Santo. Crítica Imprimir
Escrito por jOSÉ r. dÍAZ sANDE   
Martes, 29 de Marzo de 2011 15:12

SANTO

ENFRENTARSE AL MISTERIO DEL SER HUMANO

 

JOSÉ LUIS ESTEBAN / AITANA SÁNCHEZ GIJÓN
FOTO: DAVID GARCÍA

A Santo se le puede encuadrar en ese experimento de Maria W. Shelley con su Frankenstein, nacido de una propuesta de Lord Byron, el cual propuso al matrimonio Shelley y a su amigo médico John Polidori que cada uno compusiera una historia de terror. Era 1816. Ahora, en 2010, otra  reunión de tres en la que se habla de todo, se decide que cada uno de los participantes escriba algo sobre la santidad o la trascendencia o lo que se ha llamado Santo, pero podría ser “Lo santo”. Para más información sobre el particular basta consultar la información de esta misma página www.madridtetro.net.

 

Ignacio García May, Ignacio del Moral y Ernesto Caballero eran los contertulios de aquella noche y los autores de esta trilogía bajo el título general de Santo. Los tres son autores probados, en esto, de la escritura teatral y sensibles a  lo que acaece en nuestra sociedad. Esta vez se adentran en el misterioso y nebuloso terreno de la trascendencia. Se confiesan, si no ateos, sí agnósticos o con un interrogante ante lo que los creyentes denominan Dios o Ser Superior. Tal interrogante es el que les ha llevado a reflexionar sobre las huellas en el mundo de la Trascendencia, y han  encontrado unas posibles manifestaciones en el propio ser humano: dos monjas y la existencia de las reliquias. De las monjas una de ellas, Edith Stein, cuenta con el beneplácito de la Iglesia Oficial. La otra, una tal Teresa – a medias entre la ficción y su posible existencia - es Dios el que valora su testimonio y no tanto la Iglesia Oficial. Las reliquias vienen a ser la herencia de unas creencias relacionadas con lo divino o, simplemente, la fe, aunque ésta sea laica.

 

El concepto de “santo” que desarrollan, no es tanto el que determina la Iglesia Oficial cuando canoniza a alguien, el cual, a veces, levanta sospechas, sino el que exhalan ciertas personas con sus generosas actitudes ante la vida, las cuales nos impulsan a enfrentarnos con la Trascendencia, más allá del encarcelamiento de dicha Trascendencia por tal o cual Iglesia. De ahí surge una pregunta, que, en concreto, Ernesto Caballero, la formula más explícitamente con la historia de Edith Stein, monja carmelita gaseada en los campos de concentración Nazi.

 

Edith Stein fue una intelectual filósofa judía que al leer a Santa Teresa de Ávila encuentra su camino hacia Dios, no tanto por vía de la razón, lo lógico en una intelectual,  sino a través de una dimensión que en terminología cristiana se llama “Gracia”. A partir de entonces se convierte e ingresa en el Carmelo. Esa aceptación de la Trascendencia, no a través de la razón, sino a través de otra dimensión, difícil de explicitar, es lo que no comprende el Oficial nazi de la Schutzstaffel. También es el desconcierto que le produce a Ernesto Caballero, según programa de mano.

 

Estas tres manifestaciones literarias de lo Mistérico basadas en el ser humano, retoman la tradicional idea, profesada por el cristianismo, de que Dios está en cada uno de nosotros y se manifiesta en cada uno. Prescindiendo de cualquier creencia y evitando llamar Dios a ese interior del hombre más allá de la mostrenca realidad, del ser humano emana, como algo connatural a él,  lo que llamamos Arte en sus más variopintas manifestaciones y en sus más humildes objetos. El ser humano no se contenta con el concepto de “utilidad”, sino que a lo útil le proporciona un valor sobreañadido. Esa obsesión por superar lo mostrenco, es lo que puede darnos indicios, no la certeza, de una Trascendencia. En esta dirección van las tres historias.

 

Ignacio García May nos cuenta el heroísmo – no voy a desvelarlo, pues la historia tiene algo de “triller” – de la monja Teresa, concienciada por su batallar día a día en la selva y enfrentándose a la injusticia de los poderosos. El heroísmo que emana de su interior y que apunta al misterio (lo santo), no quiere – o no puede - ser entendido por la Iglesia Oficial – personificada en el padre Belda -, debido a que privan otros intereses más terrenales. El texto de García May se convierte así en una denuncia de los estamentos oficiales y, también, de la ceguera por parte de la Oficialidad de descubrir lo mistérico en el ser humano.  El acierto de May es ser una especie de cronista que no carga la tinta entre buenos y malos. El diálogo fluye con naturalidad e intriga.

