Jardiel, un escritor de ida y vuelta. Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Domingo, 01 de Enero de 2017 20:05

JARDIEL, UN ESCRITOR DE IDA Y VUELTA
HUMOR CON TRAJE DE ETIQUETA

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   LUCÍA QUINTANA / PACO OCHOA / JACOBO DICENTA
FOTO: marcosGpunto

No es frecuente que, cualesquiera que sean las líneas trazadas por sus responsables artísticos, los teatros públicos españoles incluyan obras de humor en sus programaciones. Para algunos, se trata de un teatro menor, cuya difusión corresponde a las empresas privadas que se ocupan del llamado teatro comercial. Sin embargo, ese teatro, por ser de humor, no es necesariamente menor, sino todo lo contrario. Y no son pocos los botones que servirían de muestra. Ante el olvido en el que ha caído la mayoría de los comediógrafos que alimentaron la cartelera española desde los años treinta del pasado siglo, no es mala idea la de rescatar algunos nombres. Si además se trata de autores que, como Jardiel o Mihura, no solo hicieron reír o sonreír, sino que retrataron la sociedad de su tiempo y bucearon en las corrientes vanguardistas que desembocaron en el absurdo, miel sobre hojuelas.  La iniciativa de Ernesto Caballero de recuperar al primero de los dramaturgos citados contribuye a llenar el vacío existente y, justo es recordar que, aunque escasos, hay algunos precedentes. En las dos últimas décadas, destacan la reposición, en 1992, de Tres sombreros de copa, de Mihura, en el Español, de la mano de Pérez Puig, quién la había dado a conocer en 1952;  la puesta en escena de Sergi Belbel, en 2001, de Madre (el drama padre), de Jardiel Poncela, por encargo de Juan Carlos Pérez de la Fuente para el CDN; y hace apenas tres años, estando Ernesto Caballero al frente del Centro Dramático, el montaje firmado por Mariano de Paco Serrano de Carlota, de Miguel Mihura. (CLIKEAR)

La diferencia entre estos espectáculos y el que ahora se ofrece radica en que Caballero, su director, no se ha limitado a reivindicar el teatro de Jardiel ofreciendo la representación de una de sus obras más emblemáticas, como es Un marido de ida y vuelta. El homenaje alcanza al propio autor, al que incorpora como personaje, mostrándole como era en realidad, un ser que, bajo la apariencia de triunfador y mujeriego vivalavirgen, fue víctima de su indefinición política en una España en la que no cabían las medias tintas, despreciado por una crítica a la que irritaba su teatro, enamoradizo sin fortuna, víctima de una enfermedad que le llevó a la tumba apenas cumplido el medio siglo de vida y sin dejar otra herencia material que miles de páginas escritas. De ahí que el título de la comedia representada haya mudado, en razón de la presencia escénica de su autor, en Jardiel, un escritor de ida y vuelta.

El recurso para incluir a Jardiel en el reparto es de buena ley. La acción arranca con el encuentro del dramaturgo con la mujer cuyo nombre figura en el título de su obra Eloísa está debajo de un almendro. No se produce en el mejor momento para el autor, cuyo estado de ánimo está por los suelos. El mismo acaba de confesarnos que está derrumbado, enfermo y escaso de recursos económicos. A ello vienen a sumarse el reproche de la recién llegada por haberla enterrado bajo un almendro, dejándola fuera del censo de personajes de la que seguramente es su mejor comedia.  Así lo hizo, en efecto, y la cosa no tendría remedio si no fuera porque el teatro es género que permite muchas licencias. Aprovechando la circunstancia de que una compañía de teatro no puede representar Un marido de ida y vuelta por ausencia de los actores que han de hacer los papeles de Leticia y Pepe, sus protagonistas, son ellos, Jardiel y Eloisa, quienes los sustituyen. De tal modo, el dramaturgo satisface al desairado personaje femenino y hace posible que dé comienzo una función que estaba en el aire. El metateatral juego continúa con la función propiamente dicha, cuyo decorado no reproduce la alcoba matrimonial y el living-room en que el autor situó la acción, sino que es una réplica de la platea y palcos del propio teatro María Guerrero. Tan fiel es que se diría que el escenario es un espejo en el que se refleja la sala. Aprovechando los entreactos, Ernesto Caballero hace comparecer dos veces más a Jardiel para añadir nuevos datos sobre su azarosa y frustrada vida sentimental y sobre las razones políticas que pusieron sordina a su teatro y le granjearon la animadversión de buena parte de la crítica, la cual llegó a decir que su humorismo era de un vulgaridad y cinismo aterradores y, sus farsas, esperpentos de corte astracanesco.

