El arte de la Comedia. Crítica Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Lunes, 12 de Julio de 2010 08:46
 

EL ARTE DE LA COMEDIA

El Teatro de la Abadía celebra sus 15 años con la comedia de Eduardo de Filippo: El arte de la comedia. No ha podido escoger mejor título para recordar su trayectoria teatral en esos 15 años.


EL ARTE DE LA COMEDIA

 

   EL ARTE DE LA COMEDIA
   ENRIC BENAVENT/ PECRO CASABLANC
   FOTO: ROS RIBAS

El Teatro de la Abadía celebra sus 15 años con la comedia de Eduardo de Filippo: El arte de la comedia. No ha podido escoger mejor título para recordar su trayectoria teatral en esos 15 años. Al mismo tiempo es un homenaje a la esencia del teatro y a los actores por esa capacidad que poseen de hacernos creer lo increíble y trasladarnos hacia mundo insospechados. 

 

El texto estrenado en 1964, en Nápoles,  armó cierto revuelo en la clase política pues veían en él un ataque al Estado, con el agravante de ofensa a la Institución. El propio Eduardo de Filippo interpretaba al personaje de Oreste Campese, motor de todo el entramado.

 

Nos encontramos en  los años que siguen a la Segunda guerra mundial. Todavía sobreviven aquellos teatros ambulantes, que, en nuestra nación, Fernando Fernán Gómez retrató en su novela, posteriormente guión radiofónico y película: Viaje a ninguna parte. Oreste Campese, el director de esa pequeña y autodidacta farándula familiar, cuya ciencia teatral viene heredada de sus antepasados, se atreve a pedir una entrevista al Gobernador, para remediar el desastre del incendio de su local la Carpa. Tras un posible acercamiento, pues al Gobernador no deja de fascinarle todo ese mundo de los teatreros, las diferencias y el mal entendimiento crean una ruptura que llevan a Oreste a plantear la duda, en el Gobernador, sobre la realidad de los habitantes del pueblo que tendrá que entrevistar: ¿Son reales o son personajes? 


El texto está estructurado en tres partes: un monólogo de Oreste, en el pasillo del patio de butacas  (evocación de un exterior con una poética nevada) sobre lo poco que se necesita para actuar: un tabladillo y unos actores. Un diálogo con el gobernador, en el que se dirime toda una filosofía sobre el teatro y su poco aprecio por las Instituciones públicas. Diálogo que, curiosamente, posee una gran actualidad y muestra que los problemas de entonces son los mismos que los de ahora. Poco hemos evolucionado. El controvertido final de este diálogo lleva casi a una expulsión por parte del Gobernador y a un desafío por parte de Oreste. La tercera parte transcurre con las diversas entrevistas a una serie de vecinos – principales - del pueblo, que vienen a descargar sus cuitas ante el Gobernador.


Eduardo de Filippo desarrolla toda una teoría sobre el teatro y deja patente lo que se ha dado en llamar “la verdad de las mentiras” y que es patrimonio de la literatura de ficción y por ende del teatro. “La verdad de las mentiras” consiste en que la ficción – una mentira sin disimulo – cuenta historias que hablan de verdades. Importa menos si ocurrió así o de otra manera o no ocurrió, pero lo que importa es que transmite una “verdad”. De este virus de la mentira-verdad se contagian los actores, cuando se metamorfosean en sus personajes, hasta el punto de que nos emocionan y nos creemos sus identidades, si son buenos intérpretes de sus mentiras y no hacen de ellos mismos. Y este es el gran reto que Oreste lanza al Gobernador: el médico, el párroco, la maestra ¿son ellos o son los actores de su compañía? La duda hamletiana del “ser o no ser”, corroerá el interior del Gobernador. Pero, en el fondo, es lo de  menos porque lo que importa es la situación que cada uno de ellos expresa y a la que piden solución.

 
Pero este galimatías de mentira-verdad teatral, nos lleva a la apariencia del ser humano del que nunca podemos saber si lo que nos cuenta como verdad propia, es la realidad. De ahí que últimamente gracias a los continuos debates, los despellejamientos televisivos y contradicciones de unos y otros, se ha impuesto la consabida frase: yo cuento mi verdad. 
 


