La Belle. Les Ballets de Montecarlo. Crítica. Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Jueves, 08 de Septiembre de 2011 11:45

LA BELLE

LA MAGIA DE UNA CRUDA REALIDAD

 

 

 FOTO: JAVIER DEL REAL

En el 2009 llegaba a los Teatros del Canal, Fausto, una producción de Les Ballets de Montecarlo. Ahora para abrir la temporada del Teatro Real vuelve con La Belle (2201), una de las mejores coreografías de su director artístico Jean-Christopher Maillot según las crónicas. Se ha podido constatar que no erraban.

 

La Belle es el título que en esta versión se da a La Bella durmiente del Bosque. La coreografía tradicional de Petipa se basaba en la irreal fantasía – la Bella duerme durante 100 años hasta que el casto beso de un Príncipe la despierta, como otro Príncipe despertara a Blancanieves -  de un cuento. Las coreografías tradicionales terminaban en el casto beso y después venía la celebración de las bodas  y el “vivieron felices”.

 

El cuento de Charles Pearrault no finaliza así. El cuento continúa de un modo más tétrico. El Príncipe vuelve a su reino pero no desvela a su madre, la Reina, el matrimonio. Sale y vuelve a su reino, intrigando a su madre. Hay una razón. Su madre es una ogresa que no puede resistirse a devorar a los niños cuando los ve. Es genético. Su esposo, el Rey, se había casado con ella por su dinero. Muerto el rey el Príncipe accede al reino y hace público su matrimonio. Instalado en la nueva corte la Bella y sus hijos, la niña Aurora y el niño Día, fueron la tentación para la Reina. Veía en ellos y en la Bella un suculento manjar. Cundo el joven Rey se ausenta para ir a la guerra, La Reina-Ogresa prepara todo para engullir a sus descendientes: un gran caldero lleno de repulsivos  bichejos como sapos, serpientes y víboras. A punto de cocer a la Bella y sus hijos, llega de improviso el joven Rey y detiene la cocción del futuro y suculento manjar. Atemorizada, la Reina madre se lanza al caldero, donde es devorada por los bichejos. Y el cuento termina con esta reflexión:

 

El rey no pudo impedir el sentirlo, después de todo era su madre,

mas se consoló pronto con su bella esposa y sus hijos.

 

Jean-Christopher Maillot elabora su coreografía a partir de esa narración. No obstante, no cae en la tentación de una transcripción literal visual de lo narrado por Perrault, sino que bucea en el significado más allá de la truculenta fantasía: ogresa comedora de niños. En la realidad un acto de canibalismo.

 

Todos los cuentos, a través de su fantasía y aparente ingenuidad, están reflejando análisis profundos de la realidad humana. Son susceptibles de múltiples interpretaciones. En el caso de La bella Durmiente del bosque, en su totalidad, existen unas líneas que se han ido repitiendo a lo largo de la historia: la inquieta búsqueda de la pasión amorosa: tal pasión la Bella la mantiene en letargo por no encontrar a su amado y el Príncipe, desasosegado por su nacida pasión,  viaja en busca de calmarla. En la vida la consecuente fusión amorosa lleva a los amantes a abandonar su hogar, con el malestar de sus progenitores. Por lo general, cuando es la hija la que se va, quien lo lleva mal es el padre y cuando es el hijo, la madre. Al padre le roban una hija, a la madre le meten un intruso en su hogar. El afán devorador de la Reina Madre del cuento se puede traducir en esa figura de algunas madres castradoras que no quieren renunciar a su hijo y devora todo lo que tenga atente contra ese sentimiento posesivo. La realidad, más ramplonamente dicha, se traduce en la tradicional y universal enemistad suegra-nuera. La moraleja del cuento es que la pareja apasionada forma un todo y para ello hay que matar psicológicamente – se diría en el popular pensamiento freudiano – al padre y a la madre y así renacer a una nueva vida en común. En definitiva, esto del  amor entre dos sin interferencias ajenas, ya está vaticinado en La Biblia cuando sentencia: "Dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne" (Gén. 2:24).

 

Tal situación, hay que reconocer que resulta más bonita en el cuento. Por eso la fantasía humana ha utilizado los mitos y leyendas para transmitir las ideas y sentimientos.

 

Valga todo este recorrido para entender la dramaturgia de esta La Belle de Maillot. Con ella recupera un sentido más adulto y sensual del texto. Los personajes, sin apartarlos de la magia y fantasía, se transforman en seres más verosímiles, ahondando en sus aspectos psicológicos. La virtud está en que sabe aunar fantasía y realismo.

 

A la creación de ese doble mundo ayuda la plástica tanto escenográfica como de vestuario. El espacio escénico de Ernest Pignon-Eenest es imaginativo, original y de una impactante belleza minimalista que fluye en sus mutaciones sin perder el ritmo de la narración. Elementos como la burbuja plástica transparente – traducción poética de la placenta así como el sentido de protección - dentro de la cual está la Bella resulta de una gran poesía. Su salida resulta muy evocadora.

 

En cuanto al vestuario de Philippe Guillot combina felizmente las fantasías coloristas de los cuentos con el simbolismo de las emociones. El mundo de la Bella es chispeante y de colores o en blanco, mientras el del Príncipe es más tétrico y en tonalidades oscuras. La imaginación de Guillot parece no tener límites.

 

La partitura sobre la que danza esta nueva historia es la de Piotr Illich Chakowski, pero con una novedad: acude a La Bella Durmiente y a Romeo y Julieta. La combinación de ambas partituras, al ser del mismo compositor, casan bien y están integradas en la progresión dramática de la pieza. Nicolas Brochot dirige la orquesta del Real con precisión y entusiasmo, extrayendo, en ciertos momentos, delicados sonidos.

