La del soto del Parral. T. Zazuela.2010.Crítica Imprimir
Escrito por José R. Diaz Sande   
Domingo, 14 de Noviembre de 2010 07:44
 

LA DEL SOTO DEL PARRAL
DRAMA ECOLÓGICO 

Se puede decir que hay una genuina dirección buscando no solamente cómo decir el texto, sino administrando bien los movimientos de los actores en los distintos  espacios. 

LA DEL SOTO DEL PARRAL

DRAMA ECOLÓGICO 

 

FOTO: JESÚS ALCÁNTARA

El Teatro de la Zarzuela inicia temporada con La del Soto del Parral, un título que desde su definitivo estreno en el Teatro La Latina de Madrid (clikear), es de los más socorridos en el repertorio. La puesta en escena nos viene de la mano de Amelia Ochandiano. Es la segunda vez que acude a este teatro, pues con anterioridad dirigió Las bribonas y La Revoltosa. Por otro lado, al haberse formado y dirigido el Teatro de la Danza de Madrid sabe de lo que va esto del musical.

 

La del Soto del Parral se encuadra, en cuanto a la historia, en lo que, en España, se ha dado en llamar drama rural y en el mundo de las zarzuelas, ambientación regional. En casi todas las regiones de España, una zarzuela ha cantado y bailado las excelencias de la tierra, sus habitantes y sus costumbres. Ello daba pie a que conociéramos su idiosincrasia, habla, vestuario, paisajes, gastronomía y bailes, en el caso de optar por una estética realista, que solía ser lo más frecuente.  Realismo que, por otra parte, prefería la sublimación y el loor de las excelencias campesinas, lo cual distaba mucho de la elemental  y sacrificada vida rural.  A nivel musical los compositores tenían la oportunidad de combinar fragmentos líricos con otros de tipo folklórico, tomados de las tonadas regionales aunque con una instrumentación más sofisticada.  

 

En estos últimos tiempos, tales ilustraciones ha ido desapareciendo en pro de formas más imaginativas y evitando ciertas convenciones. Es el caso de este montaje de Amelia Ochandiano. Según declaraciones propias, y contemplada la puesta en escena, la idea madre deambula por concebir la tierra como tal en su sentido más ecológico. El espacio escénico se delata en esta línea al conceder mayor importancia al suelo – una plataforma inclinada llena de verdor y con hojas otoñales planeando de vez en cuando – que a la casa del Soto, la cual, emerge del suelo a los pocos minutos de alzarse el telón y se mantiene discreta en un lateral. De las entrañas de esa plataforma surge, también, el interior. Sin ser realista la escenografía, sí es figurativa y con bastantes toques de simbolismo, recogidos del texto o de la partitura musical. Como la negrura ha invadido las almas de los protagonistas, ésta se refleja en el fondo de pendientes inclinadas absorbidas por el negro del ciclorama.  A ellos se añaden los elementos atmosféricos como son la tormenta, la lluvia (realista) y el viento, provenientes de efectos electrónicos o bien los antiguos artilugios que el teatro utilizaba antes de la electrónica, como sucede en la pausa al último cuadro. Un modo de entretener al personal al mostrar, ante el público, dichos artilugios (máquina de viento, chapa metálica para el trueno …)  .

 

También potencia visualmente el tañer de las campanas que llaman a la oración, con un inmenso campanario, con el que comienza la obra, de la que se cuelgan dos niños haciéndolas sonar.  Toda esta plástica visual funciona muy bien y resulta evocadora, así como, también, participa de cierta espectacularidad. Los diversos planos inclinados del fondo y la pendiente del escenario central permiten una multiplicidad de alturas que proporcionan variedad en la ubicación de coros y demás personajes.

