Flor de Otoño. Reseña1983. Crítica. Imprimir
Escrito por Juan Luis Veza.   
Jueves, 29 de Abril de 2010 07:58
MÁS PLUMAS QUE DESAFÍO
FLOR DE OTOÑO
JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

[2005-10-14]

Es la primera vez que en España se montaba espectacularmente Flor de Otoño.


RESEÑA, 1983
NUM. 142, pp. 24

MÁS PLUMAS QUE DESAFÍO

FLOR DE OTOÑO

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

Es la primera vez que en España se montaba espectacularmente Flor de Otoño. Coincide también con la política teatral de traer espectáculos de otras autonomías a Madrid, o lo que se empezó a llamar descentralización del teatro.





CARLOS PERIS, ABEL FOLK

CRISTINA SEPULCRE

RAFAEL RODRÍGUEZ
SEBASTIÁN ANTÓN

ANDREU SOLSONA
CRISTINA SEPULCRE
FOTOS: PEDRO PABLO HERNÁNDEZ (1982)
Título: Flor de Otoño.
Autor: José M. Rodríguez Méndez.
Escenografía, vestuario, luces: Carlos Cytrynowski.
Música: Pedro Luis Domingo.
Coreografía: Julia Grecos.
Baile de salón: Rafael y Luis Méndez.
Control de voz: Esteve Grasset.
Diseño de cartel y ayudante de escenografía: Jovita Pastor.
Realización escultórica: Vicente Luna.
Producción: Consejería de Cultura de la Diputación de Valencia, el Ayuntamiento de Valencia, el Teatro del Arte, (relacionado con la Universidad valenciana), el Ministerio de Cultura, y como anfitrión el Ayuntamiento de Madrid.
Intérpretes: MONTSERRAT SALVADOR (Doña Nuria de Cañellas, (Viuda de Serracant), CARLOS PERIS (LLuiset / Flor de Otoño, (su hijo), ABEL FOLK (El Ricard), PEPE SOBRADELO (El Surroca), CARMEN SANCHIS (Pilar (la criada)), FERNANDO CATALA (Un vigilante nocturno, Camrero 1º, Un camàlic català), PEPE-LU (Policía secreta 1º, El portero del Cabaret, Un camàlic català), GABRIEL TORRERO (Policía secreta 2º, El sarasa del abanico, El comandante de la prisión), JAIME PUJOL (El secretario de Gobierno Civil, El chulo de la cicatriz, Estudiate 1º), MANUEL HENARES Un señor gordo (tío de Lluiset), Policía secreta en el Cabaret, Un señor gordo), ANDREU SOLSOA (Un caballero flaco (tío de Lluiset), Policía secreta en el cabaret, Uns eñor flaco, el mal-ferit), ENRIC GARCIA (Un señor jorobado, (tío de Lluiset)), MARINA NAVARRO (Una señora regordeta (tía de Luiste), Buscona 1ª, la vella del cabàs), CARME ALONSO (Una señora rubia, (tía de Lluiset), Buscona 2.a ), ROSA PASTOR y JOSE FRANCISCO CERVERA (Una modistilla endomingada y su gachó), AMALlA ROSA (La planxadora), PASTOR FERRE (La del guardarropa, la que se peina), JOSEFA MEllO y RAFAEL CALATAYUD (Un matrimonio de diplomáticos), RAFAEL CALATAYUD (Un hombre que come, un sacerdote), JOSE FRANCISCO CERVERA (El teniente defensor), JOSEFA MEllO (La mujer que lava la ropa), PACO MAESTRE (El viudo de La Asturianita, Guardia civil 2º), VICENTE SORIA (Guardaespaldas 1.°, Guardia civil 1º), SEBASTIAN ANTON (Guardaespaldas 2.°, El caloyo del farol, El noi dels coloms, Un centinela), ROCIO CABEDO (Una vicetiple de la Compañía de Sugranyes, la mujer ensimismada ), RAFAEL RODRIGUEZ (Camarero 2.°, Un caloyo), CRISTINA SEPULCRE (La golfa carterista, La noia del mostrador), PEPE MARTI (El travesti del turbante, Estudiante 3º), RAMON MORENO (Un cabo, Un camàlic gallego), SALVADOR BOLTA (Un teniente, Un camàlic andaluz), ANGEL BURGOS (Un sanitario, Estudiante 2º), CARME SANCHIS (Pilar), (este reparto es con el que se estrenó en Valencia)
Obertura: Grupo de baile español (Sebastián Antón, Salvador Bota, Angel Burgos, Rocío Cabedo, Josefa Melió, Jaime Pujol, Rafael Rodríguez, Vicente Soria.
Grupo de Baile de Salón: Rafael Calatayud, Amalia Ferre, Ramón Moreno, Cristina Sepulcro y Pepe Sobradelo.
Dirección: Antonio Díaz Zamora.
Estreno absoluto en Valencia: Pincipal Teatre, inauguración temporada 1982/83
Estreno en Madrid: Teatro Español, diciembre, 1982.


