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CARMEN
HACIA LA ESENCIA
DEL MITO DE CARMEN

Título: Carmen
Dramaturgia (a partir de la novela de Próspero Merimée y la Ópera de Georges. Bizet): Ramón Oller
Coreografía: Ramón Oller
Música: Georges Bizet y Martirio
Escenografía: Joan Jorba
Iluminación: Glrouia Montesinos
Vestuario: Mercè Paloma
Técnico de sonido: Jordi Thomas
Técnico de Iluminación: Fran Rodríguez
Maquinista: Ángel Rodríguez
Ayudante de dirección: Alicia Pérez-Cabrero
Producción ejecutiva: Sandra Lomas/Ginette Casanovas
Compañía: Metros
Intérpretes: Sandrine Rouet/Susana García (Carmen), Javier García/Vicente Palomo (José), Rubén Olmo/Christian Lozano (Torero), Mari Carmen García (Gitana), Arnau Castro/Yannick Badier (Listillo), Daniel Corrales/Geoffrey Ploquin (Bruto), Susana garcía/Sonia Martin (Manuela), Sua-Ching Wong/Paloma Muñoz (Micaela).
Pueblo: Susana García, Vicente Palomo, Arnau Castro, Daniel Corrales, Geoffrey Ploquin, Sonia Martin, Sua-Ching Wong, Paloma Muñoz,Sara Enrich, Diana Noriega, Raúl Hereas, Thierry Martínez, Glenn Gram.
Toros: Daniel Corrales, Raúl heras, Arnau Castro, Geoffrey Ploquin, Yannick Badier
Dirección: Ramón Oller
Reposición en Madrid: Teatro Madrid,
11 –I -2007



FOTOS: COMPAÑÍA METROS

Carmen siempre vuelve a los escenarios: texto de prosa, ópera, cine, ballet… Desde que Próspero Merimée escribió las andanzas de Carmen a través de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, las serranías - propiedad de los bandoleros - y las plazas taurinas esta mujer ha copado todos los géneros escénicos. El Ballet ha sido uno de los más asiduos a mostrarnos su pasión y lo que algunos han llamado “símbolo de la libertad” o del “inconformismo”.

Ramón Oller la emprende con esta mujer a nivel balletístico. Su Carmen es un ballet – 1 hora y 45 minutos de duración – que cumple su “tempo” en todos los aspectos. Se trata de una coreografía que va a la esencia de lo que supone el mito, y en la que, en todo momento, el baile está al servicio del contenido dramático, llegando a una integración plena. No hay concesiones a lo gratuito ni a lo superfluo.  Al bajar el telón se tiene la satisfacción de no haber perdido ni un minuto de tiempo.

El quedarse con la esencia no quiere decir que renuncie a contar la historia, sino que no se ciñe a la escrupulosa y trillada narración de siempre. Hay ya un acierto en la concepción del espacio escénico que diseña Joan Jorba. Se trata de un espacio unitario que mediante la luz y el alero espolvoreado en un determinado momento sugieren los diversos ambientes dramáticos.

Estamos en la azotea de la Fábrica de Tabacos – inevitable rememorar la azotea de West Side Story para el número musical de América, América. Al fondo el rótulo de la Fábrica, de espaldas al público, enmarcado por dos volúmenes – sugeridores de las torretas de guardia de un cuartel – uno con la puerta de entrada a la azotea y el otro, un bidón de agua para abastecer las necesidades del edificio y con una gran expresividad – al estilo del uso que hace Pina Baush, en muchas de sus coreografías - en la muerte de Carmen. En primer término lateral izquierda tejadillo con ventanas de rejas y en el derecho pequeña azotea-balcón con insinuado tejado.


FOTO: COMPAÑÍA METROS

Me he detenido en la descripción de la escenografía, porque su concepción es muy reveladora. El espacio escénico, a partir de un espacio definido – la azotea de la fábrica – sugiere los demás espacios, así como los personajes quedan también esbozados sin llegar a un protagonismo, a excepción de Carmen. Estamos acostumbrados a Don José y sus soldados, a Carmen y las cigarreras y al torero, triunfador en el Coso taurino. Y estamos acostumbrados a que nos narren la historia. En esta ocasión Don José es José  y no viste casaca militar sino pantalón y camisa. El torero se enfunda en un traje de bailarín de flamenco – chaquetilla de luces y pantalón – y el resto: batitas de percal y trajes cortos de simples, eclécticos y coloridos volantes en ellas – incluida Micaela -, y camisa y pantalón en ellos. Existe un personaje – la Gitana - vestido más al estilo tradicional flamenco, con el que empezamos, y que viene a ser la guía, el ancestro de la Carmen y funciona casi como un destino o la prolongación de la estela de Carmen, que es la auténtica protagonista. El resto son como emanaciones de ella misma. Pero no es una Carmen que recorre un itinerario biográfico, sino que es una Carmen de emociones y sensaciones. Y este es el gran acierto de la Carmen de Oller. Quienes conocen todo el contexto que rodea a Carmen, bien por la Ópera de Bizet, la obra de Merimée e incluso el ballet de Marius Petipa - que fue antes que la ópera – podrán reconocer apuntes de los personajes: El inicio de José recorriendo de izquierda a derecha la terraza del fondo como si de un centinela se tratara; la conversión de los bailarines en toros al arrastrar hacia atrás sus pies, como frecuentan a hacer estos berracos antes dembestir ; el humo de los cigarrillos; los mantones de Manila que en manos del Torero se transforman en capas para torear y seducir a las mujeres etc.

