Cantando bajo las balas. Crítica. Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo.   
Lunes, 05 de Abril de 2010 06:13

CANTANDO BAJO LAS BALAS
ESPERPENTO CASTRENSE

[2008-12-31]

El fantasma de Millán Astray, el fundador de la legión, abandona su tumba y, envuelto en brumas, regresa al mundo de los vivos para rememorar el suceso vivido en Salamanca, en plena Guerra Civil, cuando en un acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad, en presencia, entre otros ilustres invitados, de Carmen Polo de Franco y de José María Pemán, se enfrentó violentamente a Unamuno.


CANTANDO BAJO LAS BALAS
ESPERPENTO CASTRENSE

Título: Cantando bajo las balas.
Autor: Antonio Álamo.
Escenografía y vestuario: José Ibarrola.
Iluminación: Roberto Cerdá
Producción: K. Producciones
Ayudante de dirección: Daniel Moreno
Fotografías: Chicho
Dirección de producción: Daniel Moreno
Producción ejecutiva: Cristina Elso
Música original y espacio sonoro: Mariano Marín.
Interpretes: Adolfo Fernández (Millán Astray) y Mariano Marín (Músico).
Dirección: Álvaro Lavín.
Estreno en Madrid: Teatro Valle-Inclán
(Sala Francisco Nieva), 27 – XI - 2008.


ADOLFO FERNÁNDEZ
FOTO: CHICHO



FOTO: CHICHO
El fantasma de Millán Astray, el fundador de la legión, abandona su tumba y, envuelto en brumas, regresa al mundo de los vivos para rememorar el suceso vivido en Salamanca, en plena Guerra Civil, cuando en un acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad, en presencia, entre otros ilustres invitados, de Carmen Polo de Franco y de José María Pemán, se enfrentó violentamente a Unamuno. Las palabras que cada uno de ellos pronunció ilustran y resumen lo sucedido. El intelectual dubitativo, a la sazón rector de la docta institución, dolido por los excesos de los sublevados, les advirtió que vencerían, pero no convencerían, a lo que el militarote respondió con un ¡Viva la muerte! Y ¡Muera la inteligencia! Más no se limita el resucitado a dar su versión de aquel grave incidente, sino que, haciendo gala de su labia cuartelera, va desgranado otros episodios de su biografía. Así, los que saben poco de ella, son informados, entre soflamas y canciones patrióticas y mundanas, de sus vivencias africanas, muchas compartidas con su colega Franquito; de cómo en aquel escenario ganó medallas al tiempo que iba perdiendo partes de su cuerpo, desde un ojo a un brazo hasta convertirse en el mayor mutilado de guerra habido en España; de lo que pensaba de los demás sublevados contra la República, en especial de los falangistas, que no eran santos de su devoción; y hasta no se priva de dar cuenta de algún detalle de su vida privada, como aquél en el que recién casado, su esposa le anuncia que ha hecho voto de castidad. Lo que vemos sobre el escenario provoca sonrisas y hasta carcajadas, pero aquello fue el aperitivo, entonces patético, de lo que vendría después con el concurso necesario de ese y otros iluminados que se creían dueños y señores de España.
 
El texto, presentado en forma de monólogo, es una obra menor en el conjunto de la producción de Antonio Álamo, pero no desmerece de ella. Su retrato del general, hecho con trazos gruesos y rápidos, contiene muchas de sus virtudes dramáticas, resaltadas por la excelente interpretación de Adolfo Fernández. Rodeado por un grupo de grotescos monigotes, entre ellos los de Unamuno y Carmen Polo, y subrayada su actuación por el acompañamiento al piano de Mariano Marín, el actor se entrega a un delirante ejercicio en el que rinde homenaje al esperpento.  Claro que el individuo que inspira al personaje era el ejemplo vivo del invento valleinclanesco.
ADOLFO FERNÁNDEZ
FOTO: CHICHO


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Jueves, 18 de Agosto de 2011 17:17