El Graduado. Reseña1969. Cine. Crítica. Imprimir
Escrito por Ángel González-Alorda   
Miércoles, 28 de Abril de 2010 16:02

RESEÑA (JUNIO 1969)
(Nº 28, pp. 213 – 216)

EL GRADUADO
Mike Nichols



(La crítica aparecida en la revista Reseña,
muestra una especial preocupación por si el film se entenderá o tendrá,
al menos, tanta acogida en Europa (y inconcreto en España)
como entre la juventud norteamericana,
debido a la diferencia de mentalidad y alprobelma del lenguaje.)


Nacionalidad: Norteamericana.
Producción: Embassy Pictures.
Dirección: Mike Nichols.
Guión: Calder Wilhingham y Buck Henry, basado en la novela The Graduate, de Charles Webb.
Fotografía: Robert Surtees.
Música: Paul Simon y Art Garfunkel.
Intérpretes: Anne Bancroft (señora Robinson), Dustin Hoffman (Benjamín Braddock), Wuhan Daniels (señor Braddock), Elizabeth Wilson (señora Braddock), Murray Hamilton (señor Robinson), Katharine Ross( Elena Robinson).
Premios: Oscar al mejor director americano de 1968 y cinco Golden Globe Awards a la mejor comedia, mejor director, mejor actriz en comedia, mejores principiantes masculino y femenino.
Estreno en Madrid: Gran Vía, 2l - IV - 69.

Una tarde, el verano pasado, en los jardines de la Universidad Northwestern, donde soy un «graduate student» en Cinematografía, me pregunté a qué se debería la irresistible atracción que la segunda película de Mike Nichols tiene para la juventud universitaria americana. En julio de 1968 la cinta se había exhibido ya en 950 salas de los Estados Unidos y Canadá con un beneficio de 35 millones de dólares. Joseph E. Levine, presidente de su productora Embassy Pictures, ha predicho que The Graduate va a romper todos los records de taquilla de la historia del cine, llegando incluso a superar el establecido por The Sound of Music, a la que algunos críticos, irónicamente, acostumbran a llamar «The Sound of Money». La crítica americana se volcó con unanimidad en alabanzas de The Graduate. Newsweek, Saturday Review, Cue y Time la incluyeron en sus respectivas listas de los diez mejores films del año 1968. Nada extraño que recibiera en U. S. A. cinco «Golden Globe Awards», que fuera nominada para cinco Oscars y que Nichols obtuviera el Oscar al mejor director.

A pesar de —y precisamente por— todo ello, yo, un español. «graduado» en dos universidades americanas, continuaba preguntándome cuál era el secreto de la misteriosa atracción que las aventuras de Benjamín Braddock ejercen sobre el público joven americano. Se me ocurrió que tal vez su mismo americanismo fuera la clave de ese atractivo. Porque The Graduate es un producto fílmico americano y pare americanos. Ello quiere decir que una apreciación del film con sólo criterios españoles o europeos está llamada al fracaso.

Benjamín es un estudiante americano, pertenece a una familia de la clase media americana, la problemática de su vida, sus padres y amistades son demasiado americanos para que puedan ser fácilmente gustados en toda su profundidad por un público no-americano y demasiadas veces anti-americano. Fue el día en que comprendí esta verdad tan simple, que me decidí a ver la película por segunda vez y a investigar un poco con la intención de escribir unas líneas que pudieran ayudar al público español a ver The Graduate con una visión más clara. (Al menos no tan desenfocada como la que tal vez tuvieron para juzgar otra gran película americana, Bonnie and Clyde.)

LA HISTORIA

Benjamín Braddock es un joven californiano de veintiún años que regresa a su hogar después de cuatro exitosos años de estudios en una Universidad del Este de U. S. A. Acaba de concluir los estudios que le permitirán comenzar una especialización más avanzada, es decir, graduate studies el próximo otoño. Sus acaudalados padres dan una fiesta en honor del nuevo «graduado». Durante ella, Benjamín es seducido por la señora Robinson, la neurótica esposa de un amigo del padre de Benjamín. Incapaz de decidir qué estudios superiores va a comenzar al acabar el verano, y hasta cierto punto aturdido por las citas ocultas que tiene con la señora Robinson, Benjamín deja transcurrir las primeras semanas del verano tomando el sol durante el día en su piscina particular y haciendo el amor a la señora Robinson cada noche en un hotel. Benjamín parece despertar de su letargo el día que conoce a Elena, la hija única del matrimonio Robinson. Entre los dos jóvenes se despierta una sana amistad que últimamente redimirá a Benjamín. Elena, sin embargo, huye horrorizada cuando descubre las previas relaciones existentes entre su madre y Benjamín. El la sigue a Berkéley y vuelve a conquistar su cariño. Entre tanto, los Robinson organizan una boda de conveniencia, y obligan a Elena a casarse con Carl, Smith, un amigo de la familia. Aunque la boda es en secreto, Benjamín logra descubrir el sitio y se presenta en la iglesia dispuesto a impedirla. Parece demasiado tarde: la ceremonia ha concluido y los nuevos esposos, Elena y Carl, se besan. Desde su observatorio en el coro, Benjamín llama desesperadamente a Elena. Y la joven, vestida de novia, se deshace de sus padres y huye con Benjamín en un autobús público, mientras los asistentes a la boda quedan encerrados en la iglesia cuya puerta ha atrancado Benjamín con una cruz de madera.