Nada hay desaprovechado dramática y balletísticamente a nivel de espacio y vestuario: el mantón funciona como capa torera, como ropaje sensual, como abrigo de la desnudez, como prenda de vestir al uso en el pasodoble; el tema del tabaco, siempre sensual, antes del Fumando Espero de las cupletistas y Sara Montiel, va desde la seducción hasta la expresión de vida; el albero y por tanto el coso taurino, sugerido en la arena que lentamente se esparce sobre el suelo de la terraza; y el agua expulsada a borbotones desde el bidón de la terraza de plena evocación: vida purificadora y el abrirse de las entrañas de Carmen en la muerte. El final de los amantes agredidos bajo el agua, recuerda la arena de la hormigonera que sepultaba a Romy y July (Romeo y Julieta), al final, en una versión de ese ballet de Oller.
FOTO: COMPAÑÍA METROS


FOTO: COMPAÑÍA METROS
Con esta Carmen, al buscar su esencia, Oller extrae lo más significativa de la historia de Próspero Merimée que muchas veces aparece como el tópico del s. XIX español y de la época romántica. Carmen es un personaje calidoscópico. A primera vista aparece como un “putón verbenero” y los pseudopsicológos le atribuirían el término de “ninfómana”. En un segundo momento es la mujer sinceramente enamorada y al mismo tiempo la mujer instintiva que no se somete a nada. Es la mujer que se niega a ser una muñequita de porcelana en manos de los hombres. Es la mujer sobreviviendo y a veces débil, que necesita del hombre tierno. Este último aspecto Oller lo expresa lírica y poéticamente, tras la agresión a Carmen a la que le han lanzado el agua de un cubo. José arropa su desnudez con su cuerpo y el mantón en un contenido y, casi, paso a dos de gran lirismo.

Después está la danza. Ramón Oller se mueve, desde sus inicios, en la llamada danza contemporánea, pero es de los coreógrafos que no tiene ningún empacho en utilizar un estilo de danza u otro según convenga. Por lo que se le ha visto no tiene ningún prejuicio sobre ningún estilo. Se podría decir que es de formación ecléctica y ese eclecticismo lo lleva a sus coreografías.

En este caso Carmen bebe del flamenco, del estilo clásico, de la danza contemporánea e incluso del pasodoble. La gran virtud es que sabe hilvanarlos y entretejerlos de un modo natural. Prácticamente todas las escenas son muy expresivas y de gran impacto dancístico, tanto a nivel de solos como coreútico. Cabe subrayar el contraste entre el pasodoble que  interpreta el cuerpo de baile y el paso a dos lírico de Carmen y José. El baile de José – de menos protagonismo en la narración - va más por la parte lírica y apunta pasos de clásico. Esta sutileza balletística transforma a José en un ideal de Carmen y casi en un espíritu del sentimiento amoroso, en contraste con el baile flamenco del Torero, más pasional y carnal.
FOTO: COMPAÑÍA METROS

Hay que destacar el baile flamenco, concretado en el zapateado, de Mari Carmen García, en el papel de la Gitana. Es un personaje bien construido y de múltiples sugerencias: la gitana, la tradicional Carmen, el destino que guía y marca la evolución del personaje de Carmen…  También el flamenco del Torero es de gran expresividad.

Toda la compañía muestra una gran precisión y conjunción, entretejiendo admirablemente este eclecticismo dancístico. La francesa Sandrine Rouet (Carmen) brilla especialmente con fuerza y precisión, así como da al personaje una gran calidad interpretativa. Es bailarina segura. Rubén Olmo (Torero) mantiene una buena planta y su estilo, más cercano al flamenco, es un contrapunto eficaz al conjunto. Javier García (José) campea por un baile más lírico y más cercano a movimientos clásicos. Queda más apagado, no como bailarín, sino como personaje ya que el protagonismo de Carmen es muy fuerte. Las composiciones con Sandrine Rouet, siempre líricas, son de una gran belleza y consiguen una buena conjunción balletística. Mari Carmen García (Gitana), en un papel de acompañamiento al personaje principal, sigue un discreto pero eficaz estilo flamenco. De gran efectismo teatral su relación con el agua al final.


FOTO: COMPAÑÍA METROS
Si ya novedad es el modo de abordar la temática de Carmen y su expresión a través de los diversos estilos, lo es también en el momento de elegir la música. La más socorrida para los ballets de Carmen ha sido la partitura de la ópera de Bizet como Suite o fragmentos. Aquí también se recurre a fragmentos de la mencionada ópera, potenciando el tema de la Habanera, pero se han incluido también temas de la cantante Martirio en su disco Flor de piel.  Le proporcionan un aire de actualidad. La habanera de la ópera, vuelve a reproducirse al final del momento de la muerte, pero con una gran variante: los acordes son de guitarra y la voz es de la propia Martirio, la cual canta en francés. Suena a lamento, resulta muy expresiva y autóctona. 

La Carmen de Oller nos entrega a una Carmen llena de vida. Un manantial a borbotones.


José Ramón Díaz Sande
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