Miguel de Molina al desnudo. Ruiz .Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Miércoles, 31 de Diciembre de 2014 10:36


MIGEL DE MOLINA
NOVENTA MINUTOS UN SOPLO

   Miguel de Molina al desnudo 07
   ÁNGEL RUIZ
FOTO: SERGIO PARRA

Los que somos de la inmediata postguerra y no muy duchos  en el mundo de la copla, Miguel de Molina era un nombre en la niebla. Se hablaba poco de él, al contrario de Imperio Argentina, Estrellita Castro o Concha Piquer, todos ellos triunfadores  como  cantantes de Copla en la época de la República.  Miguel de Molina fue una auténtica estrella, con unos ingresos económicos un tanto sorprendentes.  En la primera postguerra la figura de Miguel fue emergiendo de la niebla, pero tímidamente. De él se decía que cantaba muy bien la copla. La niebla lo envolvió, se lo llevó a un descampado y se ensañó con él hasta dejarle medio muerto. El exilio fue su nueva patria y en concreto Buenos Aires. Se decía, también, que el famoso Ojos Verdes fue él quien lo interpretó primero y el mejor, pero no Concha Piquer , aunque Ojos Verdes fuera marca de la Piquer.

Cuando vino la transición política hacia la democracia Miguel como otros muchos se convirtió en icono de la libertad. Trascendía el triunfo de la Copla. Aparecieron sus Memorias y conocimos situaciones espeluznantes como la mencionada paliza de corte cruel, propinada por franquistas de vocación predicar la moralidad política imperante. La intención era enviarlo al otro mundo por aquello de “maricón” y  no casarse con ninguna ideología, y encima hacer gala de ello.

Avanzada la democracia española a Miguel de Molina se le prestó más atención en el mundo de las Artes Escénicas. El cine se apoderó de él en Las cosas del querer, a pesar de que al  final de la película apareciera la consabida leyenda “Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia” o “los personajes y la historia son totalmente imaginados” . Era un modo de curarse en salud ante posibles demandas judiciales. No obstante, muchos de los elementos recordaban al auténtico Miguel de Molina, incluidas sus imaginativas y espectaculares camisas de anchas mangas coloristas.

En 2011 llegaba a Madrid Ojos Verdes (CLIKEAR)  del grupo teatral catalán  La Barni Teatre que definía el espectáculo como un viaje musical por la crónica de España a partir de la biografía de Miguel de Molina, que pagó un precio muy alto por vivir con autenticidad. Miguel de Molina, ¡el que tuvo que marcharse! La Piquer se quedó con sus canciones y nosotros lo olvidamos. Se aposentó en la Sala 2 del Teatro Fernán Gómez con el goce de No hay Localidades, hasta el punto de tener que añadir una mañana de Domingo para que los profesionales pudieran asistir.

Ahora llega al Teatro Infanta Isabel - , primero lunes y debido al éxito martes también – Miguel de Molina al desnudo, una producción de Jorge Javier Vázquez, Laboratorio de la Voz Producciones, con texto e interpretación de Ángel Ruiz, basado en Botín de Guerra, las memorias del propio Miguel de Molina y en entrevistas personales. Al piano César Belda y como director Juan Carlos Rubio.Se trata de una nueva incursión en la figura de Miguel de  Molina, vida, conflicto y coplas.El desafío como en Ojos Verdes es doble: la interpretación de las coplas y la narración de su vida, más allá de una simple biografía expositiva. Ya en la presentación a la prensa, hace dos años, la interpretación musical, por parte de Ángel Ruiz apuntaba parabienes.

Ya levantado el telón en el Infanta Isabel, desde el primer día ha contado con el beneplácito del público, obligando al letrero No hay localidades para la función de hoy, y así, día tras día.

El texto que nos entrega Ángel Ruiz busca una excusa para suavizar la artificiosidad, propia de todo monólogo. Miguel de Molina vuelve a España ya en la democracia  – la primera vez lo hizo en 1957, instigado por Lola Flores, y no le fue nada bien – en una fecha que es la de los asistentes al espectáculo. En el patio de butacas, los espectadores son los periodistas, ya que se trata de una rueda de prensa, incluidas preguntas imaginarias acerca de lo humano y lo divino. De este modo se desgrana, a través de momentos desgarradores, poéticos y cómicos la personalidad del cantante. Como texto y dramaturgia está muy conseguido pues entreteje bien las coplas más significativas de Miguel, y al mismo tiempo no se reduce a un simple concierto con un hilván narrativo traído por los pelos, en el que las canciones como en El último cuplé o en la Revista Musical, entran preludiadas por una palabra o situación. Es más, me pareció entender una pequeña y amable ironía a ese método cuando el pianista Cesar Belda, por inercia, ataca con los primeros acordes de la canción de turno cuando tal posible asociación lingüística sucede. La mirada de reproche de Miguel es la de un rayo.

La historia que nos cuenta es, por momentos, espeluznante y desgarradora, en la que la libertad se evoca como bien supremo, así como denuncia la cerrazón y abusos de un prepotente colectivo franquista de mano alzada, discriminador por cuestiones de sexo y convicciones políticas. Miguel de Molina se erige como icono de libertad sexual y política.