The Graudate es una antología de lo mejor y de lo menos bueno de Nichols como director de cine. Porque si Who’s Afraid of Virginia Woolf? es para algunos la película de la pareja Burton-Taylor, y para otros la del escritor Albee, The Graduate, a pesar de estar basada en la novela de Charles Webb, es la película de Mike Nichols.

UNA TREMENDA CRÍTICA SOCIAL EN CLAVE DE COMEDIA

The Graduate es, a primera vista, una comedia. Como tal, está también condicionada en su comicidad por el ambiente americano y el particular juego idiomático de sus personajes. Pero Nichols nos ha dado también una tremenda crítica social de la clase media adinerada de los Estados Unidos, de ese mundo al que Benjamín se niega a pertenecer pero del que inexorablemente es una parte integrante. Ben Braddock se siente ajeno a ese ambiente social, tan ajeno como el pez cautivo en la pecera de su cuarto, y se complace en contemplar a sus mayores a través del cristal de la máscara de buzo o desde el supremo aislamiento protector que le brinda el agua de su piscina. La principal razón por la que Ben no acaba de decidirse sobre el camino a emprender en el futuro es el horror instintivo que siente a transformarse en otro señor Robinson, un pobre hombre sin profundidad humana de quien ha recibido un “consejo” la noche de su llegada: «¡Plásticos!». Benjamín se contempla a sí mismo como un objeto fabricado en serie, el resultado final uniforme de una sociedad organizada, la recompensa de unos padres que invirtieron en él todo el dinero necesario para facilitarle unos años de «formación» en los mejores centros intelectuales del país. Y todo ello le hastía. La noche de la fiesta en «su honor» — ¿o de sus padres?— vemos a Ben refugiándose en su cuarto (en el que aún se ven juguetes de su infancia) mientras una de sus tías recita a los invitados la interminable lista de los éxitos escolares de Ben: «director del club de debates, editor del periódico universitario, capitán del equipo deportivo...». Benjamín se ve a sí mismo como la suma final de lo que ellos han hecho de él. Su pregunta angustiosa es, «qué voy yo a hacer de mi vida ahora?». En su confusión, una sola cosa se le presenta claro. No quiere hacer de sí mismo un adulto infantil a la manera de sus padres. Benjamín no reniega de la sociedad, nunca se identifica con «hippies» o «yuppies». El cree sinceramente en la posibilidad y necesidad de una juventud responsable, comprometida, independiente y honesta, una juventud madura con la madurez de la que carecen sus padres y amistades. Su único problema está en que no sabe qué camino tomar para obtenerlo. Si se deja seducir por la señora Robinson, a la que había rechazado en su primera oferta, es sólo después de comprobar la absoluta soledad en que se encuentra —el «sonido del silencio» que le oprime—, la superficialidad de los consejos que recibe de los adultos (»diviértete por unos días», «plásticos tienen un gran porvenir»…). Su padre nunca le aconseja, sólo quiere saber su decisión para entregarle el cheque que pagará sus futuros estudios. En los mayores tampoco encuentra Ben inspiración. No hay en ellos un ideal de adulto, ni siquiera la indicación de lo que ese ideal pudiera ser.

UN DESENLACE NUEVO EN LA VERSIÓN DE NICHOLS

Nichols nos obliga así a mirar, a través de Benjamín, a algunos valores de la vida americana contemporánea y a rechazarlos como falsos. Las secuencias tan hilarantemente serias de los encuentros amorosos en el hotel son una de las mejores descripciones de la absoluta vaciedad implícita en el uso del sexo sin amor que ha producido el cine contemporáneo. Nichols se aparta de la novela original en el desenlace. Benjamín llega a la iglesia después que Elena y Carl están oficialmente casados. Con este nuevo tipo de «happy ending», que a algunos resultó un tanto blasfemo, Nichols parece querer decimos que más allá de toda convención social o religiosa, en la vida matrimonial lo que realmente importa es el amor. No olvidemos que la neurosis y alcoholismo de la señora Robinson comenzó con una boda a la que la forzaron por estar ella encinta. Arrancando a Elena de sus padres y de un esposo, al que ella aceptó en el altar sólo obligada por las circunstancias, Benjamín no sólo intenta evitar que se convierta en una copia de su madre, sino que busca a su manera la afirmación de sí mismo como adulto independiente.

