Cymbeline. Crítica. Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo.   
Sábado, 27 de Marzo de 2010 18:16

CYMBELINE
EL REY DE BRETAÑA
EN EL PALACIO DE BUCKINGHAM

[2007-08-31]

De un tiempo a esta parte, es frecuente la presencia en nuestros teatros públicos de compañías inglesas que ofrecen obras de Shakespeare, algunas nunca representadas en España.


 

CYMBELINE

El rey de Bretaña
en el palacio de Buckingham


Título: Cymbeline.
Autor: William Shakespeare.
Escenografía: Nik Ormerod.
Diseño de luces: Judith Greenwood.
Música: Catherine Jayes.
Diseño de sonido: Ross Chatfield.
Peluquería y maquillaje: Sarah Louise Packham
Director de Casting: Siobhan Bracke
Supervisión de vestuario: Angie Burns
Compañía: Cheek by Jowl.
Ayudante y Movimiento: Jane Gibson
Trabajo de Voz: Patsy Rodenburg
Movimiento: Isabel Baquero
Director técnico: Simon Bourne
Manager: Anna Schmitz
Ayudante de dirección: Owen Horsley
Intérpretes: Gwendoline Christie (Queen), Tom Hiddleston (Postumo/Cloten), Jodie McNee (Imogen), David Collings (Cymbeline), Richard Cant Pisanio), Guy Flanagan Iachimo), Laurence Spellman, Jake Harders, Claire Cordier, Ryan Ellswoorth Belarius), John Macmillan (Guiderius), Daniel Percival (Arviragus), Laurence Spellman (Caiius Lucius), Jake Harders (Doctor), Lola Peploe (Helen), Claire Cordier,David Caves (Company) y Mark Holgate (Company).
Dirección: Declan Donnellan.
Estreno en Madrid: Teatro Español, 19-VII-2007.


JODIE MCNEE y COMPAÑÍA

JODIE MCNEE/GUY FLANAGAN


JODIE MCNEE/TOM HIDDLESTON
De un tiempo a esta parte, es frecuente la presencia en nuestros teatros públicos de compañías inglesas que ofrecen obras de Shakespeare, algunas nunca representadas en España. Ello nos está permitiendo conocer aquella parte de su repertorio de la que, salvo los estudiosos de su teatro, poco sabíamos. Es el caso de Cymbeline, producción de la compañía Check by Jowl, que no hace mucho nos ofreció una memorable versión de The changeling.

En esta pieza escrita en 1609, cronológicamente emparentada con Cuento de invierno (1611) y La tempestad (1612), Shakespeare crea una galería de personajes disparatados, cuyos comportamientos dan lugar a innumerables enredos amorosos e intrigas provocadas por la ambición de poder que sólo, en el tramo final, son resueltos satisfactoriamente. Nos presenta, entre a otros, a Cimbelio, rey de la entonces provincia romana de Bretaña, padre de Imogena y de dos varones a los

TOM HIDDLESTON
que, secuestrados en su infancia, da por muertos; a su segunda esposa, que ha aportado al matrimonio un hijo llamado Cloten; y a Leonato Póstumo, que se ha casado en secreto con la hija del monarca, lo que provoca un gran disgusto a su madrastra, que ve así desbaratado su proyecto de casarla con su vástago. Instigado por su indignada cónyuge, el rey destierra a Leonato, quien se establece en Roma. Allí, el atribulado y confiado joven, seguro de la fidelidad de Imogena, acepta entregar su anillo de boda al romano Iachimo si éste consigue ganarse, como asegura, los favores de su esposa. Fracasados los intentos de conquista del retador, éste finge haber quebrado la resistencia de la virtuosa joven. Habiendo logrado entrar de forma subrepticia en su alcoba, aporta como prueba de su éxito la detallada descripción de la estancia y del cuerpo desnudo de la deseada dama, que ha podido contemplar mientras dormía. La venganza de Leonato no se hace esperar: ordena a su criado Pisando que dé muerte a la esposa infiel. Más éste, compadecido, le desobedece y proporciona a la joven ropas de hombre para que escape. En un bosque encontrará la fugitiva, sin reconocerlos, a sus hermanos desaparecidos, que le brindan su protección. Se suceden escenas sorprendentes, en las que no faltan cuerpos decapitados y falsos envenenamientos que dan lugar a peligrosos equívocos, a los cuales se suman a otras confusiones causadas por el travestismo de la protagonista. Hay también batallas entre los ejércitos imperiales y los de la provincia rebelde, cuyo signo va cambiando, de modo que quien parece ganarlas acaba derrotado. En su transcurso, los actos de crueldad se mezclan con los gestos de clemencia… Al cabo, cuando todo parece oscuro y que la violencia acabará imponiéndose, el genio de Shakespeare arroja luz sobre la escena y el orden queda felizmente restablecido.
 

