.:: Crítica Danza ::.

PINK FLOYD BALLET
en

EL TEATRO MATADERO
de
MADRID

POR LA COMPAÑÍA JAPONESA

TOKYO ASAMI MAKI BALLET

LUCÍA LACARRA, ECHOES
Y
SLYDE CON SU HIP-HOP
LLUVIA DE APLAUSOS


Título: Pink Floyd Ballet
Coreografía: Roland Petit
Música: Pink Floyd
Iluminación: Jean Michel Desire
Vestuario: Hanae Mori Co
Repetidores: Luigi Bonino/Jan Broeckx
Maestros de baile: Sachiko Hazaña-Naoya Kojima
Sonido: Koici Ishii
Estrellas invitadas: Lucía Lacarra, Cyril Pierre, Lienz Chang, Altankhuyag Dugaraa, y los street dancers Slyde, Dara, Amala, Fish y Bruce
Compañía: Tokyo Asami Maki Ballet
Director artístico: Kyoto Mitani
País: Japón
Duración aproximada: 1 hora y 30 minutos
(sin intermedio)

Estreno en Madrid: Teatro Matadero,
2–VIII-2006.

LUCÍA LACARRA/CYRIL PIERRE

En 1973 Roland Petit, siempre investigador de formulas nuevas, conoció la música del grupo Pink Floyd y se interesó por mezclar música rock y estilo clásico. Así nació una primera versión con tres temas. Fue una gran novedad y un éxito. Durante los años siguientes la nueva coreografía entró en el repertorio.

En el 2004 la compañía japonesa de Ballet Tokyo Asami Maki Ballet, decidió retomarla. Para ese entonces ya se habían añadido algunos temas y, en esta ocasión, el propio Roland Petit volvió a revisarla y añadió otros más, hasta un total de 12. Volvía una novedad siguiendo la línea de sus comienzos. Le había llamado la atención un ritmo nacido en las calles: el break dance. Baile Hip-Hop que ya llevaba exhibiéndose, a veces improvisadamente, por las calles de las ciudades. Lo incorporó a la coreografía con el tema musical Run Like Hell de Is There Anybody Out Ther?
 
La versión de este 2006 es la misma que la del 2004. Como visión de conjunto es un buen espectáculo de muchos bailarines uniformados en mallas blancas y que en los complicados y milimétricos desplazamientos de líneas y formas grupales tuvieron pocos fallos. Anotar esta particularidad es necesario, una vez que muchos de los movimientos mecanicistas y los diversos dibujos de las líneas exigen un perfeccionismo virtuoso coral como lo exigen los grandes ballets clásicos. A ello hay que añadir la impecabilidad de Lucía Lacarra y sus dos pateneaires en los pasos a dos – Cyril Pierre y Liezn Chang (estéticamente, este último, subido de peso) -, en los que Lucía muestra sus grandes dotes, al crear unas magistrales líneas de cuerpo y una gran elasticidad, así como una extensión de piernas, rebasando los 180 grados. Muy sugerente su elevación en el aire desapareciendo entre cajas.

Una de las atracciones y novedades era el añadido hip-hop para esta versión del 2004. Es lo que le da mayor contemporaneidad, frescura y un nuevo aire. Tanto su protagonista Slyde como el grupo, hacen gala de un estilo ágil y vivo. Es un bloque insertado y al margen de todo el conjunto clásico. Tiene su razón de ser en la línea inicial de cuando se creó la coreografía: el sentido de innovación del movimiento, la música, los estilos y la mezcla de ellos. Por parte del público, ellos fueron los que – a excepción de los pasos a dos de Lucía – arrancaron aplausos de entusiasmo y bravos de grupos de espectadores más jóvenes. Daba la sensación de que les llegaba algo más que el respetuoso silencio y comedido aplauso que utilizó para con las anteriores coreografías.

De todas las coreografías de conjunto, con una base muy fuerte del estilo clásico y pinceladas de danza contemporánea, sobre todo en lo que se refieren a los brazos - hacia dentro/hacia fuera/arriba/abajo - , hay que destacar Echoes. Toda ella es un prodigio de imaginación en lo que al movimiento, desplazamientos de líneas y apoteosis final al estallar en una gran profusión de ramas – los brazos –, metáfora del árbol humano.
 
Vuelvo a insistir que es un buen espectáculo, que muestra la capacidad y la profesionalidad de toda la Compañía. Hay momentos de gran virtuosismo que asombran, pero más por su espíritu un tanto circense del “más difícil todavía”. Sin embargo se asiste un poco fríamente, sin que uno se llegue a entusiasmar o a emocionar. Causa de ello, probablemente, es que los años pesan y que el experimento de bailar puntas sobre ritmo modernos y el de aplicar ciertos conceptos del teatro musical al ballet, en el 2006 no es nuevo. De todos modos Roland Petit fue de los primeros.

Echoes y los pasos a dos de Lucía, Cyril Pierre y Lienz Chang fueron los que levantaron el fervor del público.

Roland Petit no se ha prodigado mucho por España, salvo con una Carmen en el patio del Cuartel Conde Duque, allá por el 1988. En su haber muchas coreografías de todos los estilos.

Una última apostilla. El teatro Matadero – amplio escenario – se ha montado para albergar espectáculos de Gran Formato. En esta ocasión la abundancia de bailarines en los corales totales, redujo el amplio escenario.


José Ramón Díaz Sande
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