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RESEÑA 1973
NUM. 65, pp. 13 - 14 |
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GASPAR
de
PETER HANDKE
José Luis Gómez había llegado a España, con su formación teatral en Alemania. Con él vinieron nuevos aires teatrales.Pronto sería cotizado institucionalmente. En ese contexto trae su Gaspar.
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Este drama del importante escritor austríaco Peter Handke ha surgido, como todas las obras que tienen una importancia indiscutible dentro de la historia del teatro, en el oportuno momento histórico, en la encrucijada donde las teorías estructuralistas cumplen la función de interrogarnos sobre el profundo debate sobre lenguaje y libertad y lenguaje y ser. Parece indiscutible que frente a las teorías idealistas que veían en el hombre una esencia desligada de su circunstancia, cada día es más patente el vínculo irrenunciable del hombre con su entorno y, por lo tanto, con la coerción que éste representa. Según la definición de los más destacados ensayistas del estructuralismo, si bien el habla es esencialmente un acto individual de selección y de actualización mediante el que el sujeto hace las combinaciones libremente, estas combinaciones se remiten siempre a un código lingüístico del que depende si trata de expresar su pensamiento personal, pero sobre este pensamiento se sobrepone la lengua como institución y sistema irrenunciable, la lengua que no es sino una entidad puramente abstracta, una norma superior a los individuos, un conjunto de tipos esenciales, que el habla realiza en modos infinitamente variables, pero, añado yo, difícilmente libres.
Peter Handke elige un hecho de la crónica de sucesos: la existencia en Nuremberg de un hombre de madurez física y sicológica que sin embargo apenas podía andar y mucho menos hablar para interrogarse dramáticamente sobre la condición del hombre en sí y su posible comunicación en sociedad. Este hombre, del que se pensó - en algún momento que era de origen noble, comienza a aprender, a moverse y a expresarse, pasando a la manera del niño salvaje del que nos habló Truffaut o como Helen Keller a relacionar los signos con los objetos y por último a lograr comunicarse. En el film de Arthur Penn, basado en la comedia de William Gibson, el drama era un canto triunfal a la derrota de la nada y la soledad; ya en Truffaut quedaba la duda sobre si la ruptura del aislamiento había merecido la pena. En el drama de Peter Handke la conclusión es profundamente negativa; la lengua, tal como la vivimos día a día, es otra forma de alienación y un instrumento de poder social que anula al individuo. Como continuo "ritornello" el protagonista, que no es en principio sino una marioneta, nos va expresando su anhelo de ser como aquel que quiso ser algo determinado y no lo fue. En esa sencilla letanía está implícita la rebelión contra las limitadas posibilidades de elección en la manera de ser y estar en el mundo que le caben al hombre. Se abandona la vertiente metafísica según la cual lo más importante que le puede ocurrir a todo hombre es ser, porque la generación actual, en su estamento más lúcido, rechaza radicalmente el salto cuantitativo cuando no supone al mismo tiempo un avance cualitativo. Toda inserción en una sociedad exige el sometimiento a unos códigos de conducta mediante los que puede existir en apariencia libremente; la lengua es el código de conducta más inmediato, pero se ha institucionalizado de tal manera que llega a convertirse no en una posibilidad liberadora, sino en un instrumento esclavizante, de tal forma que los primeros ejercicios de habla de Gaspar se convierten más en un ejercicio de doma de animal de circo que en una realización personal.
Pero no existe sólo el dominio opresor de la lingüística, sino también el de la semiología; es decir, el de cualquier actividad desde el vestirse hasta las formas de comportamiento que pueden ser en cierto modo formas de expresión. El consumo y la publicidad no sólo en sus formas puramente verbales, sino hasta en sus actitudes, convierten al hombre en un robot. De este modo Peter Handke lleva a sus últimas consecuencias los descubrimientos del teatro del absurdo. Si Ionesco en La cantante calva había descubierto la carencia de significado del habla de la burguesía, si Beckett había expresado la inutilidad de la existencia, Handke va mucho más adelante por este camino y consigue que las formas del teatro del absurdo se conviertan en una contestación radical y revolucionaria, denunciando la esencia opresora de las aparentemente más inocuas actividades del hombre.
José Luis Gómez en uno de los trabajos más serios, por intención y por disciplina que ha podido ver el espectador en los últimos años, ha expresado dichas claves desde las formas de un arte teatral que se hace antiteatro para romper las barreras que impiden la comunicación entre los hombres. Gaspar, como el discípulo que quiso ser tutor, manifiesta en los primeros cuadros de la pieza su designio de ser, pero de ser no simplemente por el puro hecho de ser reconocido como tal, sino conforme a los proyectos de sus más íntimos sueños; después poco a poco se va convirtiendo en un hombre objetal portador de prendas absolutamente similares a las de sus semejantes para llegar a hablar con la misma carencia de sentido de los "spots" publicitarios y de los dibujos animados y terminar reducido a la nada en un conjunto de objetos destinados a un triturador de basura. Este viaje, como decían nuestros clásicos, no merecía alforjas.
La capacidad de José Luis Gómez para convertir un hecho teatral en un código de expresión totalmente dominado es admirable por la forma en que cada movimiento, cada efecto sonoro y cada recurso de iluminación se funden en un todo armonioso. Es también una sorpresa muy agradable el comprobar que sus recursos de dicción igualan a sus facultades de expresión corporal y que todas estas cualidades que le hacen el mejor actor español en estos momentos, se ponen al servicio de una obra que desde una apariencia formal rabiosamente moderna se interroga sobre un tema que sin temor a la retórica podemos considerar eterno: el hombre, su existencia y su libertad. Todo ello dicho en clave de tragicomedia desde un escenario de dimensión, posibilidad y dotación a nivel colegial.
Titulo original: Kaspar.
Autor: Peter Handke.
Versión española: José Luis Gómez, Emilio Hernández.
Escenografía y vestuario: José Alexanco.
Música: Luis de Pablo.
Intérpretes: José Luis Gómez (Gaspar), Fidel Almansa, Jeannine Mestre, Emilio Hernández y Camilo García.
Producción: Corral de Comedias.
Dirección: José Luis Gómez.
Estreno en Madrid: Teatro Arlequín, 1973
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CARLOS GORTARI
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