LIEDER DE SCHUMANN
(MÚSICA AL ATARDECER)

en el
MUSEO DEL ROMANTICISMO

4 de noviembre de 2011

JOSÉ MANUEL MONTERO

El Museo Nacional del Romanticismo  abría de nuevo sus puertas el 3 de diciembre de 2009.  Con tal reapertura comenzaban una serie de actividades culturales, entre las que se contaba la "música". En este contexto el viernes 4 de noviembre de 2011 se ha programado un concierto: Lieder de Schumann, a cargo del tenor José Manuel Montero (Madrid) (CLIKEAR)y la pianista Celsa Tamayo (Granada), que ya había sido estrenado el 16 de diciembre de 2010 bajo el título Concierto Extraordinario de Navidad.

La primera parte - Dichterliebe Op.48 (Los amores de un poeta) (1840) -, la música de Robert Alexander Shumann (1810 - 1856), sirve a los  textos del poeta Heinrich Heine (1797 - 1856), y la segunda parte - (1840) - a los de Joseph von Eichendorff (1788 - 1857). Los dos ciclos está compuestos para diversas tesituras de voz: soprano, mezzosoprano, tenor o barítono, con acompañamiento de piano.

Dichterliebe consta de 16 canciones, cuyos textos provienen de Lyrische Intermezzo (1822 - 1823), publicados como parte de Das Buch der Lieder de H. Heine

CELSA TAMAYO

Liederkreis está formado por dos ciclos: el primer - Opus 24 - a partir de poemas de Heinrich Heine y el segundo - Opus 39 - sobre texto de Joseph von Eichendorf. Para el concierto que nos ocupa se ha preferido el segundo ciclo, Opus 39, imagino porque es el más frecuentado y, posiblemente, para ofrecer un Schumann "musicando" a dos poetas distintos.

José Manuel Montero muestra una vez más un generoso registro oscilante entre tenor y barítono. En esta ocasión y una vez que estas composiciones están compuestas para diversas tesituras de voz, ello le permite acentuar un registro u otro, según la canción y ofrecernos un sentimiento más lírico en unos momentos, y en otros más contundente. En la Sala del Museo del romanticismo - de dimensiones medias -, su voz sobrepasa generosamente los límites auditivos, lo cual no supone algo negativo, sino que llena canoramente todo el espacio.

Por su parte Celsa Tamayo, muy habituada a este tipo de conciertos, engranó perfectamente con José Manuel Montero, formando una buena sincronía musical. En ambos se sentía una gran soltura y un gran entendimiento musical. La velada resultó no sólo amena, sino distendida. El público, a pesar de la lluvia, llenó la Sala y celebró ambas interpretaciones con fervorosos aplausos.