Medida por medida. Shakespeare 1969 Reseña Imprimir
Escrito por Enrique Olmos s.j.   
Viernes, 20 de Julio de 2018 14:22

resena 1969 b

RESEÑA 1969
NUM 27, PP. 144-146

medida por medida
skakespeare

En 1969 se estrenaba en el Teatro Español de Madrid Medida por Medida, con dirección de Miguel Narros. Enrique Olmos crítico del espectáculo amén de ensalzar el montaje y el tema shakesperiano, se lamenta de la escasez de público, más habituado a un cierto adocenamiento a otro tipo de teatro. Esta crítica se centra  fundamentalmente en el análisis  de contenido y menos en el del desarrollo del espectáculo. Tampoco aporta la ficha artística.

La versión es de Enrique Llovet y la dirección de Miguel Narros. Los intérpretes fueron: Guillermo Marín, Agustín González, Víctor Valverde, Mari Carmen Prendes, José Luis Pellicena, Berta Riaz y Ana Belén

Enrique Llovet nos presenta una «versión libre... que trata de buscar las líneas de Medida por medida, en que la especie humana continua reconociéndo­se». Versión interesante y bella. Su interés estriba en el hallazgo indudable de la línea profunda en una obra satu­rada del más rico barroquismo; su be­lleza, en la expresividad del diálogo claro y vibrante.

El adaptador hace girar el conjunto de la obra sobre su verdadero centro con la repetición del diálogo entre Clau­dio e Isabel. El político cristiano y el estado religioso son analizados por Llo­vet con una atención principal haciendo resaltar la envidiable ironía shakespea­riana acerca del tema.

La colaboración Llovet-Narros es siem­pre fecunda. En el Teatro Español de Madrid, Miguel Narros ofrece una di­rección más que acertada. La difícil re­presentación, gracias a sus esfuerzos, se clarifica progresivamente a sí misma en beneficio del auditorio. Por su parte, decorados y vestuario nos introducen de antemano en el clima de la obra. Sólo un fallo de verdadera importancia en el Español: el público. ¿Con qué ánimo se puede recitar a Shakespeare (Molière o Lope) para seis escasas filas de bu­tacas? ¿Habrá de anunciarse Medida por Medida como drama «picante» o come­dia «inconformista»? Es una triste rea­lidad: cuando autores de dudosa inspiración mantienen varias obras simultá­neamente en la cartelera madrileña, Shakespeare permanece abandonado.

Medida por medida no es una obra de arte menor. La dificultad de fijar el enigmático texto original y la crudeza de sus planteamientos y lenguaje han causado la escasez de sus representa­ciones. Dos mundos se dan cita constante en las obras de Shakespeare: el grecolatino, a través de la influencia ita­liana, y el cristiano en uno de los mo­mentos más problemáticos de su histo­ria (Reforma y Anglicanismo). El argumento está aquí tomado de los Hecatommithide Cinthio. El título, del Evan­gelio según Mateo, cap. 7, versículo 2.

El planteamiento argumental es rela­tivamente sencillo. Consiste en la expe­riencia que el primer mandatario del estado (el Duque) decide realizar con su pueblo y con su subordinado mas ejemplar (Angelo). Las costumbres del país, ¿deberían exigir nueva vigencia de antiguas leyes caídas en desuso por ri­gurosas? Al mismo tiempo - y principal­mente - desea el Duque averiguar qué puede ocurrir en el conflicto entre la equidad y el poder. Inicialmente, el plan­teo del drama es una reflexión acerca del poder; poder que será fuente de conocimiento para quien lo ejercita (Angelo); conocimiento que enriquecerá su experiencia, y experiencia que mar­cará con un signo nuevo la vida de un «puritano». Al decretar Angelo la muerte de Claudio, ignora con cuanta rapidez podrá verse el mismo culpable de lo que ahora condena. Si Isabel - novicia clarisa, hermana del reo - desea la ab solución de Claudio, deberá acceder a la pasión que en Angelo se ha encen­dido hacia ella. Dos son los factores que hacen vacilar la conducta del im­placable juez: el recuerdo de su propia debilidad y la «seducción» de la virtud.

Aunque argumentalmente Medida por medidaes una reflexión crítica acerca del poder y su influencia en la perso­nalidad de quien lo ejerce, su riqueza temática desbordan los límites de la trama.

La fornicación:Se pregunta Shakespeare si acerca de este pecado tiene jurisdicción el poder temporal. ¿Sería o no una engañosa teocracia confundir lo religioso (pecado) con lo puramente estatal (pecado objeto punible por las leyes)? La intencionalidad de la obra no se reduce a condenar unas leyes que castigan con la muerte la fornicación. Todo el drama es reflejo ambiental de una época en la que el ciudadano debe ser «casto, lacónico y aburrido». El pu­ritanismo del dieciséis tiene su reflejo y su parodia en el personaje de Angelo. La exagerada «oficialidad» moral lleva - según Shakespeare- a una mayor co­rrupción de costumbres.

«Tú eres la única verdad, carne mía, ila única! ¡Que alguien escriba: ángel bueno; dos palabras, en los cuernos del diablo y ya no volverá a ser el diablo ... !»

La constante más acusada, en este primer núcleo temático, es una reflexión acerca de la «carnalidad» de la naturaleza humana. Hasta cierto punto, la fornicación es - según el autor- so­cialmente inevitable. Los hombres, en esta materia, son «débiles» y no puede pedírseles algo más allá de sus fuerzas: «Perdón, excelencia - pregunta el alcahuete Pompeyo -, pera tienen las autoridades algún plan para castrar a toda la juventud?» Quizá, Medida par medida, no trate de excusar un pecado verdade­ro, sino de plantear si puede hablarse con propiedad de «pecado» al abordar este tema.

