La piedra oscura. Conejero.Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Sábado, 24 de Enero de 2015 11:34

LA PIEDRA OSCURA
BUCEAR EN LAS AUSENCIAS

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   DANIEL GRAO / NACHO SÁNCHEZ
FOTO: marcosGpunto

La Piedra oscura ha puesto en taquilla: "Agotadas las localidades hasta final", que es el 22 de febrero de 2015. Se estrenó el 14 de enero, y, ya, desde  ese primer día colgó el cartel de "No hay localidades" para ninguna representación.  Este dato ya es un aval que garantiza el bien hacer de una función. Esos son los misterios del teatro. Sin saber por qué, y sin dar tiempo al boca  a boca precede un preludio sin que aún haya una confirmación  del éxito. Podría aducirse el nombre del director Pablo Messiez o de su autor Alberto Conejero, pero aunque ya han recorrido un "curriculum" teatral, sus nombres no son de marquesinas para el gran público. La realidad es que el público ha copado la taquilla, y otra realidad es que se trata de una gran obra.

En principio, mucho público deseoso se quedará sin verlo, pero el CDN (Centro Dramático Nacional) ha puesto remedio: en Septiembre de 2015, volverá de nuevo. Fórmula que, con buen juicio y acierto, últimamente está utilizando  el CDN cuando, por obligación de programación posterior,  un espectáculo exitoso tiene que bajar el telón con el aforo completo día tras día. Para Daniel Grao y Nacho Sánchez, intérpretes de la obra es "un regalo" volver la temporada proxima.

La piedra oscura tiene como protagonista a Rafael Rodríguez Rapún, secretario de La Barraca, al que se le ha calificado como el "último gran amor de Federico García Lorca". De Rapún se ha escrito poco - Ian Gibson ha sido el que más y sólo se reduce a seis páginas -, y ha quedado como abandonado en el recuerdo. Murió fusilado por los nacionales, un año después de Federico.

Alberto Conejero ha escrito un texto inteligente y con una buena dosis emocional. Una emoción contenida que llega a su culmen en la escena final, y provoca una lágrima contenida o silenciosa en el espectador. He dicho "inteligente", porque no ha caído en la tentación de escribir una especie de biografía de Rapún, el olvidado, o una rememoración de Lorca y su último amor. Rapún y Lorca están ahí pero no copan el protagonismo de la historia. Están entre bastidores. Inteligente, porque a partir de la figura de Rapún, la historia alcanza nivel universal en el que nos lleva a una meditación sobre la absurdidad de las guerras, el valor de la amistad, por encima de credos e ideologías, y la inocencia del ser humano -  la figura del adolescente Sebastián - golpeada por la barbarie. Hay algo más: el amor de Federico por Rapún, encuentra su respuesta en el interés de recuperar la esencia de Federico: su obra teatral y poética, lo cual nos invita a considerar la memoria perdida y la necesidad de bucear en las ausencias para crear una nueva vida.  

El texto, muy bien escrito en lo que respecta a diálogos muy creíbles, es una fuente de evocaciones en la mente del espectador. Posee imágenes vívidas que no nos dejan indiferente.

Alberto Conejero, a partir de los datos biográficos de Rapún, se mete en el mundo de la ficción e idea un encuentro final entre el personaje histórico y otro de ficción, el adolescente Sebastián. Rapún ha sido apresado en una de esas redadas bélicas - la guerra civil española -, y está herido. En una especie de bunker, que solo permite el lejano rumor del mar - un acertado efecto muy evocador - espera su fusilamiento. Rapún de ideas republicanas está custodiado por Sebastián, de ideas nacionalistas, las cuales no entiende muy bien y son sólo fruto de haber nacido aquí o allí. Su "habitat" ha sido el cercado de un pueblo sencillo, y su pasado inmediato la muerte de su madre en un bombardeo de los italianos, que, en teoría, debieran ser sus amigos. En él anida la inocencia de quien todavía no se ha topado con el mal, hasta ahora. Y en esa inocencia puede entender al otro, que, en principio, es su enemigo. Tal virtud contagia a Rapún. Ante estas posiciones vuelve a surgir lo absurdo de la guerra y las ideologías, así como la posibilidad de trascender esas barreras. Hay algo más: el acto de arrepentimiento, por parte de Rapún, al no haber estado cerca de Federico. Sebastián será el vehículo que le puede llevar a la redención. En la obra literaria de Federico ambos extremos pueden encontrar un nuevo camino.