 

La anécdota de libreto deambula por las líneas del dramón, siempre difícil de abordar porque, en los tiempos que corren de desmitificación, el caer en el ridículo o la inverosimilitud de personajes y situaciones es posible. La salvación de este escollo, como sucede en la ópera, viene por la parte musical, a la cual le permitimos la grandielocuencia y el retoricismo de los personajes y las tensiones del drama. Aquí acaece algo similar. Pero si en la ópera la música cubre todo el texto, la zarzuela se encuentra con un escollo: las partes habladas. El intérprete no puede echar mano de la música para que su dramatismo resulte convincente. Amelia Ochandiano dirige estas secciones con verismo y credibilidad. Los intérpretes encajan bien estas situaciones y las hacen digeribles.  Se puede decir que hay una genuina dirección buscando no solamente cómo decir el texto, sino administrando bien los movimientos de los actores en los distintos  espacios. Ello proporciona ritmo a toda la narración.

 

A estas alturas decir que la zarzuela se ha revestido de coreografías, no es una novedad.  El estatismo de los coros y de los intérpretes en los números musicales ha pasado a la historia, tomando ejemplo de las comedias musicales USA. No es que no exisitieran  bailes en los montajes de antaño, pero éstos acudían cuando el libreto se lo pedía. Hoy, el arco se ha ampliado y el movimiento del cuerpo – más o menos danzado - inunda también los dúos y los solos. Lógicamente los fragmento más bailables son los números cómicos de duetos y coro. Amelia y Luis Romero se han ocupado de las coreografías y, en general, con acierto. No obstante, la creada para el duetto cómico resulta forzada con el juego de la faja que aleja y acerca a los enamorados, lo cual no quiere decir que esté mal interpretada y proporcione cierta gracia. Digamos que es demasiado racional y no fluye con naturalidad. Todo lo contrario sucede, y es un feliz tratamiento, con  la irrupción del aire festivo del coro cortando el dramatismo del concertante. El gran hallazgo musical de este concertante  que suaviza la tensión de los protagonistas con el ex abrupto de la fiesta para terminar de nuevo con una tensión mayor, encuentra su traducción coreográfica perfecta. Es uno de los números más emotivos y conjuntados.

 

Dentro de esta conjunción de partitura, emoción y plástica resulta un tanto gratuito, aunque se entiende la intención, el trasladar el drama interior de Germán a la naturaleza que, siendo solidaria, también se lamenta. En su primera romanza en escena, transida de dolor, se subraya la emoción con un relámpago, trueno – encomendado a la electrónica - y una lluvia realista. Se ha tenido la cautela de que el estallido del trueno coincida en una mínima pausa de la orquesta. Tal ilustración tiene algo de primitivo.  En cambio, la lluvia del final resulta efectiva, cómica si se quiere, purificadora y permite crear un bello cuadro colorista que favorece el cuadro plástico con el que se pone fin a la obra.

 

Y ya que estamos en esto de la atmósfera, el tenebrismo de la escenografía – el negro del ciclorama y pendientes de fondo -, justificable durante el desarrollo de este melodrama, no casa bien con el final en el que la negrura de las almas ha desaparecido y un rayo de luz inunda a todos. Se solventa un poco con el colorido de los paraguas, pero no estaría de más un fondo más luminoso, ya que la climatología refleja los estados del alma.

 

De la partitura de Soutullo y Vert, mucho se ha hablado y sigue siendo de gran belleza, sobre todos en las partes dramáticas, tanto en las romanzas, dúos como en los concertantes. El concertante del final del cuadro primero del Segundo acto emociona y, como he mencionado antes,  posee ese gran acierto de interrumpir la melodía dramática con otra festiva para volver al dramatismo, y ello con una magistral fluidez. En la representación a la que asistí la soprano María Rodríguez (Aurora), el barítono César San Martín (Germán) y el tenor Alejandro Roy (Miguel), junto con el coro, ofrecieron una espléndida interpretación.

 

María Rodríguez, soprano habitual en este coliseo, compone una Aurora, tanto interpretativa como musicalmente, de gran credibilidad. La última vez que la vi fue en una Tabernera del Puerto. Viéndola ahora, es posible que  sea sólo una apreciación, tengo la sensación de encontrarme con una voz más segura, muy bien empastada y de gran dramatismo.

 

César San Martín, posee una voz poderosa, que en el papel cómico de Los diamantes de la Corona, de la temporada pasada, pasó sin pena ni gloria. Su partitura no daba para más. Aquí muestra toda su maestría.

