Amadeu. Boadella.2.011. Crítica Imprimir
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Jueves, 10 de Febrero de 2011 08:02

AMADEU

LA ZARZUELA COMO PRETEXTO

 

FOTO: J. VILLANUEVA

Desde el punto de vista artístico, estamos, sin duda, ante uno de los mejores trabajos recientes de Albert Boadella, quien en esta ocasión, para ponerlo en pie, no ha contado, como es habitual, con la aportación de los miembros de Els Joglars. Otra novedad es que se trata de una incursión, de la mano de Amadeo Vives, en el mundo de la zarzuela, el género musical español por antonomasia antes de que nos invadiera el anglosajón. No estamos ante la puesta en escena de una de las numerosas obras del compositor catalán ni ante una antología musical al uso, sino ante un recorrido biográfico ilustrado con fragmentos de sus obras, algunos de los cuales son presentados como expresión de sus más íntimos sentimientos personales y no como creaciones inspiradas por los libretos que servían de soporte a sus partituras.

A partir de una noticia aparecida hace algunos años en la prensa barcelonesa en la que se especulaba con la posibilidad de que los restos de Vives acabaran en una fosa común sin que ninguna autoridad los reclamara para darles más digna sepultura, Boadella ha imaginado que un joven periodista recibe la orden del jefe de redacción del medio para el que trabaja de escribir un largo artículo sobre la figura del músico. Tarea casi imposible para quien su cultura musical se circunscribe al rock y sus derivados y nada sabe de lo que encandiló a sus abuelos. La consulta de los archivos de prensa le proporciona alguna información, pero lo que le saca del atolladero es la inesperada aparición del mismísimo compositor, quien, desde la otra vida, acude en su auxilio para enhebrar el largo diálogo que le permite atender el encargo. Diálogo de cortos vuelos trufado de frases mordaces y burlonas de dudoso ingenio, que pretende servir de cauce a un discutible discurso y cuya principal y más eficaz función es la de ser el soporte de una brillante puesta en escena.

A pesar de que el espectáculo no lleva la firma de Els Joglars, sí es fiel a su estilo, muy evidente en el tratamiento de los principales personajes. Amadeo Vives, recreado con enorme talento y cariño por Antoni Comas, nos es presentado como una amable y entrañable caricatura del personaje real, para cuya realización ha bastado subrayar el aspecto físico que tenía, su cojera y la atrofia de su brazo derecho. En su interpretación del personaje, Comas logra momentos magníficos, como aquel en que, cual consumado manipulador de títeres, irrumpe en el enfrentamiento que mantienen Aurora la Beltrana y Fernando, personajes de Doña Francisquita, dando a entender que la escena en cuestión es el trasunto de alguna amarga vivencia sentimental padecida por él. O cuando, en la misma obra, Doña Francisquita provoca los celos de Fernando, y Vives se interpone entre ambos asumiendo el papel del dolido enamorado. Pero el actor destaca también en otras facetas interpretativas. En varios momentos se muestra como brillante pianista y cantante. Raúl Fernández, que asume el papel de reportero, personaje menos cuajado que el protagonista, sale airoso de su sostenido duelo con él. Chema Ruiz, por su parte, representa con eficacia al jefe de redacción, cuya presencia escénica es menor. Junto a este trío de actores, brilla un nutrido grupo de cantantes solistas que interpreta números musicales pertenecientes a zarzuelas compuestas por Amadeo Vives tan populares como la citada Doña Francisquita y Bohemios y a otras menos conocidas, amén de canciones e himnos que compuso a lo largo de su vida. Acompañan a estas partituras varias debidas a Tomás Bretón, Ruperto Chapí, Manuel de Falla y otros compositores que, en mayor o menor medida, le influyeron.

