Hedda Gabler. Ibsen-Vasco.Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Martes, 05 de Mayo de 2015 07:39

HEDDA GABLER
LOS DAÑOS COLATERALES DE UNA MUERTE ANUNCIADA

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CAYETANA GUILLÉN CUERVO / JOSÉ LUIS ALCOBENDAS / JACOBO DICENTA / ERNESTO ARIAS
FOTO: marcosGpunto 

Hedda Gabler es una bomba de relojería en la sociedad de finales del XIX. Su destino es el de tantas mujeres de clase acomodada obligadas a realizarse a través del matrimonio, más guiadas por la conveniencia que por los sentimientos, y, ya instaladas en él, condenadas a ser meros adornos. A diferencia de Nora, otro emblemático personaje femenino de Ibsen, la rebeldía de Hedda no la empuja a luchar por derribar las barreras que la impiden ocupar espacios que le están vedados, sino a la autodestrucción. Eliminada del reparto la criada Berta, los otros dos personajes femeninos que tienen presencia escénica también son símbolo del papel que jugaba la mujer en esa época. La vida de la tía Julia se reduce a ser la cuidadora de su hermana enferma, siendo tal su grado de dependencia que, cuando ésta muere, no se siente capaz de desarrollar ninguna otra actividad distinta a la prestar consuelo a los demás. En cuanto a Thea Elvsted, tras la apariencia de fiel y eficaz colaboradora de Eilert Lovborg en la redacción de sus ensayos científicos, no es difícil adivinar a una predecesora de María Lejárraga, que ejerció de negra para su propio esposo, el dramaturgo Martínez Sierra. La historia de Hedda es la de una muerte anunciada. Lo que sucede es que, cuando el artefacto que ha ido cebando con aterradora frialdad estalla, la onda expansiva alcanza a cuantos la rodean. Lo que en principio apuntaba al drama personal se convierte en una tragedia colectiva.

Quienes a lo largo de los años han asumido el reto de explicar desde los escenarios la conducta de tan singular mujer, lo han hecho desde puntos de vista muy diversos y, en ocasiones, dispares. Desde la frivolidad hasta la locura, pasando por la maldad gratuita, la perversión que busca el daño ajeno, el nihilismo, la histeria o la conducta irresponsable que acaba provocando incendios incontrolables, ha recorrido todos los estadios que la inteligencia pueda imaginar. En el caso que nos ocupa, Eduardo Vasco ha optado por presentarnos a una Hedda Glaber sin tacha de trastorno mental. En declaraciones previas al estreno, ha definido la obra como un drama social que desemboca en tragedia. En tales coordenadas, la protagonista se ve en la tesitura de asumir la condición de mujer burguesa por su matrimonio con un hombre al que no ama, mediocre, sin sensibilidad y obsesionado con obtener una cátedra que resuelva sus estrecheces económicas. En una especie de guía para uso de la protagonista y de lectores curiosos, Vasco da algunas pautas que ilustran sobre cómo ve él al personaje. En una asegura: “Mal asunto cuando lo que tienes no es lo que deseabas, cuando lo que eres no es lo que soñabas”. Resignada a su suerte, tal vez la historia de Hedda hubiera sido la de cualquier de las mujeres que, en aquellos años, se enfrentaban a situaciones parecidas, pero la reaparición en su vida del hombre del que tiempo atrás estuvo enamorada será el revulsivo que desate su rebeldía y la haga concebir otro destino bien distinto. Atrapada en la sólida tela de araña de una sociedad que no admite veleidades, solo cabe elevar su drama a la categoría de tragedia. En la citada guía, Vasco  señala el camino que conduce a ella: “Monta el arma. Mantente fría. Serena. No enseñes esa parte tuya tan oscura hasta que acabe todo. Sé libre al final. Tienes un arma”. La Hedda Glaber que aquí se nos muestra es una mujer hermosa de aire aristocrático cuya inteligencia es continuamente subrayada.

