.:: Crítica Danza ::.

RESEÑA 1994
NUM. 255, pp. 12 -13

BALLET DE JOSE ANTONIO
Paseo por la danza española

Cachorro fue una colaboración de José Antonio con Salvador Távora. El teatro y la danza se fusionan para reconstruir la leyenda sobre el Cristo del Cachorro sevillano.


Título: Aires de Villa y Corte.
Coreografía: José Antonio.
Música: José Nieto.
Vestuario: Yvonne Blake.
Iluminación: Nicolás Fischtel, Simon Bennison.
Título: Flamenco.
Coreografía: José Antonio.
Iluminación: Jean F. Dubois.
Intérpretes: Diego Llory y Compañía José Antonio (Martinete), José Antonio y Candi Román (Romeras), Diego Llori, Candi Román y Compañía José Antonio (Soleá por Bulerías).
Título: Cachorro.
Dramaturgia y coreografía: Salvador Távora y José Antonio.
Selección y ordenación musical: Salvador Távora.
Vestuario: Creativos Fridor.
Iluminación: J. F. Dubois.
Escenografía: Enrique del Pozo.
Compañía: José Antonio y los Ballets Españoles
Intérpretes: José Antonio (Cachorro), Africa Moreno (marquesa), Diego Llori (hermano), Candi Román (pintor), Compañía de José Antonio. Guitarristas: Miguel Rivera, Manuel de María. Cantaores: Gómez de Jerez, Joaquín Escudero.
Estreno en Madrid: Teatro Alcázar, 21 – IX - 94.



JOSÉ ANTONIO

José Antonio inaugura - no es la primera vez - compañía. Su capacidad creativa, necesitada de nuevos contextos y del tanteo de nuevos caminos para el Ballet Español, le alejaba de la dirección del Nacional. El intento nuevo es ese Cachorro, nacido en simbiosis con Salvador Távora.

Cachorro, indudablemente, era el plato fuerte, pero el programa ofrecido incluía más estrenos: Aires de Villa y Corte y Flamenco a través de Martinete, Romeras y Soleá por Bulerías. De este modo daba un respaldo al llamado ballet español: escuela bolera, flamenco y ballet argumental con intento de denuncia - en boca de Salvador Távora-: Cachorro.

Este paseo por la danza española muestra buen gusto, calidad y renovación a todos los niveles.

Aires de Villa y Corte, con música original de José Nieto, inspirada en los sones de la época, recupera las danzas del XVIII, bautizadas como Escuela Bolera. La composición consta de cinco movimientos que José Antonio coreografía con una estructura equilibrada de inicio y cierre (danzas de conjunto), para, en los tres movimientos intermedios, ofrecer sucesivamente un paso a cuatro, un paso a dos y vuelta al paso a cuatro. Se combina el pie enfundado en dis­creto tacón con la zapatilla bolera, sobre todo en el cuarto movimiento. A partir de lo conocido - la escuela bolera, a pesar de la transmisión oral de sus pasos, ha sido ampliamente tratada-, José Antonio le comunica un aire de modernidad y agilidad. Tanto en el conjunto como en los «pasos» hay una gran precisión y elegancia de movimientos. De este aire renovador se contagia la música de Nieto, que posee la virtud de combinar el recuerdo de la época y cierta modernidad en su sonido. Con el mismo criterio estético Yvonne Blake - Oscar de Hollywood como figurinista - dibuja un acertado evocador vestuario de la época.


JOSÉ ANTONIO
Aires de Villa y Corte está encerrado escenográficamente en una caja negra, cortinas y rompientes negros. Para ciertos momentos el contraste con el colorido de los trajes es vistoso, pero en otros, si es cierto que da un toque de elegancia, le quita frescura y amplitud de horizontes. Estos aires recuerdan los tapices goyescos en la gracia de sus movimientos y composiciones, así como en el colorido y líneas del vestuario bellamente iluminado, pero la negrura del espacio escénico le proporciona un tono excesivamente serio, que le resta esa pizca de alegría luminosa que surge del propio baile.

Flamenco se inicia con Martinete interpretado por un Diego Llori, lleno de brío y fuerza. Hasta aquí lo de siempre. La novedad está en incorporar un conjunto coreográfico (ellos y ellas) que en contrapunto subrayan, retorizan y acompañan al virtuoso solo de Lloris.