 

Alejandro Roy es voz diáfana en su tesitura y llenó de entusiasmo al púbico con la romanza Fuerza que me vence, recuperada, la cual se encontraba, y sigue, en El último Romántico como Bella enamorada.

 

Aurora Frías y Didier Otaola, encargados de dar vida al dueto cómico, recuperan la tradición de los cómicos de zarzuela en su mejor sentido, sin enfatizar o atenerse a clichés  preestablecidos. Aurora Frías, ya mostró su versátil formación de cantante, bailarina e intérprete en los Veranos de la Villa como Clarita en la versión de Tempolírico: La del manojo de Rosas.

 

La Orquesta de la Comunidad de Madrid bajo la batuta de Rubén Gimeno, cumplió con eficacia su cometido  en tiempos y ritmos y mantuvo un nivel sonoro adecuado sin apagar las voces, lo cual no siempre ha sido así en otros títulos.

 

Una apostilla menor. He visto bastantes “Sotos”, con lo cual, a nivel argumental, das muchas cosas por sabidas. Tal es el caso de la primera salida de Aurora de la casa hacia los caminos. Quien me acompañaba – era la primera vez que veía La del Soto… - me pregunta en el descanso: “ Por qué sale de casa y luego vuelve? ¿A dónde va?”. Mi respuesta fue obvia: “A misa”. “¿Y cómo lo sabes?”“Pues, porque lo sé de otras representaciones”.  Reflexionando sobre lo visto,  esa pregunta tenía su sentido. De esta representación resulta gratuito que Aurora salga de la casa y vuelva cuando se lo indica la acotación del texto. Claro que como decía Querubini en El Dúo de la Africana: “nel teatro tutto é convezionale


 

Título: La del Soto del Parral
Autores: Luis Fernández de Sevilla y Anselmo C. Carreño

Músicos: Reveriano Soutullo y Juan Vert

Edición a cargo de Xavier de Paz

(Ediciones y Publicaciones Autor SRL/

Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 2009)

Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda

Figurines: Pedro Moreno

Coreografía: Amelia Ochandiano Y Luis Romero

Iluminación: Juan Gómez-Cornejo

Ayudante de Dirección: Virginia Flores

Ayudante de Iluminación: David Hortelano

Ayudante de Vestuario: Cristina Rodríguez

Meritoria de Vestuario: Beatriz Robledo

Realización de Escenografía: Arguion-Yatch S.L.

Realización de Vestuario: Patricia Sofía, Crispín Dos Santos S.L.

Pintura de Vestuario: María Calderón

Utilería: Hijos De Jesús Mateos

Calzado: Calzados Lobo

Nueva producción del Teatro de La Zarzuela

Orquesta De La Comunidad de Madrid (Titular del Teatro de la Zarzuela)

Coro del Teatro de la Zarzuela

Director del coro: Antonio Fauró

Intérpretes:

Ana Ibarra / María Rodríguez (Aurora), Aurora Frías (Catalina), Juan Jesús Rodríguez / Carlos Bergasa / César San Martín  (Germán), Alejandro Roy/ Antonio Gandía (Miguel), Luis Álvarez (Tío Sabino), Didier Otaola (Damián), Luis Varela (Tío Prudencio), Fernando Llorente Pinto  (El Dulzainero), Álvaro Aguilar Soria (El Tamborilero).

Bailarines:

Rodrigo Alonso Carmen Angulo, Olga Castro, Natalia Ferrándiz, Joaquín León, Antonio Perea, Luis Romero y Xenia Tío

Dirección Musical: Rubén Gimeno

Dirección de Escena: Amelia Ochandiano

Duración aproximada: 2 H 15 m.

Estreno en Madrid: Teatro de la Zarzuela, 22 – X - 2010

 
 DIDIER OTAOLA / AURORA FRÍAS
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA
 
 MARÍA RODRÍGUEZ
FOTO: JESÚS ALCÁNTARA

 

 


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande


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Última actualización el Jueves, 20 de Enero de 2011 11:34