballet Moderno de Kiev) y le tenga miedo a la danza contemporánea, y máxime cuando estamos acostumbrados a pensar que lo que bailan bien los ucranianos y rusos son los ballets clásicos y sus danzas folklóricas, y éste de Kiev no parece ir por esos vericuetos.

Radu Poklitaru - que saltó a la fama por sus Miniaturas coreográficas a finales de los años 90 y supo mantener una carrera de éxitos – sigue fiel a su línea de experimentar nuevos caminos en obras al que el ballet clásico acudió, pero que él impregna de un lenguaje balletístico que no hace ascos a ningún estilo. De ahí que el término de danza contemporánea, que a algunos espectadores asusta, no es el apropiado para estas coreografías, como tampoco lo es el de ballet clásico.

A esta Carmen TV le avalan los éxitos de Cuadros de una exposición, La Consagración de la primavera, el ballet para la Ópera La Forza del destino y un Romeo y Julieta.

El título Carmen TV  tiene su justificación. Una muchacha, en un primer término lateral del escenario, se asoma al añejo y cutre televisor para asistir y controlar la historia de Carmen y transformarla a su antojo, abriendo de este modo nuevas interpretaciones. Es ella quien guiará las puñaladas necesarias en esta historia y cambiará el destino a su antojo. Puede permitirse ese lujo porque viene a ser la muerte o un enigmático ente que hace y deshace la vida del ser humano. El mundo termina por ser la pantalla de un viejo televisor. Por lo tanto, la Radu Poklitaru no solamente nos cuenta la historia de Carmen, sino invita a la meditación acerca de la arbitrariedad de la vida del hombre en un mundo teledirigido, en el cual el propio hombre no puede decidir sobre sus comportamientos, sino que todo le viene dado. De ahí que Escamillo, el triunfador toreador – así lo denomina el programa de mano - en la versión clásica, tenga otro destino y también Don José, pero no conviene destripar los finales.  Tal vez sea imaginación mía, pero  desde un principio la muchacha del televisor me ha recordado a la Blanche de Tenesse Williams en Un tranvía llamado deseo.

Este enigmático personaje parece proyectarse sobre l fondo de la escenografía en un rostro de líneas planas que, personalmente, me recuerda a un Pantocrator – el Dios de los iconos - que controla y vigila el mundo.

Todo esto está dicho con auténtica danza, en la que no hay empacho en recurrir a diversos estilos balletísticos según convenga.  La virtud de Radu está en que cada uno de los diversos estilos que se emplean poseen una gran frescura y agilidad. Y hay otro valor primordial: la unión entre unos y otros estilos es fluida, con lo que se consigue un todo continuo.

Otro elemento que ayuda a esta frescura, es la vitalidad y rapidez de los bailarines en una coreografía que consigue el ritmo, no solamente musical y dancístico, sino también narrativo en cuanto que no descansa en el aspecto de la variedad. Las líneas del cuerpo de baile se tejen, acertadamente, en diversas direcciones, con entradas y salidas, y desplazándose en todas las dimensiones del escenario. Las coreografías de conjunto tienen un gran protagonismo en ciertos momentos y de una gran expresividad. El cuerpo de baile es también Carmen, en cuanto que su pasión, sus alegrías y sus desplantes se trasladan coralmente al conjunto.


OLGA KONDAKOVA
Olga Kondakova como Carmen tiene especial protagonismo en la narración y en la parte coreográfica. Es bailarina dúctil con precisión en cada estilo que ejecuta. Sus pasos, lo mismo que los de los demás intérpretes, están al servicio de la narración huyendo de todo tipo de complacencia o de anquilosada exhibición virtuosista. A destacar los pasos  dos – dúos interpretativos – de Olga (Carmen) y Oleksii Busko (D. José), llenos de fuerza y elegancia tanto balletística como interpretativa. Es impactante y bien resuelta balletísticamente la pelea de ella con la otra cigarrera combinando movimientos realistas con otros más estilizados en línea de danza contemporánea.

Quien desconcierta es el personaje del toreador Escamillo Rusian Baranov -, que en esta versión posee un punto de parodia. No será el triunfador. El paso a dos que tiene con Carmen va desde lo grotesco a lo pasional. Carmen termina por ser un toro al que hay que torear y ahí está la humorística parodia de al corrida con las embestidas de ella. Muy bien resuelto, en alternancia, el triunfo del toreador en la plaza y la venganza de José con Carmen.

La selección de los fragmentos de la ópera, incluida la voz, es muy expresiva y hay momentos en que la integración de la danza y la parte cantada se acoplan perfectamente, como es el final. 

Aplauso para el vestuario de Ana Ipatieva por la concepción estilizada y al mismo tiempo con un guiño folklórico en esos lunares que medio aparecen entre los volantes y corpiño de colores puros. Más discutible el vestuario masculino. Parece inspirarse en los uniformes de la policía nacional española, diseñados en la incipiente democracia española y que por el color marrón, la jerga popular les llamó “maderos”. También hay que resaltar la funcional y sugerente escenografía de Andrey Zlobin.

Radu Poklitaru es de esos coreógrafos de estos últimos tiempos que entienden, por lo visto en Carmen TV, la danza como fuerza narrativa y los movimientos y motivaciones están al servicio de la narración. Otra de las cualidades es la variedad en las acciones. Baste un botón de muestra: la recogida de los cadáveres es distinta en cada momento y las líneas coreográficas no se repiten.

El público aplaudió entusiasmado. Y volvemos al principio de esta crónica: ¿cómo hacer que un público no se asuste ante la sospecha de danza contemporánea y aburrirse por que no entiende la mitad de las cosas?  Hace ya bastantes años, a este interrogante, Mónica Runde bailarina y coreógrafa muy metida en estas lides de lo contemporáneo me decía que era necesario una previa pedagogía y dosificación de lo que llamamos contemporáneo. En ese campo hay una amplia gama que va desde lo más comprometido como experimento para una elite a formas más asequibles para el público neófito. Cuando me hacía estas confesiones, eran años en que España iniciaba nuevos modos de danza abandonando las estructuras de lo clásico y de lo español. Había un entusiasmo por acercarse a lo desconocido. Hoy parece que ese fervor ha bajado en el público.

Carmen TV es un ballet lleno de fuerza, vitalidad y juventud.


José Ramón Díaz Sande
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