Para llevar a buen puerto el proyecto, Eduardo Vasco ha contado con varios de sus colaboradores habituales. Yolanda Pallín  firma la versión del texto y Lorenzo Caprile el vestuario. Variado y elegante, propio de la alta costura, es el diseñado para la protagonista, sometida a cambios frecuentes, algunos apenas velados a la curiosidad del público. Es interesante el tránsito de los tonos grises al negro, pero distrae y pesa tanto desfile de vestidos. La escenografía de Carolina González reduce los escenarios de la acción a un espacio único ambientado en el primer tercio del siglo XX. Un gran telón de estilo art decó, un piano que cumple funciones diversas y algunas sillas  constituyen todo el ornato del escenario. Son los actores los que lo llenan con su presencia. A la cabeza del reparto está Cayetana Guillén Cuervo. Lo completan solventes y bien dirigidos profesionales. Ernesto Arias es Jorge Tesman, el marido de Hedda; José Luis Alcobendas, Eilert, el hombre del que estuvo enamorada; Jacobo Dicenta, el juez  Brack; Verónika Moral, la colaboradora de Eilert; y Charo Amador, la tía Julia. Con tales mimbres, el éxito debería estar asegurado. En esta ocasión el resultado es, sin embargo, discreto. Sería injusto hablar de fracaso, pero si cabe hacerlo de cierta decepción. Lo que contemplamos, apenas nos conmueve. Decepción que tal vez no existiría si el crítico no pusiera el listón demasiado alto. Lo cierto es que, lo que contempla, apenas le conmueve. ¿Por qué?

Puede que la respuesta esté en la interpretación de Cayetana Guillén. Soy de la opinión de que, en las obras que admiten varias lecturas, cualquiera es válida si resulta creíble. En el caso de Hedda Gabler esa responsabilidad recae en buena medida en el trabajo de la actriz que la protagoniza. Atendiendo a los comentarios de Guillen sobre su personaje, es evidente que lo ha analizado a fondo y que ha interiorizado aquello que voces autorizadas han dicho en consonancia con su idea, entre ellas la del propio Vasco.  Pero ya en el escenario, el retrato que ofrece no coincide con el boceto tan cuidadosamente elaborado en que se inspira. Su Hedda deriva hacia otro tipo de mujer que tendría mejor acomodo en la alta comedia.  Deslumbran su belleza y elegancia y la identificamos, no con un ser perdido en un oscuro laberinto sin salida, sino con una maquiavélica mujer fatal devoradora de hombres.

 

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  VERÓNIKA MORAL / CAYETANA GUILLÉN CUERVO
FOTO: marcosGpunto 

Título: Hedda Gabler
Autor: Henrik Insen
Versión: Yolanda Pallín
Música: Ángel Galán 
Escenografía:Carolina González
Iluminación:Miguel Ángel Camacho
Vestuario: Lorenzo Caprile
Caracterización: Sara Álvarez
Espacio sonoro y vídeo: Eduardo Vasco 
Cartel: Isidro Ferrer
Fotos: marcosGpunto 
Vídeo: Paz Producciones
Coproducción: Centro Dramático Nacional, Mucha Calma y Noviembre
Ayudante de dirección: José Luis Massó
Músico: Jorge Bedoya
Intérpretes (por orden alfabético): José Luis Alcobendas ((Eilert Lovbor), Charo Amador (Julia Tesman), Ernesto Arias (Jorge Tesman), Jacobo Dicenta (El juez Brack), Cayetana Guillén Cuervo (Hedda Gabler), Verónika Moral (Thea Elvested)
Dirección: Eduardo Vasco:
Duración:1 hora y 30 min.
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero, 24 - IV - 2015

Las funciones de los días 8, 9, 10, 16, 22 mayo y 5 junio las hace el músico Pablo López De La Osa.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Miércoles, 13 de Mayo de 2015 08:35