El cojo de Inishmaan. MacDonangh. Crítica Imprimir

EL COJO DE INISIHMAAN
UN GRAN GUIÑOL

cojo inishmaan escena 02 c 
 TERELE PÁVEZ / MARISA PAREDES 
FOTO: JAVIER NAVAL

Buena parte de las piezas teatrales de Martin McDonangh tienen por escenario las pequeñas poblaciones de Leeanne e Inisihmaan, pertenecientes al condado irlandés de Galway, tierra natal de sus padres. Situado en la costa oeste de la isla, tan rica en bellos paisajes como escasa en recursos, la vida de sus habitantes es la propia de las cerradas sociedades rurales, en las que suceden pocas cosas dignas de mención, pero que, a sus ojos, adquieren la consideración de grandes acontecimientos. La pequeña tienda del pueblo es, además de despensa mal surtida, lugar de encuentro de los lugareños y mentidero en el que las viejas noticias disfrazadas de recientes se repiten cansinamente. Los sueños de los más inquietos se ahogan en la rutina de los que no aspiran a nada. Contemplar una vaca paciendo en un prado puede ser la actividad más importante y atractiva de cualquier jornada. Aunque nacido en Londres, MacDonangh tiene allí sus raíces. Sus frecuentes estancias veraniegas en la casa paterna le permitían observar la vida de esas gentes, tan distinta de la que él llevaba en la capital inglesa. En ellas encontró la inspiración para crear los personajes que pueblan buena parte de sus piezas teatrales.

Una de las primeras fue La reina de la belleza de Leenane. Lo que en ella se cuenta es la relación de dependencia que una madre con pánico a la soledad impone a su hija, cuyo carácter se va agriando y tornándose violento a medida que su vida se consume. Ambas mujeres y los dos hombres que completan el reparto, el pretendiente de la hija y su hermano, inauguraban una larga nómina de criaturas que componen un retrato áspero y conmovedor de una sociedad decadente que sobrevive a duras penas. Lo curioso es que el ambiente violento no desemboca en drama rural. Tampoco su condición de documento sociológico en teatro costumbrista, aunque lo que ofrece sea, en alguna medida, un compendio de hábitos locales. Siempre surge algún gesto o alguna frase con una carga humorística que deriva en burla de la idiosincrasia local o que rebaja la tensión, aunque, en el contexto en el que se produce, resulta, a veces, cruel. Lo cual no justifica que haya quienes asimilen estas piezas al teatro de la crueldad. Cabe hacerlo con otras, como El hombre almohada (CLIKEAR),  aunque ni siquiera en tales casos quepa hablar de una crueldad equiparable a la que se da en el teatro inglés agrupado bajo la etiqueta “in-yer-face theatre", que sí cuadraba con lo que hacía la desparecida Sarah Kane. Al crítico le parece más adecuado incluirlas en el llamado humor negro y también está de acuerdo con los que ven en ellas las huellas del melodrama. Uno y otro están presentes en El cojo de Inisihmaan, obra que aquí comentamos.   

La acción se desarrolla en Inisihmaan, una de las islas de Aran, con una población que no alcanza los doscientos habitantes, coincidiendo con el momento en que, en 1934, el director estadounidense Robert Flaherty rodó Los hombres de Aran, documental que describe la penosa vida de los pescadores locales. Es precisamente ese acontecimiento el desencadenante de la fugaz aventura de Billy el cojo (Ferrán Vilajosana), un muchacho  tullido que, tras la muerte de sus padres, ahogados en extrañas circunstancias, ha sido criado por dos tías solteras. Es el tonto del pueblo del que todos se burlan y al que ninguna chica besaría. El rumor de que el cineasta inglés busca actores, le impulsa a presentarse ante él para probar fortuna. Para sorpresa de todos, es seleccionado y llevado a Hollywood. Tras meses de silencio, reaparece en el pueblo. Cuenta que su viaje ha sido todo un éxito, pero que ha renunciado a una prometedora carrera de actor para regresar junto a los suyos. Lo cierto es que no ha conseguido ser contratado. El papel de minusválido que iba a hacer se lo han adjudicado a un actor que fingirá serlo. Las cosas vuelven a ser como eran, aunque no por mucho tiempo. Tiene un mal final, que, al tiempo,  supone su liberación.

