Mediterranea. CND. Reseña 1992. Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Martes, 13 de Abril de 2010 19:10
 
MEDITERRANIA
Un bello canto a la creación

[2007-04-22]

Cuando la Compañía Nacional de Danza todavía se llamaba Ballet Lírico Nacional y Nacho Duato era su director, éste concibió Mediterranea por encargo de la Comunidad de Valencia.


RESEÑA 1992
NUM 232, pp. 25

MEDITERRANIA
Un bello canto a la creación

Cuando la Compañía Nacional de Danza todavía se llamaba Ballet Lírico Nacional y Nacho Duato era su director, éste concibió Mediterranea por encargo de la Comunidad de Valencia. Se trataba de un collage que mostraba el espíritu de esa Comunidad.  Rememoraba sus recuerdos infantiles


Título: Mediterranea.
Coreografía y Escenografía: Nacho Duato.
Música: Jerónimo Maesso, Mahmoud Tabrizi, Peter Griggs, Juan Alberto Arteche, Javier Paxariño.
Vestuario: Luis Devota y Modesto Lomba.
Intérpretes: Catherine Allard, Jennifer Grissette, France Nguyen, Tony Fabre, Mar Baudesson, Raúl Tino, Ricardo Franco, Luis Martín Oya, Marco Berriel, Lars Neubacher, y Ballet Lírico Nacional.
Estreno en Madrid: Teatro de la Zarzuela,
24 de julio de 1992.


FOTO: MICHEL SLOBODIAN

En pleno verano, Nacho Duato estrena en la Zarzuela. Abre boca con dos ballets de sobra probados: el inspirado Jardín Tancat del propio Nacho y el bellísimo Retum ta the Stranged Land de Jiri Kylian. Ambos brillan con luz propia.

El estreno era Mediterranea, montaje de encargo para la Comunidad Valenciana y, lógicamente, estrenado en aquellas costas. Los paisanos quedaron satisfechos y no era para menos.

Castellón, Alicante y Valencia eran los temas a coreografiar. Nacho, inteligentemente, se ha planteado la universalidad de las tres regiones y no el

localismo colorista de cada una de ellas en tópicos «ninóticos». Un fresco blanquinegro traza los lugares comunes - luminosidad, ludopatía, sensualidad y alegría de vivir- que caracterizan la zona y que responden a lo que se ha dado en llamar «espíritu mediterráneo». Los griegos le adjudicaron un dios: Dionisio.


FOTO: M. SLOBODIAN
Siete temas - el aletear de gaviotas y despertar de la costa (introducción), la huerta, el arroz, el mar, las palmeras, el azahar y el fuego - conforman dicho fresco sonorizado por el batir de las olas, el viento, la percusión, los bombazos y un «puzzle» de melodías de Maesso, Tabrizi, Griggs, Arteche y Paxariño.

Un original vestuario encargado a Luis Devota y Modesto Lomba, diseñadores de moda diaria, rompe los moldes del folklorismo para adecuarse a una modernidad simbólica y sugerente en la que se engarza el ser humano con el paisaje, como si el hombre tuviera raíces y ramas como las plantas. Y es que el punto de partida de este ballet es el «plantar» al hombre en la propia tierra. De ahí las primera gaviotas (pájaros) humanas, la palmera que crea Nacho Duato, la huerta en el vestuario multifálico de Catherine Allard o las correas y cueros masocas de toda la compañía para el fuego (la gran mascletá). Una idea brillante, cuya plasmación no la traiciona.

Nacho vuelve a la inspiración de Jardin Tacat: el hombre y la tierra. Por vez primera consigue, en un ballet de mayor duración, la unidad del todo, el «tempus» adecuado y la eficaz y vibrante plasmación poética de la naturaleza -hombre y tierra-. A pesar de que parta de una idea localista - ese repetido espíritu mediterráneo-, la transmite mediante una serie de códigos balletísticos universales y termina por ser un bello canto a la creación.

Cabe destacar la introducción coral de las gaviotas [pájaros (?)], la danza del arroz y las palmeras como elementos de sublimación poética. Espectacular, lleno de fuerza y si se quiere apoteosis final efectista (no peyorativamente) la «mascletá»: el fuego.

En esta ocasión, Nacho se ha dejado llevar más por la inspiración y olvida el cansino dilema ballet clásico y ballet moderno. Parece superado, una vez que en las líneas y movimientos recurre a ambos según lo necesite. También en muchas de sus composiciones crea movimientos propios. Ayuda al conjunto una mayor integración, soltura y conjunción de sus bailarines. Una iluminación muy bien cuidada y una integración de los mínimos elementos escenográficos como personajes completan la eficacia de esta inspirada obra.

Es aquí y no en aquel ingenuo «Opus Piat» donde muestra la posibilidad de nuevos caminos de la danza en España. Da la sensación de que Nacho Duato ha dejado de «mirar atrás con ira».


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande
(1987)


TEATRO DE LA ZARZUELA
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Última actualización el Martes, 11 de Mayo de 2010 11:27