La Avería.. Blanca Portillo. Portillo. Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimno López Mozo   
Domingo, 10 de Abril de 2011 16:29
 

LA AVERÍA

CON LA JUSTICIA HEMOS TOPADO

La versión podría firmarla el propio Dürrenmatt

LA AVERÍA

CON LA JUSTICIA HEMOS TOPADO

 

 
 FOTO: SON AOUJIL

Que a Alfredo Traps, ejecutivo de una fábrica de tejidos, se le averíe el coche en plena carretera durante un viaje de trabajo es un contratiempo. Si no encuentra alojamiento en ningún hotel porque todos están al completo es un problema añadido. En tal situación, encontrar un viejo caserón en el que su anciano y amable propietario le ofrece alojamiento gratis, es una suerte. Si además, le invita a cenar junto a otros invitados de su quinta, que están a punto de llegar, el disgusto es mucho menor. La perspectiva de una buena cena preparada por una quisquillosa  ama de llaves y buena cocinera, regada con buen vino, logra convencerle de que, en el fondo, ha tenido buena suerte. El programa se va cumpliendo según lo anunciado. Llegan los demás invitados, gente divertida que celebra la presencia de un invitado inesperado. Los primeros platos anticipan un banquete pantagruélico. Sorprende a nuestro hombre la voracidad de los ancianos y, más aún, su nulo comedimiento a la hora de engullir las viandas. Comen como cerdos, lo cual no les impide interesarse por la vida y milagros del huésped, por otra parte un tipo normal bastante satisfecho de su trabajo y del elevado puesto que ha alcanzado en el organigrama de su empresa. Todo apunta a que la velada será más que agradable, incluido el juego al que se entregan habitualmente los comensales, en el que Traps es invitado a participar. Siendo todos jubilados pertenecientes a la judicatura en cuatro de sus más importantes ramas – juez, fiscal, abogado defensor y verdugo -, su entretenimiento consiste en escenificar juicios de famosos. La presencia de un jugador nuevo les anima a sustituir en el banquillo de los acusados al personaje histórico de turno por el recién llegado. El problema es que éste no recuerda haber cometido ningún delito que justifique su sometimiento a juicio. No importa, porque, siendo todos expertos en investigar delitos, arrancar información, levantar sospechas, hacer conjeturas caprichosas, hilar fino, convertir medias verdades en verdades absolutas y doblegar voluntades mediante hábiles interrogatorios y otras encerronas, no tardarán en imputar al hombre el asesinato de su predecesor en el puesto que ocupa, guiado por su desmedida ambición. En opinión del tribunal la víctima no murió de un infarto, sino tras descubrir que Traps, hombre casado y con hijos, era amante de su esposa. Siendo cierta la relación ilícita, no lo es que fuera causa del la muerte de nadie. Lo malo no es que la acusación sea falsa, sino que el acusado acabe considerándose culpable y que lo que empezó siendo un juego acabe en tragedia. La extravagante e implacable Justicia se lleva, como siempre, el gato al agua. Otras enseñanzas surgen al hilo de tan inquietante suceso, cual son  el sentimiento de culpa o las más que difíciles relaciones del individuo con la sociedad.

 

Esta historia es el argumento de un relato de Friedrich Dürrenmatt. La versión teatral de Fernando Sansegundo es tan “dürrenmattiana” que bien hubiera podido firmarla el propio escritor suizo. Estamos ante una farsa que roza la perfección, con unos diálogos muy ágiles y un preciso retrato verbal de los personajes, en los que reconocemos a otros que pueblan el universo del dramaturgo. Tal es el caso del acorralado protagonista, cuya angustia anta la imposibilidad de escapar a su destino es comparable a la que, en La visita de la vieja dama, siente Alfred III, cuando está a punto de sucumbir a la venganza de la implacable anciana.

Blanca Portillo ha situado el simulacro de juicio en un escenario gótico,  imponente y siniestro diseñado por Andrea D’Odorico. Recuerda a los solitarios caserones de las películas de terror. La iluminación de Pedro Yagüe y los graznidos y otros sonidos nocturnos que llegan del exterior, orquestados por Mariano García y Pablo Salinas, refuerzan esa sensación. Lo que sucede allí bien puede ser calificado de farsa de humor negro oficiada por unos estrafalarios vejestorios de pesadilla. Todos se cubren los rostros con máscaras de latex que se adaptan a su piel como un guante. Bajo ellas se ocultan jóvenes actores que convierten a sus personajes en ágiles gimnastas. A priori, cabía preguntarse si no hubiera sido mejor que se hubiera encomendado el trabajo a intérpretes de más edad, pero, vistos los resultados, la apuesta de Portillo nos parece acertada. Al fin y al cabo, la máscara forma parte de la mejor tradición del teatro. El obligado anonimato impide la identificación física de los actores, pero ello no es óbice para que mencionemos a los que, enmascarados, realizan un brillante ejercicio de expresión corporal y de voz, siempre al borde del precipicio, pero sin caer por él. Son Daniel Grao, en el juez; Enma Suárez, en el ama de llaves; Asier Etxeandía, en el fiscal; José Luis Torrijo, en el abogado; y Fernando Soto, en el brazo ejecutor de la justicia. Al margen de la grotesca cofradía queda José Luis García-Pérez, la víctima del juego, único que actúa a cara descubierta. Su interpretación se mueve en coordenadas más tradicionales. El itinerario desde su condición de hombre de nuestro tiempo, ambicioso, triunfador y pagado de si mismo, hasta su desmoronamiento le permite mostrar una amplia gama de registros interpretativos.

 

Título: La Avería de Friedrich Dürrenmatt

Adaptación y dramaturgia: Fernando Sansegundo

Ayte. de dirección: Carlos Martínez-Abarca

Espacio escénico: Andea D’odorico

Iluminación: Pedro Yagüe

Vestuario: Elisa Sanz

Música original: Pablo Salinas

Creación sonora: Mariano García

Movimiento: Mar Navarro

Caracterización: Javier Hernández

Maquillaje y peluquería: Elena Cuevas

Diseño gráfico: Javier Portillo

Atrezzo: Matías Carbia

Fotografía: Son Aoujil

Ayte. de escenografía: Laura Frieyro

Ayte. de vestuario: Mayka Chamorro

Coach de voz: Cecilia Blanco

Dirección técnica: Amalia Portes

Técnico de sonido: Roberto Tena

Maquinaria: Fernando Gómez

Construcción de escenografía: Odeón Decorados

Asesoría: Legismadrid

Gerencia: Isabel Echarren

Ayte. de producción: Carlos González del Puerto

Producción administrativa: Susana Rubio

Producción ejecutiva: Cristina Gómez del Pulgar

Dirección de producción: Blanca Portillo Y Chusa Martín

Distribución: Avance P.T. Y Entrecajas P.T.

Una coproducción de Avance, Entrecajas y Teatro Arriaga

Con la participación de New Atlantis

Patrocinada por RENFE

Y la Colaboración de: Ministerio de Cultura, Comunidad de Madrid, Cledin y Roland

Intérpretes: (por orden de aparición) Daniel Grao (Juez),Emma Suárez (Mademoiselle Simone),Fernando Soto (Pilet), José Luis García-Pérez (Traps), Asier Etxeandia (Zorn), José Luis Torrijo (Kummer)

Duración: 2 horas

Dirección: Blanca Portillo.

Estreno en Madrid: Matadero, Naves del Español, 17 – III – 2011
 
 
 FOTO: AOUJIL

 

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Martes, 26 de Julio de 2011 10:44