Preside el escenario un piano. No hay mucho más atrezzo. Ricardo Sánchez-Cuerda, creador de la escenografía, ha dejado amplios espacios, no solo para que los actores y los cantantes se muevan cómodamente por el escenario, sino para que en el quepan, sin agobios, una orquesta, bien dirigida por Miguel Roa y Manuel Coves, y un coro de no menos de treinta voces dirigido por Félix Redondo y movido con precisión y gusto exquisito por Ramón Oller.

En el debe de Amadeu, el discurso político elaborado por Boadella o, más bien, su planteamiento. Del mismo modo que Sacha Guitry escribió su Beaumarchais para trazar un interesado paralelismo entre él y el autor de Las bodas de Fígaro, el dramaturgo catalán ha hecho lo propio respecto al compositor. Aprovechando su común origen y que parte de sus respectivas vidas profesionales tuvieron o tienen Madrid por escenario, desarrolla la idea de que la causa de haber abandonado su tierra natal para recalar en la capital se debe a que ambos comparten la misma vocación españolista y parecido desdén hacia un nacionalismo asfixiante que pone barreras a la creatividad. De ahí, según Boadella, su condición de víctimas de una clase política que, por su provincianismo, podríamos definir de vía estrecha. Sus respectivos éxitos capitalinos vendrían a darles la razón y justificaría un buen corte de mangas a sus detractores. No procede entrar aquí en el debate sobre el ya viejo litigio del correoso creador con los suyos, asunto que, por otra parte, solo le compete a él y a sus detractores, pero sí conviene aclarar que, en nuestra opinión, su caso y el de Vives no son equiparables. Es cierto que hay algunas coincidencias en sus respectivas biografías, que ya he mencionado. Pero no existe constancia de que Vives saliera de Cataluña por las razones insinuadas por Boadella. Seguramente buscaba nuevos horizontes para su arte. Nada que ver, por tanto, con extrañamientos, exilios forzados, ni con motivaciones políticas. Buena prueba de ello es que, a su muerte, el pueblo catalán, con las más altas autoridades a la cabeza, le rindió un grandioso y emocionado homenaje. El episodio de la fosa común, que ha inspirado esta obra, no deja de ser una desgraciada anécdota que, en todo caso, pone de manifiesto el injusto olvido en el que, figuras señeras de nuestra historia, caen con el paso del tiempo. Habría que hablar, pues, de una manipulación interesada de la de Amadeo Vives. Pero justo es decir que ese pecado queda compensado con el regalo de este espléndido espectáculo, con el que Boadella retorna a donde solía.

 

Título: Amadeu

Dirección y dramaturgia: Albert Boadella

Dirección musical: Miguel Roa y Manuel Coves

Dirección del Coro: JORCAM ACADÉMICA Félix Redondo

Coreografía: Ramón Oller

Escenografía: Ricardo Sánchez-Cuerda

Iluminación: Rafael Mojas

Vestuario: Rafael Garrigós

Caracterización: Joel Escaño

Ayudantía de dirección y espacio sonoro: Ángel Ojea

Regiduría: Mar Eguiluz

Maestro repetidor y maestro de luces: Borja Mariño

Utilería y atrezzo: Ana María Serpa

Construcción escenografía: MAMBO Decorados

Makking off : Animal´s House

Producción ejecutiva: Leticia Martín
Producción: Teatros del Canal

Intérpretes: Antoni Comas (Vives), Raúl Fernández (Jordi), Chema Ruiz (Jefe de Redacción),

Solistas: Yolanda Marín (soprano), Auxiliadora Toledano (soprano), Lola

Casariego (mezzosoprano), Joana Thome (mezzosoprano), Israel Lozano

(tenor), Francisco Corujo (tenor) / JORCAM ACADÉMICA.

Dirección y dramaturgia: Albert Boadella

Duración: 1 hora y 45 minutos (sin descanso).

Estreno en Madrid: Teatro del Canal (Sala Roja), 21 – I - 2011

 
 
 FOTOS: J. VILLANUEVA
 

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
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Última actualización el Lunes, 04 de Julio de 2016 17:52