La asamblea de las mujeres:Mérida. 2011:Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Lunes, 22 de Agosto de 2011 18:42
 

LA ASAMBLEA DE MUJERES

LA VIGENCIA DE UNA SÁTIRA ANTIGUA

En los vicios  ve reflejado el público la política actual

LA ASAMBLEA DE MUJERES

LA VIGENCIA DE UNA SÁTIRA ANTIGUA

 

 

 
 FOTO: CEFERINO LÓPEZ

La verdad es que Aristófanes no dejó títere con cabeza en La asamblea de Mujeres. Muchos ven en ella un símbolo del feminismo militante, y lo hay en esa lucha de las atenienses por alcanzar el poder que les es negado por los ciudadanos varones y las permita ser dueñas de sus decisiones. Pero también echó el autor un jarro de agua fría sobre tan histórico logro cuando, colmadas sus aspiraciones, las pone en ridículo al mostrar su fracaso, no atribuible a los humillados hombres, sino a ellas mismas. Parodiando el refrán que dice que por la boca muere el pez, bien puede afirmarse que, en el caso que nos ocupa, por el sexo muere la mujer. El furor uterino que se apodera de las asamblearias deja chico al desenfreno lascivo de los Strauss-Kahn y otras elevadas personalidades.

 

En los males y vicios que se muestran en la obra, ve reflejado el público algunos de los defectos que presiden la política actual y eso le divierte. Se ríe de la supina ignorancia de los padres de la patria, de que cobren por no hacer nada y de sus tribulaciones cuando presienten que el chollo se acaba. Y celebra que se transgredan ciertas reglas no escritas, relativas al buen gusto que aconsejan no caer en lo escatológico ni incluir en el texto excesivas procacidades.

 

El argumento de la comedia no es ajeno a los problemas que afrontaba la sociedad ateniense, la cual, víctima de una profunda crisis económica, buscaba salir de ella aplicando soluciones más o menos imaginativas. A encontrarlas se aplican las protagonistas de la pieza, concluyendo que se impone establecer un nuevo orden económico presidido por la comunión de bienes y su gestión compartida. Todos aportan lo que tienen a un fondo común y todos los disfrutan por igual. Comunismo puro. Excepto en lo tocante a la equidad, en semejantes menesteres andamos enredados los ciudadanos de hoy, prueba evidente de que nada hay nuevo bajo el sol. La diferencia entre una y otra historia, es que, en aquella, las mujeres deciden que, puestas a compartir, hay que establecer la igualdad sexual, de modo que todos puedan emparejarse con todas. Claro que, en previsión de que la norma no sea escrupulosamente respetada, se establece como condición necesaria que los hombres, antes de yacer con mujer joven, deben hacerlo con las viejas. Ahí es Troya y por ahí hace aguas el proyecto que tanto bienestar prometía, pero como en las buenas comedias, el desenlace es feliz.

 

Por si no fueran suficientes los paralelismos que sugiere la sátira de Aristófanes con la sociedad actual, la acción ha sido trasladada a los ya un poco lejanos tiempos de principios del siglo pasado, cuando las sufragistas se desgañitaban reclamando su derecho al voto. José Ramón Fernández, como autor de la versión, y Laila Ripoll, de la puesta en escena, son los responsables de ese salto en el tiempo.  Han hecho un trabajo solvente, como se espera de ellos, aunque el crítico tiene la sensación de que no se han sentido plenamente a sus anchas. También supone que el paso del Festival de Mérida, para el que fue concebido el montaje, a un escenario a la italiana ha obligado a reducir la dimensión del espectáculo y a improvisar una escenografía discreta, que remeda la que adorna el monumental coliseo romano. El resultado tiene algo de amena zarzuela veraniega.

 

Entre los mejores momentos de la función están el divertido juego del travestismo obligado, en el que los hombres se ven forzados a vestir las ropas de sus esposas porque estas andan disfrazadas con las de ellos, escena que alivia el expositivo y largo prólogo; la escena que recuerda al caganet de los belenes catalanes, interpretada con desembarazo por Toni Misó; y el diálogo entre el cumplidor Cremes, que se apresura a entregar sus bienes, y Trigeo, el que se resiste a hacer lo propio, cuyos papeles asumen Secun de la Rosa y José Luis Patiño. También es brillante la pelea de mujeres, una joven y otra vieja, que se disputan la posesión de un bien dotado joven, aunque, para suerte de la intérprete de la última y sorpresa del espectador, nada tenga de pelleja ni horrible.

 

Título: La Asamblea de las mujeres (Comedia)

Autor: Aristófanes

Versión: José Ramón Fernández

Iluminador: Luis Perdiguero

Escenógrafo: José Tomé

Vestuario: Almudena Rodríguez Huertas

Música: Pedro Esparza

Productor Delegado: Lourdes Novillo

Coproductores: Enrique Salaberría/ María José Pont

Coproducción: Festival de Mérida con Plural Mutimedia y Ocio S. L. (Grupo Smedia)

Ayudante de dirección: Marcos León

Orquesta: La Orquestina del Valle: Vicente Botella (Flauta), José Luis Aragón (Tuba), Miguel Nava (Saxo Alto), Marta Arias (Trombón), Andrés Barrero  (Percusión), Bruno Duque (Saxo Soprano)

Intérpretes: Isabel Ordaz (Práxágoras), Toni Misó (Blépiro), Secún de la Rosa (Cremes), Emma Ozores (Melística), Gracia Olayo (Clinátera), Fernando Torrijo (Buena Vida), Mamen Godoy (Geusístrata), Eva Alba (Filéneta), José Luis Patiño (Trigeo), Esosa Omo (Epígenes), Figuración

Dirección: Laila Ripoll

Estreno en Madrid: Teatro Compac Gran Vía, 18 – VIII - 2011

 
 
 
FOTOS: CEFERINO LÓPEZ

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Martes, 23 de Agosto de 2011 08:11