De todos modos, Oreste (Eduardo de Filippo), reivindica la labor del teatro como el medio para contar verdades a través de las mentiras. Da lo mismo si son personajes de ficción o seres reales. Lo que importa es el planteamiento de los problemas de ese pequeño pueblo y sus relaciones.

 
El arte de la Comedia es un gran homenaje al teatro y a los actores vocacionales, que soportan el hambre y el frío. Es una llamada de atención al “alma” de la interpretación que va más allá de la pura técnica.
 


El Teatro de la Abadía ha recolectado a sus antiguos actores – van rotando según las fechas -, algunos ocupados en otros proyectos, para este montaje, con lo cual es un homenaje también para ellos. El resultado es una magistral interpretación en todos y decir que “no es justo destacar a nadie”, aquí es más realidad que nunca. Sorprende dos estilos que nos satisfacen positivamente: la mezcla de un cierto realismo y de una cierta teatralidad como sucede con Jesús Barranco en su médico. Pero lo mismo habría que decir de Joaquín Hinojosa con ese párroco, muy de una época y con tintes teatrales. El chupatintas Giacomo Franci, secretario del gobernador, está perfectamente encarnado por José Luis Alcobendas, un actor que ha mostrado su gran versatilidad en el Centro de Teatro Clásico. Pedro Casablanc, el desconcertado gobernador, muestra una gran verosimilitud que combina con un punto de comicidad en los momentos de desconcierto. Enric Benavent en su Oreste Campese, director de la compañía de cómicas, vuelve a hacer gala, como en otras ocasiones, de la veracidad de su personaje, mostrando una gran gama de emociones: ternura, entusiasmo por su trabajo, pena, comicidad, saber tener los pies en el suelo ante la grandielocuencia de la Institución... He dicho que sería injusto no mencionar a todos, porque todos, en sus pequeñas intervenciones, nos dan una gran lección de interpretación. El público, en el estreno, no se privó de interrumpir las intervenciones con aplausos y, al final, fue un derroche de parabienes. 


Dentro de esa cierta teatralidad está bien encajada la escenografía de corte realista, pero con un agradable tufillo a teatro que ha concebido Carlos Alfaro, el cual ha dirigido con buen pulso y ritmo, también, el espectáculo.


Pocos peros hay que poner a un espectáculo magistral, que nos reconcilia con el teatro. Si hay alguno hay es, posiblemente, el diálogo entre Oreste y el Gobernador que se nos hace un pelín largo, cuando filosofan sobre el teatro y su enfrentamiento con las Instituciones.

 Título: El Arte de la comedia
Autor: Eduardo de Filippo 
Traducción: Ana Isabel Fernández Valbuena
Escenografía e iluminación: Carles Alfaro
Vestuario: María Araujo
Ambientación musical: José Manuel Gutiérrez

 

Ayudante de dirección: Fefa Noia.

 

 

Ayudante de escenografía: Vanessa Actif.

Fotografía: Ros Ribas.

Imagen Cartel: Estudio Manuel Estrada.

Agradecimiento al CDN y al Teatro Español por la cesión de fondo de vestuario

Producción: Teatro de la Abadía
Intérpretes (por orden de intervención): Enric Benavent (Oreste Campese, director de una compañía de cómicos), Markos Marín/Luis Moreno (Armando Vernonesi, guarda), Lidia Otón (Palmira, dueña del bar), Pedro Casablanc (Excelentísimo De Caro, gobernador), José Luis Alcobendas (Giacomo Franci, secretario del Gobernador), Jesús Barranco (Quinto Bassetti, médico), Joaquín Hinojosa (Padre Salvati, párroco), Lola Manzano Lucia Petrella, maestra), Ernesto Arias/Cipriano Lodosa (Un montañés), Palmira Ferrer/María Miguel (Su mujer), Diego Galeano (Girolano Pica, farmaceútico), Óscar de la Fuente (Sacristán)

Dirección: Carles Alfaro

Duración: 2 horas (sin intermedio)
Reestreno en Madrid: Teatro Español, 1 - vii - 2010

  PEDRO CASABLANC /
  JOSÉ L. ALCOBENDAS
  JESÚS BARANCO
  FOTO: ROS RIBAS

  
      PEDRO CASABLANC /
     JOAQUÍN HINOJOSA
      FOTO: ROS RIBAS

 

 


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande

 

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Última actualización el Martes, 13 de Julio de 2010 17:32