Tartufo, el impostor. Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Viernes, 02 de Diciembre de 2016 17:23

TARTUFO, EL IMPOSTOR
TARTUFISMO EN LA INSTITUCIÓN

 

   tartufo 73B
   ROBERTO OCHANDIANO /  MARÍAN AGUILERA
FOTO: www.madridteatro.net

Tartufoes título de sobras conocido (CLIKEAR) y va muy asociado al nombre de Molière, aunque últimamente se han elucubrado teorías sobre la auténtica autoría de muchas de las obras de Molière y entre ellas Tartufo. El verdadero autor sería Pierre Corneille. La polémica está en el aire sin que se llegue a ninguna conclusión de peso. Sea quien fuere su autor lo importante es la obra en sí misma, que cual panal de miel ha atrapado a muchos directores. En España fue mítica la versión de Adolfo Marsillach (CLIKEAR) que sufrió, como en su tiempo Molière, la dureza de la censura, la cual para no quedar del todo mal - era 1969,  faltaban 6 años para que la censura se fuera a pique, tras la muerte de Franco - permitió su representación en Madrid y en Hispanoamérica. Molière fue censurado por meterse con el mundo religioso, según el Rey, Arzobispo y clases poderosas de tinte conservador. Se volvió a retomar en 1979 (CLIKEAR)  Marsillach porque, aprovechando la posibilidad de lecturas de la obra sobre el poder y la hipocresía, ponía en solfa la clase política española de ese final de los años sesenta. Hoy la falsa religiosidad, aún estando presente en ciertos ambientes, no es protagonista en una sociedad que ha desmitificado el mundo religioso de apariencias, lo cual ya lo había hecho Jesucristo en el Evangelio al denunciar que los fariseos "Todo lo que hacen es para que los vea la gente, alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto…" (Mt 23,1-12) Tartufo tiene este comportamiento.

El grupo Venezia Teatro  retoma el texto, y entre el director José Gómez Friha y el adaptador Pedro Víllora, han encontrado otra variante de Tartufo más acorde a nuestros días, en los que la denuncia de la falsa religiosidad a través de las apariencias y del encantamiento importa menos.De esa denuncia se quedan con lo falso, las apariencias y el encantamiento, que ejercen otros estamentos institucionales de poder económico como puede ser el mundo de la Banca en su ejercicio hipotecario, sangrante en los últimos años mediante los despiadados desahucios. No falta tampoco la sorpresa de papeles comprometedores que desenmascaran la corrupción. Tartufo es el personaje en la sombra que manipula y mueve todos los hilos de una sociedad regida por la ambición y el dinero. En ese ejercicio los colectivos se dividen en dos grupos: quienes creen a Tartufo y están cegados por sus "solgans", como es Orgón, y quienes ven claramente y denuncian, sin ser oídos, el timo: el resto de la familia. La gran tragedia es que resulta difícil - no vamos a desvelar el final - deshacerse del tal Tartufo y de los tartufianos. Esta versión sigue conservando el aspecto de denuncia que se encontraba en la primera versión prohibida de Molière, y que Pedro Víllora encuentra como razón para elaborar su final, una vez que la censura ha dejado de existir, al menos por el momento. Dejamos de lado el problema de la censura actual que, se enmascara de otras formas. Por poner una de ellas: el sangrante 21% de IVA. Eso es otra historia.

Para poder llevar a cabo este nuevo Tartufo, Pedro Víllora ha tenido que reelaborar el texto de Moliére e incluso crear, al final, un monólogo, para Tartufo, lleno de crueldad y dureza, que refleja la dureza del poder bancario dejando en la estacada a sus clientes, porque se trata de cumplir la Ley. La gran virtud de esa reelaboración es que los añadidos y peinados de diálogos así como el mencionado monólogo, se ha hecho con discreción. Si no se conoce el texto original es imposible pensar en tales correcciones y añadidos. Por otro lado, la redacción total de todo el texto pose una unidad de lenguaje cercano al de nuestros días, pero con discretas pinceladas que nos remontan a la época de Molière. Es, pues, un texto que sabe aunar lo coloquial de nuestro tiempo con un cierto aroma molieresco, con lo cual en ningún momento existe olor a naftalina.

Molière, en su original, lanzaba su denuncia en clave de comedia y a través del humor. No falta tampoco en esta versión. Para evitar la posibilidad de un panfleto, Pedro Víllora mantiene el humor original.

José Gómez Friha, director y fundador de Venezia Teatro, dirige esta versión, siguiendo su estética ya desarrollada en los anteriores montajes del grupo, en el que el predominio de la palabra y del actor tiene preeminencia. En esta ocasión, más que otras veces, la escenografía se ausenta dejando sólo la huella de un suelo que cobra diversos coloridos a tenor de la situación y de la iluminación. Todo ello nos lleva a concentrarnos, en los personajes, que en la Sala Jardiel Poncela (la Sala pequeña) los tenemos en la palma de la mano, por su cercanía. Ello ayuda a adentrarnos en las peripecias de todos ellos.