Las Romeras, de José Antonio y Candi Román, es un juego de negra elegancia y precisión de cuerpos, con gran poder expresivo. En otras ocasiones ya me he referido a la elegancia interpretativa de Candi Román, cuya mayor virtud es la sobriedad de líneas sobre su cuerpo cuando baila. En esta ocasión los dos bailarines forman un solo unitario, lleno de fuerza en los desplantes.

La Soledad por Bulerías destaca como conjunto del cuerpo flamenco apoyado en sus movimientos de contrapunto por el elemento lumínico.

Todo este Flamenco está coloreado en vestuario y fondo de un tono ocre - reminiscencia del cobre de la fragua - que le proporciona una bella calidad estética, casi dorada.

Cachorro era el plato fuerte. Su aporte innovador: incorporar a Salvador Távora, hombre de teatro y no coreógrafo. La autoría   del guión y la coreografía (el programa de mano habla de «obra dramática y coreográfica») es conjunta: Távora y José Antonio. La novedad, según Távora, era contarnos una historia lejos del escapismo y sonorizarla con el desgarro del cante y el clamor de la trompetería procesionaria. Parte de la leyenda sevillana sobre el Cachorro: un gitano en amores con una dama de alcurnia, es apuñalado por aristócratas manos para impedir la mezcla de sangres de diversa casta y condición social.

Su agonía inspira a Ruiz Gijón (el escultor) el Cristo de la Agonía en Cruz. Cuando el Cristo baila procesionalmente, el pueblo prorrumpe en un clamor: «¡Es el Cachorro, gitano!». Para Távora, ante un crimen motivado por la separación de las clases sociales, se responde con la ascensión del gitano a Cristo o la encarnación del Cristo en gitano.

Con una sobriedad escénica adecuada, la cruz en el suelo, el negro en el aire y un segundo nivel para que el escultor realice sus bocetos del rostro durante la agonía y sin policromía, salvo en los rostros (el vestuario es en blanco y negro), la coreografía, muy guiada por movimientos más cercanos a la expresión corporal que a la propia danza, transcurre con sobriedad, fuerza y brío. Se recurre a pasos flamencos en los desplantes, movimientos de brazos y paseos amplios al estilo clásico y al final, el Cachorro en la cruz, a una gran capacidad expresiva de José Antonio de cintura para arriba y en el rostro al experimentar su agonía como gitano y como Cristo en la cruz, simbiosis dramatúrgica teatral de gran acierto. Dentro del movimiento es este último el más innovador, en la línea de danza moderna que sitúa el centro del movimiento en el torso para saltar hacia las extremidades. Un doble juego expresivo de cuerpo y rostro, bien medido e inter­pretado por José Antonio.


CACHORRO
Con este Cachorro asistimos a un nuevo planteamiento de la danza española, tanto en el contenido como en la forma. Se han cambiado las tornas.No hay preocupación por que predomine el baile y la excusa es la narración o la expresión emotiva de un sentimiento. Aquí el tema es el centro y los pasos de danza, nuevos conceptos del baile maridado con la expresión corporal, o casi el mimo, se utilizan a tenor de la propia expresión. Se trata de liberar al ballet español de la esclavitud de ciertas formas, manteniendo un anclaje con la tradición.

El resultado impacta. A ello colaboran los elevados decibelios de las bandas de trompetas, muy superiores a los del cante (imagino que pretendidamente).

La narración mantiene un equilibrio temporal, roto por la escena de la ago­nía que, debido a su excesiva duración, se carga de negativo melodramatismo.

Lo que resulta más dudoso es la intención de denuncia social a partir de la propia representación. Si no se conoce de antemano, dudo que tal actitud se capte.

De lo que no hay lugar a dudas es de la elección adecuada de los elementos teatrales y la original interpretación de José Antonio en su fase final.

Algo que no toca a la propia compañía, pero conviene anotar: el Teatro Alcázar, debido a su marco escénico reducido, comprime demasiado esta representación.


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande
(1987)


TEATRO ALCÁZAR
AFORO:813
C/ ALCALÁ, 20
28014 - MADRID
Tf. 91 532 06 16
METRO: SEVILLA
PARKING: SEVILLA