El Régimen del Pienso. La Zaranda. Crítica Imprimir

EL RÉGIMEN DEL PIENSO
ESE INSOPORTABLE OLOR A POCILGA
 
 
 FOTO: JUAN CARLOS GARCÍA
Hace menos de un año la ciudad suiza de Lausanne acogió un congreso dedicado a las ficciones animales en la literatura española e hispanoamericana. El dramaturgo José Manuel Corredoira participó en él con una ponencia en la que hacía un repaso por el teatro español en busca de obras en las que todos o algunos de sus personajes fueran animales. La relación era extensa y no hay período de la historia en el que no hallara alguna aportación. Las hay numerosas en el teatro contemporáneo y llama la atención que no pocos autores sean reincidentes en el empeño de convertir el escenario en granja o en singular parque zoológico. Antonio Martínez Ballesteros, José Ruibal, Manuel Martínez Mediero y Juan Mayorga son solo una pequeña muestra. El nuevo espectáculo de La Zaranda se inscribe en esa tradición, ya que, para hacer la autopsia de nuestra sociedad, se ha servido, como en las mejores fábulas, del reino animal, transformando a los seres humanos en sufridos cerdos.
 
A modo de introducción, se da noticia de la existencia de una epidemia que está diezmando la cabaña porcina sin que los veterinarios sean capaces de averiguar la causa. Su perplejidad es lógica si se tiene en cuenta la limpieza que reina en las instalaciones pecuarias y el cuidado que reciben los animales. Al cabo, las sospechas se centran en el capítulo alimentario. Pudiera ser consecuencia del atiborramiento al que son sometidos en procura de un engorde rápido, pero también a la competencia que se establece entre ellos a la hora de dar cuenta del pienso. En efecto, cuando empieza a escasear, se matan unos a otros; luego, los que sobreviven, mueren víctimas de su voracidad. Eso, sin contar  que a los enfermos, los rematan entre todos. Como quiera que las medidas adoptadas tras analizar los resultados de las autopsias de los cadáveres no surten efecto y los estragos continúan, se impone la realización de un simulacro que arroje luz sobre el caso. En él, en un juego de paralelismos que devienen en metáfora, se nos muestra el calvario del ser humano en una sociedad que, en vez de atender sus necesidades, sobrevive a su costa y, no contenta con ello, le humilla. Bajo mascaras porcinas, el hombre de nuestro tiempo se ve sometido a condiciones laborales que le obligan a competir con sus compañeros para mantener su puesto de trabajo, a rendir por encima de sus capacidades, a aceptar salarios de miseria, a someterse a horarios absurdos, a vivir sumergido en un mar de expedientes y a moverse en un laberinto de estanterías. Todo eso para nada, pues al final le aguarda la muerte, que, vistas las cosas, no es castigo, sino premio, aunque la forma en que se produce sea dolorosa y cruel. El régimen del pienso es, a la manera de La Zaranda, otra versión del mundo de Kafka.
 
En efecto, la estética del espectáculo se inscribe en la habitual de esta compañía, que se autodefinió como inestable y, al cabo de treinta y cinco años, es una de las más estables de las existentes en nuestro país. Sigue haciendo un teatro a caballo del esperpento y del expresionismo hispano, que bebe en las tradiciones de su tierra andaluza y que, sin embargo, desborda sus límites, adquiriendo una dimensión universal, como sucediera con el del polaco Tadeusz Kantor, con el que tantas cosas tiene en común, aunque no sea deudora de él. Sus respectivos teatros son los de la memoria y la muerte. La Zaranda se mantiene fiel a la austeridad escenográfica, que, si en un principio fue, tal vez, necesidad, se ha convertido en seña de identidad. A pesar de ello, los objetos tienen  gran protagonismo. En esta ocasión, invaden el escenario estanterías rodantes, flexos, archivadores y botellas de suero. No faltan las escenas rituales, los lamentos y quejidos y, en el texto de Eusebio Calonge, las reiteraciones que le dan un tono poético y las sentencias rotundas.
 
Es posible que esta creación no alcance la excelencia de otras anteriores y también que algunos seguidores de la compañía perciban cierto anquilosamiento, pero lo cierto es que, una vez más, se confirma la originalidad de su lenguaje escueto, corrosivo y escéptico. La voces rotas, aguardentosas y cansinas de los de La Zaranda de siempre (Luis Enrique Bustos, Gaspar Campuzano y Francisco Sánchez), a las que se ha unido la de Javier Semprún, procedente del castellano Teatro Corsario, suenan rotundas e inmisericordes con los males de la sociedad. Como siempre, hablan de asuntos trascendentales, pero no se ponen estupendos. Su discurso expuesto por otros con menos guasa sería un vómito, pero ellos lo dejan en una prolongada carcajada existencial que invita a reír y llorar a un tiempo.
 
Título: el régimen del pienso
Autor: Eusebio Calonge
Música: El niño judío (pablo Luna, preludio), Concierto para trompeta, II andante (J.N. Hummel), Alma española ( Orlando Portocarrero y su Banda), Rorate Caeli Desuper (Coro de Monges do Mosteiro de São Bento e Coral Colégio do Bento de Núrcia (Río de Janeiro)
Espacio Escénico: Paco de La Zaranda
Iluminación: Eusebio Calonge
Coproducción: La Zaranda (Teatro Inestable de Andalucía la Baja) y Festival Temporada Alta.
Intérpretes: Luis enrique Bustos, Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez, Javier Semprún
Director: Paco de La Zaranda
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero( CDN, Sala Grande), 18 - VI - 2013
 
 FOTO: JUAN CARLOS GARCÍA

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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