Los diamantes de la corona. Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Lunes, 08 de Diciembre de 2014 11:28

LOS DIAMANTES DE LA CORONA
UN BELLO Y CRÍTICO JUGUETE MUSICAL

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 CRISTINA FAUS / MARÍA JOSÉ MORENO
"Niñas que a vender flores vais a Granada"
FOTO: FERNANDO MARCOS

Esta reposición (CLIKEAR) de Los diamantes de la corona de Barbieri el 6 de diciembre en el Teatro de la Zarzuela, cuenta con una peculiaridad con respecto a otras funciones: el "Bis" del Bolero "Niñas que a vender flores, vais a Granada". Desde hace mucho tiempo no son frecuentes los "bises" ni en la Zarzuela, ni en la ópera. Costumbre habitual en el siglo XIX y primera mitad del siglo XX.  El "bis" consiste en una repetición del aria, el dúo o el concertante coral a petición del público por el entusiasmo que despertaba la partitura o el buen hacer de los cantantes. Es fácil encontrar en las crónica de la época que en el día del estreno, "la Señorita, o el señor.... - así se aludía al cantante de turno - tuvo que hacer un bis". Es más, los libretistas que intuían lo que podría ser un éxito, tenía preparadas otras letras por si el "bis" se pedía. Sirva de ejemplo el famoso Ay, Ba, Ay ba, Ay Babilonio que mareo de La Corte del Faraón, o el Marabú de Doña Francisquita, entre otras.  No se sabía de aquella, pero no dejaba de ser una incipiente interactividad con el público.  Al "bis" recurrió Fernando Fernán Gómez con su esperpéntica película Bruja, más que bruja (1976), parodia del drama rural lírico con guión de Fernando Fernán Gómez - también director - y Pedro Beltrán. Una de las secuencias es un aria que Francisco Algora canta durante un viaje en carreta. El requerido "bis", obliga a volver atrás con la carreta y repetir lo andando. En cine, el convencionalismo aceptado por el teatro lírico de que la gente cante sus sinsabores y amores y se recurra al "bis", no deja de ser chusco.

En teatro el "bis" es el fervor espontáneo que surge en el público ante una interpretación sublime. Esto es lo que pasó en ese 6 de diciembre. El público no dejó de aplaudir y corear "¡Bravo!" y con razón: la interpretación de María José Moreno (Catalina) y Cristina Faus (Diana) y coro llegaron a esa dimensión de "sublimidad". El regocijo del público se repitió, así como los aplausos y los bravos. Después de muchos años ésta es la segunda vez que se da, en el Teatro de la Zarzuela,  el fenómeno "bis". La anterior fue en el 2013 con motivo de  Alma de Dios de Serrano. Alejandro Roy interpretó de tal modo la famosa Canción húngara Canta vagabundo, que obligó al "bis".

Los diamantes de la Corona, a partir de la versión francesa de la Opèra-Còmique de París (CLIKEAR), es un cuento con cierta ingenuidad: hay piratas, la embarullada corte con su "mijita" de trapicheos y los intereses de los poderosos. En la base, un pueblo muerto de hambre, al que habrá que hacer justicia y liberarlos mediante la entrega de los diamantes de la corona. Para ello está Catalina, una mujer pirata, personaje  emparentado con el mítico Robin-Hood. No conviene seguir adelante en el desvelar el argumento.

El libreto ha sido agilizado, ya que el original tiene algo de "infumable" y largo, aunque posiblemente válido para el gusto de la época. Las tijeras que ha metido José Carlos Plaza y su equipo, han dejado un texto argumentalmente aceptable y digerible, siempre que nos situemos en el contexto de que nos encontramos ante un cuento. De todos modos, aunque sea un cuento, viviendo los tiempos que corren en nuestra nación con una sensación de una política alejada de los ciudadanos, y la realidad del hambre y desalojo de muchos de ellos, la pequeña moraleja que este cuento puede tener se hace más punzante. Es curioso cómo el público reacciona divertido cuando Rebolledo (Fernando Latorre) espeta: "No abre el ministro la boca que no diga un desatino". La moraleja es la de una política más justa en la administración y distribución de los bienes a los ciudadanos, y el que el poder esté al servicio de la ciudadanía y no a la inversa. Es cierto que la acción de la pirata Catalina tiene algo de ingenuidad, por eso es un cuento, pero ello no quita que los diamantes en una sociedad no están para adornar las testas coronadas se llamen monarquías o se llamen democracias. También hay otra conclusión: la búsqueda y consecución del auténtico amor, más allá de todo convencionalismo social.

El tratamiento de todo este argumento sigue la línea de la comedia que bascula entre la aventura y el enredo, a través de una bella plástica dieciochesca, sugiriendo inspirados cuadros a lo Wateau y su escuela, tanto a nivel de parejas como coral. A tal impronta ayuda enormemente el vestuario diseñado y pintado sobre los tejidos por Pedro Moreno, y la escenografía de telones pintados ideados por Francisco Leal y su equipo, que vuelven a la clásica escenografía de la época de los escenógrafos pintores del siglo XIX, que dejaban volar su imaginación con grandiosas y sorprendentes escenografías en eso de la inimaginable perspectiva    e iluminación pictórica sobre el mismo decorado. Aquí se le añade un cuidado de la iluminación creando ambientes o subrayando ciertos momentos, sobre todos en los "apartes" hacia el público que va dictados por un chasquido de madera. Tal ambientación marida bien con la música de Barbieri.

