Titus Andrónicus. Reseña 1989. Crítica. Imprimir
Escrito por Miguel Medina Vicario   
Miércoles, 28 de Abril de 2010 18:57
TITUS ANDRONICUS
ESENCIAS DE MAESTRÍA

[2005-07-06]

Era la primera vez que Debora Warner dirigía y su participación en el Festival de Teatro de Madrid fue una gran revelación. Es llamativo que el crítico de entonces Miguel Medina Vicario defina la obra de Debora como “esencias de maestría”.


RESEÑA (MAYO 1989)
Nº 195, pp. 9

TITUS ANDRONICUS
ESENCIAS DE MAESTRÍA


(Era la primera vez que Debora Warner dirigía y su participación
en el Festival de Teatro de Madrid fue una gran revelación.
Es llamativo que el crítico de entonces Miguel Medina Vicario
defina la obra de Debora como “esencias de maestría”.)


Título: Titus Andronicus.
Autor: W. Shakespeare.
Escenografía: Isabetta Bywater.
Iluminación: Wayne Oowdeswetl.
Producción: Royal Shakespeare Company (Gran Bretaña).
Intérpretes: Brian Cox …Royal Shakespeare Company.
Dirección: Debora Warner.
Estreno en Madrid: Sala Olimpia,
9-III-89 (Festival I. de Teatro).

BRIAN COX (TITUS ANDRONICUS)
FOTOS: RICHARD MILDENHALL

Afirma la crítica más convencional que es Titus Andrónicus la tragedia más sensacional en el repertorio dramático inglés. Más justo sería decir que se trata de la más «sensacionalista» por terrible, desgarrada y cargada de tintes melodramáticos. No es, sin embargo, la de mayor perfección formal ni, desde luego, la más emblemática. Y ello porque la influencia del estoico Séneca se hace demasiado evidente. El honor trágico, como causa, se justifica plenamente en su más inmediato efecto: la catarsis. No existe intención de catarsis en Séneca, y la causa, en consecuencia, no cumple con su fin último. Pero Shakespeare, incluso cuando se fija con peligrosa insistencia en las claves de su maestro, deja constancia de su lucidez dramática. Así, esta desganada eclosión de pasiones, situada en Roma, siglo IV a C., ofrece toda la vitalidad de un acontecimiento teatral único que, justamente por desmedido, requiere especial cuidado en su ejecución.
 


BRIAN COX
Todo el cuidado imaginable pone la mítica compañía en su trabajo. Tras casi cuatro horas de trepidante acción se esconden las esencias de su tradicional maestría. Y sea la primera a destacar la de su joven directora Deborah Warner, que ofrece una puesta en escena impecable: tablado de rústica madera recreando, sin necesidad de minuciosidad naturalista, un espacio funcional, austero y primario de acuerdo con las pasiones que sustenta. Atmósfera que acoge en su tensión a la totalidad de los espectadores en una complicidad sangrienta. Allí, los personajes de un momento histórico brutal encuentran un espacio tan auténtico que fuera de él parecen imposibles los acontecimientos. Un total de 28 actores nos recuerdan, una vez más, dónde se conservan y amplían los mejores fundamentos interpretativos. Voces, cuerpos y emociones se funden espléndidamente en una intención colectiva asentada en la disciplina de la técnica. El espectador puede suponer que los mayores o menores protagonismos obedecen a simples razones de edad o características físicas más que a capacidades creativas que cada uno de los actores confirman sobradamente en sus cometidos.

Que un espectáculo teatral pueda observarse así, de forma genérica, en la totalidad de su creación, es la prueba más contundente de su carácter de lección magistral.

 

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MIGUEL MEDINA VICARIO
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