BALLET DEL TEATRO ALLA SCALA DE MILÁN. CRÍTICA. Imprimir
Escrito por JOSÉ R. DÍAZ SANDE.   
Lunes, 10 de Mayo de 2010 09:55

BALLET DEL TEATRO ALLA SCALA DE MILÁN
LA SACRE DU PRINTEMPS ARRANCA EL FERVOROSO APLAUSO

[2005-09-21]

El Teatro Real abre temporada con danza. Su nuevo director Miguel Muñiz parece querer remediar el San Benito colgado al Real de que la danza le importa un bledo, acusación repetidamente lanzada por profesionales y espectadores.

BALLET DEL TEATRO ALLA SCALA DE MILÁN

LA SACRE DU PRINTEMPS
ARRANCA EL FERVOROSO APLAUSO

Título: Theme and Variations
Música: Piotr llich Tchaikovsky (1840-1893)
Suite núm. 3 en Sol mayor, op. 55: IV movimiento

Coreografía: George Balanchine (realizada por Patricia Neary)
Figurines: Roberta Guidi di Bagno
Bailarines:
Pareja principal: Marta Romagna - Alessandro Grillo (6, 7, 9, 11); Sophie Sarrote - Massimo Garon (8,11 matinal)
Cuatro bailarinas solistas: Chiara Fiandra, Sophie Sarrote / Lorella Ferraro (8, 11) Luana Saullo, Corina Zambon
Cuatro bailarines solistas: Massimo Dalla Mora,
Massimo Garon / Eris Nezha (8, 11) Riccardo Massimi,
Antonino Sutera

 

THEME AND VARIATIONS
MARTA ROMAGNA/ALESSANDRO GRILLO
FOTO. MARCO BRESCIA
Título: The Cage
Música: Igor Stravinsky (1882-1971) Concierto en Re para orquesta de cuerda
Coreografía: Jerome Robbins (realizada por Jean-Pierre Frohlich)
Escenografía: Jean Rosenthal
Figurines: Ruth Sobotka (supervisión de Holly Hynes)
Iluminación: Jennifer Tipton (realizada por Les Dickert)
Bailarines:
La novicia: Gilda Gelati (6, 7, 9, 11)/
Chiara Fiandra (8,11 matinal)

La reina: Marta Romagna (6, 8, 11 matinal)
Raffaella Benaglia (7, 9, 11)

Primer intruso: Francesco Ventriglia
Segundo intruso: Mick Zeni (6, 7)/
Andrea Volpintesta (8,11 matinale)/ Riccardo Massimi (9, 11)

 

THE CAGE
FOTO. MARCO BRESCIA
Título: Le Sacre du Printemps
Música: Igor Stravinsky: La consagración de fa primavera
Coreografía: Maurice Béjart (realizada por Michel Gascard y Kyra Kharkevitch)
Bailarines:
La elegida: Deborah Gismondi (6, 7, 9,11 matinal)/Gilda Gelati (8,11)
El elegido: Massimo Murru (6, 7, 9) /Mick Zeni (8, 11)
Dos jefes: Andrea Boi - Andrea Volpintesta
Dos jóvenes muchachos: Maurizio Licitra, Riccardo Massimi I Antonino Sutera (9)
Cuatro jóvenes muchachas: Lara Agnolotti
Raffaella Benaglia i Lara Montanaro (8,11)
Serena Colombi / Lorella Ferraro (8,11),
Caroline Westcombe /Luana Saullo (8, 11)
CUERPO DE BALLET DEL TEATRO DE LA SCALA
ORQUESTA TITULAR DEL TEATRO REAL (ORQUESTA SINFÓNICA DE MADRID)
Director: David Garforth
Septiembre: 6, 7, 8, 9 Y 11
ROLEX
Patrocinador oficial del Ballet del Teatro de La Scala de Milán en gira

LA SACRE DU PRINTEMPS
FOTO: MARCO BRESCIA.

El Teatro Real abre temporada con danza. Su nuevo director Miguel Muñiz parece querer remediar el San Benito colgado al Real de que la danza le importa un bledo, acusación repetidamente lanzada por profesionales y espectadores.

Una primera solución administrativa contra la acusación de “no hay entradas, porque están copadas por el abono operístico” (el tal abono incluía ópera y danza), se intenta remediar separando los dos abonos: uno para la ópera y otro para la danza.

El primer telón de la temporada se ha levantado con el Cuerpo de Baile del Teatro alla Scala de Milán. Además de las buenas razones para maridarse con la danza, conviene tener en cuenta que ha habido un consorcio de colaboración entre el Teatro Real y el Teatro alla Scala. Y qué mejor que una carta de presentación del Milán canoro y danzante.

El Ballet alla Scala, con una tradición de 250 años y especializada en el ballet clásico, posee un amplio repertorio de ballets completos. Desde el 2000 al 2004 ha barajado títulos importantes y entre ellos destacan Excelsior (1881) con coreografía revisada por Ugo Dell’Ara a partir de la de Luigi manzotti y El sueño de una noche de verano (1962) con coreografía de Balanchine. El primero triunfó en París en su estreno (2002), y el segundo tiene la peculiaridad de que es ésta la única compañía en Europa que posee los derechos de autor y la baila. Esto supone la gran confianza de Balanchine en esta formación. Igualmente Bèjart les ha concedido los derechos de autor, en Europa, para La Sacre du printemps (La consagración de la primavera). Todo esto quiere decir que nos encontramos ante un ballet de cierta categoría tanto por tradición, como por espectáculos creados.