RYAN ELLSWORTH/DANIEL PERCIVAL
JODIE MCNEE/JOHN  MCMILLAN
Hay quién percibe en Cymbeline, como en buena parte de su teatro postrero, una profunda transformación del autor inglés, tanto en sus contenidos como en la forma de plantearlos. Dicen que se aleja de la tragedia y, por otra parte, llaman la atención sobre su insistencia en mostrar sin disimulo los recursos dramáticos de los que se sirve. Respecto a la primera cuestión, lo atribuyen a que, en el tramo final de su vida, el escepticismo y una mirada nueva más condescendiente sobre el ser humano le llevaron a limar las aristas de sus argumentos. En el aspecto formal, afirman que el creador hace uso de una libertad que, dado su prestigio, nadie era capaz de reprocharle. Otros, en cambio, consideran que tales cambios son menos profundos de lo que aparentan, siendo el anuncio de que el escritor había emprendido la búsqueda de nuevas vías teatrales. La verdad es que, en el proceso seguido, hay más evolución que ruptura. La corte de Bretaña que se nos muestra es tan corrupta como la de los tiempos de Lear, la de Dinamarca o la inglesa cuando reinaba Ricardo III y las intrigas y afición por el crimen en nada se diferencias de las que movían a sus miembros. Por otra parte, lo que parece un repentino gusto por el artificio teatral no es nuevo, pues está presente a todo lo largo de su producción anterior. En Macbeth, escrita tres años antes, hay continuas referencias que asocian el teatro con la idea del juego. Ángel Conejero ha aludido a la ingenuidad, sin duda deliberada, de algunos de los mecanismos utilizados por el autor en la mencionada obra, que, tras la apariencia de trascendentales, no son sino trampas tan antiguas como el teatro mismo. Por ejemplo, el papel que juegan las brujas o la idea de que el bosque de Birnam se mueva.
 
Declan Donnnellan ha trasladado la acción a una imaginaria – o no tanto - corte inglesa de mediados del siglo pasado, licencia que no hay que reprocharle, pues la Bretaña que describe Shakespeare dista mucho de parecerse a la real. El acercamiento a nuestra época no sorprende al espectador. Al contrario, le permite verificar que aquellas intrigas familiares con truculentas consecuencias que tenían lugar en el seno de nobles familias perduran en nuestros días. En esto, el mundo ha cambiado poco.
RICHARD CANT


DAVID COLLINGS
Los actores son los grandes protagonistas del espectáculo y todos los demás aspectos de la puesta en escena parecen estar puestos a su servicio. Así sucede con la escenografía concebida por Nick Ormerod, resuelta con antiguos telones, que, al alzarse, muestran un escenario casi desnudo. Tom Hiddleston, que asume los papeles de Leonato Póstumo y de Cloten, ambos pretendientes de Imogena, de personalidades dispares, pasa con suma facilidad de ser el joven e ingenuo enamorado casado con la protagonista, al arrogante y necio hijo de la reina madrastra. Jodie McNee muestra en una delicada interpretación los cambios de fortuna que se van produciendo en la vida de Imogena, legítima heredera de Julieta, la enamorada de Romeo. A la felicidad que preside su boda secreta con Leonato Póstumo sigue el resignado dolor por la separación provocada por el destierro del esposo, la inteligente defensa de su virtud, puesta a prueba por el tramposo seductor romano, su capacidad para despertar la compasión de quien debe ser su verdugo y, en fin, las peripecias a las que se enfrenta bajo su disfraz masculino. Un recorrido en el que el espectador, atrapado por su dulzura de la heroína, la acompaña de buen grado. David Collings y Gwendiline Christie son unos divertidos reyes de opereta, tonto él y malvada ella. El resto del reparto, en papeles más discretos, está a la altura de los actores citados, poniendo su enorme calidad interpretativa al servicio de unos personajes menores. En sus manos, éstos cobran un protagonismo que, en otras circunstancias, pasaría desapercibido.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Jueves, 29 de Abril de 2010 16:40