Si el texto es inteligente en su escritura y su estructura dramática, también lo es la dirección y la interpretación. Pablo Messiez, el director, sabe dar ritmo, agilidad y emoción a una situación espacial que podría caer en el estatismo: Rapún tumbado en un camastro y Sebastián acomodado en una silla. La estructura dramática está construida a base de escenas - pasos de tiempo -, que fluyen bien, y que mantienen el interés creciente, no tanto por el desenlace final, puesto que históricamente lo sabemos, sino por los progresivos contenidos y el progresivo acercamiento de uno y otro personaje.

A nivel interpretativo - un trabajo a medias entre el director y los intérpretes, en todo buen teatro - Daniel Grao en el papel de Rapún (Rafael) y Nacho Sánchez en el de Sebastián, son todo un acierto, tanto a nivel físico como psicológico. Físicamente  el contraste del hombre más maduro y el chico adolescente está muy bien conseguido. A ello se une la interpretación de uno y otro, que refleja perfectamente la edad y la madurez humana de uno (Rafael) - más avezado por la vida -  y otro (Sebastián) - la inocencia desconcertante ante una vida sin estrenar. Se trata de un trabajo actoral de muy buena factura, en el que la palabra es protagonista. Daniel la lanza con un aplomo magistral y Nacho con la obligada precipitación a la que le lleva el miedo y lo desconocido. En él, el juego de las manos es de una gran expresividad.

He mencionado, al principio, la escena final teñida de una gran emoción. Es impactante. Posee la virtud de no caer en el melodramatismo - tentación en una mala interpretación -, sino de mantenerse en la cuerda floja de la emoción sincera. Un último efecto final, no sé si producto de mi imaginación, es de una gran sugerencia. Al disparo final, una gran embestida del mar, sigue una impactante luz blanca que tiñe a Sebastián como si la esperanza se derramara sobre él. En este efecto también se cuenta con la virtud de la discreción.

Hay que alabar la escenografía y vestuario de Elisa Sanz. El espacio escénico es  una especie de bunker de planchas metálicas que evocan un lugar más allá de lo que pueda ser un recinto cerrado. De alguna manera, reenvía la imaginación a las agresivas tanquetas bélicas de cualquier guerra. El vestuario ha optado, con acierto, por unas guerreras, prácticamente iguales las de uno y otro bando, en un tono gris que le añaden ese toque de universalismo que posee el texto. La iluminación de Paloma Parra y el espacio sonoro de Ana Villa y Juanjo Valmorisco, completan con eficacia la atmósfera. 

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  DANIEL GRAO / NACHO SÁNCHEZ
FOTO: marcosGpunto

Título:La piedra oscura
Autor:Alberto Conejero
Escenografía y vestuario:Elisa Sanz
Iluminación:Paloma Parra
Coordinación musical:Ana Villa, Juanjo Valmorisco
Dirección de producción:Nadia Corral
Producción ejecutiva: Jair Souza-Ferreira
Director técnico: Matías Carbia
Ayudante de producción: Sara Brogueras
Diseño cartel:Isidro Ferrer
Fotos:marcosGpunto
Coproducción:Centro Dramático Nacional y LAZONA
Distribución: Clara Pérez
Realización de Escenografía: Mambo Decorados / Sfumato
Ayudante de escenografía y vestuario: Mónica Boromello
Meritorio de dirección: David Castillo
Ayudante de dirección:Javier L. Patiño
Intérpretes(por orden alfabético): Daniel Grao (Rafael), Nacho Sánchez (Sebastián)
Dirección: Pablo Messiez
Duración:1 hora (sin intermedio)
Estreno en Madrid:Teatro María Guerrero (Sala de la Princesa), 14 - I - 2015
Estreno en Rusia, Moscú:Teatro del Arte de Moscú,  28 - II - 2015 

Más información
    
La piedra oscura. Conejero - Messiez
 
   La piedra oscura. Conejero Entrevista

José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande

 

 

 

 



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Última actualización el Miércoles, 31 de Agosto de 2016 10:04