Ante el espectador desfilan, junto a Billy (Ferrán Vilajosana), otros vecinos de Inisimaan. Kate (Marisa Paredes) y Eileen (Terele Pávez), que regentan la tienda de comestibles, abren las comparecencias. Son las sufridoras tías solteras. Dos caracteres que afrontan su responsabilidad con talantes bien distintos: con preocupación y maternal condescendencia la primera; con un pronto bronco que cede paso a una resignada conformidad la segunda.  Por el colmado pasa una y otra vez Jonnipateenmike (Enric Benavente), cotilla empedernido y chismoso incorregible, el cual reparte su tiempo entre satisfacer su vocación de correveidile y los infructuosos intentos de acabar con la vida de su alcohólica y anciana madre (Teresa Lozano) a base de lingotazos de wiskhy. Otro personaje singular es la joven Helen (Irene Escolar), sin pelos en la lengua, procaz hasta provocar sonrojo, provocadora  y mercancía sexual al alcance de cualquiera. A su lado, su hermano Bartley (Adam Jezierski), un bobalicón niño grande, que, mientras juega con su inseparable yoyó, vive obsesionado con los telescopios y las golosinas. Hay también un barquero llamado Babbybobby (Marcial Álvarez), al que la muerte de su mujer le ha tornado solitario y bajo cuya apariencia de hombre tranquilo se esconde un ser violento. Con la excepción de Billy, estas gentes componen un retablo de figuras de gran guiñol. También escapa a esa condición el doctor McSharry (Ricardo Joven), que asiste con perplejidad a los acontecimientos en los que se ve involucrado.

El cojo de Inisimaanes un excelente texto que está a la altura de los mejores que ha dado el teatro irlandés desde los tiempos de O’Casey y que también bebe en la escritura de dramaturgos más recientes de la talla de Pinter y, en menor medida, de David Mamet.  Bien contada la historia, lo más valioso son los diálogos, que, en un vaivén continuo, nos llevan del sarcasmo a la violencia pasando por momentos de ternura. Una obra así, reclamaba un reparto exigente. Lo es el que Gerardo Vera ha reunido. Se diría que los personajes han sido diseñados a la medida de sus intérpretes. Solo caben elogios para su trabajo, que alcanza cotas de excelencia en no pocos momentos. Así, en el  duelo interpretativo que mantienen Marisa Paredes y Terele Pávez, dos actrices de estilos muy distintos, a priori incompatibles, pero que desde la primera escena dejan claro que, sin concesiones y sin estorbarse, van a volar, para gozo de los espectadores, a la misma altura. Otra gran noticia es comprobar como una de las granes familias de actores españoles tiene asegurada su continuidad en la figura de Irene Escolar, nieta de Irene Gutiérrez Caba. En su interpretación de Helen da un paso muy importante en su carrera de actriz, entre cuyos trabajos más recientes están De ratones y hombres (CLIKEAR), La Chunga (CLIKEAR) y Agosto (CLIKEAR). Con menos tablas que ella, aunque con destacada presencia en series televisivas, el también joven Ferrán Vilajosana compone la figura del cojo Billy sin caer en exageraciones gestuales y sin dejar escapar ningún matiz de cuantos definen a su complejo personaje. Enric Benavent es, en fin, la apuesta segura para un papel que le viene como anillo al dedo. Es uno de nuestros mejores y más versátiles actores, del que estamos seguros que no nos defraudará y del que esperamos que cada nuevo papel que interpreta sea un regalo. Lo es éste personaje con el que consigue, como los buenos payasos, arrancarnos alguna lágrima después de hacernos reír.

Si impecable es el trabajo de dirección de actores, también lo es el del escenógrafo Alejandro Andújar, quien ha apostado por la sencillez a la hora de recrear los escenarios en los que transcurre la acción. Si algo sobra en la representación son las proyecciones cinematográficas, en especial la de un largo fragmento del documental Los hombres de Aran. Las imágenes que vemos en la pantalla distraen del sugerente diálogo que las gentes de la aldea mantienen mientras ven la película.   

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ADAM JEZIESRSKI /TERESA LOZANO / ENRIC BENAVENT /IRENE ESCOLAR / FERRÁM VILAJOSANA / MARISA PAREDES / TERELES PÁVEZ / MARCIAL ÁLVAREZ / RICARDO JOVEN
FOTO: JAVIER NAVAL

  

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 IRENE ESCOLAR / FERRÁN VILAJOSANA
FOTO: JAVIER NAVAL

Título: El cojo de Inishmaan
Autor: Martin McDonagh
Versión y traducción: José Luis Collado
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Música original: Luis Delgado (con la colaboración de Garrett Wall)
Videoescena: Álvaro Luna
Fotos y diseño de cartel: Javier Naval
Gerente/regidor: Miguel de Miguel
Jefe de producción: Jai Souza-Ferrerira
Ayudante de dirección: José Luis Arellano
Director de Producción: Víctor Fernández
Construcción de decorados: Alfonso Cogollo Carretero
Realización vestuario: Ángel Domingo
Agradecimientos: Maria Matas, Carmen Mancebo, Chema Noci y Gael Linn
Producción: Teatro Español y Grey Garden
Intérpretes: Marisa Paredes (Kate), Terele Pávez (Eileen), Enric Benavent (Johnnypateenmike), Ferrán Vilajosana (Billy), Adam Jezierski (Batley), Irene Escolar (Helen), Marcial Álvarez (Babbybobby), Ricardo Joven (Doctor), Teressa Lozano (Mamy)
Dirección: Gerardo Vera
Duración: 2 horas aproximadamente
Estreno en Madrid: Teatro Español, 18 - XII - 2013


 

 

JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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