La castidad no pediría la muerte como última exigencia de su valor intrínseco. En todos los personajes se da una condena de la impureza en primera ins­tancia, pero en todos (excepto Isabel) la castidad se supeditara en el con­flicto muerte-vida a esta última. No nos encontramos ante una obra del refor­mismo anglicano que excusa la «naturaleza pecadora». Tampoco interviene en ella la herencia clásica con su fatalismo ante el pecado. Shakespeare se mantiene aquí en su independencia más estricta para hablamos de una condición humana no tan pecadora como débil e insuficiente en sí misma: «Dicen que los justos están llenos de defectos y que los hombres son mejores después de haber caído.

Justicia y naturaleza humana:Los estados del Duque aparecen como un dilema ante su deseo de justicia: las costumbres son extremadamente licenciosas y las leyes que pueden cambiar la fisonomía del país llevan nece­sariamente a la pena de muerte. Entre los dos extremos, la justicia deberá in­tentar la equidistancia.

Ocurre que las leyes son imperfectas porque desconocen al ciudadano real y solo son clementes para aquellos a quie­nes no afectan y para aquellos a quienes ajustician: «Estoy lleno de piedad hacia unos hombres que no conozco y que el perdón de hoy animaría a ser los de­lincuentes del futuro ... Estoy lleno de piedad hacia quienes, al expiar hoy con su muerte el crimen que han cometido, no podrán volver a cometerlo maña­na ... » La piedad es, en el caso de Angelo, solamente un escrúpulo.

La verdadera debilidad de la ley está en su oculta intención de suplantar el papel y juicio divinos: «La verdad es que si los hombres pudiesen tronar co­mo Júpiter, Júpiter no descansaría nun­ca (...) Pero el hombre, el hombre orgulloso, el hombre envuelto en su corta y ridícula autoridad, el hombre que ignora todo, incluso lo que cree que sabe, incluso su propia vida, ese mono fu­rioso, es un loco grotesco que hace llorar a la naturaleza porque la naturaleza es buena... Que si los ángeles fuesen como los hombres, se morirían de risa a pesar de su inmortalidad ... »

La pregunta fundamental que pueda plantearse, no es tanto acerca de lo justo como sobre la condición humana. Shakespeare se responde a sí mismo que ésta no es sino fragilidad, debilidad. Ante la limitación de las leyes, el autor esboza una norma, una humana medida» que al final de la obra se muestra también como insuficiente. En el contexto evangélico, San Mateo no habla de la ley del talión. Es el juez divino quien dará a cada hombre medida por medida. Para Shakespeare, el Duque se presenta como el juez humano que hará pagar a Angelo su delito con la misma moneda. Shakespeare ve la insuficiencia de este planteamiento e intuye la no­ condenación de Angelo por la justicia humana. De este modo su perdón por las leyes queda referido en última ins­tancia al único veredicto justo que tiene autoridad sobre el pecado: el juicio ex­clusivo de Dios. En la obra se formula así una justicia humana y en la escena final se perfila - al solucionar el con­flicto - una justicia cristiana.

En la sociedad, donde difícilmente se llega a un acuerdo sobre la justicia, el interrogante real que se plantea el hom­bre es su misma existencia, su natura­leza. Cuando en la novena escena de la primera parte el Duque, disfrazado de monje, esboza en su monólogo una sutil parodia de la «consolatio mortis» cle­rical, Shakespeare se nos ha hecho inesperadamente próximo a nuestra menta­lidad.

Las palabras del falso clérigo hablan burlonamente de una vida-sueño, de una muerte preferible a la vida. La curiosa e inteligente escena contrasta así fuer­temente con el conjunto de la obra. Es éste un vigoroso grito existencial que se podría concretizar en el ardiente ra­zonamiento de Claudio: «iSí .. , La muer­te es ir no se sabe dónde, que se va haciendo barro y quedándose inmóvil... El pensamiento, que salta ahora en li­bertad, ahogado en ardores o congelado entre hielos ... El ser, empujado por todos los vientos y perdido en el vacío ... o sufrir esas condenas que nos han pintado tan largas y dolorosas ... iNo puedo, Isabel... Le existencia humana, la más hermosa, la más horrible, la del enfermo, la del pobre, la del preso ... es un paraíso comparada con la muerte ... " He aquí curiosamente unas palabras que entroncan directamente con las de la más antigua tradición occidental... las de Homero en boca del fantasma Aqui­les: «Preferiría ser labrador y servir a otro, a un hombre indigente que tuviera poco caudal para mantenerse, a reinar sobre todos los muertos.»

Esta eterna queja de los mortales que expresa Claudio, muestra cómo la proximidad entre los «clásicos» (en el amplio sentido de la palabra), y nues­tro mundo, no puede residir en el desen­fado de vocabulario (como algún crí­tico de Medida par medida pretende indicar), sino en la afinidad del verda­dero lenguaje, el del pensamiento y la inquietud.

La visión de una naturaleza humana «débil» con la que deberíamos ser mas indulgentes, y el existencial vitalismo de los personajes son, las dos princi­pales causas que hacen de Medida por medida un claro exponente de la actua­lidad de William Shakespeare.

Más información
     Medida por Medida. Shakespeare. E. del Valle
     Medida por Medida. Shakespeare. Intérpretes
     Medida por Medida. Al halbla con E. Valle
     

 

 

 

ENRIQUE OLMOS S.J.
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Última actualización el Jueves, 02 de Agosto de 2018 11:18