DESCENTRALIZACION

La variada programa programación del Teatro Español ha abierto un capítulo más ofreciendo su escenario a unos, nuevos invitados. No se trata de extranjeros en rápida visita, como últimamente el Grand Magic Circus o Darío Fo, sino españoles de otra «nacionalidad», concretamente de Valencia. No es la primera vez que llega a Madrid un montaje nacido en otra región (hemos visto a catalanes, andaluces, gallegos, vascos, canarios, etc.), pero en esta ocasión el espectáculo se presenta con tanto apoyo institucional de aquella autonomía, que nos coloca ante una posible muestra del soñado teatro descentralizado, oficialmente descentralizado.

Colaboran en su producción la Consejería de Cultura de la Diputación de Valencia, el Ayuntamiento de Valencia, el Teatro del Arte, (relacionado con la Universidad valenciana), el Ministerio de Cultura, y como anfitrión el Ayuntamiento de Madrid: todo un telón de fondo oficial para abrigar económica y moralmente este trabajo. Y como además el conjunto de actores y director no presenta los hombres estrella habituales, uno acude a la función estimulado, con la esperanza de ver lo que darán de sí tales nombres con tales respaldos.
 

PROYECTO AMBICIOSO


CARLOS PERIS
Sólo con mucho entusiasmo y abundantes medios se puede abordar un montaje que presenta dificultades desde el mismo punto de partida: «La obra resultó difícil de construir y de escribir (...) Pero más difícil resultaba, quizá, llevar a la escena una maquinaria tan complicada (...) Por eso, aunque muchos directores habían pedido montarla, al fin desistieron ante tantas dificultades» - explica el propio autor.

La obra, en efecto, se desarrolla en diez ambientes distintos, lo que equivale a otros tantos decorados o al menos un ingenioso sistema para simplificarlos sin empobrecer el espectáculo. El reparto abarca a veintinueve actores, la mayoría de los cuales se desdobla en varios papeles, con la consiguiente multiplicación de vestuario. En la sombra funciona también un nutrido equipo técnico, a la altura de tales exigencias. Añádase la importante partitura de música original y efectos sonoros, la compleja coreografía... En fin, un despliegue de fuerzas que llama la atención sobre todo cuando la penuria habitual tiende a producciones más reducidas y modestas. Si uno tiene la ocasión de conocer el programa amplio del espectáculo (veintiocho páginas, quince fotografías) comprende que detrás del despliegue humano hay también un serio despliegue económico.