El recurso teatral a la convención de fingir una rueda de prensa permite la fluidez de la narración de estructura secuencial, así como una discreta interactividad con el público. Alguno de los espectadores se lanza al ruedo e interviene con alguna apostilla. Este recurso responde bien a otro fin. Sobre Miguel de Molina los interrogantes son múltiples y las leyendas urbanas también. Unos dramáticos de muerte como la mencionada paliza, y otros más inocentes y cómicos como fue su contencioso musical con Concha Piquer. Tales preguntas vienen a ser como marcas  de capítulos o secuencias, cuya temática veces, queda en el aire para retomarla posteriormente con lo cual proporciona cierto suspense con el consecuente interés.

El tratamiento del personaje de Miguel de Molina, a nivel interpretativo, no deja de ser un riesgo, a pesar de que las generaciones actuales, jóvenes y sesentones, no lo conocieron en persona. No lo conocieron, pero sí han oído, aquí y allá, testimonios tamizados por el tiempo y la leyenda.  Según testimonios orales, la personalidad de Miguel de Molina tenía algo de histriónico de cara a la galería. No ocultaba su homosexualidad, barnizada de ese toque de amaneramiento provocativo, lleno de ironía y humor. Artista de exquisito gusto, cuidaba su vestuario al que impregnada de originalidad. Físicamente, a juzgar por las fotografías era un hombre guapo, cuidador de su imagen externa. Salido de la nada, desde muy joven la necesidad le llevó a encararse con el día a día de la  vida, tanto existencial como artísticamente.

Valga toda esta disquisición para valorar el trabajo de cualquier actor que se enfrenta a un personaje de este calibre. Ángel Ruiz  consigue el equilibrio entre lo histriónico y lo dramático, sin que éste último se convierta en melodrama. Su interpretación, abundante en lo festivo, hace digerible lo que, en el fondo, es una tragedia: cárcel, paliza, ostracismo y exilio, todo un abanico de sensaciones que Ángel abre y cierra con maestría, de tal modo que, desde el comienzo, el público está dispuesto a escucharlo y celebrar sus ingeniosidades.

En la recitación del texto cuida en esmero el posible acento de Miguel tras tantos años en el exilio: el chispeante malagueño maridado con la melodía argentina, sin que ninguno de los dos prevalezca. Compone bien el personaje con gestos elocuentes de las manos, poses y miradas.

Para más inri canta. Otro desafío. Según las crónicas y las grabaciones musicales que se conservan, fue único, como hombre, en eso de la Copla. Ángel no desmerece en nada, y tampoco se limita a intentar una imitación. Las cualidades de Ángel como cantante, al menos en el mundo de la Copla de la época, resultan creíbles, afinadas y bien matizadas. Es una buena recreación del personaje, a nivel canoro.

César Belda le acompaña al piano, pero su función más allá de simple pianista. Entra también en el juego interpretativo con simpatía y discreción.

Juan Carlos Rubio ha dirigido el espectáculo con acierto, ritmo y ciertas sorpresas que no conviene desvelar. A pesar de ser un monólogo, la dramatización lo convierte en una obra de teatro, en la cual los personajes aludidos cobran cuerpo en la mente del espectador.

Jorge Javier Vázquez es el productor. En televisión  ha mencionado, en varias ocasiones, su frustrada vocación de actor. Aquí se le brinda una ocasión, que no voy a desvelar, pero lo más  llamativo es que su aparición provoca en el público una reacción de alegría y bienestar como cuando uno se topa con un amigo.

Miguel de Molina al desnudo es un buen espectáculo muy bien cuidado en el que los noventa minutos se convierten en un soplo.

 

  Miguel de Molina al desnudo 09
  CÉSAR BELDA / ÁNGEL RUIZ
FOTO: SERGIO PARRA

Título: Miguel de Molina al desnudo
Autor: Ángel Ruiz
Coreografía: Mona Martínez
Iluminación: José Manuel Guerra
Vestuario: Miguel Crespi
Maquillaje y peluquería: Yosuah Barea
Técnico de Luces: Stefano Fiorino
Sonido y Video: David de Diego González
Fotografía y diseño de Cartel: Sergio Parra
Diseño de programa de mano: Jesús Rubio
Regidor: David Blanco
Comunicación: Daniel Mejías
Distribución: Sandra Avella
Ayudante de producción: Arantxa de Sarabia
Producción: Jorge Javier Vázquez, Laboratorio de la Voz Producciones
Agradecimientos: Mariano Marín, Carlos Herrera, Dani Nuriel, Kiti Mánver, Fundación SGAE, El Corral de la Pacheca, Luis Miguel Serrano, Bernabé Rico
Ayudante de dirección: Chus Martínez
Piano y Dirección Musical: César Belda
Intérprete: Ángel Ruiz
Dirección: Juan Carlos Rubio
Duración: 90 minutos (sin descanso)
Estreno en Madrid: Teatro Infanta Isabel, XI - 2014   

Más información
   
www.laboratoriodelavoz.com

José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande

 

 

 

 

 


 

TEATRO INFANTA ISABEL

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Última actualización el Viernes, 09 de Septiembre de 2016 19:07