Al ver alejarse a nuestra joven pareja, sentados juntos, silenciosos, en el autobús, no podemos menos de asentir a lo que el mismo Nichols declaró más tarde a un grupo de estudiantes: «...con el final de la película comienzan para Ben y Elena los problemas reales, aunque tal vez Ben precisaba de Elena como una ayuda previa pan ser capaz de enfrentar esos problemas.» La pareja se pierde en la carretera, acompañados en la banda sonora por un fragmento de la canción The Sounds of Silence: «gente hablando sin dialogar / gente oyendo sin escuchar...», un tema musical que está también presente en la primera secuencia del aeropuerto y que unifica los diferentes episodios del film. Jan Dawson (Sight and Sound, Summer 1968) ha comentado acertadamente: «Es tal vez significativo que cuando finalmente el héroe se escapa con la única persona con quien él dice que puede conversar, los dos se sientan juntos, en silencio.»

El virtuosismo técnico de la fotografía de Robert Surtees, la audacia sorprendente de algunas transiciones y la extraordinaria actuación de Anne Bancroft y Dustin Hoffman no deben deslubrarnos hasta el punto de ocultarnos los puntos débiles del film.

CARACTERES INCONSTANTES E ILÓGICOS

Hay, sin duda, inconsistencia e ilogicidad en los caracteres. Benjamín, el brillante estudiante y deportista de veintiún años, se comporta como un recién adolescente ante la señora Robinson y se transforma sin previo aviso en un adulto decidido, seguro, hasta audaz, luego de conocer y enamorarse de Elena. La muchacha es también un manojo de contradicciones. La misma noche que se inicia con llanto e indignación por haberla Ben llevado al cabaret de Sunset Strip, concluye entre sonrisas y besos. Más adelante, Elena huye a Berkeley despreciando sinceramente a Ben a quien cree el violador de su madre, pero acaba por creer en las protestas de inocencia de Ben y por volver a enamorarse de él. Ello no impide, sin embargo, el que abandone a Ben para casarse con Carl..., ni que abandone a Carl junto al altar para escaparse con Ben. Si bien es cierto que en parte estas contradicciones se explican por el estado de confusión afectiva en que ambos jóvenes se encuentran, no es fácil aceptarlas sin más como naturales. Además, Wulliam Daniel no acaba de romper el molde estereotipado con el que representa su papel de padre rico. Los mismos recursos fílmicos de sonido, color, transiciones auditivas, ángulos de cámara, etc., con frecuencia parecen ser un fin en sí mismo y distraen la atención más que ayudan a la acción.

EL SECRETO DEL ATRACTIVO DE EL GRADUADO

¿Cuál es, en última instancia, el secreto atractivo de The Graduate? Yo diría que es su deslumbrante fotografía en color fruto de los treinta años de experiencia de Robert Surtees; es el fondo musical de Paul Simon y Art Garfunkel; es la expresiva y sencilla belleza de Katherine Ross (Elena); es la perfecta actuación de Anne Bancroft (señora Robinson). Es todo eso y también, muy particularmente, la absoluta honestidad de Dustin Hoffman en su trágico papel de Benjamín. La juventud americana (no importa de qué edad) ha visto reflejadas en Benjamín y Elena las dudas, indecisiones, frustraciones, alegrías, amarguras y ardores de todo adolescente americano que traspasa el umbral de la adultez. Benjamín, es verdad, no tiene en sí mismo todas las virtudes que los espectadores jóvenes están dispuestos a atribuirle, pero Nichols ha sabido crear un carácter suficientemente humano para ser real y suficientemente ambiguo para que se convierta en símbolo.

El gran argumento de los jóvenes defensores de The Graduate es:
 

”Tienes que ver The Graduate dos veces al menos si es que quieres apreciar todo su simbolismo y su mensaje.”

Este consejo, que en general es válido para cualquier film significativo, se aplica plenamente a este segundo largometraje de Mike Nichols.

The Graduate no es un film perfecto, y fuera de los Estados Unidos algunas de sus buenas cualidades —la inimitable comicidad del diálogo inglés, por ejemplo — pasarán inadvertidas. Hay en él, sin embargo, mucho de buen cine, de ese nuevo buen cine americano que nos hace pensar que Mike Nichols ha traspasado también el umbral de la adultez cinematográfica como director. Confiamos en que su próxima película, Catch 22, no defraudará las esperanzas que ponemos en él.

 

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ANGEL GONZALEZ-ALORDA
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Última actualización el Miércoles, 28 de Abril de 2010 16:09