Adios a Arthur Miller. Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo.   
Miércoles, 14 de Abril de 2010 15:09




ADIOS A ARTHUR MILLER
[2005-02-22]

Arthur Miller nació en Nueva York el 17 de octubre de 1915. Ha fallecido el pasado 11 de febrero de 2005 a los ochenta y nueve años de edad en su casa de Roxbury, en el estado norteamericano de Connecticut. Para muchos españoles, este judío de origen polaco, debe su fama a que era el tercer marido de Marilyn Monroe...

ADIOS A ARTHUR MILLER


LA MUERTE DE UN VIJANTE
(Cementerio: Final)

Arthur Miller nació en Nueva York el 17 de octubre de 1915.
Ha fallecido el pasado 11 de febrero de 2005
a los ochenta y nueve años de edad
en su casa de Roxbury, en el estado norteamericano de Connecticut.



MARILYN MONROE
  Para muchos españoles, este judío de origen polaco, debe su fama a que era el tercer marido de Marilyn Monroe. Y aunque el matrimonio duró apenas cinco años, los que van de 1956 a 1961, seguirán pensando que ese fue el mayor acontecimiento de su vida, sobre todo si, de cuanto ha publicado la prensa con motivo de su muerte, sólo fijan su atención en las fotos, en las que abundan las que muestran al escritor y a la actriz. Para quienes ya sabíamos de su existencia antes de que se produjera aquel sonado acontecimiento social, Miller era el autor de dos dramas excepcionales: Muerte de un viajante y Las brujas de Salem. Hoy, con su obra concluida, no por propia voluntad, pues a pesar de las dificultades para estrenar seguía escribiendo con el ansia del que tiene mucho que decir todavía, podemos afirmar que ha sido una de las máximas figuras del teatro del siglo XX.

A través de su obra dramática, Arthur Miller prestó su voz a aquellos ciudadanos que no cabían en el sueño americano, aunque se esforzasen por formar parte de él. Sus personajes procedían de esa vasta población arruinada por la gran depresión incapaz de salir adelante o de dejar a sus hijos un futuro digno. Una clase media que, al desmoronarse sobre sí misma, iba enterrando sus esperanzas bajo los escombros. Esa es la historia de Willy Loman, el protagonista de Muerte de un viajante (1949), inspirada en la figura de su padre, viajante de una empresa de lencería. Loman, que se pasa media vida en la carretera, que va envejeciendo en ella, no gana lo suficiente para mantener a su familia, cuya quiebra, económica y moral, contempla impotente. En esa situación, descubre con perplejidad que ha dejado de ser útil a la empresa a la que dio todo y ayudó a crecer. Tras ser despedido como un perro, acabará suicidándose fingiendo un accidente de coche para que los suyos cobren el seguro y sigan viviendo, si pueden.
LA MUERTE DE UN VIAJANTE
Versión Española (1951)
FRANCISCO RABAL, CARLOS
LEMOS, ANGEL DE LA FUENTE
FOTO: JUAN GYENNES

LA MUERTE DE UN VIAJANTE
(NUEVA YORK, 1949)
LA MUERTE DE UN VIAJANTE
(MADRID, 1951)

En otra obra, Panorama desde el puente (1955), retrató el mundo de los inmigrantes. Pero su mirada atenta no se detuvo en este ámbito. Alcanzó también a territorios habitados por otros sectores sociales en los que la corrupción tiene asiento.


LAS BRUJAS DE SALEM
TALLER DE TEATRO I.E.S. NAVARRO
VILLOSLADA (2001/2002)
PAMPLONA
Así sucede en Todos eran mis hijos (1947), que transcurre tras la Segunda Guerra Mundial y que versa sobre el negocio de la venta de material bélico defectuoso a sabiendas de que lo es, aviones de combate en este caso, que acabarán sirviendo de féretros para los hijos de los propios fabricantes. Pocos asuntos que tuvieran alguna trascendencia social o política le fueron ajenos.

En Las brujas de Salem (1953), inspirada en un proceso por brujería que tuvo lugar en 1692 en esa pequeña ciudad de Massachusetts, contenía una feroz denuncia de las prácticas inquisitoriales llevadas a cabo por el senador McCarthy, que convirtió a cuantos mostraban ideas izquierdistas en peligrosos agentes antiamericanos. Los que estaban bajo sospecha hubieron de declarar ante el Comité del Congreso creado al efecto, siendo conminados a reconocer su militancia comunista y a delatar a sus

J. MCCARTHY (en el centro)

 

compañeros. El resultado de esa caza de brujas, que se cebó principalmente en los ambientes cinematográficos de Hollywood, fue penoso y traumático para buena parte de los artistas investigados. Dio al traste con la carrera de muchos de ellos, provocó la salida del país de otros y dejó a la intemperie la miseria y cobardía de no pocos que, por salvarse, denunciaron, a veces sin motivo, a sus colegas. Miller hubo de pasar esa prueba, resistiendo las presiones a las que fue sometido, pero hay pocas dudas de que su carrera como guionista, que se presentaba prometedora, se vio seriamente afectada.
 

PANORAMA DESDE EL PUENTE
El gran mérito de Arthur Miller es que, habiendo escrito sobre asuntos que pudiéramos llamar locales, enseguida alcanzaron una trascendencia universal. Públicos de otros países se vieron reflejados en sus personajes. Al mismo autor le sorprendió que un simple vendedor de prendas íntimas femeninas se convirtiera en mito.

