El día 10 de octubre fallecía Ricardo Doménech. A pesar de que sabíamos de su enfermedad, la noticia nos ha tomado por sorpresa, quizás porque imaginábamos que su sempiterna sonrisa, su ironía amable y su dedicación permanente a los estudios de teatro y a los alumnos que se acogían a su magisterio iban a acompañarnos indefinidamente.
Ricardo Doménech ha ejercido como crítico, ensayista, profesor, cuentista o investigador. Desempeñó la dirección de la Real Escuela Superior de Arte Dramático, en dos etapas diferentes, y en el marco de esta institución, a la que estuvo vinculado durante décadas, hasta el fin de su vida laboral, fundó la revista Acotaciones, que ha impulsado y dirigido durante más de diez años.
Su labor investigadora ha sido muy amplia, aunque se ha dedicado con preferencia al teatro de Valle-Inclán, García Lorca y Buero Vallejo, entre los que fue capaz de señalar una línea de continuidad ética y estética, por encima de las singularidades de sus poéticas respectivas. Quienes se han ocupado más tarde de la obra de estos creadores están en deuda con las lecturas sagaces y precisas, esclarecedoras, que Doménech hizo de sus textos. Prestó también atención al teatro del exilio – Max Aub, José Ricardo Morales -, en una clara voluntad de recuperar la tradición cultural y política que supuso la segunda República española, cuya herencia reivindicó siempre con convicción y con valentía. Pero alentó además la escritura dramática española contemporánea, a muchos de cuyos autores apoyó generosamente. Y no dejó de lado lo que sucedía en el teatro europeo, cuando la cultura española era casi impermeable a lo que ocurría fuera de sus fronteras.
Ante todo, Ricardo Doménech era un maestro, comprometido con su tarea de enseñar a sus alumnos y a sus lectores, empeñado en dignificar las enseñanzas teatrales. Doménech entendió siempre el teatro como parte esencial del pensamiento que configura la vida cultural y social, y, en consecuencia, lo trató siempre con rigor intelectual y con esmero. Nos queda su obra, ponderada y brillante, y el recuerdo de persona, cordial y generosa. Somos muchos los que hemos aprendido de él. Gracias, maestro.
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