Huelga decir que, como ya nos tiene acostumbrados el grupo, la interpretación de todos es capital y convincente. Hay una buena labor interpretativa de conjunto, y tiene cada uno de ellos su momento álgido. Rubén Ochandiano es Tartufo y viene como estrella invitada al grupo Venezia Teatro. Construye un acertado sibilino personaje, que tiene algo del Noosferatu de Murnau, y consigue que nos produzca repugnancia e incluso indignación por sentirnos atrapados por él y sus intereses. Entre las rastras del pelo y su aterciopelado vestuario, con cruz de terciopelo jaspeada en la espalda, y ribeteado de dorado, tiene también reminiscencias del Drácula de Francis F. Coppola. Da perfectamente esa sinuosidad, patrimonio de la serpientes. El cambio final es llamativo, pero lo dejamos ahí.

El resto de los personajes son altamente convincentes y llama la atención la interpretación de Esther Isla en Dorina, la criada, un personaje que va de aquí para allá, pero siempre con una gran capacidad interpretativa que resulta magistral en su monólogo. Vicente León encarna a la madre de Orgón, en el arranque de la obra, y al propio Orgón. Es actor veterano y pasa eficazmente de un iracundo personaje como es la madre, a otro alelado y ofuscado como es Orgón. Marián Aguilera interpreta a Emilia, la mujer de Orgón. Le ha tocado momentos un tanto discursivos y doctrinales, en cuanto el texto original, que sabe hacerlos digeribles, eliminando ese didactismo propio de la época. Su canción y su interpretación de seducción es otro valor a tener en cuenta. Los enamorados Nüll García (Mariana) e Ignacio Jiménez (Valerio), transmiten bien el encanto juvenil y sus desconcertantes peleas. La clave de humor, a pesar de su tragedia amorosa, crea situaciones cómicas. Nüll posee la capacidad de combinar ingenuidad y rebeldía en su personajes, así como Ignacio su despiste y su "no entender nada de lo que está pasando".  En resumen, es un buen trabajo actoral.

Si en el lenguaje de los personajes sentimos el aroma de la época de Molière, algo similar sucede con el vestuario que campea por la Alta Costura. Esto parece que ahora se lleva mucho en los montajes. Sara Roma, la figurinista, ha sabido integrar esa mencionada Alta Costura contemporánea con guiños al vestuario de época. Resulta elegante y evocador. Ya he mencionado el acierto del vestuario de Tartufo.

Los personajes están divididos por colores: rojo y azul. Rojo para Tartufo y para la madre de Orgón y Orgón, el embaucador y los embaucados. Azul para Emilia, Dorina, Mariana, e Ignacio, los sufridores y denunciantes del fraude. Cuando Dorina quiere tentar a Tartufo y abre su camisola, el sujetador es rojo.  Hay que suponer se pretende una intención en ello. Al menos crear claramente los dos bandos. Tradicionalmente en la cultura cristiana el rojo se le ha aplicado al infierno (lo perverso) y el azul al cielo (lo sublime). Por otro lado sobre el suelo aparece una mancha roja que se extiende. ¿El mal prolifera?

Toda la comedia está dirigida con ritmo y sin tiempos muertos. Es hilarante por momentos, y, al mismo tiempo, a pesar de que es posible que el espectador conozca el texto, no deja de mantener el interés y la intriga. Es más, cuando nos precipitamos hacia el final, nos preguntamos cómo saldrán todos de este embrollo que la ingenuidad de Orgón y la malicia de Tartufo han tejido. Ahí lo dejamos. Hay que ir a verla.

   tres 1 b
  MARIÁN AGUILERA / RUBÉN OCHANDIANO / ESTHER ISLA
  tres 2 b
  VICENTE LEÓN / NÜLL GARCÍA / IGNACIO JIMÉNEZ
FOTOS. www.madridteatro.net

Título:Tartufo, el Impostor
Autor:Molière
Idea:José Gómez-Friha
Versión:Pedro Víllora
Diseño de escenografía:José Gómez-Friha
Diseño de iluminación:Marta Cofrade
Diseño de vestuario:Sara Roma y Venezia Teatro
Confección de vestuario:Rafael Solís
Cartel:María Lacartelera
Maquillaje para cartel:Alicia Barón
Prensa:Josi Cortés
Ayudante de dirección y producción:David Ávila
Producción:Venzia Teatro S.L.U.
Agradecimientos:Ángel Roger, Yayo Cáceres, Guillermo Womutt y Eduardo Vasco, Alicia Barón, Reier Piñero, Saíl F. Blanco, Fátima, Estrella, Antoñita Ruiz.
Intérpretes (por orden de intervención):Vicente León (Sra Pernelle),  Marián Aguilera (Elmira),  Esther Isla (Dorina),  Nüll García (Mariana),  Ignacio Jiménez (Valerio),  Vicente León (Orgón), Rubén Ochandiano (Tartufo)
Dirección:José Gómez-Friha
Duración:85 min.
Estreno absoluto en Madrid:Teatro Fernán Gómez (Sala Jardiel Poncela), 17 - XI - 2016

Más información
     Tartufo, el impostor. Venezia Teatro
     Tartufo, el impostor. Entrevista

José Ramón Díaz Sande
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TEATRO FERNÁN GÓMEZ
Sala Jardiel Poncela
Aforo: 316
Pz/ de Colón, s/n
28001 - Madrid
Metro: Colón, Serrano
Bus: 5/14/27/45/21/53/150/1/9/19/51/74
RENFE: cercanías.

 

 

 

 

 

Última actualización el Viernes, 02 de Diciembre de 2016 18:13