La partitura de Los Diamantes de la corona (1854) es de una gran riqueza, muy cerca al estilo operístico italiano, pongamos Donizetti, como lo son el resto de sus zarzuelas grandes. De Jugar con fuego (1851) se puede aspirar el aroma de ciertos acordes y melodías, que volverán a aparecer en obras posteriores: Pan y Toros (1867) y El Barberillo de Lavapiés (1874). Los coros y los concertantes son marca Barbieri, y en Los diamantes abundan y se resuelven con brillantez. Hay que destacar la interpretación del Coro tanto a nivel vocal como interpretativamente, que José Carlos Plaza mueve bien, evitando todo estatismo.

De este valor interpretativo ha contagiado José Carlos a todo el equipo. Los cantantes se mueven con soltura y emiten su "hablado", en verso, con ritmo y con un buen decir. Si uno está atento a figurantes y coros, se percibe que se han ido creando personajes dentro de esa masa informe y coral.

A nivel canoro las estrellas fueron María José Moreno (Catalina) - un voz de soprano muy bien modulada, clara, diáfana y con una coloratura que recuerda la de Pilar Lorengar - y Cristina Faus - una mezzosoprano con una modulación de los graves muy buena, a la que, ya,  pudimos escucharla como la protagonista en  La Reina Mora y Alma de Dios (CLIKEAR), así como en la Manuela de La Chulapona.  Ambas, como he dicho anteriormente, tuvieron un momento sublime en el mencionado Bolero. María José Moreno arrancó los aplausos en su romanza "De qué me sirve ¡oh cielo! / el trono y su esplendor", la cual la cantó con una delicada matización y lirismo.

En el ramo de los varones destaca el bajo-barítono Fernando de Latorre (Rebolledo), tanto por la simpatía de su personaje, que domina bien, como por su asentada y contundente voz. En la misma línea de contundencia canora se mantuvo el barítono Gerardo Bullón (Don Sebastián). Menos brillante, a nivel canoro, estuvo el tenor Darío Schmunck (Marqués de Sandoval). Es una bonita y bien timbrada voz, a la que le falta potencia, o no tuvo su mejor día. Se creció en el dúo con Catalina (María José Moreno) "¿Por qué me martirizas, linda morena..."  Interpretativamente consigue plasmar el personaje de Marqués de Sandoval, al que se le ha dotado de una especial comicidad, y por lo tanto nada fácil a nivel interpretativo, pues se debate entre el tradicional galán y el cómico de zarzuela.

Olivier Díaz dirigió la orquesta con presteza y seguridad, la cual respondió bien.

La partitura de Los diamantes de la corona cuenta con 16 números musicales, con lo cual casi convierten a esta zarzuela en una pequeña y exquisita ópera, máxime cuando el texto hablado, con acierto, ha sido muy mutilado. Casi tenemos un "continuum" de música. El montaje de José Carlos  Plaza y sus intérpretes la convierten en un bello juguete musical, que no deja atrás su ironía y su amable crítica acerca de los poderosos.

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  FOTO: FERNANDO MARCOS

Título:Los diamantes de la corona
Estrenada en el Teatro Circo de Madrid, 15 de septiembre de 1854
Libreto:Francisco Camprodón , a partir de la Opéra-comique de Eugène Scribe y Jules-Henri Vernoy de Saint Georges
Música:Francisco Asenjo Barbieri
Versión escénica:José Carlos Plaza
Escenografía:Francisco Leal (inspirada en los trabajos de Augusto Ferri, Francesc Soler Rovirosa, Giogio Busato, Pierre-Luc Cicéri y Charles Percier)
Vestuario:Pedro Moreno
Realización de escenografía:Odeón y Sfumato
Digitalizaciónde imágenes para la escenografía: Antonio Fernández
Realización de vestuario:Sastrería Cornejo, Luis Dos Santos, Ana Lacoma y Arrigo Sartoria S.L.
Utilería:Odeón
Tocados:Gerardo y Tony
Ayudante de vestuario:Carmen Mancebo
Ayudante de iluminación:Pedro Yagüe
Ayudante de dirección:Jorge Torres
Producción:Teatro de la Zarzuela
Corodel Teatro de la Zarzuela
Orquestadel Teatro de la Zarzuela
Intérpretes:María José Moreno/Sonia de Munck (Catalina), Ricardo Muñiz (Conde de Campomayor), Cristina Faus/Marina Pardo (Diana), Darío Schmunck / Carlos Cosías (Marqués de Sandoval), Gerardo Bullón (Don Sebastián), Fernando Latorre(Revollefo), Joseba Pinela(Antonio, monedero), Xavi Montesinos (Monedero/un Ujier), Antonio Gómiz (Monedero/ Un criado), Joaquín Mancera (Muñoz/ Un escribano), Pedro Jerez (Monedero/Regente 1º), Bosco Solana (Monedero/Regente 2º)
Director de coro:Antonio Fauró
Dirección musical:Olivier Díaz
Dirección de escena:José Carlos Plaza
Duración aproximada:Actos primero y segundo: 1 hora y 25 minutos/ Descanso de 20 minutos /Acto tercero. 35 minutos.
Edición crítica:emilio Casssares (Arteria Promociones Culturales, SRL/Instituto complutense de Ciencias musicales, 2010)
Estreno en Madrid:Teatro de la Zarzuela, 26  - XI - 2014

Más información
    
Los diamantes de la Corona,  T. Zarzuela 2014
    Los diamantes de la corona. Entrevista.
    Pedro Moreno. Poeta del estilismo


José Ramón Díaz Sande
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Última actualización el Lunes, 08 de Diciembre de 2014 12:01