MONTAJE ESPECTACULAR

Si el proyecto era complejo, la dirección no ha sido menos ambiciosa. La primera muestra la encuentra el espectador al llegar a la sala y verse rodeado por actores y actrices que dan vida a un inesperado café cantante, cabaret o reino de la ambigüedad, que de todo se reparte. Una evocación de lo que debió ser «La Criolla», escenario barcelonés de la Flor de Otoño histórica en los años 30. Quizás esta abertura musical con sus varios focos de atención, sus alardes de vestuario, su dosis de provocación al espectador, su evolución y remate coreográficos, constituye el capítulo más brillante del espectáculo. Subrayemos que es labor de dirección, porque Rodríguez Méndez no ha comenzado todavía.
CRISTINA SEPULCRE

A lo largo de la extensa función otros elementos vienen a reforzar la espectacularidad: los momentos de escenas masivas con un logrado movimiento de actores; el efecto escenográfico de las grandes esculturas; la invasión de la sala por los actores; la fuerza, en su momento. de la banda sonora ... Pero el hilo del texto no vuelve a permitir nunca una exhibición como la de cobertura.

LA MANO DEL DIRECTOR

Toda esta compleja trama debe ser trenzada por Antonio Díaz Zamora, que asume la dirección. Y hay que decir que no siempre está igualmente lograda... Junto a momentos brillantes, como la secuencia del Paralelo y el cabaret, el ritmo decae en alguna transición o escena, como la del consejo de familia.


ANGEL BURGOS
Quizás por haber introducido de pronto con código expresivo distinto, menos realista y más cerca del expresionismo, el hecho es que se rompe la línea del espectáculo y entrevemos la mano del director (que debería ser siempre invisible) jugando esa otra clave. También cabe señalar que la primavera libertaria queda menos limpia de lo deseable, y los efectos sonoros ahogan un tanto el texto de los actores que se ven forzados a desgarrar las voces.

Y hablando de actores volvemos a encontrar desigualdades: logros excelentes en personajes casi anecdóticos (esos sabrosos tipos silenciosos que viven en la escena cargados de interioridad) y algunas deficientes intervenciones sobreactuadas, o algún acento regional nada creíble. Montserrat Salvador, en Doña Nuria, es la más convincente en el extenso reparto (en su monólogo final pareció perder el ritmo); y Carlos Peris como Lluiset, Flor de Otoño, cumple sin deslumbrar. Resulta un poco blando para ser «uno de los que más quehacer dan a la policía» (“Mundo Gráfico”, 29-11-1933). Es difícil, sin duda, definir a este escurridizo personaje, no tanto por su ambigüedad sexual sino por su condición de travestido-revolucionario. Me parece más creíble en la escena un personaje ambiguo, sí, pero de más fuerza. Como sugería un conocido crítico madrileño, algo más en la línea de Pavlovski.

FONDO DESVAIDO
 

FERNANDO CATALÁ
SALVADOR BOLTA
JOSE LUIS SAINZ
RAMÓN MORENO
De la mano del personaje central llegamos al fondo del espectáculo. A mi juicio el gran interés de Flor de Otoño no puede estar en la espectacularidad del montaje, sino en las posibilidades dramáticas del tema. La misma complejidad del personaje abogado-cupletista-activista ofrece material para un interesante documento histórico y humano; y a través de él se vislumbran abundantes implicaciones sociales y culturales. Algunas son tan evidentes que indudablemente se encuentran en el montaje. Pero creo que poco potenciadas. La caricatura de la burguesía, por ejemplo, desvirtúa uno de los polos de la tensión social; asistimos al atractivo del oropel cabaretero, pero apenas a los niveles denigrantes del barrio chino; vemos en Lluiset al travestido, pero no al abogado. ¿Hay, quizás, un halo reivindicativo del «flor-de otoñismo» más en las formas que en sus presupuestos ideológicos y sociales?
 

ALBERT FOLK, CARLOS PERIS,
PEPE SOBRADELO
 
 

La impresión final es que esta gran oportunidad para el teatro descentralizado está aprovechada sólo a medias. El espectador queda un poco distraído por lo chocante de la anécdota, por la ambigüedad del travestismo, por el efecto teatral, seguramente porque hay más esfuerzo formal que preocupación de fondo, más plumas que desafío. Y el teatro se hace grande, qué duda cabe, en la medida en que fluye movido por las grandes preocupaciones.

 

 

 

 

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JUAN LUIS VEZA
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