Hamlet. Will Keen. Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Jueves, 21 de Junio de 2012 07:41

HAMLET
EL OLOR A PODRIDO EN LAS ALTAS ESFERAS DEL PODER
 
 
 ALBERTO SAN JUAN
FOTO: JAVIER NAVAL
Laertes emprende su viaje a Francia. Lo hace en avión. A punto de embarcar, al pie mismo de la escalerilla, recibe los últimos consejos de Polonio, su padre. Antes hemos visto la escena en la que Claudio, Rey de Dinamarca, acompañado por la Reina, pronuncia un discurso ante sus consejeros, Hamlet y un selecto grupo de invitados. No lo hace desde su trono, sino parapetado tras un atril lleno de micrófonos. Los que le escuchan, más que cortesanos, parecen ser, por su atuendo, los miembros del consejo de administración de una importante empresa. Refuerza esa imagen la presencia de un nutrido grupo de periodistas y fotógrafos. Así es el Hamlet dirigido por el actor británico Will Keen. Curiosamente, se acepta la mudanza temporal con una naturalidad que con frecuencia, en casos semejantes, causa irritación. No siempre resulta fácil interpretar las reacciones del público, pero en este caso se diría que ha percibido que no está ante la actualización gratuita y oportunista de un clásico. Lo que ve en el sobrio escenario que ha diseñado Paco Azorín es un producto muy depurado elaborado por alguien que respeta y conoce a la perfección la obra de Shakespeare. No en vano, Keen se ha formado a la sombra de Declan Donnellan, el gran director inglés, algunos de cuyos montajes han sido vistos en nuestro país. Que el texto original no haya sido manipulado contribuye a certificar el rigor de este trabajo. La traducción, muy cuidada y con un vocabulario de gran viveza, es de María Fernández Ache, dramaturga española afincada en Inglaterra, a cuyas órdenes habían trabajado, tanto Keen, como Alberto Sanjuan en su versión de Traición, de Harold Pinter (CLIKEAR), vista hace un par de años en el Español.
 
Hamletadmite, como tantas grandes obras del repertorio dramático universal, muchas lecturas. La proteica naturaleza de su protagonista lo permite. Interpretarla e imprimir su sello personal, es el propósito de muchos de los directores de escena y actores que han asumido el reto. Pero no pocos han naufragado por culpa de un exceso de ambición. No es el caso de este espectáculo. Sus creadores enmarcan la obra en el contexto de lo que podríamos llamar teatro comercial de la época, aquel que buscaba satisfacer a un público ansioso de emociones y escenas sangrientas. La venganza era un buen tema para servir esa demanda. Hamlet es, pues, la historia de una venganza. Lo que sucede es que el genio de su autor trascendió tan limitado objetivo y, al tiempo que colmaba las aspiraciones de un público poco exigente, dejaba muchas puertas abiertas a la curiosidad de los que ven en su protagonista a un individuo que compendia la enorme complejidad de ser humano. La puesta en escena de Keen atiende el primer propósito, pero también nos anima a adentrarnos en ese otro territorio enigmático que suscita el interés de los estudiosos. Aún hay otra lectura de la obra propiciada por el traslado de la acción a nuestro tiempo. En esos personajes bien trajeados, que van y vienen arrastrando maletas, y en sus poses, reconocemos los juegos sucios, las mentiras, las traiciones y las sordas luchas por el poder de los políticos de nos gobiernan.
 
El Hamlet de Alberto Sanjuan tiene la virtud de que el propio actor es consciente de la imposibilidad de hacer una interpretación caleidoscópica y definitiva del personaje. Ha optado por ofrecer de él una lectura personal adecuada a sus características interpretativas. Su trabajo es magnífico. Mejor en la voz que en el gesto, un punto exagerado. Cabe poner un reparo, no atribuible a él, sino al director: no hay evolución en el viaje del personaje desde el dolor por la muerte de su padre hasta esa lúcida y quizás fingida locura que le lleva a tramar la venganza que luego ejecutará con absoluta frialdad. Desde el primer momento, antes incluso de la conversación con el fantasma de su difunto padre, parece estar al cabo de la calle sobre lo sucedido en Elsinor. Keen ha instalado al personaje en una demencia anticipada que convierte sus dudas en certezas.
 
El resto del reparto se mueve dentro de un tono general correcto. Es justo destacar el buen trabajo de Pedro Casablanc en el papel del Rey Claudio. Se encuentra cómodo en su disfraz de político actual, cínico y manipulador. Sorprende el Polonio de Javivi Gil Valle, muy alejado del que estamos acostumbrados a ver. No es aquí un consejero de Estado discreto de gesto fruncido, sino la divertida caricatura de uno de esos políticos hacedores de torpes y ditirámbicos discursos gratos a los oídos de sus jefes. Y conmueve la Ofelia de Ana Villa en la escena que precede a su muerte

 FOTO: JAVIER NAVAL
Título: Hamlet
Autor:William Shakespeare
Traducción, versión y co-dirección: María Fernández Ache
Escenografía:Paco Azorín
Vestuario:Ikerne Jiménez
Iluminación:Valentín Álvarez
Espacio sonoro: Mariano García
Director de movimiento: Antonio Gil
Lucha escénica:Jesús Esperanza
Ayudante de sonido:Janick Nadouce
Ayudante de dirección:Laura Galán
Ayudante de escenografía y vestuario:Juan Sebastián Domínguez
Meritoria de dirección:Natalia Moreno
Producción: Teatro español
Intérpretes (Orden de intervención): Pau Roca (Laertes y Francisco), Antonio Gil (Primer enterrador y Reinaldo), Pablo Messiez (Marcelo, Guildenstern, Actor 2, Caballero Horacio), Secun de la Rosa (Bernardo, Rosencrantz, Actor 1, Caballero, 2º enterrador, Cura, Osric) , Pedro Casablanc (Claudio), Javivi Gil Valle (Polonio), Alberto San Juan (Hamlet), Yolanda Vázquez (Gertrudis), Ana Villa (Ofelia), Rosa María Mateo (Voz radio periodista), Will y María (Contertulios) Dirección de escena: Will Keen
Dirección de escena: Will Keen
Duración : 2 horas y 45 minutos, más descanso.
Estreno oficial en Madrid: Naves del Español (Matadero) - 14 - Vi - 2012
 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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