La Muerte de un Viajante. Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo.   
Domingo, 03 de Enero de 2010 16:33

MUERTE DE UN VIAJANTE

Sueño amargo
[2010-01-03]

Resulta oportuna la recuperación de esta cumbre del teatro del siglo pasado porque el mundo que describe, el que surgió de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, se parece mucho al que vivimos, tanto que, para establecer el paralelismo,

 


MUERTE DE UN VIAJANTE

Sueño amargo

Resulta oportuna la recuperación de esta cumbre del teatro del siglo pasado porque el mundo que describe, el que surgió de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, se parece mucho al que vivimos, tanto que, para establecer el paralelismo, no es necesario acercar la acción a nuestro tiempo ni mudar los escenarios en los que transcurre la acción ni vestir a los personajes de acuerdo con la actual moda.  Incluso se diría que, en esta ocasión, se hace especial hincapié, a través de la música y de las imágenes que se proyectan, en subrayar la época en que Miller situó su tragedia, la del sueño americano.
FOTO: ROS RIBAS

 Ese falso sueño que se inventó para ocultar una realidad espantosa en la que el hombre no era otra cosa que una herramienta desechable al  servicio del capitalismo. Se hizo creer que cualquier ciudadano, incluso los pertenecientes a los estratos más bajos de la escala social, tenía a su alcance llegar a los puestos más altos. Sólo se le exigía voluntad y esfuerzo.             

                                     
Se encontraban centenares de ejemplos de gentes que se habían hecho a sí mismos y que, desde la nada, habían creado imperios. Era un entusiasmo contagioso. ¿Quién con una pizca de patriotismo osaba negar esa realidad, decir que, a pesar de todo, en ese retablo de las maravillas, él veía al emperador desnudo? ¿Quién iba a desafiar al resto de los mortales recordando que, siendo verdad que se daban casos de que el sueño se alcanzaba, por cada uno de ellos había muchos miles que se convertían en pesadillas?  Porque lo terrible es que, los que fracasaban, procuraban ocultarlo, disimulaban su derrota y, con su mentira, engordaban el censo de los triunfadores. Tuvo que venir Arthur Miller, para en 1949, el mismo año de la Historia de una escalera, de Buero, meterse en la casa de Willy Loman, un mediocre viajante de comercio, y desvelarnos cuál era la vida de un americano medio. Lo mismo que ahora llevan los ciudadanos de cualquier parte del mundo libre, sepultados por una crisis que ellos no han provocado, pero a cuyo coste deben hacer frente. ¿Quién como Willy Loman no ha perdido su puesto de trabajo o está a punto de perderlo, justo cuando ha entregado a su empresa toda su energía? ¿Quién no está agobiado por las dificultades para llegar a fin de mes y por una hipoteca que acabará de pagar, en el mejor de los casos, un día antes de su muerte?  ¿Quién no descarga en su familia la frustración de su fracaso laboral o se enfrenta a unos hijos que no satisfacen sus expectativas, quizás por culpa suya? ¿Cuánto tiempo puede soportarse fingir ante los amigos o los vecinos la verdadera situación? ¿Cuántos acaban venciendo su miedo al suicidio? Tragedia de un ayer todavía cercano; tragedia de hoy y mucho me temo que de mañana. Obra oportuna para recordarnos que las buenas noticias, como el triunfo de un negro en las elecciones americanas, hay que acogerlas con esperanza, pero sin olvidar cuan peligrosos son los espejismos.

 

Mario Gas ha hecho un trabajo riguroso y ejemplar, que deja de lado la tentación del melodrama y se adentra sin reservas por los territorios, que tan bien conoce, de la tragedia clásica. Su puesta en escena no rompe con las anteriores vistas en España, las de Tamayo y Pérez de la Fuente, que, a su vez, siguieron al pie de la letra las indicaciones del autor. En ese terreno, la única aportación novedosa es la incorporación al tejido escenográfico del video. Por otra parte, ha respetado la integridad del texto original, magníficamente traducido por Eduardo Mendoza. Maneja un vocabulario rico y ajustado que produce un lenguaje en el que lo poético y el desgarro trágico  van la mano. El crítico, que vertió algunos reproches sobre un trabajo reciente del escritor, celebra que, en esta ocasión, su juicio sea otro bien distinto.

 

El reparto, integrado en su mayoría por actores poco conocidos en los escenarios madrileños, es excelente. El Willy Loman  de Jordi Boixaderas  es, a un tiempo, el individuo vulgar que se ha ido dejando los mejores años de su vida en una viaje inacabable por carreteras y hoteles de mala muerte, y un Ulises perdido en las agitadas aguas del capitalismo, que busca desesperado una Ítaca inexistente. El soñador que finge creerse sus propios sueños, el fabricante de falsas sonrisas para vender mejor su mercancía, el tipo que dice gozar del aprecio de sus clientes, se va convirtiendo a lo largo de la representación, de forma admirable, en la imagen de la derrota. Rosa Renom conmueve en el papel de la esposa sumisa y humillada que, conociendo el alcance del drama familiar, trata de poner diques para que no se desborde. En una pieza en la que, con la excepción de Linda Loman, los mejores papeles están reservados a personajes masculinos, cabe destacar, entre éstos, el de Biff, el hijo mayor del matrimonio,  muy bien interpretado por Pablo Derqui.


Título:
Muerte de un viajante.

Autor: Arthur Miller.

Traducción del inglés: Eduardo Mendoza.

Escenografía: Miguel Ángel Coso y Juan Sanz.

Vestuario: Antonio Belart.

Iluminación: Carles Lucena.

Video: Álvaro Luna.

Sonido y banda sonora: Alex Polls.

Fotos: Ros Ribas

Caracterización: Antoñita, vda de Ruiz

Ayudante de dirección: Montse Tisé

Ayudante de escenografía: Marianela Morales  
Ayudante de vestuario: Rosa Solé                    

Coordinador técnico: Marc Amigó                   

Regidora y utilería: María de Frutos

Producción ejecutiva: Múria Juncà

Ayudante de producción: Meri Notario

Making off: Raquel Cors

Producción: Teatro Español, Teatre Lliure y el Canal Centre d’Arts Esceèniques Salt/Girona

Intérpretes: Jordi Boixaderas (Willy Loman), Frank Capdet (Howard), María Cirici (Miss Forsythe, Jenny), Carles Cruces (Stanley), Pablo Derqui (Biff Loman), Camilo García (Charley), Anabel Moreno (Mujer), Guillem Motos (Bernard), Rosa Renom (Linda Loman), Raquel Salvador Letta), Víctor Valverde (Ben) y Oriol Vila (Happy Loman).

Dirección: Mario Gas.

Duración: 3 horas y 10 minutos con intermedio           
Estreno en Madrid: Teatro Español, 10-VI-2009.  

    FOTO: ROS RIBAS.
  FOTO: ROS RIBAS.

 

JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

 

 
Teatro Español
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Última actualización el Sábado, 22 de Mayo de 2010 16:02