San Francisco, juglar de Dios. Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Lunes, 18 de Agosto de 2014 06:15

SAN FRANCISCO, JUGLAR DE DIOS
UN RETO BIEN ASUMIDO

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RAFAEL ÁLVAREZ, EL BRUJO
FOTO: CHICHO

Título: San Francisco, Juglar de Dios
Autor: Dario Fo
Versión y traducción: Carla Matteini
Escenografía: Dario Fo
Diseño de Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Vestuario: Armando Sánchez
Música: Popular italiana/Canciones de Dario Fo
Espacio sonoro: Javier Alejano
Realización Escenográfica: Sanca / Artik
Diseño Gráfico: Vicente A. Serrano / Esperanza Santos
Fotografía: Chicho
Equipo técnico: Óskar Adiego
Distribución: Gestión y Producción Bakty, S.L.
Asesoría Jurídica y Fiscal: Verneuil & Asociados
Directora de Producción: Herminia Pascual
Ayudante de Dirección: Óskar Adiego
Intérprete: Rafael Álvarez "El Brujo"(San Francisco)
Dirección: Rafael Álvarez
Reestreno en Madrid: Teatro Infanta Isabel, 9 – I – 2008

Vuelve San Francisco, Juglar de Dios al Teatro Infanta Isabel durante 5 semanas y la razón es “debido a la gran demanda que tuvo por parte del público en su momento”, que fue en Octubre de 2002. Tal reclamo publicitario lo he podido verificar el Viernes 11 de enero. Una gran afluencia de público.Tengo que confesar que tenía mi resquemor ante este espectáculo que, en su momento, no había visto y no era tanto por la pericia teatral de El Brujo, ya demostrada en otros monólogos, sino porque el texto era de Darío Fo. 

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RAFAEL ÁLVAREZ, EL BRUJO
FOTO: CHICHO
 

A principio de los años 1970 pude ver en Milán (Italia) El Misterio Bufo interpretado por Darío Fo. Aquello fue una experiencia insólita. El local abarrotado como nunca lo he visto. El público inundaba también el escenario, sentado sobre el suelo, y Darío en medio. A mí me tocó sentarme al lado de sus pies. Quiere decir que Darío Fo no tenía espacio para desplazarse, y desde ese angosto espacio de cabina telefónica nos narró durante más de dos horas aquel Misterio. Fue revelador el modo de interpretar, el modo en que los espectadores nos habíamos ubicado y las fuentes de dónde había extraído sus textos. Hasta el momento yo siempre había pensado en la Commedia dell’arte como origen del último teatro, al menos el italiano, y Darío Fo lo mostraba a través de unos textos que confesaba originarios de los juglares de la Edad Media. Si esta afirmación era cierta o no, es imposible demostrarlo totalmente porque, a pesar de que Darío es un estudioso e investigador del teatro – eso es lo que dice -, cuando se le conoce más a fondo ya no sabemos lo que es de su cosecha y su fantasía y lo histórico. Pero no importa.

En aquellos textos había una dura crítica contra el poder establecido fuera político o eclesiástico – en el Misterio Bufo, principalmente eclesiástico - , pero transmitido en clave de un humor desmitificador y muy incorporado a la personalidad de Darío. Aquella experiencia teatral fue muy reveladora a todos los niveles y, sobre todo, el describir al actor como algo fundamental para el teatro y demostrar así que, escénicamente, Darío necesitaba muy poquitas cosas.

Han pasado ya unos 37 años y en este período por España ha venido Darío, se han representado otros textos suyos de a dos y más personajes e incluso se anunció en la cartelera un Misterio Bufo por un actor español (*). Así como los textos de varios personajes me parecía que eran asequibles para cualquier compañía, pensaba que El Misterio Bufo no lo podría ser ya que era algo como muy personal a todos lo niveles. La versión española no la llegué a ver.

Ahora cuando El Brujo se presentaba con un texto ideado e interpretado por Darío Fo me parecía una temeridad y de ahí mi desconfianza que duró en los primeros abundantes segundos y que poco a poco fue desapareciendo.

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  RAFAEL ÁLVAREZ, EL BRUJO
FOTO: CHICHO

El texto, en la espléndida versión de Carla Matteini, queda conformado de tal manera que se incorpora perfectamente al actor que es Rafael Álvarez, El Brujo – recordemos su nombre alguna vez y no tanto el apodo teatral. Durante los primeros minutos, todavía mi mente traía una y otra vez los gestos, movimientos y expresiones de cómo lo haría Fo. En mi interior se debatía una lucha entre Fo y El Brujo. Llega un momento, no muy tarde, en que Fo ya se ha ocultado entre bastidores y Rafael vuela solo.

