Lástima que sea una puta. 2012. Critica. Imprimir
Escrito por Eduardo Pérez Rasilla   
Lunes, 23 de Abril de 2012 10:02

TIS PITTY SHE’S A WHORE

(LÁSTIMA QUE SEA UNA PUTA)

UNA PROPUESTA DE CHEEK BY JOWL

 

 
 LYDIA WILSON / JACK GORDON
FOTO: CHEEK BY JOWL

Los especialistas sitúan el estreno de este texto de John Ford en 1623. La trama de Lástima que sea una puta se vertebra en torno al gran tabú sexual del incesto, mostrado aquí con singular crudeza. Pero la historia central se inserta en un marco político y social preciso que implica  cuestiones muy diversas en el ámbito de lo ideológico, de lo estético  y lo moral. Entre los logros de este ambicioso y complejo texto  hay que considerar la audacia en la presentación del incesto sin veladuras, desde la convicción por parte del personaje masculino, Giovanni, de que el deseo erótico es el único criterio que puede regir las relaciones sexuales. Pese a su amistad con el fraile, Giovanni entiende que el infierno es una superstición y con él toda construcción religiosa que intente intimidar al hombre y constreñir la puesta en práctica de sus deseos. Su actitud deriva de la conciencia de vivir en un mundo nuevo, que ha superado las restricciones de un sistema basado en la creencia y en el miedo y que deja paso una realidad dinámica y cambiante, arriesgada e incierta. Su relativismo moral parece permitirle tergiversar las diatribas del fraile contra el incesto,  mudadas en mentida pero expresa autorización cuando quiere vencer los últimos pudores de su hermana Annabella.

 

Pero en el personaje de Giovanni pueden atisbarse también, como han apuntado algunos, rasgos que anticipan el pensamiento freudiano en lo que atañe al narcisismo de una personalidad todavía inmadura,  que lo lleva a hacer valer sus propósitos no solo frente a los  dictados de la moral religiosa y social dominante, sino también sobre la consideración de las consecuencias que sus acciones tendrán sobre su hermana y amante Annabella. La decisión de matarla, y con ella al hijo de ambos que la muchacha lleva en las entrañas, antes de que se consume su muerte, ya inevitable, parecería subrayar esta condición narcisista. En cualquier caso, su desafío a las leyes humanas y divinas y el valor con el que arrostra su propia muerte lo convierten un personaje vigoroso y fascinante.  

 

Pero Annabella no es inferior como personaje dramático. Su determinación y entereza frente a los pretendientes a los que rechaza, o, más aún, su silencio  frente a las brutales amenazas de Soranzo, convertido ya en su esposo,  cuando la sabe embarazada, o la pasión con la que asume la relación incestuosa con su hermano, carente de escrúpulos morales y de temores a la estructura social en la que se encuentra inmersa, nos sitúan también ante un personaje grandioso. No faltan otros aspectos de interés en el texto, como la exploración un descontento social en los desfavorecidos o las tensiones entre la burguesía emergente y la nobleza de cuna.  

        

Desde una perspectiva actual,  acaso quepa considerar a Lástima que sea una puta como un texto deudor de servidumbres tales como una truculencia que hoy pueda resultar excesiva, o de un prejuicio religioso que lleva a imaginar a la Italia del XVII como el lugar en el que anidan todas las perversiones morales. Y, por descontado, el discurso que se vierte en la obra da por supuesta la desigualdad sobre el juicio y la sanción que merecen las acciones de las mujeres sobre las de los hombres.

        

La escenificación de Donnellan ha obviado algunas de estas cuestiones y ha puesto el énfasis en los aspectos eróticos y en las posibilidades metateatrales de Lástima que sea una puta. Su intervención sobre el texto y su escenificación ha sido decidida y valiente, aunque precisamente por ello pueda parecer discutible. Donnellan suprime los personajes de Bergetto, Poggio, Ricardetto y Filotis, lo que le permite prescindir de los elementos cómicos del texto, asociados al personaje de Bergetto y su criado Poggio, pero también de algunos juegos habituales en el teatro del XVII, como el uso del disfraz y la asunción de una identidad falsa, y de episodios claves  de la trama, como la inducción al asesinato de Soranzo por parte de   Ricardetto para vengarse de su condición de marido burlado. El error cometido por Grimaldi al ejecutar el encargo alterará el desarrollo de la acción dramática, pero además  llevará consigo consecuencias políticas en la historia de la obra. También ha prescindido Donnellan del desenlace, un final en el que algunos han visto ecos del Hamlet shakesperiano, y que aquí queda truncado, sin las muertes de Giovanni y de Soranzo y sin la cínica jactancia de Vasques, el criado urdidor de engaños y ajustes de cuentas, que presume de la superioridad española para la venganza.