 

Ignacio del Moral plantea el mundo de las reliquias en un entorno que va más allá de lo demostrable o científico. La reliquia – sacra o profana – es el testimonio de alguien que ha pasado por la tierra. Es el resto, y él nos lleva a un ser que ya no existe. Como dice bien Ignacio del Moral:”son llaves con las que abrir la entrada a lo sagrado”. De las tres historias, posiblemente ésta resulta un tanto más críptica, en lo referente al tema planteado.

 

Ernesto Caballero, parte de un personaje real: Edith Stein, a la cual no se le puede tachar de “ingenua”. Recluida en el campo de concentración, conocemos su anterior vida y el desconcierto del Oficial Nazi por entender racionalmente la decisión y creencia de Edith. Para Edith la Iglesia Oficial no ha tenido empacho en canonizarla y declararla co-patrona de Europa.

 

La tres historias, pues, nos plantean el complicado interrogante de la existencia de un Dios, a partir del propio ser humano y a través de un camino más allá de la razón y de las diversas Iglesias.

 

La puesta en escena de Ernesto Caballero es de una exquisita y convincente sobriedad. Un pasillo entre los espectadores, desemboca en el lienzo hiperrealista del Cordero de Zurbarán, que yace sobre el suelo con las patas atadas: ¿camino del matadero? Tal imagen engloba a  las víctimas de estas historias, las cuales no hacen sino prolongar la imagen bíblica de la primera víctima por antonomasia: Jesucristo.

 

Esta trilogía de una hora y media de duración – cada historia viene a durar unos treinta y cinco minutos -, consigue formar un todo unitario, en el que se mantiene el ritmo y las transiciones fluyen sin tiempos muertos. Los cuatro actores encarnan a todos los personajes. Los protagonistas: Aitana Sánchez-Gijón y José Luis Esteban, muestran, una vez más, su versatilidad y poder de convicción. Aitana, que, lamentablemente, se prodiga poco en teatro, crea, eficazmente, tres personajes totalmente diversos, a los que, incluso, les proporciona una voz nueva. A José Luis Esteban lo hemos visto, siempre solvente, en las diversas interpretaciones, tanto en textos ajenos como de creación propia. Aquí vuelve a convencer.

 

A los personajes de Esther Acevedo y Borja Luna, les toca la parte, un tanto ingrata, de apenas emitir texto y ser una mezcla de transitorios personajes y al mismo tiempo de tramoyistas, bien incorporados en las historias. Borja Luna, como recluso en la historia de Edith Stein, tiene la oportunidad de formular algo de texto, mostrando sus cualidades interpretativas, más allá de lo visual.

 

Hay que celebrar tanto la sobria y eficaz escenografía de José Luis Raymond como la iluminación de Francisco Ariza. Ana Sebastián Delgado ha creado un vestuario, cuya mayor virtud es no ceñirse a un realismo, sino a darle un toque evocador. Muy conseguido el de la monja Teresa.

 

La representación tiene lugar en la Sala Pequeña del Teatro Español. Un espacio que ayuda, tanto a actores como a espectadores. La voz de los intérpretes resulta más cercana y creíble, y las historias también.

 

Santo es un texto que mira al interior del Ser Humano e intenta descubrir y comprender su  dimensión más noble.   

 

 

Título: Santo

Autores: Ignacio García May, Ignacio del Moral y Ernesto Caballero

Escenografía: José Luis Raymond

Vestuario y caracterización: Ana Sebastián Delgado

Iluminación: Paco Ariza

Espacio sonoro: Ignacio García

Movimiento escénico: Karina Garantivá

Fotografía del cartel: Eduardo Momeñe.

Fotografía de Escena: Jaim García

Ayudante de vestuario: Fernando Arzuaga.

Colaboración vestuario: Sol Curiel.

Realización escenografía: David Fernández Franco DFF

Producción: Teatro El Cruce

Intérpretes: Aitana Sánchez Gijón (Teresa, Rais, Edith), José Luis Esteban (Padre Belda, Oesterheld, Oficial de la Schutzstaffel), Esther Acevedo (Mujer, Figura, Reclusa), Borja Luna (Hombre, Figura, Recluso) .

Dirección: Ernesto Caballero

Duración: 1 hora y media

Estreno en Madrid: Teatro Español, Sala Pequeña: 3 – III - 2011

 

 
 ESTHER ACEVEDO / AITANA S. GIJÓN / BORJA LUNA
FOTO: DAVID GARCÍA

 

 


José Ramón Díaz Sande
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Última actualización el Miércoles, 11 de Mayo de 2011 16:43