Cinco Horas con Mario. Millán. Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Martes, 18 de Septiembre de 2012 08:15

CINCO HORAS CON MARIO
FELIZ RECUPERACIÓN
 
 
FOTO: PRODUCTORA
Hace dos años Natalia Millán anunciaba su nueva interpretación: Cinco horas con Mario. Así, en principio podía parecer una osadía, pues el personaje de Carmen Sotillo, quedó prefigurado en la persona de Lola Herrera. Por parte del espectador era difícil deshacer la iconografía y la interpretación de Lola Herrera (CLIKEAR). Llegó a afectarle de tal manera que, en aquellos, cuando le hice una entrevista me indicó que estaba harta de que le sacaran fotos con aquel derrumbe de mujer y me entregó una foto suya, muy alejada de la Carmen Sotillo. Una Lola Herrera atractiva y de semblante elegante (CLIKEAR).
 
Partir de este apunte para la crítica sobre el trabajo de Natalia Millán, viene justificado porque la Carmen Sotillo del siglo XXI se aparta un poco, en cuanto a la iconografía. Resulta una viuda más atractiva físicamente que la diseñada años ha. Tal diseño no es un atentado al origen, puesto que es la misma Josefina Molina - directora de la primera versión - quien dirige el espectáculo. Por lo tanto, cabe pensar que el montaje de Natalia tiene sus parabienes y supone una nueva concepción por parte de Josefina. Tal vez ésta sea la principal novedad, que afecta también al uso de objetos, vestuario, maquillaje y modos interpretativos. No vale la pena las comparaciones, por aquello de que siempre son odiosas, y la dos interpretaciones, la de Lola Herrera y la de Natalia Millán resultan válidas.
 
Cinco horas con Mario es una novela-monólogo de Miguel Delibes: Ante el féretro de Mario, su viuda Carmen rememora su vida en común, con más desdichas que dichas por la peculiar intelectualidad avanzada de su esposo, que ella no comprende. En el fondo, el monólogo de Miguel Delibes sirve de reflexión e ironía hacia una sociedad que comienza a desaparecer: la española de los años sesenta en que el franquismo se tambalea; la iglesia con su Concilio Vaticano comienza a desempolvarse; la preocupación social, a la que era ajena una sociedad burguesa... En resumen, el comienzo de cambio de la sociedad española. Todo ello expresado con una humorística ironía y con un buen decir, en la palabra, como es habitual en el escritor vallisoletano.
 
A Natalia Millán la conocí en aquella serie de televisión española que coqueteaba con el concepto de "culebrón": El Super. Más tarde topé con ella en el afamado musical de teatro: Cabaret (CLIKEAR). Ella era la imprevisible y fantástica Sally Bowles. A Sally la conocíamos a través de Liza Minelli, que por voz e interpretación, marcó un perfil muy difícil de olvidar. El día del estreno era inevitable la comparación, pero a medida que avanzaba la función nos fuimos acostumbrado a la Sally-Natalia y el aplauso final terminó por ratificar una buena creación del personaje. A partir de entonces no la volvía ver, y cuando supe de su intento por meterse en la piel de Carmen Sotillo, en mi interior, pensé que era una temeridad, tanto por el personaje como por la interpretación de Lola Herrera.
No obstante el estreno pasado echó abajo todos los prejuicios. Natalia muestra sus dotes interpretativas, traducidas en una amplia gama de registros. Convence y no defrauda.
 
Como he dicho esta versión teatral está revisada. La primera era más austera a nivel escenográfico. Solo el túmulo del difunto resaltando sobre una cámara oscura. Aquí se utilizan algunos símbolos más: la biblioteca de libros - tema predilecto de Mario - ; una sillería en violeta y un túmulo tendente a la losa de la sepultura que al féretro realista. El fondo y los laterales prefieren la abstracción. mediante tenues colores. Todos estos elementos juegan de modo que haya variedad espacial en el monólogo.
 
Otro de los elementos expresivos es el vestuario. Su viudez enlutada no le impide vestir con cierto atractivo, elevada sobre tacones, que nos traslada a imágenes de esa media burguesía de nuestras ciudades, cuyo toque es la elegancia. Durante el desarrollo de sus cuitas el quitarse la chaqueta  o echársela sobre los hombres permite que nos familiaricemos con ese juego, de modo que no es extraño que se quede en combinación. La disculpa está bien traída: derramar involuntariamente agua sobre la falda. No es gratuito, ya que ese "deshabillé" viene a tono con la sensualidad del pasado, vivida un tanto, educadamente, reprimida, como pide una cierta mentalidad y la elegancia.
 
Todo esto quiere decir que se ha trabajado mucho y bien la puesta en escena, y en lo que respecta a Josefina Molina es un acierto el no "dormirse en los laureles", aportando nuevas ideas a su propio montaje.
 
Volviendo a Natalia Millán, hay que destacar la variedad de tonos y el despliegue de matices a lo largo de toda la representación.
 
El día del estreno supuso una salva de aplausos prolongados y bravos, y eso que la mayoría del público eran compañeros de profesión, los cuales te pueden salir muy críticos o ser simplemente educados. Por comentarios "off", los aplausos eran sinceros.
 
Es una suerte, para nosotros, el que la obra haya rodado antes de llegar a Madrid, ya que ello proporciona confianza y posibilidad de retoques y matices. La dos horas pasan volando.
 
Título: Cinco Horas con Mario
Autor: Miguel Delibes
Adaptación: Josefina Molina y José Sámamo
Producción: José Sámano, Sabre Producciones e Impala
Intérprete: Natalia Millán (Carmen Sotillo)
Dirección: Josefina Molina
Duración: 1 hora y 30, sin descanso
Reestreno en Madrid: Teatro Arlequín, 12 - IX - 2012
 


José Ramón Díaz Sande
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Última actualización el Miércoles, 19 de Septiembre de 2012 08:57