Posiblemente una “captatio benveolentiae” – para los que saben latín diría El Brujo – sea la insinuación por parte del actor de la sospecha acerca del valor investigativo de Fo. Me siento identificado cuando en el prólogo El Brujo nos describe cómo surgió este San Francisco, a partir de la película de Rosellini. Imagino que esa es la notificación que Darío Fo da a sus espectadores cuando él interpreta el espectáculo. El Brujo, tras ser fiel al texto, se sincera. Ha visto la película, pero no ha visto nada de lo que Darío describe. Es más, una película que podría definirse como un tanto “coñazo” (no recuerdo que El Brujo emplee este término, pero va por ahí su experiencia). Y es cuando El Brujo coincide en mi apreciación sobre el actor italiano: Darío mezcla en su imaginación realidad y fantasía. Este destacarse del propio texto original permite que El Brujo haga totalmente suya la narración de Darío.

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RAFAEL ÁLVAREZ, EL BRUJO
FOTO: CHICHO
 

La historia va de contarnos la vida de San Francisco y su relación con los estamentos eclesiásticos, políticos y populares como es y no tanto cómo la da la versión oficial, que sin saber por qué hace que se extravíen los documentos originales. Extravío que recuerda tiene un grado progresivo de responsabilidad: el gremio de los franciscanos, responsabilidad nula debido a su sencillez; con el gremio de los jesuitas ya hay que menear la cabeza, con los del Opus Dei más y con los Quicos pues puntos suspensivos. Mediante estas bromas, muy del agrado del público, este juglar Brujo/San Francisco toca un tema importante: la mitificación de santos y figuras políticas, literarias o de otros estamentos en loque se han llamado hagiografías o biografías. Siendo las fuentes otras que las establecidas por el poder, vamos acercándonos a la historia Francisco como la de un juglar – en este caso de Dios – que al hablar de Dios, se enfrenta con un poder manipulador del mensaje evangélico. Lo que sucede, y esta es la estética teatral de Darío, es que todo está narrado con humor, cierta ironía y sin acritud. Son como los ojos de un niño que todavía no han aprendido a censurar los acontecimientos y muy propias de aquellos narradores medievales llamados juglares.

La interpretación de Rafael Álvarez, El Brujo es, como en otras ocasiones, magistral y humana. Está muy lejos de ser un texto recitado al estar interrumpido, inteligentemente, por apostillas, anécdotas y alusiones actuales o cierta interacción con el público. Ha conseguido incorporarlo a su propia piel.

Este San Francisco Juglar de Dios es también un homenaje y un cariñoso recuerdo para con dos actores que nos han abandonado: Paco Rabal y Fernando Fernán Gómez. Al primero lo ve apto par prestar su voz y gesto al bendito hermano lobo que tan bien se supo amigar con San Francisco, y al segundo le pide prestada la voz, esa voz agria y humana de Fernán Gómez, para su cardenal Colonna, intercesor de Francisco ante el papa Inocencio III.

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RAFAEL ÁLVAREZ, EL BRUJO                                         PIERROT (LES GILLES)WATTEAU

El vestuario, una especie de chándal blanco con capucha incorporada, posee la virtud de evocar el hábito frailuno y, personalmente, me ha llevado a la pintura de Watteau: Pierrot (Les Gilles), paradigma del cómico de la Comedia dell’arte, tanto por las líneas del vestuario como por su ubicación en el marco del Teatro Lara.

Una escenografía minimalista a base de cables de los que penden bombillas a ras de suelo, amén de práctica para su traslado por gira, es altamente evocadora. La discreta presencia del fondal pictórico, cedido por el propio Darío Fo, nos remonta al medioevo.

Rafael Álvarez El Brujo nos ofrece una agradable velada, en la que a través de una crítica, aparentemente ingenua, apela a los verdaderos valores del ser humano. El público conecta pronto, no solamente por la simpatía de El Brujo, sino porque, nos permite descargar – en cada espectador es diferente – la bilis que los poderes e instituciones públicas nos hacen tragar con sus cauciones más o menos prepotentes.

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(*)“Teatro del Ay, ay, ay” y Chusco Garci Muñoz se atrevió con El Misterio Buffo
 

 


José Ramón Díaz Sande
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Última actualización el Lunes, 18 de Agosto de 2014 08:22