        

La actualización o la modernización de vestuario y de la concepción plástica y escenográfica  de la obra expresa la voluntad de atenuar, o incluso de obviar, la dimensión histórica del texto, que es sustituida por un juego metateatral, en el que no faltan los elementos rituales, y por una acentuación de lo erótico. No se han suavizado, antes al contrario, los aspectos más cruentos y brutales que contiene la obra de Ford. Un espacio dominado por un color rojo intenso y presidido por una gran cama que ocupa el centro del escenario se convierte en el marco de una acción en la que los actores alternan la encarnación de sus respectivos personajes con una actuación coral en la que sus cuerpos y sus desplazamientos  y acciones físicas- el baile, los movimientos rítmicos, circulares o espasmódicos en algunos momentos-  y la música forman parte de la escenografía y de la creación de un ambiente de  asfixiantes connotaciones sexuales, que recuerda por momentos a la atmósfera de los burdeles de Genet. Al fondo del escenario, un cuarto de baño, entreabierto y entrevisto, proporciona la posibilidad de un segundo plano de perversidad y violencia, de suciedad aceptada y desplazada a un tiempo.

        

El espectáculo aporta valores notables. Sobre todas ellas destaca un magnífico, versátil, sugerente e impecable trabajo actoral, verdadera seña de identidad de la prestigiosa compañía. Las voces y los movimientos, la precisión de las acciones, el ritmo del trabajo, todo contribuye a la calidad de este espectáculo. Además, la dirección escénica aporta la agilidad, la intensidad y el dinamismo de la acción dramática, la capacidad de solapar las escenas en beneficio del ritmo de la historia, sin que esta pierda, por lo general, en claridad o en limpieza, aunque a mi juicio cabría prescindir de algunas soluciones o de algunas imágenes en las que el director parece recrearse y que poco aportan  a un trabajo señero. Pero son las menos. El día en que asistí a la función el público respondió con un dilatado aplauso y con inusuales muestras de entusiasmo.

 

 
 
JACK GORDON / NYASHA HATENDI
FOTO: CHEEK BY JOWL
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Título: Lástima que sea una puta
Autor: John Ford

Escenografía: Nick Ormerod
Colaborador dirección de escena y movimiento: Jane Gibson
Diseño de Iluminación: Judith Greenwood
Diseño de Sonido: Nick Powell
Director asociado: Owen Horsley
Dirección de casting: Siobhan Bracke
Dirección de voz: Emma Woodvine
Dirección de lucha: Jonathan Waller
Dirección de producción: Simon Bourne
Supervisión de vestuario: Angie Burns
Gerente de Compañía: Linsey Hall
Regiduría Técnica: Dougie Wilson
Adjunta a regiduría: Clare Loxley
Diseñador de iluminación asociado: Kristina Hjelm
Diseñador de sonido asociado: Mark Cunningham
Fotografía: Manuel Harlan
Jefa de sastrería: Victoria Youngson
Regidor asociado: (Rehearsals, París) Tilly Stokes
Regidora asociada: (Gira) Rosina Webb
Regidora en prácticas: Angela Garrick
Una producción de Cheek by Jowl en co-producción con Barbican-London, Les Gémeaux/Sceaux/Scène Nationale y Sydney Festival
Compañía: Cheeck by Jowl
Intérpretes: Suzanne Burden (Hippolita),David Collings (Florio), Ryan Ellsworth (Donado), Jimmy Fairhurst (Ensemble), Jack Gordon (Giovanni), Nyasha Hatendi (Friar), Jack Hawkins (Soranzo), Lizzie Hopley (Putana), Peter Moreton (Cardinal/Doctor), David Mumeni (Grimaldi), Laurence Spellman (Vasques), Lydia Wilson (Annabella)
Dirección: Declan Donnellan

Estreno en Madrid: Navesdel Español (Matadero) (Sala 1), 11 - IV - 2012

Eduardo Pérez – Rasilla
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Matadero madrid

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Última actualización el Lunes, 23 de Abril de 2012 10:42