 

Todo este nuevo mundo psicológico y onírico de La Bella Durmiente había que traducirlo en danza. Por decirlo brevemente, Maillot lo logra brillantemente y muestra cómo el “clásico” puede ser flexible en discreta combinación con otros estilos. Su traducción balletística sigue los esquemas de los ballets modernos  en los que no hace concesiones al virtuosismo olvidando el hilo narrativo. También deja de lado las clásicas pantomimas de este estilo. Todos los personajes bailan y cada momento está impregnado y motivado por la narración. Hay momentos de danza magistrales a nivel coreútico como es el acoso de los príncipes a que la Bella es sometida por los bailarines en blanco.  El salto (jetès) grupal de bailarines es de un gran efecto. No es frecuente toparse con una ejecución tan limpia y sincrónica. Es una bella y comunicativa secuencia. Como contrapunto a esta secuencia dramática, ha precedido en el Acto Primero la corte de la Bella - muy agradablemente colorista en el vestuario – y con una saltarina danza muy expresiva del ambiente. Los dos mundos, el de la Bella y el del Príncipe, están perfectamente transmitidos.

 

La noche del 7 de septiembre George Oliveira encarnaba al doble personaje: La Reina Madre y el malvado Carabose, responsable del maléfico encantamiento de La Bella. Su personificación del mal lo interpreta dancísticamente con precisión y gran poder comunicativo.

 

Maillot había creado el papel de La Bella para Bernice Coppieters. Una lesión de última horas en los dedos del pie le impidió actuar. Ha sido sustituida en el estreno por Anja Beehend y el día 7 por Noelani Pantastico. Por referencias Anja “no defraudó”, tampoco Noelani ha defraudado. Tras interpretar a la Julieta en el  Romeo y Julieta de Maillot con Les Ballets de Monte-Carlo, forma parte esta compañía desde 2008. Es bailarina que muestra una gran sensibilidad, precisa composición en sus movimientos, así como una buena elasticidad.

 

Para España era un aliciente, por eso de ser español, Asier Uriagereka que interpreta al Príncipe. Su carrera la ha desarrollado  fuera de España, de ahí que lo hayamos visto poco. Ha interpretado importantes papeles en Les Ballets de Montecarlo desde su ingreso en 2001. Ofrece una buena interpretación en los dos niveles: dramática y danzística. A destacar el paso a dos del final, por su prefecta sincronización y expresividad con Noelani.

 

La Belle de Maillot posee, pues, grandes virtudes dramatúrgicas y balletísticas. Coréuticamente muestra un conjunto muy bien preparado y con buen dominio de la escena a nivel de sincronismos entre los bailarines.

 

El Real ha abierto la temporada con un espectáculo de danza espléndido, a pesar de que el Real no parece privarse mucho por la danza en su programación. Manifestado este entusiasmo, me pareció ver un lunar en este brillante universo creado por Maillot: el paso a dos de los enamorados del final, resulta largo, repetitivo y con cierta caída del ritmo narrativo y de danza.

 

Al final llovieron generosos aplausos.

 

Si se ha abierto el Real con un éxito. El Real, paralelamente, ha cosechado otro – según las noticias de aquellas tierras – en el Teatro Bolshoi de Moscú, que abría su temporada con Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny (CLIKEAR) (1930) de Weill-Brecht en versión de La Fura dels Baus, estrenada en España la temporada pasada.

 

Título: La Belle, inspirada en La Bella durmiente del bosque

Coreografía: Jean-Christopher Maillot

Música: Piotr Ilitch Tchaikovsi

Escenografía: Ernest Pignon-Ernest

Iluminación: Dominique Drillot

Vestuario: Philippe Guillotel

Producción: Les Ballets de Montecarlo

Patrocinio: Fundación Loewe

Compañía: Les Ballets de Montecarlo

Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid)

Intérpretes:

El mundo del Príncipe:

·         George Oliveira (La Reina Madre/Carabosse), Bruno Roque (El Rey), Asier Uriagereka (El príncipe), April Ball (El hada de las Lilas).

·         Los invitados: Erin Patak, Katarzyna Kucharska, Maude Sabourin, Giovanni Mongelli, Álvaro Prieto, lan Parsons

·         La pesadilla: Carmen Andrés, Lenneke Vos, Frances Murphy, Kaori Tajima, Ediz Erguc, Stefan Stewart, Daniele Delvecchio

El mundo de la Bella

·         Noelani Pantastico (La Bella), Carolyn Rose (La Reina), Leart Duraku (El Rey)

·         Los "Pétulants": Anne-Laure Seillan, Vanessa Henriques, Kaori Tajima, Beatriz Uhalte, Jeroen Verbruggen, Daniele Delvecchio, Sabry Ghalem-Cheriff, Julien Guérin

·         Los guardias: Stephan Bourgond, Ediz Erguc, Piotr Czubowicz

·         Las tres hadas: Sarah Jane Medley, Simone Webster, Francesca Dolci

·         Los prínciples: Ediz Erguc, Sabry Ghalem-Cherif, lan Parsons, Piotr Czubowicz, Asier Edeso, Julien Guérin, Raphael Bouchard

Director de orquesta: Nicholas Brichot

Dirección: Jean-Christopher Maillot

Duración: Acto I (35 min,), Pausa (20 min.), Actos II y III (1 hora, incluyendo una pausa de 3 min.)

Estreno en Montecarlo: Grimaldi Forum de Monaco, 27 - XII – 2001

Estreno en Madrid: Teatro Real, 6 – IX - 2011

 
 FOTO: LAURENT PHILIPPE
 
 
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José Ramón Díaz Sande
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BOGUSŁAW TRZECIAK

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Última actualización el Jueves, 08 de Septiembre de 2011 13:31