El único fracaso a lo largo en esos primeros años lo había cosechado con su primera obra, The man who had all the luck, representada en 1944 en Broadway, que sólo permaneció en cartel cuatro días. Sin embargo, partir de los años sesenta, su carrera de dramaturgo sufrió numerosos altibajos. Hasta entonces había gozado del favor del público y logrado importantes reconocimientos, como el premio del Círculo de la Crítica de la ciudad de Nueva York, obtenido en 1947 con Todos eran mis hijos, y, por dos veces, el Putlizer. La primera, en 1949 con La muerte de un viajante, y la segunda, seis años después, con Panorama desde el puente. Pero algunos de sus nuevos textos gustaron menos, principalmente en su propio país. Perdió el favor del público y el respeto de buena parte de la crítica.
 

DESPUÉS DE LA CAÍDA
ADOLFO MARSILLACH
MARISA DE LEZA
Después de la caída (1964), obra que, dirigida por Elia Kazan, inauguró el teatro del Lincoln Center, de Nueva York, en la que llevó al escenario la historia del fracaso de su matrimonio con Marilyn Monroe, era un intento de abordar el sentimiento de culpa que persigue al hombre cuando se siente responsable de no haber conseguido rescatar al ser con el que comparte su vida del peso de la fama y de su tendencia a la autodestrucción. En palabras del autor, su objetivo era el de abogar por la búsqueda personal de una mejor comprensión de sí mismo, de una más claro conocimiento de nuestras cualidades y de nuestros defectos, de los peligros que llevamos dentro.


DESPUÉS DE LA CAÍDA
MARCELA YURFA
JESÚS ARISTU

Escrita casi inmediatamente después del suicidio de la actriz, muchos entendieron que aquello no era la reflexión serena de un intelectual, sino un acto de crueldad hacia su compañera muerta, a la que años Y después, en su libro biográfico A vueltas con el tiempo (1987), se referiría como una poeta en la esquina de una calle intentado recitar ante una multitud que quería quitarle la ropa.

A Después de la caída siguieron Incidente en Vichy (1967), El precio (1968), La creación del mundo y otros asuntos (1972), The Archbishop’s Ceiling (1977), The american Clock (1980), Danger: Memory! (1987), Cristales rotos (1994), Mr. Peter’s connections (1998) y El descenso del monte Morgan (2000). En casi todas ellas permanece inalterable su propósito de transmitir desde la escena las inquietudes, los conflictos y las aspiraciones de la sociedad, razones que justificaron la concesión en el 2002 del Premio Príncipe de Asturias.


VIDAS REBELDES
MONTGOMERY CLIFT
MARILYN MONROE

¿Cómo se explica el creciente desinterés por su teatro? ¿Cómo que El descenso del monte Morgan tardará nueve años en ser representada y que ése fuera su último estreno en Broadway? ¿Por qué el siguiente, Acabando la película (2004), en la que volvía una vez más a Marilyn Monroe para rememorar sus relaciones con ella durante el rodaje de Vidas rebeldes, cuando su matrimonio ya iba a la deriva, no se produjo en Nueva York, sino en Chicago, en el teatro Goodman? Quizá el rechazo o el desinterés que provoca el teatro de Arthur Miller en Estados Unidos, no compartido en el resto de mundo, tenga que ver con la llegada de nuevas generaciones de dramaturgos, como David Mamet, que practicaban un realismo muy distinto al de los años cuarenta y cincuenta, de carácter más psicológico.
Pero también a que ese templo del buen teatro que siempre había sido Broadway empezaba a ser invadido por comedias intrascendentes. Un Miller irritado, que no encontraba hueco para representar sus dramas, dijo que allí sólo había sitio para el comercio y la avaricia.
Pero lo peor estaba por llegar: la crisis del teatro de autor, que en Estados Unidos se hizo evidente cuando los grandes musicales sentaron sus reales en los mejores escenarios. Miller fue una de las víctimas de la nueva situación.

La relación del público español con la obra del autor norteamericano fue temprana, no dejando de resultar sorprendente al tratarse de un teatro que, sin duda, despertó recelos en un país sometido, en aquellos años, a una rigurosa censura. Posiblemente, la primera obra de Miller que subió a un escenario español fue Todos eran mis hijos, representada por el grupo de cámara La Carátula, creado por José Gordón y José María de Quinto. Sucedió en el teatro de la Comedia, de Madrid, en 1951. Pero el introductor del teatro de Miller en los circuitos profesionales fue José Tamayo, quién estrenó La muerte de un viajante en 1952, en el teatro de la Comedia, con Carlos Lemos y Josefina Díaz al frente de su recién creada compañía Lope de Vega. Volvió a ella en dos ocasiones: la primera, siete años después, en el teatro Español, y luego, en 1985, en el Bellas Artes, con José Luís López Vázquez como protagonista.


EL PRECIO
OSCAR FERRIGNO Y FABIANA GABEL

También fue Tamayo el que dio a conocer Las brujas de Salem, en el teatro Español en 1956, cuando apenas habían transcurrido tres años desde su estreno en Nueva York. El interés de nuestros profesionales por Miller no cesó, de modo que en los años siguientes otras compañías representaron de nuevo las obras ya citadas, a las que se fueron sumando las más recientes de su autor. Entre aquellas, cabe mencionar Todos eran mis hijos, protagonizada por Agustín González y dirigida por Ángel García Moreno. Entre las ofrecidas por vez primera, destacan Después de la caída, dirigida e interpretada por Adolfo Marsillach; El precio, con puesta en escena de Narciso Ibáñez Menta, que conoció años después otra versión a cargo de Oscar Ferrigno, espléndidamente interpretada; y Cristales rotos, con José Sacristán y Magüi Mira a las órdenes de Pilar Miró. Más recientes son las puestas en escena de Panorama desde el puente, a cargo de Miguel Narros; La muerte de un viajante, al de Juan Carlos Pérez de la Fuente, en una producción del Centro Dramático Nacional; y El precio, protagonizada por Juan Echanove y dirigida por Jorge Eines, que todavía está siendo representada.
 

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JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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