Caballero ha puesto toda la carne en el asador para reivindicar la denostada y un tanto olvidada figura de Jardiel Poncela y, por extensión, el valor de un género teatral ninguneado. En su empeño, no ha reparado en medios y el resultado satisface con creces sus aspiraciones. Remedando una frase de Miguel Mihura sobre la gracia, la risa y el humor, cabría decir que Caballero ha vestido al teatro de Jardiel con traje de etiqueta. Bajo el fastuoso envoltorio de una impresionante escenografía y un brillante vestuario, unos entregados actores van desvelando las claves de un humor que hunde sus raíces en el absurdo y que anticipaba el que encontraría cobijo en La Codorniz, revista que se definía como la más audaz para el lector más inteligente. En esa tarea destaca la pareja formada por Jacobo Dicenta y Lucía Quintana. Aquél, en su desdoblamiento en Jardiel y Pepe, el marido de ida y vuelta; ésta, en el de Eloísa y Leticia, la esposa de Pepe, del que enviuda y con el que vuelve a convivir en la otra vida tras haberse casado de nuevo y ser víctima de un atropello mortal. Un divertido Paco Ochoa en el papel de Paco, quien se casa con Leticia incumpliendo la promesa hecha a su amigo Pepe, rinde homenaje a los viejos e imprescindibles actores cómicos que, siendo secundarios, gozaban del favor del público. También está brillante Juan Carlos Talavera, quien interpreta con muy estudiada cachaza a Díaz, un personaje del que su creador dijo que tenía cara de primo (persona incauta que se deja engañar fácilmente), lo que no le impedía parecerse bastante a Emilio Zola.  El resto del reparto, en papeles más breves o de menor enjundia, contribuye a que el espectáculo discurra sin que sean perceptibles algunos altibajos del texto, que los tiene.

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  MACARENA SANZ / LUIS FLOR / JOSÉ CARLOS TALAVERA / PALOMA PASO JARDIEL / PACO DÉNIZ
FOTO: marcosG.punto

Título: Jardiel, un escritor de ida y vuelta (a partir de la obra de Enrique Jardiel Poncela)
Versión:  Ernesto Caballero
Asesor dramaturgia: Ramón Paso
Escenografía: Paco Azorín
Iluminación: Ion Aníbal
Vestuario: Juan Sebastián Domínguez
Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo
Ayudante de dirección: Juanma Casero
Diseño cartel: ByG / Isidro Ferrer
Fotos: MarcosGpunto
Producción: Centro Dramático Nacional
Intérpretes: (por orden alfabético) Chema Adeva (Ansúrez),  Felipe Andrés (Sr. Vigil / Filalicio),  Raquel Cordero (Sra. Vigil / Damiana), Paco Déniz (Elías), Jacobo Dicenta (Pepe / Jardiel),  Luis Flor (Sigerico), Carmen Gutiérrez (Gracia), Paco Ochoa (Paco), Paloma Paso Jardiel (Etelvina), Lucía Quintana (Leticia / Eloísa),  Cayetana Recio (Marta/Felisa), Macarena Sanz (Cristina), Juan Carlos Talavera (Díaz), Pepa Zaragoza (Amelia)
Dirección: Ernesto Caballero
Duración: 2 horas (aprox) sin intermedio
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero (Sala Principal), 16 - XII - 2016

Más información
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    Jardiel, un escritor de ida y vuelta.Entrevista

JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero
Director: Ernesto Caballero
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 – Madrid
Metro: Colón, Banco de España, Chueca.
Bus: 5,14,27,37,45,52,150
RENFE: Recoletos
Parking: Marqués de la Ensenada,
Pz de Colón, Pza del Rey.
Tf. :91 310 29 49

 

 

 

 

Última actualización el Domingo, 01 de Enero de 2017 20:54