Lo que ha venido a Madrid no es un ballet completo sino tres ballets cortos de diversos estilos: Theme and Variations (1947) de George Balanchine; The cage (1951) de Jerome Robbins y La Sacre du printemps (1959) de Maurice Bèjart. Según las declaraciones de su director artístico Frèdèric Olivieri (nombrado en el 2002), se ha preferido esta opción para mostrar la versatilidad de esta formación balletística.

Theme and Variations es, en opinión del propio Balanchine, un homenaje al mundo balletístico ruso – léase Marius Petipa - en su gran época y a Tchaikovsky. Siendo fiel a los códigos clásicos, crea una concepción coreográfica más fresca y moderna. No se trata de ballet argumental, propio de los clásicos, sino de trasladar el virtuosismo de la partitura de Tchaikovsky (Suite núm. 3 en Sol mayor, op. 55; IV movimiento) al movimiento escénico. Los bailarines quedan desnudos de argumento – algo que antes les arropaba – para encarnar el ritmo y movimiento clásico, en el cual el virtuosismo expresivo es el protagonista. Otra complicación más es que aunque existe una pareja protagonista, con mucho de las evocaciones de los pasos a dos del trillado clásico, ésta continuamente está interrumpida y engarzada en el cuerpo de baile. Todo esto quiere decir que es un ballet que para que surja impronta en el espectador, debe poseer esa nota de perfeccionismo barnizado de virtuosismo, siempre que no sea un virtuosismo vacío. No parece que se consigan todas estas cualidades. A lo más ha estado discreto, correcto – hablo del día 9 de septiembre – tanto en la pareja (Marta Romagna y Alessandro Grillo) como en el cuerpo de baile, que en algún momento apuntó imprecisión. Ello nos llevó a asistir, de modo frío y sin entusiasmo, a una coreografía que transmitía más añejo polvo que modernidad clásica. Y algo que, personalmente, me ha llamado la atención: el mal gusto del colorido en el vestuario del cuerpo de baile. Baile y estética nos remontaban a algo trasnochado.
 


ANDREA VOLPINESTA
GILDA GELATI
The Cage, comenzó a levantar un poco el ánimo y el nivel del conjunto por su, aún, originalidad. Jerome Robbins, popular por sus coreografías de de teatro musical y su versiones cinematográficas, nos cuenta, con la partitura de Stravinsky, una siniestra historia que tiene sus ancestros en la venganza de las willis de Giselle: aquellas devoradoras de hombres. Una sociedad de hembras insectos, tras copular con sus machos los devoran. Robbins va más lejos. Si en Giselle se asomaba un rayo de esperanza, aquí no hay posibilidad de salvación. Es un ballet preferentemente femenino y con solo dos incursiones masculinas. Breve de duración, la mayor parte del tiempo lo ocupan los pasos a dos y puntualmente interviene el cuerpo de baile. Robbins ha conseguido una simbiosis entre lo clásico – respeta las puntas – y los movimientos corporales en un tono expresionista apuntado una danza más contemporánea. También está muy cuidado el trazado de líneas corales y la intensidad de las mismas en el acoso. Si tampoco aquí el entusiasmo arrastra, en cambio se puede hablar de cierto perfeccionismo externo. La brevedad del relato, hace que la ovación sea más notoria.
 

MASSIMO MURRU
DEBORAH GISMONDI
La Sacre du printemps, fue la estrella de la noche y al colocarla al final ha permitido que nos deje un buen sabor de boca y que los aplausos se prolonguen. Ya la misma coreografía de Bèjart, con predominio de lo coral masculino, es impactante en los desplazamientos y en las líneas. Sabe transmitir esa explosión de vida que supone la primavera y que culmina en la unión del hombre y la mujer. Ballet austero en el vestuario y movimientos, nos lleva casi, a la danza en su estado de mayor pureza. Mássimo Murru demuestra sus dotes de bailarín estrella junto a una precisa y eficaz Deborah Gismondi. El mismo grupo se revela con una fuerza y precisión que no parece pertenecer al mismo elenco de las anteriores coreografías, más planas. Desarrolla toda la energía que pide la pieza, que culmina en el estallido final hacia las alturas. Gracias a esta última coreografía el ánimo se nos levanta.

Abrir con danza la temporada es de agradecer. Es un modo de comenzar a darle cierto valor en el Real. Invitar al Cuerpo de Baile alla Scala cumple el primer cometido de la política de colaboración con el teatro milanés. Lo que ya es más dudoso es el programa elegido. Se arguye el poder mostrar la versatilidad del ballet. Lo que sucede es que hemos visto una pálida versatilidad. Tal vez hubiera sido mejor asistir a una “serata” de un ballet completo, con el que haya triunfado.

Estas acusaciones son un poco injustas, ya que provienen de un país, España, que nunca ha brillado en lo clásico y ni tiene una compañía de clásico decente. Otra cosas son nuestros solistas bailarines, triunfadores en el extranjero y algún conato aquí y allá. Ante esa alternativa, ya quisiéramos tener un grupo como el que ha venido, pues nada tenemos. Lo que sucede es que el mito balletístico de La Scala, parece haberse derrumbado y hay otras formaciones mundiales que le han tomado la delantera.
 

Más información

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José Ramón Díaz Sande
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